Carlos A. López Garcés
Don Guillermo Hurtado Velázquez era
un inversionista de Altagracia de Orituco, estado Guárico, donde, con permiso
del Ministerio de Comunicaciones y del Concejo del distrito Monagas, fundó y
dirigió una emisora local sui géneris,
denominada La Voz de Orituco, cuyo
sistema de transmisión era muy singular, pues comprendía una red de
altoparlantes ubicados estratégicamente en varias esquinas y otros sitios de la
población, tales como: el cerro Buenos Aires (cruce de calles Bella Vista y
Adolfo Chataing); el callejón San José; Barrialito; Saladillo (en el roble que
está frente a la Inspectoría del Tránsito, cruce de calle Andrés Eloy Blanco
con avenida Ilustres Próceres); el tamarindo del viejo mercado municipal (cruce
de calles Bolívar y Pellón y Palacio); El Calvario (cerro Las Iguanitas, donde
está la Escuela Básica José Ramón Camejo); Pueblo Nuevo (cerca del hospital
José Francisco Torrealba); el mamón del patio de la casa de Manuel Mijares,
donde ahora distribuyen Gas Radelco (cruce de calles Sucre e Ilustres
Próceres); etcétera. Para la instalación de estos altavoces fueron utilizados
numerosos metros de cable, distribuidos hasta los puntos exactos que eran
seleccionados con anterioridad. Antonio Camaute realizaba comúnmente este
trabajo, contratado como práctico electricista, y varias veces fueron solicitadas
las labores auxiliares de Dimas Paredes.
La
Voz de Orituco puede considerarse como la pionera de la “radiodifusión”
altagraciana. Fue inaugurada el 16 de julio de 1948; por esto el día de la
celebración católica en honor a la Vírgen del Carmen coincidía con el
aniversario de la iniciación de esta emisora, cuyo dueño agradecido lo
festejaba con programas populares que incluían: carreras en saco, con huevos en
cucharas, de bicicletas y para atrapar cintas; piñatas; rebatiñas de centavos y
de caramelos; presentaciones de músicos, cantantes y negros de plaza… y no
faltaban los fuegos artificiales. Sus actividades comenzaron en una casa
ubicada en la esquina sur-oeste del cruce de las calles Adolfo Chataing y
Chapaiguana, a una cuadra hacia el sur de la iglesia de Altagracia; luego fue
instalada en la segunda planta de un local moderno (con cuatro altoparlantes en
su platabanda), situado en la parte oeste de la misma calle Chapaiguana, a
cincuenta metros hacia el sur del templo y de la plaza Bolívar. Tanto el primer
local como el segundo pertenecían también al dueño de aquella emisora, quien se
divertía mucho cuando algunos incautos le manifestaban su fracaso al intentar sintonizarla
en radiorreceptores, lo que era imposible porque carecía de la planta
transmisora correspondiente; sin embargo, don Guillermo se empeñaba en
identificarla con las siglas YV-4-RQ YV-4-LM, a lo que le agregaba una cantidad
imaginaria de kilociclos y megaciclos para expresar la idea de potencia
irradiada.
La
Voz de Orituco trabajaba de modo semejante a las radioemisoras comerciales
del país. Sus labores ordinarias principiaban y concluían con el Himno Nacional
de Venezuela; pero eran efectuadas en dos turnos: de doce del día a dos de la
tarde y de seis a nueve pasado el mediodía; aunque las emisiones eran de
“audición obligatoria”, debido a las características de esta emisora. No obstante,
la transmisión por algún altavoz podía ser suspendida para evitar molestias a
vecinos enfermos; además, con ese horario no obstaculizaba actividades de las
escuelas federales Ángel Moreno, para varones, y Felipe Neri Sendrea, para
hembras, adonde el alumnado gracitano asistía de ocho a once y media de la
mañana y de dos a cuatro y media de la tarde. La emisora concluía su primera
jornada con la marcha Adelante, lo
que indicaba el comienzo del segundo turno escolar.
Los locutores debían cumplir
guardias asignadas, eran empíricos que carecían del certificado oficial
equivalente y tenían un sueldo promedio aproximado de cuarenta bolívares
mensuales. La oportunidad es válida para recordar, entre ellos, a Juan Vicente
Mendoza Fernández, Sixto y José Coronil Gómez, Ildemaro Arévalo León, Natalio y
Rafael Vicente Arévalo González, Pablo Parada, José Ramón López Garcés, Oswaldo
Fuentes (El Musiú), César Domínguez Hernández, Félix Landaeta y Mundo Rangel.
Los tres últimos mencionados y Julio Girón fueron auxiliares de audio.
Los programas regulares de esta
difusora orituqueña eran generalmente musicales; pero muy variables. Todavía
son recordados con satisfacción, por ejemplo, las complacencias de peticiones,
las actuaciones infantiles (realizadas los domingos con el lema: “por la culturización del niño ante el micrófono”) y las de
aficionados como Domingo Ramón Belisario (El Trovador Guariqueño), Juan Ramón
Daniels y Juan José Tovar; era común, mediante la colocación de un micrófono
enfrente de un radio, la “retransmisión directa” de Panorama Universal, un noticiario de mucha audiencia en Altagracia,
cuya narración la hacia José Martínez Maiz por la caraqueña Radiodifusora Venezuela; además, dos
programas especiales fueron bien acogidos por la población: uno fue el concurso
que consistía en adivinar quien era el Locutor Fantasma, hecho por Juan
Mendoza, Sixto Coronil Gómez y Natalio Arévalo, de ocho a nueve de la noche,
con la promesa de quinientos bolívares de premio para un ganador que nunca
hubo; el otro fue una comedia cuyo libreto lo adaptó Juan Mendoza, quien,
además, la protagonizó junto con Elvia Armas y fue transmitida dos veces por
semana, desde las doce del día hasta la una de la tarde. Hubo, asimismo,
programas eventuales o extraordinarios como el de música clásica llamado La Hora Azúl, que (a pesar del fastidio que
le causaba al señor Medardo Piñango) era
presentado a la una de la tarde y producido por Hiram Reinefeld Saldivia en sus
períodos de vacaciones estudiantiles universitarias, y como las narraciones de
ciertos entierros y de algunas procesiones en Semana Santa, hechas con tanta
solemnidad que, muchas veces, don Guillermo “convirtió” la iglesia gracitana en
catedral y al cura párroco en obispo.
La
Voz de Orituco era un medio de comunicación muy receptivo a las actividades
culturales y deportivas efectuadas por los gracitanos. Una muestra de esta
afirmación fue el programa transmitido el 12 de febrero de 1950 por estudiantes
del liceo Ramón Buenahora, con motivo del Día de la Juventud(1). Otro ejemplo
está contenido en una información del periódico Alborada(2) Nº 7, correspondiente a la edición del 16 de abril de
1950 y redactada de la manera siguiente:
“COPA
DE CAMPEONES / Le fue entregada el jueves pasado al club de voleibol ‘Titanes’
de esta ciudad; obsequio del Pbro. Dr. Rafael Chacín y que recibieron el
capitán del club, Víctor Soto y la bella madrina del equipo, señorita Lilia
Pérez. Igualmente fueron otorgados medallas y diplomas. El acto, al que asistió
numerosa y selecta concurrencia, tuvo lugar en los salones de la emisora ‘La
Voz de Orituco’; hubo recitación de Luis Pérez Guglieta, palabras de aliento y
fe deportiva en Oscar Martínez; entrega de diplomas; entrega de diplomas que
hizo el culto sport-man Larry Urban, Vice-presidente de la Junta de Deportes de
esta ciudad; imposición de medallas por la Sta. Olga Bello; entrega de la copa
y palabras de clausura, donde vimos desfilar la historia del deporte en Altagracia
a cargo del Pbro. Chacín, Presidente de la Junta, y para cerrar, las emocionadas
frases de agradecimiento del capitán del club ‘Titanes’.
La
concurrencia fue finalmente obsequiada. Larry Urban se encargó de sorprender
con su cámara fotográfica diversos momentos”.(3)
En Altagracia de Orituco también era
común oír entonces, a las seis de la tarde, el campaneo proveniente del templo
parroquial para indicar el momento de la oración, que es una costumbre católica
vieja aún practicada por las personas más apegadas a esta religión. Cuando
apenas habían cesado tales campanadas, el dueño de aquella emisora activaba la
difusión de algunos versos de un poema de Andrés Bello, muy significativo y
denominado La oración por todos (con
semejanza a Víctor Hugo), el cual comienza diciendo:
“Ve a rezar hija mía. Ya es la hora
de
la conciencia y del pensar profundo:
cesó
el trabajo afanador, y al mundo
la
sombra va a colgar su pabellón;
sacude
el polvo el árbol del camino,
al
soplo de la noche: y en el suelto
manto
de la sutil neblina envuelto,
se
ve temblar el viejo torreón”.(4)
La
Voz de Orituco obtenía ingresos normales por la difusión de mensajes
publicitarios, cuya tarifa era de cinco a diez bolívares mensuales. Son
recordadas todavía las publicidades de cigarrillos Camell, Phillips Morris y
Chesterfield, de Pepsi-Cola, del café Guatopo distribuido por Sixto Orozco
Jiménez, de cotufas Orituco, de lámparas Aladino y de las tiendas La Gran
Realización de Manuel Felipe Arévalo y La Incógnita de Francisco J. Padrón.
No ha sido posible establecer, con
exactitud cronológica, cuando finalizaron las actividades de esta emisora; sin
embargo, algunas personas, Armando Valero entre ellas, afirman que fue en el
primer semestre de 1956 y el profesor Rodulfo Pérez Guglieta asegura que ya no
existía en el segundo semestre de ese año, cuando él regresó a Altagracia de
Orituco a ejercer su profesión en el liceo Ramón Buenahora; pero el autor de
este escrito recuerda que aún funcionaba en 1955. La desaparición definitiva de
esta emisora puede asociarse con el surgimiento de Radio Orituco, la cual fue inaugurada el 5 de julio de 1958 y cuyos
copropietarios eran los señores Manuel Torrealba y Miguel Pessil; este último
actuaba como Director-Gerente(5).
Como un honor a la verdad debe
decirse que La Voz de Orituco no
agradaba unánimemente a la comunidad altagraciana, porque sus transmisiones
incomodaban a varias personas, aun cuando era identificada como “la voz amiga
de todos”. No obstante, ella significaba una práctica innovadora de la
comunicación social en una localidad habitada, acaso, por algo más de trece mil
personas, reconocidas entre sí con tanta suficiencia que era fácil la divulgación
interpersonal de comentarios pueblerinos, lo que contrariaba principios muy
elementales de la publicidad mediante el uso de altavoces, pues era conocido
ampliamente lo relacionado con el dueño, el ramo mercantil y la dirección de
distintas casas comerciales existentes en la comunidad. Puede afirmarse que la
inversión hecha para el mantenimiento de aquella emisora era muy alta, con
respecto a los ingresos por motivos de publicidad que eran escasos, y esto
influyó en la eliminación de sus servicios(6).
REFERENCIAS
Y NOTAS
(1)
LORETO LORETO: 1961; p. 298.
(2)
Alborada era un quincenario que
circulaba entonces en Altagracia de Orituco, con la dirección del profesor
buenahorista Blas Loreto Loreto.
(3)
LORETO LORETO: op. cit.; pp. 300,
301.
(4)
BARNOLA: 1964; p. 32.
(5)
Caminos. Nº 20; p. 4.
(6)
Este trabajo es copia textual del que fue publicado en el diario el siglo de Maracay, en 1991.
FUENTES
I.- Bibliográficas
BARNOLA, Pedro P. Las cien mejores poesías líricas
venezolanas. Barcelona. Publicaciones
Reunidas S.A.; quinta edición. 1964.
LORETO LORETO, Blas. Alborada, pie de luz para medio siglo.
Caracas. Ediciones Paraguachoa S.A.
1961.
II.- Hemerográficas
“Inauguración
de la Radio Orituco”. Caminos.
Director: Cruz Fermín Boada. Nº 20 – Año
I. Altagracia de Orituco, tercera semana de julio de 1958, p. 4.
III.- Noticias orales suministradas en
Altagracia de Orituco por las siguientes personas:
ARÉVALO, Rafael Vicente.
BELISARIO, Domingo Ramón.
DALIS, Pedro.
D’SUZE GARCÍA, Luis.
GIRÓN, Julio.
HURTADO VELÁZQUEZ, María.
LÓPEZ GARCÉS, Luis E.
MENDOZA FERNÁNDEZ, Juan Vicente.
PAREDES, Dimas.
PÉREZ GUGLIETA, Rodulfo.
RANGEL, Mundo.
REINEFELD SALDIVIA, Hiram.
VALERO, Armando.
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