Domingo Rodríguez
El robo (1)
Era una mañana del año 1934 del siglo pasado, el
presbítero FRANCISCO JAVIER PEÑA (el padre Pernía de la novela Casas Muertas),
se encontraba realizando sus acostumbradas oraciones tempraneras en el recibo
de la casa parroquial de Ortiz, cuando repentinamente entra al referido
inmueble, el señor Arciniega, jefe civil de la vecina población de Parapara, la
cual también atendía el mencionado sacerdote:
—Buenos días padre.
—Buenos días señor Arciniega.
—¿Qué lo trae tan temprano a Ortiz?
—Vengo a comunicarle una horrible noticia, se han
robado La Peña Admirable.
El padre Peña se para sobresaltado del mueble donde estaba
sentado, exclamando: —¡No puede ser Dios mío! — Inmediatamente salen hacia
Parapara.
En el camino Arciniega explica al padre Peña
los pormenores del caso. En la madrugada las manos sacrílegas de unos
malhechores, extraños a la población, habían socavado las paredes de la iglesia
por los lados de la sacristía. Habían roto también el Sagrario, donde se guarda
la reliquia de la imagen aparecida de Nuestra Señora, profanado así la gran
devoción y amor que los hijos de Parapara profesan a la excelsa virgen por más
de 200 años desde su aparición. Se sospecha de unos “maromeros” que llegaron
hace unos días al pueblo, los cuales se marcharon de improviso en la madrugada
sin conocerse rastro de ellos. Que ya, mediante telégrafo, había pasado la
novedad al prefecto del Distrito Roscio y al presidente del estado Guárico,
teniente coronel Ignacio Andrade.
Al llegar a Parapara, el pueblo, sin excepción,
se encontraba en la Plaza Bolívar, dentro y frente de la iglesia. Todo era
dolor y consternación, lloraban niños, jóvenes, mujeres, hombres y viejos. Un
conglomerado de fe, de gente buena, humilde y trabajadora, que siempre se
habían ufanado de celebrar las festividades de sus tres patrones: Santa
Catalina de Siena, San Rafael Arcángel y La Peña Admirable, la que consideraban
un regalo de Dios para su tierra. Apenas el padre Peña se baja del carro que le
llevó al pueblo, abriéndose paso entre la gente que se encontraba en el templo,
que llorosa gritaba: — ¡Blasfemia, Blasfemia! —, se dirige al altar mayor,
cae de rodillas y con lágrimas en los ojos, eleva una oración al altísimo.
Después se pone de pie y habla a los presentes con
voz fuerte y pidiendo calma exclama: —Nuestra amadísima madre la Virgen María
nos hizo el exquisito regalo de su divina presencia bajo la advocación de
Nuestra Señora de la Peña Admirable, para que la veneráramos con fervorosa
devoción. Para que le pidiéramos por nuestras necesidades, tribulaciones y
sufrimientos, y vosotros lo han hecho a través de centurias. Tengan
mucha fe, porque, así como ella y su hijo, Dios nuestro señor nos la dieron,
así también nos la devolverán —.
Por muchos días y muchas noches el pueblo de
Parapara se declaró en vigilia de oración permanente en la iglesia y en la
plaza esperando el regreso de su Virgen, que nunca se llegó a producir, a pesar
del esfuerzo que hizo mucha gente por encontrarla, en especial la Diócesis de Calabozo,
el mismo padre Peña, y las autoridades Civiles y Policiales de la época.
Cómo
fue la aparición de La Peña Admirable (2)
En el año 1720, a dos leguas del norte de Parapara,
población del estado Guárico fundada a las orillas del río Flores, tributario
de río Paya, un indio lugareño de la comarca trabajando sus labranzas en el
Valle De Las Yeguas, lo que hoy se conoce como Piedras Azules, fue sorprendido
por una violenta tempestad. Asustado por los repetidos rayos, se refugió en
unos grandes peñascos que hacían una especie de gruta. Pasada la tempestad,
cuando ya se disponía a marcharse, un fenómeno extraordinario atrajo su
atención: en una floreciente planta de lirio silvestre que crecía en una
peña al margen de una quebrada vecina, divisó un vivísimo resplandor, curioso
el indio se acerca a la peña y descubre en medio de los lirios, que la
iluminación procedía de una pequeña piedra llana, de más o menos tres dedos de
ancho por tres dedos de alto donde se podía ver grabada la imagen de una mujer
con corona en la cabeza, un niño en sus brazos, y parada sobre media luna. Con
gran respeto el indio agarró la piedrita y se la llevó a su choza.
Al cabo de un tiempo cundió por toda la comarca del
pueblo de Parapara la noticia de la aparición de la imagen, y fue tanta la
admiración que producía a todo el que la veía, que fue designada por el indio y
la propia gente de la región con el nombre de “Nuestra Señora de la Peña
Admirable”. Luego fue trasladada al pueblo para ser adorada.
En 1780 el Obispo Mariano Martí estuvo de visita en
Parapara y en sus apuntes y manuscrito dice que la imagen es muy similar a Nuestra
Señora de la Corteza de Acarigua, además, que es tan milagrosa que autorizó a
un devoto para recoger por espacio de tres años limosnas para el fomento de su
culto. El mismo prelado también refiere que otro devoto dotó para sus fiestas,
que se celebran cada 8 de septiembre, con 240 pesos. También menciona que todos
los años ese día los devotos van en romería al lugar de la aparición.
Las noticias de los numerosos milagros realizados
por la virgen se fueron propagando con los años en toda la región. Es así, como
a fines de siglo 18, se traslada a Parapara un empleado del gobierno colonial y
prevalido de su autoridad, saliéndose de sus derechos y atribuciones, confiscó
la imagen y la llevó a Caracas con la intención de pedir al cabildo secular
impidiese su culto por juzgarlo inconveniente y supersticioso. El pueblo de
Parapara y el cura de la época conmovidos por tan injusto hecho, comisionaron
al joven Domingo Toledo, tal vez la persona de más talento y prestigio de todos
sus habitantes, para que se trasladara a Caracas y alegara ante el ayuntamiento
de la capital que el cabildo civil no tenía ninguna competencia en asuntos que
solo le incumben directamente al gobierno eclesiástico, por lo tanto,
devolvieran la imagen al pueblo que él representaba. La exposición de Toledo
fue aceptada y se le devolvió la imagen. Cuando los moradores de Parapara
supieron la noticia de que se le había devuelto su divino tesoro cuya ausencia
lamentaban y llenaba sus almas de tristeza, se dispusieron a recibirla con gran
júbilo junto al cura del pueblo. Se acordó para su resguardo y seguridad, que
en una de las casas más importantes se dispusiera una capilla provisional con
un altar profusamente adornado con flores y lumbres para ser adorada por todos
sus fieles solemnemente, con grandes manifestaciones de fe y acendrado amor. Que
en cierto modo sirviera de desagravio al desacato que se pretendió contra
la sagrada imagen. Luego se dispuso que en el pueblo y sus alrededores se
hiciese una gran colecta para mandar a hacer un relicario para la virgen, el
cual fue construido de plata bañada en oro y en forma de custodia donde
fue colocada la imagen. Ese día el pueblo, todo jubiloso, concurrió a la
casa donde estaba depositada para llevarla a la iglesia con la gran cantidad de
milagros ofrecidos a la virgen elaborados en metales preciosos, cuyas puertas
se abrieron para recibirla en medio de las armonías de los himnos sagrados ya
que para siempre sería el santuario de la Mater Admirabilis.
Se cuenta que, estando de visita pastoral en Parapara,
el ilustrísimo señor arzobispo, doctor Ramón Ignacio Méndez, quiso cerciorarse
si la imagen que tanto ponderaban, era por sus perfecciones digna de culto. La
sacó de su relicario y sin saber cómo se le desprendió de las manos cayendo al
suelo, por lo cual la piedra se partió en uno de sus extremos, sin sufrir daño
la imagen. Volvió el señor arzobispo a colocarla en su custodia y mandó a
depositarla en su altar para que se siguiese adorando.
Dos veces después salió del templo la sagrada
imagen, en 1882 cuando el cura párroco del pueblo, Antonio María García, la
llevó a Caracas para hacerla reproducir en estampas y reparar el relicario por
largos años de uso. Y ese fatídico día de 1934, cuando los criminales que
se la llevaron, tal vez movidos por la intención de apoderarse del relicario y
los milagros, fundirlos y venderlos por algunas míseras monedas. Lo más probable
es que hayan sacado la piedrita con la imagen de la virgen de dicho relicario
arrojándola a algún barranco, acabando así con siglos de devoción, adoración e
historia al mismo tiempo.
El 8 de septiembre de 1945 Parapara volvió a contar
con una nueva imagen de la virgen pero en forma de busto, mandada a hacer con
la aprobación de sus habitantes por el padre Pedro J. Grau C., cura de Ortiz y
Parapara para esa época, y fervoroso devoto de María Inmaculada, la cual fue
costeada por su propio peculio y otros señores, entre los cuales se encontraba
el comerciante de San Juan de los Morros don Matías Cardozo, abuelo materno del
hoy arzobispo de la diócesis de Mérida, Baltazar Porras Cardozo.
Recuerdo que todos los 8 de septiembre, estando niño
iba con mis padres, nuestra abuela Beatriz, mis hermanos y el resto de la
familia, a la misa en honor a La Peña Admirable en la iglesia de Parapara, y
después junto al padre Grau y varios devotos visitábamos el sitio de la
aparición. Esto estuvo ocurriendo así hasta 1954 cuando fallece el padre
Grau, con su muerte se fue perdiendo la tradición a través del tiempo.
Este año el padre Frank Gómez, presbítero de Ortiz y Parapara, el pasado 8
de septiembre, conmemoró las fiestas de Nuestra Señora de la Peña Admirable con
una peregrinación muy concurrida que salió a las 3 de la mañana desde el pueblo hasta el
sitio de su aparición en Piedras Azules. Quiera Dios que, con esta
iniciativa del padre Gómez vuelvan a renacer esas festividades, de ahora en lo
adelante como ofrenda a nuestra madre María Santísima bajo la advocación de
Nuestra Señora de La Peña Admirable, y para regocijo de todo el pueblo parapareño.
Notas
1) El relato de monseñor Francisco Javier Peña (+),
con respecto del día del robo de “La Peña Admirable”, lo oí narrado por éste en
una oportunidad en que visitó a nuestra abuela Beatriz de Rodríguez en su casa
de Ortiz.
2) Los datos históricos sobre la aparición de la
virgen guariqueña y parapareña, los tomé de unos apuntes suministrados por
nuestro condiscípulo Silvestre Milano, nativo de Parapara.
*Artículo publicado por primera vez el 18 de septiembre
del 2009 en la página “Semblanzas Orticeñas” del Cronista de Ortiz Fernando Rodríguez
Mirabal en el Diario “El Nacionalista” de San Juan de los Morros, estado
Guárico.
(Imagen tomada del diario “Últimas Noticias”)