RUINAS
VIVAS
Alberto Hernández
1.-
De ruinas estamos hechos, de abandonos.
Mientras camino por las páginas de El
país de las últimas cosas, mi diálogo con Paul Auster me acerca mucho más a
Ruinas vivas (Editorial Eclepsidra/
Colección Vitrales de Alejandría, Caracas 2013), el poemario de José Luis Ochoa
que emerge de “la corrupta muerte cotidiana”, de las piedras y sus “lugares
enfermos” y me somete a la obligación de
salir de ellas ileso aunque golpeado
interiormente. Y es así, cada verso de Ochoa (Valle de la Pascua, 1965) nos
empuja (ya en plural) a pisar los restos de un mundo que se convierte en
palabras, en voces sueltas, en gritos ocultos, en gestos que metaforizan el
estado de ánimo de quien los lee. Este poemario, herencia de tantas experiencias,
viene de lejos, de muchas andaduras, de silencios, de imágenes dolorosas,
aguantadas en el pecho, expulsadas en estas hojas que hoy deletreamos con calma,
con la calma que estas horas de abulia y bruma promueven nuestro ánimo. Nada es
fácil en estos tiempos, mucho menos abordar un libro en el que somos parte de
esas ruinas que se mueven, que se articulan y vuelven a su estado original,
como dice Camus en uno de los epígrafes, “las ruinas se han tornado piedras…han
regresado a la naturaleza”.
2.-
Nada es gratuito. El repaso a este libro,
vértebra a vértebra, me advierte la cercanía del viejo Quevedo, el que dice:
“Miré los muros de la patria mía,/ si un tiempo fuertes, ya desmoronados,/ de
la carrera de la edad cansadas,/ por quien caduca ya su valentía”, y así al
libro de Ochoa, vertiente de seis instancias por donde circula la sangre de unos
versos expatriados por la dura inflexión de su lectura: Palabra entre ruinas, Variaciones sobre un mismo cielo, Bajo la ceniza
nocturna, Música antigua, Poemas Hiperamorosos y Días de viajes y renaceres.
Instancias y estancias por las que andan estos poemas que, como dice Lázaro
Álvarez en la presentación, se trata de una “experiencia hondamente vivida de
la gran Ley de la entropía que todo lo domina o lo somete: esa tendencia de
todo a desgastarse, a envejecer y erosionarse sin retorno…”.
El poeta José Luis Ochoa
Muchos son los temas que maneja Ochoa en su
libro, pero me aferro al primero de ellos: al de la ruina, toda vez que, como afirma Antonio
Colinas, “las ruinas están en nuestra memoria, en el origen de nuestra
memoria”, lo que nos conduce a pronunciar con el autor: “Con el aleteo en las
almas/ de aquel tiempo/ todo era un andar sin pausa ni sosiego/ tras las rocas
renegridas del paisaje/ tantas veces recordado/ en los relatos míticos/ de nuestra novela familiar”. Es
decir, de la memoria de quien tantas veces habla de las piedras, toca las
piedras, las siente polvo, retorno al origen. El mismo Colinas desliza que las
ruinas son “espacios de vida”, “un espacio de ruinas arqueológicas es un
espacio vivo”. Creo entonces que José Luis Ochoa anduvo por esos lugares con
las palabras y el silencio, por los límites entre lo olvidado y lo que aún es
lugar para crear, para no borrar la poética del tiempo tan dada a decir por el
poeta José María Heredia en su tradición por la pirámide de Cholula y que bien
destaca Antonella Cancellier en Estética
Romántica de la Arqueología: La poética de las ruinas de José María Heredia:
“El Teocalli ha mantenido la esencia de algo que ya no existe pero que la
memoria puede reavivar. Hacia sus ruinas, Heredia dirige una meditación
especulativa y evocativa al pueblo que lo elevó y crea un Spatium memoriae en que la ausencia puede convertirse en visible”.
3.-
Y así como una ruina vive y respira en
nuestro imaginario, porque no es más que eso: el pasado nos designa, nos habita
y nos resucita a diario, igual van las palabras aparejadas a este designio.
¿Cuánta ruina verbal, cuánto silencio luego de alguna voz que en el desierto
gritara su agonía?
Palabras
perdidas/ en la desmemoria de nuestras voces/ tan pesadas por su carga/ de años
olvidados/ de cháchara inútil.// Vocablos huecos/ cortados en su tronco virgen/
ofrezcan una oración amorosa/ sencilla entre esta confusión/ de escombros…
Palabras que luego se convierten en la
densidad del afecto, en lo amoroso estricto desde quien pronuncia y deja caer
el sabor de unos sonidos “en el seno de los labios más dulces”.
Los tantos sentidos que mueven este libro
develan la altura en un cielo con nombre propio, el de Barquisimeto, despejado.
Cielo que se desdice y alisa sus
significados con las horas. Y bajar a tierra significa saber del desamparo en
medio de la casa, de una memoria que perdura, que también es parte de aquella
ruina hecha vida presente.
4.-
La voz que habita en estos poemas es una
voz desterrada, moradora de un exilio que ubica una ciudad y la confronta.
“Esta ciudad de seres exiliados”, pero sobre ella, pueden ser Barquisimeto, San
Felipe, Valle de la Pascua, Tenerife, hay un cielo, un valle, un volcán que,
precipitado por las ruinas aún ofrece la posibilidad de asirse de las manos y
orar, volver a la infancia perdida, trasladarse al firmamento a veces vacío, a
veces tormentoso.
La voz que habla en estos poemas emerge de
una casa donde el “miedo está tras las puertas” y se pasea por “los cuartos del
pasado”. Y así el desamparo. Imaginamos al niño en aquella tierra casi baldía
del Llano, empujado por las sombras, por el silencio y la terquedad del clima.
Los miedos infantiles, esa ruina perversa que formó parte de nuestras angustias
cotidianas.
Ese mismo ser que luego se refleja en el
cielo, en el cielo de la infancia extraviada, ida, es el que le canta al amor,
al amor férreo, al amor atado a través de dos perros callejeros, metáfora que
derrumba la sensatez de la unidad y la convierte en revelación.
Y como Ave Fénix, la ceniza que ha pasado
por estas páginas, abruma con su presencia la voz que cierra “cuando
reiniciamos el viaje hacia/ el sitio de los orígenes/ hacia el hogar fiel”.
Si bien José Luis Ochoa viaja y se detiene
sobre las ruinas, las vivas y las que presiente que lo están, queda, como
afirma –una vez más- Lázaro Álvarez “…la posibilidad de la posibilidad: la
constante y permanente esperanza humana”.
Imágenes tomadas de http://yaracultura.blogspot.com/2013/11/jose-luis-ochoa-leera-sus-ruinas-vivas.html y http://yaracultura.blogspot.com/2013/12/jose-luis-ochoa-en-ruinas-vivas-ando.html
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