IX ENCUENTRO DE CRONISTAS, HISTORIADORES E
INVESTIGADORES
ORTIZ-24 AGOSTO 2013
REINALDO PEÑA CHACÍN
La sociedad venezolana hoy día
presenta un marcado interés por conocer su historia. Historia que nos remite a
los acontecimientos vividos por los grupos humanos en el tiempo, que hicieron
posible la formación de pueblos y que ha permanecido en la memoria colectiva de
las comunidades moldeando su identidad.
En ese sentido Luis González y
González (2.007) en “Una Teoría de la Micro-Historia” nos dice: “Cada grupo de
gente unida por lazos naturales construye normalmente su historia”.
Por ello la historia local es
básica en la formación y conocimiento de esos pueblos, de sus valores, sus
personajes y acontecimientos en el espacio geográfico para imbuirlos en el
estudio, comentarios y almacenamiento en su memoria; tal como lo afirma
Arístides Medina Rubio en Historia Parroquial o Micro – Historia: “es así
legitimo entonces también acercarse al pasado de las gentes cuya existencia
nace, vive y muere en pequeñas localidades”; sin embargo hay que reconocer que
el proceso colonizador venezolano se realizo en una forma lenta a comienzos del
siglo, XVI y todavía a finales del siglo XVII no se había consolidado de un
todo.
Solo la penetración del ganado
en los llanos facilitó la penetración territorial, por cuanto constituían el
recurso tras el cual iban grupos de cazadores que eligieron posteriormente, su
resistencia en esta zona. Con ellos surgió “El Hato”, unidad productiva, núcleo
del poder local y asentamiento poblacional.
Después de la conformación de
los hatos y a mediados del siglo XVII se efectuaron fundaciones civiles y
aumentaron las fundaciones misionales.
Uno de los elementos más
significativos de este proceso de ocupación y uso de los recursos en el llano,
fue que la tierra se fundamentaba en la propiedad de la “Res”. La tierra sólo
tenia valor en la medida en que en ella se apacentaba el ganado.
El primer hato lo fundó en los
llanos guariqueños Cristóbal Rodríguez, en Uberito, a veinticinco leguas del
sitio donde más tarde se fundara la ciudad de Calabozo, con once familias
cordobesas, dieciocho vacas paridas, diez yeguas jerezanas y dos potros.
Uberito fue transformado más tarde en 1.530 en el pueblo de San Luis de la
Unión.
Los primitivos pobladores de
los llanos procedían de Almería, Córdoba, Granada, Cádiz, Sevilla y Jaén. Se
unieron con el elemento indígena y con el africano; pero no es la sangre lo que
va a caracterizar al llanero, sino que su psicología, su manera de ser y de
actuar va a estar determinada por el medio.
Después de la ruptura del nexo
colonial, se acentuó un proceso de concentración de la propiedad y de
fortalecimiento del latifundio articulado a las características de la economía
ganadera.
Ramón Tovar (2007) en Vigencia
del Estudio Histórico Regional afirma: “La vertiente humana, propiamente
social, se encuentra con sus raíces y en nuestra opinión se ha convertido en
geo-historia. Es así que no hay sociedad sin espacio, ni espacio sin historia”
y agrega: “el tratamiento geo-historico asume el rol de apoyo al estudio
histórico regional; proporciona o fundamenta esa identidad o individualidad”.
Por ello, en
los primeros años la concentración de la propiedad se vió favorecida por procedimientos tales como:
ventas de tierras ejidas, forma de recaudar fondos para el tesoro publico; entrega de tierras
de iguales
características jurídicas que las anteriores
como forma de
compensación por prestamos
contraídos durante la Guerra de Independencia; promulgación de un conjunto de
leyes y decretos reforzando la apropiación individual de tierras.
A finales del siglo XVI la
Corona Española concede la propiedad de una tierra ubicada en los altos llanos,
en las riberas del río Paya, a un grupo de terratenientes que se instauran en
la futura parroquia eclesiástica de Santa Rosa de Lima, que luego sería el pueblo
de Ortiz.
La creación del nuevo curato de
Santa Rosa de Lima se realiza a través de un concurso, siendo su primer párroco
el sacerdote Félix José de Figuera y Tovar, oriundo de San Felipe.
El historiador José Oswaldo
Pérez (2009) en su ponencia: “La Influencia Indígena en Ortiz a través de su
Toponimia” nos dice: “Históricamente, el Topónimo Ortiz surge a partir de la
conformación de los espacios geográficos en los llanos de Paya o “sitio Paya”
que, posteriormente comenzó a llamarse Valle de Ortiz, por sus ocupantes
fundadores de hato durante el siglo XVI. Su núcleo inicial se inicio en Puepe y
Las Patillas”, y agrega: “sin embargo el nombre geográfico Ortiz, sufre una
modificación al agregarse la “Santificación” del entorno natural: el de Santa
Rosa de Lima, una vez que en 1696 es denominado vicefeligresía, adscrita al
pueblo de Parapara”.
En el año 1790, la población de
Ortiz era de 1500 habitantes con un sólido crecimiento desde la creación del
curato.
En 1818, fue camino estratégico
en el camino de los llanos ya que albergó al cuartel general del Libertador. El
23 de febrero de ese mismo año, el Libertador designa al coronel Jacinto Lara y al general
José Tadeo
Monagas, jefe de las fuerzas
que mediaban entre Ortiz, Guadarrama y El Pao.
El 23 de marzo de 1818 se da la
Batalla de la Cuesta de Ortiz que no fue positiva para la guerra emancipadora.
En 1848, bajo la presidencia de
José Tadeo Monagas, por decreto del Congreso Nacional, Ortiz pasa a tener rango
de Cantón.
El 12 de noviembre de 1874,
Ortiz es decretada capital del Estado Guárico hasta el año 1881, decreto
firmado por el entonces presidente constitucional del Estado Guárico general
Joaquín Crespo Torres, fechado en Calabozo el 15 de octubre de 1874.
El 12 de diciembre de 1877, la
Constitución sancionada en Ortiz repone la capital del estado y asiento de la
gobernación en la ciudad de Calabozo, luego vuelve a Ortiz hasta 1888.
En 1879, llega la epidemia de
paludismo a Ortiz, Parapara, Los Tiznados y El Sombrero. La gente comienza a
abandonar el pueblo, otros se quedan a sabienda que sufrirán la enfermedad e indudablemente
la muerte.
El ataque contra la enfermedad
se arrecio durante las administraciones
de los presidentes López Contreras y Medina Angarita. Con la erradicación del
paludismo el pueblo comienza su recuperación; experimentando un crecimiento durante
la presidencia de Rómulo Gallegos en el periodo 1946-47.
Ya en 1970, Ortiz se encontraba
subsumido dentro del Distrito Roscio, recuperando su autonomía el 4 de febrero
de 1989 por disposición de la ley de política territorial y se convierte en
Municipio autónomo.
Autonomía que da pie para
destacar la importancia de la historia local de Ortiz que se traduce en un cúmulo
de conocimientos afectivos, que han fortalecido la identidad de la comunidad,
la integración de sus miembros y las acciones tendientes al desarrollo de su
entorno inmediato.
Hoy Ortiz presenta un notable
crecimiento, una transformación urbana, un repunte en sus condiciones sociales
aunado a la amabilidad y espontaneidad de su gente soñando siempre en un nuevo
porvenir.
“Sabana…
Sabana…
Con tu brisa de mastranto, tus espejos de lagunas,
Centinela de palmera que se asoma por la luna
Aquí me quedo contigo aunque me vaya muy lejos
Como tórtola que vuela y deja el nido en el cielo”
Bibliografía
González G. Luis. Para una teoría de la
micro-historia. En lecturas de Historia
Regional
y Local. Fundación Editorial El perro y la Rana. 2007.
Manual de Historia Local. Biblioteca
Nacional. Misión Cultura.
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Experimental
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Medina
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Regional y Local.
En lecturas de
Historia
Regional
y Local. Fundación El Perro y la Rana. 2007.
Pérez José
O. Ponencia: Influencia Indígena
en Ortiz a
través de su
Toponimia. En Ortiz: origen y presencia indígena. Editorial El Perro y la
Rana.
2009.
Región
de Los Llanos. Serie de estudios regionales.
Sistemas ambientales
venezolanos. Ediciones Maraven. 1989.
Siso M.J. M. Historia de Venezuela. Editorial
Yocoima. 1965.
Tovar L.
Ramón A. Vigencia
del Estudio Histórico Regional. En
lecturas de
Historia
Regional y Local. Fundación Editorial El Perro y la Rana. 2007.
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