viernes, 27 de febrero de 2009

SAN JUAN DE LOS MORROS: UN SITIO SANTIFICADO POR EL RÍO

José Obswaldo Pérez*


EL NOMBRE DEL SITIO SAN JUAN, con que se conoce hoy a la ciudad de San Juan de los Morros, en el estado Guárico, se le debe al río, su principal afluente. El nombre de este tributario corresponde a un hagliotopónimo hispánico, cuya motivación es devocional y que, por su puesto, la presencia del agua resulta en uno de los elementos más determinante en la configuración del paisaje.

Agua y río, religión y fe, son una consultación de los mitos de los hombres desde los tiempos de la colonización de los llanos. La iglesia católica dejó, a través de los conquistadores, el simbolismo del bautismo, el fuego y el agua, los ritos del solsticio y la fertilidad en la denominación de los lugares. Por eso, la santificación natural del espacio geográfico y el dominio espiritual del lugar forman parte de los Hombres. El nombre del topónimo San Juan nos remite al “universo ibérico”, a la nomenclatura de los santos y santas como fuente de inspiración perenne de las localidades (Goicu, 2002: 304; Dick, 2000:227).

De allí que el término San Juan es aplicado a otros accidentes geográficos como en el nombre de las Minas de San Juan, o los llamados Morros de San Juan, o también en la denominación de Serranías Grandes de San Juan ( como así se le ubica en documentos de 1660) que, antiguamente, los indígenas llamaban paurario[1]. El río y los Morros se convierten en puntos de referencia del espacio por quienes se asientan en el. Es decir, la oronimia y la hidronimia son la frontera de una unidad geográfica que surge a partir del poblamiento humano de los colonizadores. Pero ocurre un fenómeno cuando la denominación se transfiere a varios lugares con el mismo término de San Juan, en una misma región, lo cual tal desplazamiento designativo de un accidente a otro lo denominaremos translación toponímica.

El sitio San Juan es un topónimo antiguo; data, según los documentos, desde 1594. El lugar aparece en relación con las primeras expediciones de reconocimiento o de “entradas” conquistadoras de Santiago de León de Caracas, organizadas en los siglos XVI y XVII, en búsqueda de oro, específicamente en las llamadas Minas de San Juan. En esos primeros años los conquistadores habían intensificado el interés por la explotación de las minas, así como la persecución de indígenas, presuntamente caribes, y su esclavización a través de las encomiendas (Rodríguez, 1981: 42 – 46). De allí que la formación del poblamiento histórico de San Juan de los Morros sea el resultado inicial de un proceso minero-extractivo. Justamente, el Gobernador de la Provincia de Venezuela, Sancho de Alquiza, organizó racionalmente la explotación de las minas de oro de los ríos San Juan, La Platilla, San Gregorio y Tiznados, eje del poblamiento de los Llanos de Paya. Con dichas Ordenanzas quedaba establecida la explotación de minas de oro en la Provincia de Venezuela, usufructo que no sólo contó con la mano de obra indígena sino también africana, cuya participación en la economía fue verdaderamente importante (Troconis de Veracoechea, 1992: 58).

Desde la perspectiva del espacio, la conquista a “tierra adentro” o hacia los llanos siguió dos direcciones: el camino viejo hacia el Sur, por los Valle del Tuy medio y bajo, entre montañas espalderas, y más allá hacia los confines del llano inmenso y despoblado. La otra hacia el Este, a las provincias de Píritu y Cumanagoto, en los limite con la Gobernación de la Nueva Andalucía.

Históricamente, el sitio San Juan, hoy San Juan de los Morros, no surge por una simple casualidad (como habían sugerido en el pasado algunos historiadores románticos). Estudios recientes realizados por los doctores Irma Mendoza y Adolfo Rodríguez, así como por los estudiantes del Postgrado de Historia de Venezuela de la Universidad Rómulo Gallegos, han abierto debates y nuevas interpretaciones en torno al origen de esta localidad.

Ya es sabido que, desde los inicios del siglo XVII, cuando los españoles emprendieron las primeras entradas expedicionarias por el camino de los llanos, en la búsqueda de castigos contra los indios Caribe y las apetencias por la riqueza del oro, se estableció evidentemente la importancia creciente de las incursiones militares y cristianas en el poblamiento interior llanero, principalmente en los intentos de expansionismo territorial lideralizados por el Capitán Garci González de Silva (Castillo Lara, 1984: 17-19).

De hecho, el sitio San Juan es producto del efecto colonizador, mediante una merced solicitada por los conquistadores, Garci González de Silva y Mateo Díaz de Alfaro al Gobernador de la Provincia de Venezuela, Don Diego de Osorio, con fecha 20 de mayo de 1594. Dichos terrenos comprendían desde lindero de la ribera derecha del río Bocachica hasta el sitio denominado El Jobo, que para la fecha fueron otorgados por las autoridades españolas como una recompensa –o dádiva- a las dos hidalgas figuras por sus labores en favor de la conquista de la Provincia de Venezuela[2].

Podemos decir que la designación del topónimo San Juan constituye la primera etapa en la toma de posesión de la tierra, lo cual envuelve alguna referencia geográfica con dos puntos nucleares de la conquista: la propiedad del territorio por el dominio de los caminos terrestres y lacustres, mediante la emigraciones espontáneas y la colonización hispánica; y, la conquista espiritual de las localidades, mediante las encomiendas y misiones religiosas. Los primeros permitirán el reconocimiento de ese espacio, que le permitirá dominar las “arterias básicas” de la comunicación oriente-occidente y viceversa; y, los segundos, garantizarán la continuidad de la presencia de las emigraciones para la implantación de nuevas fundaciones, misiones, hatos, credos y otras cosmovisiones (Rodríguez, 1991:105).

Muchas ciudades, pueblos y lugares en Venezuela llevan nombres españoles, generalmente porque sus conquistadores o fundadores querían conservar el recuerdo de sus patrias. Otra forma de denominación consistía en poner nombres de santos a lugares, por ser descubiertos en días en que el calendario católico atribuía a determinado santo, santa o devoción (lo que en toponimia llamamos hagliotopónimos) (Mier: citado por Gerbi, 1978, 340-341).

De este modo, el río San Juan será un denominador de la realidad local y, a su vez, imprimirá su marca geográfica. El río, como accidente geográfico, es un hidrotopónimo de naturaleza física (por cuanto se trata del curso de las aguas), mientras que el nombre de San Juan es un hagliotóponimo, de naturaleza antropocultural, referido a las creencias o efemérides religiosas, o bien, al culto de los santos. Así lo expresa el conquistador poblador Garci González de Silva:

“… el río que llamamos San Juan, hasta Real Viejo que yo dicho Capitán poblé cuando descubrí las dichas minas de San Juan"[3]

Otros de los aspectos destacado en el sitio San Juan es que, su fundación, tiene como fin la de cortar la ruta de entrada de los indios Caribes venidos desde el Orinoco, en frecuentes expediciones guerreras, hacia las regiones centrales del país. Como se desprende de los documentos del Conquistador Garci González, la conquista de tierra adentro dio paso a la fundación de hatos en el siglo XVII. A partir de estos establecimientos ganaderos se formaron espontáneamente pueblos llaneros como San Juan de los Morros. El hato será referencia y unidad integradora donde surgirán localidades y municipios.

Un dato interesante que aporta la historiadora Irma Marina Mendoza (2004) son los bienes que poseía el Marques Don Francisco de Mijares y Solórzano en 1668, en el sitio los Morros de San Juan, lo cual hace presumir que el poblamiento del lugar se había realizado mucho antes. Dice la investigadora que la consulta de las fuentes primarias dispersas en los diferentes repositorios documentales del país, pueden abrir muchas hipótesis sobre la fundación de esta u otras localidades.

BIBLIOGRAFÍA

ACOSTA SAIGNES, Miguel (1955). Elementos indígenas y africanos en la formación de la cultura venezolana. En ACOSTA SAIGNES, Miguel y otros, I, 9-40 pp. Estudios de etnología antigua de Venezuela, 2a. ed., UCV, Caracas, Imprenta Universitaria, 1961, xxiv 247 pp. Vida de los esclavos negros en Venezuela. Prólogo de Roger Bastide, Caracas, Hespérides, distribución, ediciones, 1967.

CASTILLO LARA, LUCAS G (1984): San Sebastián de los Reyes. La ciudad Trashumante. Tomo I. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia.

DICK, MARIA VICENTINA DE PAULA DO AMARAL (2000). A investigação lingüística na onomástica brasileira. Frankfurt am Main

GERBI, ANTONELLO (1978). La naturaleza de las Indias nuevas. De Cristóbal Colón a Gonzalo Fernández de Oviedo. Trad. de Antonio Alatorre. México, FCE, Gráfica Panamericana.

GOICU, SIMONA (2002): Le culte des saints dans la toponymie romane. En: EMILI CASANOVA I VICENÇ M. ROSSELLÓ. Congrés Internacional de Toponímia i Onomàstica Catalanes.

MENDOZA, IRMA MARINA (2004: 31 Octubre): Una singular fuente histórica. Inventario de Bienes de Don Francisco Mijares Solórzano en el año 1669. San Juan de los Morros: Diario El Nacionalista, p.4

RODRIGUEZ, ADOLFO (1992) “Definición de la Neoétnia Llanera Colombo-Venezolana como utopía realizada” en: Romero Moreno, María Eugenia (1992): Café, Caballo y Hamaca. Visión Histórica del Llano. Coedición: Quito, Ecuador, Talleres Abya-Yala y Orinoquia Siglo XXI, Santafé de Bogotá, Colombia.

TROCONIS de VERACOECHEA, ERMITA (1982). Contribución al estudio de la formación de algunos pueblos de Venezuela”. Buenos Aires: Separata VI Congreso Internacional de Historia de América.


[1] AGI. Santo Domingo 207. Archivo Academia Nacional de la Historia. Traslados. Volumen No. 109-V-II, p 367

[2] AGI. Santo Domingo 207. Archivo General de la Nación. Sección Traslados. Colección. Tomo 536, p 367

[3] Ibidem


*Periodista, historiador y docente universitario.

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