Carlos A.
López Garcés
Cronista de
Orituco
Para estudiar la evolución
arquitectónica en Ortiz durante el coloniaje, relacionándola con el origen y la
consolidación de la propiedad territorial en esta misma comunidad, es prudente
comenzar recordando que el territorio orticeño pertenecía en esos tiempos a la
jurisdicción de San Sebastián de los Reyes, cuyo cabildo constituía una
representación de poder hispano-monarquista, con suficiente autoridad para
concederle territorio y mano de obra a sus propios cabildantes y a todo aquel
que hubiese prestado servicios a la Corona española. Esta capacidad de decisión habría permitido
el desplazamiento de los pobladores primigenios por invasores colonialistas,
quienes motivaron un proceso de apropiación arbitraria de la tierra y el
surgimiento de hatos como unidades de producción fundamentales, con mano de
obra esclavizada, lo que habría sido determinante en la formación de una élite
social con suficiente poder económico para influir en los asuntos políticos y
hasta religiosos con respecto a la localidad.
Gracias a la
participación de buenos alarifes y sobre todo de mano de obra esclavizada y/o muy
barata del peonaje, aquel poder económico iba materializándose
arquitectónicamente en el centro poblado a medida que los primitivos lugareños eran
desplazados por los nuevos y poderosos ocupantes, quienes, con la finalidad de
consolidar su residencia en ese sitio,
construyeron sólidas, duraderas y majestuosas viviendas de altas paredes de tapia
y rafa, techo de tejas sobre caña amarga, pisos enladrillados, grandes puertas de
madera y ventanas similares enrejadas, amplios zaguanes, corredores, dormitorios,
salas de recepción, cocina, comedor, grandes patios empedrados, caballerizas y
con espacios para establecimientos comerciales en ciertos casos, a diferencia
de las barracas de los “negros” e indígenas que indicaban un significativo
distanciamiento discriminatorio con la clase dominante.
Aún perduran
en Ortiz algunas de esas edificaciones imponentes, las cuales constituyen
verdaderos patrimonios históricos que deben ser conservados como muestras concretas
de una época saturada de injusticias sociales, que, además de ser útiles para
entender los aconteceres de la cotidianidad pueblerina y muchas cosas más,
sirvan para explicar especialmente la dinámica de las relaciones de producción y
sus consecuencias en aquellos días de cultura colonialista. Es posible suponer
que otras casas semejantes fueron hechas en días republicanos del siglo XIX
mediante el uso de técnicas aplicadas desde el coloniaje, con las que debe
tenerse las mismas consideraciones de preservación patrimonial.
La
oportunidad es apropiada para resaltar una similitud de este caso de Ortiz con
el Orituco, la cual está vinculada con el desalojamiento de los primitivos
habitantes de Lezama y Altagracia por parte de un grupo social minoritario
impositivo, que, de manera paulatina, iba ocupando las tierras asignadas a los
indígenas, tanto las de vocación agrícola como las destinadas a la construcción
de viviendas en el centro poblado, donde lograron la edificación de casas majestuosas, sobre
todo en Lezama, reveladoras de la iniquidad imperante entonces*.
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*Tema expuesto en el
conversatorio sobre patrimonio histórico-cultural orticeño, con motivo del XII Encuentro de Cronistas, Historiadores e
Investigadores en Ortiz, realizado en la llamada casa de La Espuela de Plata, el sábado 3 de
septiembre de 2016.
Imagen tomada de http://elguardiancatolico.blogspot.com/2016/08/el-dia-que-el-padre-lenin-bastidas.html
1 comentario:
Saludos CARLOS:
Muy buen artículo. Te felicito.
También se ve bonita mi foto en la cabecera del mismo. Gracias. @GuardianCatolic
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