sábado, 18 de agosto de 2012

EL CRONISTA COMO FUNCIONARIO PÚBLICO


Ponencia presentada en la XL Convención Nacional de Cronistas Oficiales de Venezuela, realizada en Coro, estado Falcón del 23 al 26 de mayo de 2012

ALBERTO PÉREZ LARRARTE
Cronista Oficial de la Ciudad de Barinas

Me animó la idea de traer ante ustedes estas palabras de reflexión sobre el deber ser del cronista en la vida pública venezolana, de verdad me entusiasme a exponer tal asunto en este encuentro, rodeado de un conjunto de hermosas e históricas edificaciones, que constituyen un patrimonio histórico para la humanidad y sentir el calor del sol falconiano, en la ciudad del viento, con la misma intensidad del afecto de su gente; es una sana manera de desgarrarme el alma ante este auditórium, tal vez por la vehemencia que le ponemos a las cosas; pero con la firme convicción de expresar mi preocupación por el destino y vocación de los hombres y mujeres que tenemos la hermosa y delicada misión de escribir la historia en un país que vemos cada día más alienado y convulsionado por cosas intranscendentes, lo que hace que aceleradamente se desborone el basamento moral y ético de la sociedad.
Si hacemos referencia del cronista como funcionario público, no debemos  apegarnos únicamente a la ley, aunque la ley es la ley; considero que nuestra misión y visión va mucho más allá de ejercer un cargo público, debemos ser auténticos promotores culturales, humanistas por excelencia, constructores de sueños, creadores de la palabra, defensores del patrimonio y acervo cultural de nuestros pueblos, investigadores, propulsores y protectores de nuestra identidad. Eso es el deber ser.
Nuestro ejercicio de poder en la administración pública debe estar apegado a las más diáfanas normas que deben regir a un funcionario público, sin olvidar que los funcionarios públicos no están para que le sirvan, sino para servir a todos los ciudadanos y debe fundamentarse su servicio en los principios de honestidad, participación, celeridad, eficacia, eficiencia, transparencia, rendición de cuentas y responsabilidad.
Además, como hemos dicho, sin dejar de tomar en cuenta que el ejercicio de cronista va mucho más allá de ejercer un cargo público, su función debe ser ejemplarizante en el servicio colectivo, como asesor de los Poderes Públicos Municipales, su actuación debe ser diáfana y apegada a las más estrictas normas de imparcialidad política partidista, por lo que no debe inmiscuirse en los asuntos de participación partidista, que aún consciente que es un derecho natural que promueve la fe democrática, marchitaría su independencia y capacidad creadora y defensora de los más sagrados derechos patrimoniales y culturales de su localidad y si en ello incurriría, estaría convirtiéndose en un borrego y servil de los políticos de turno y su conducta ética y moral ante la sociedad, produciría el declive de tan noble y leal oficio. Perdonen mi crudeza.
Como referente a tan loable y delicada responsabilidad, don Alfonso Marín, en la primera Convención de Cronistas Oficiales de Venezuela, reunida en Valencia en marzo de 1968, sostiene que: “Un cronista de una ciudad, no debe ser nunca un funcionario decorativo, que se conforme con la idea de su presencia en ese cargo que representa para él un honor excepcionalmente alto. Ese honor existe, realmente, pero se encuentra ubicado en los límites imperativos de un profundo deber y de un grave compromiso”.
En la actualidad el oficio de cronista ha evolucionado convirtiéndose  en un funcionario público, con rango de Órgano Auxiliar de los Poderes Públicos Municipales, estando al nivel del Secretario o Secretaria de Cámara Municipal o de quien ostenta el cargo de Sindico Procurador municipal.
 El cronista es un escritor, investigador, historiador y orientador de las aspiraciones colectivas de su comunidad, recomienda alternativas en materias de vialidad y urbanismo, propone políticas transformadoras que humanicen su Municipio, es el guardián de las memorias de su pueblo, le corresponde asesorar a los poderes públicos  municipales, en las materias o asuntos de su competencia, debe propiciar la creación de museos, archivos, hemerotecas y bibliotecas.
No amerita un titulo académico para ejercer tan honroso oficio; pero si la humildad, honestidad, vocación, dignidad y entrega necesaria para con decoro ser la voz obligada del Municipio.
El cronista, no es una pluma tarifada, es un libre pensador. Muchas veces debe enfrentar las barbaridades que pretenden cometer algunos mandatarios o funcionarios de gobierno contra el patrimonio y acervo cultural, debe propiciar programas educativos y formativos para su comunidad.
         El cronista debe pensar y actuar diligentemente y sin rodeo, porque tiene bajo su responsabilidad una delicada misión, no debe ser simplemente un contemplador nostálgico de los sucesos de su pueblo, su pensamiento y actuación deben dignificar tan alta misión. Para Wilfredo Bolívar, cronista de Araure, "es una especie de conciencia de la ciudad, un defensor del patrimonio, o el alcalde moral de un pueblo". 
Por ello, vayamos con nuestra conciencia y combatamos con nuestras armas tanta mediocridad que carcome el alma nacional. Nuestras armas son las ideas, el libre pensamiento y las letras que describen la historia, en tal sentido debemos ser la antítesis del marasmo y la barbarie. No nos convirtamos en aduladores de los gobernantes de turno, porque nos tragará el tremedal.
Como la ley es la ley, como diría nuestro amigo y admirado poeta y colega Guillermo de León Calles, cronista Oficial de Carirubana, estado Falcón, cuando insta que debemos referirnos con insistencia saludable sobre este logró de ser reconocidos en la vigente Ley Orgánica del Poder Público Municipal, en su contenido que le da al cronista el rango de uno de los Órganos Auxiliares del Poder Público Municipal.
En este sentido el poeta De León Calles, refiere que: “Con esta herramienta jurídica en posesión nuestra, no habrá excusa alguna que defina su incumplimiento. Los cronistas tenemos que acrecentar, con el mayor grado de autoestima, lo que representamos para el curso cotidiano y trascendental de las comunidades a las cuales servimos, con la necesaria asesoría, si es que viene  al caso, de los profesionales específicos o de los colegas que hayan logrado que la ley sea, con todas las mayúsculas del mundo, letra viva”.
Pero, el incumplimiento de la ley, esta latente en varios Estados del país, son innumerables los Municipios que no gozan del servicio de este funcionario público que ha venido dejando de ser una figura decorativa y convirtiéndose en un gestor y promotor  de las principales actividades que tienen que ver con el desarrollo integral del Municipio; además que con el fallecimiento de los cronistas existentes en algunos Municipios, no se ha dado el mandato de ley o se ha comenzado con el reparto de la torta como nos los dijo en su oportunidad Germán Fleitas Núñez, cronista de La Victoria.
Cuando muere un cronista de alguna manera, muere por pedazos un pueblo, con su desaparición física se va la voz moral de un pueblo, son varios los cronistas, que nos han dejado su legado para la posteridad, imitémosles.
Elevemos una plegaria no sólo porque sus restos descansen en paz, sino porque su obra y pensamiento, sean guía y ejemplo en el cumplimiento de nuestro oficio y faro de luz para las nuevas generaciones.
Por ahora, los cronistas debemos hacer que nuestro oficio impregne de conciencia a la ciudadanía y aclare la mente de muchos funcionarios públicos alérgicos y desinteresados por las cosas sublimes que alimentan el espíritu y acarician el alma y que entiendan de una vez por todas, que el cronista que cumple con su deber, es el gendarme, el guía  y constructor de sueños que engrandece la vida municipal y el mejor aliado, de alcaldes, concejales y demás funcionarios públicos y por consiguiente de la comunidad en general.
Eso si, hagamos justicia de defender las bondades que ofrece ejercer el oficio de cronista; pero con absoluta humildad, dignidad y con la autoridad moral suficiente para hacer valer y respetar el sitial ganado en la colectividad, hagámoslo con inmensidad creadora, el cronista debe ser un poeta y como señala mi colega y amigo Antonio Trujillo, cronista de San Antonio de los Altos, estado Miranda, quien afirma, que:   "Un poema es una crónica espiritual. La poesía es una crónica desde Homero hasta aquí…Porque la crónica también es para defender un país”.
Se dan cuenta queridos colegas del hermoso legado que nos corresponde atesorar, no permitamos que se degrade nuestra misión, en fin como diría el pionero de los cronistas de Venezuela, el celebrado, don Enrique Bernardo Núñez, "El pueblo mismo es el cronista por excelencia".
   Recuerdo con orgullo afectuoso a mis dos grandes maestros, uno, José León Tapia, quien me dijo un día, “hijo sigue con tu empeño creador, acuciosidad y celo de hacer de Barinas un eslabón más de la grandeza de nuestra patria” y con exceso afectivo, me animo al decirme: “Tu trabajo tiene gran trascendencia en una ciudad donde tantas veces, en nombre de un falso progreso, se ha borrado nuestro patrimonio cultural y arquitectónico, para pena de quienes llevamos a Barinas en el corazón”.
El otro, José Esteban Ruiz-Guevara, un verdadero revolucionario y libre pensador que dignificó nuestro gremio; cuando fui seleccionado por un jurado calificador me dijo: “Alberto, eres el primer cronista del municipio Barinas nombrado de acuerdo con las disposiciones legales establecidas en la legislación correspondiente y las pautas señaladas por la Asociación de Cronistas de Venezuela”. Menos olvido cuando me dijo: “Vayamos al ejercicio imparcial de nuestro oficio e indudablemente, no dejemos que nuestra asociación se contamine”. El aplauso es por la memoria de estos insignes venezolanos. Muchas gracias…

RAFAEL PELLICER VIANA


(Un artista caraqueño aquerenciado en Valle de la Pascua)

FELIPE HERNÁNDEZ G.
felipehernandez56@yahoo.es

            Obviamente la existencia de nadie es lineal, puesto que cualquiera puede vivir con la sensación del zig-zag, lo que permite convenir que la vida está hecha de intersecciones y bifurcaciones insospechadas, es el caso del ejemplar ciudadano que fue el maestro RAFAEL PELLICER VIANA, nacido en Caracas en el año 1894, se arraigó en Valle de la Pascua desde 1916, ciudad donde formó pareja con la dama vallepascuense, doña Manuela Belisario, con quien procreó los hijos siguientes: Rafael, José, Dulce, Elvia, Rosita, Yajaira y María de Jesús Pellicer Belisario.
            Vino a Valle de la Pascua siendo muy joven, --cuando apenas contaba con veintidós años de edad---, como artista integrante de la Compañía Dramática de Zarzuelas, Operetas y Comedias “Zapata”. Después de cumplir sus compromisos con la citada empresa, resolvió clavar su bandera de aventuras en esta tierra llanera, “subyugado por los ojos negros de Manuela Belisario, con quien contrajo nupcias”.
            Hombre de avanzada, amigo de la cultura y periodista de oficio. En Valle de la Pascua entró en negocios de distintas índoles que manejó con inteligencia y rectitud, entre otros, fue tipógrafo, periodista, comerciante, organizador de actos culturales y artísticos, empresario de cine, miembro de la Sociedad Socorro Mutuo institución de la cual ocupó la presidencia, culminando sus días dedicándose al ejercicio del magisterio. Fundó el periódico Ícaro, y fue un destacado contribuyente del desarrollo cívico y cultural y de las manifestaciones artísticas del medio.
            Una semblanza de don Rafael Pellicer, la presenta el escritor Juan Suárez Ávila, en su obra Historia y Valores de Valle de la Pascua (1980:39-40), cuando dice lo siguiente:
            Fue en 1916 cuando vino a esta población el caraqueño Rafael Pellicer, para esa época, Pellicer trabajaba con la Compañía Zapata, compañía de operetas, zarzuelas y comedias. El diez de enero de 1916, en la casa de don Prudencio Herrera, esquina El Paraíso, Rafael Pellicer hacía su primera presentación, debutaba con una extraordinaria comedia dramática, chispeante de buenos episodios, llamada “La Lluvia de Hijos”. El destino lo trajo hasta aquí, pues el amor pudo más que su profesión de artista, tan joven, tan cómico, tan simpático, como tan extraordinario, y a todo renunció, pues se enamoró de doña Manuela Belisario y se casó con ella, de cuyo matrimonio fundó una honorable familia. Años después se entregó a la labor del magisterio vallepascuense, siendo este patriarca otro mártir de la labor cultural, ejerciendo el magisterio por muchos años, hasta que al fin murió brindando a la juventud su ración educadora y civilista”.
            Parodiando al escritor Edgardo Mondolfi Gudat (2012), del devenir existencial de don Rafael Pellicer Viana puede decirse que “la realidad a veces es mucho más misteriosa de lo que es capaz nuestra propia arrogancia”, si pensamos por un momento en el hecho de que podrían haber habitado en él tantos destinos como el número de caminos que hemos descartado en la vida.

            Valle de la Pascua, 4 de julio de 2012.

LA ESQUINA DE LA TORRE


(Ayer: Esquina de La Torre. Hoy: Esquina de La Llanera).

DR. FELIPE HERNÁNDEZ G.
Cronista de Valle de la Pascua

            En la toponimia de la ciudad de Valle de la Pascua, la esquina de La Torre está ubicada al sureste de la plaza Bolívar, en el cruce de las calles Atarraya y Guasco. Su nombre deviene del frontal de la antigua iglesia de La Candelaria de Valle de la Pascua (templo derribado en 1955), que tenía forma de campana de Gauss invertida, el cual desde mediados del siglo XIX y por mucho tiempo fue el edificio más alto del poblado.
            Históricamente, por su ubicación geográfica es una de las esquinas con mayor tradición y referencia, puesto que en sus adyacencias está situada la Iglesia Catedral de Nuestra Señora de la Candelaria, que es la patrona de ciudad. Además, según lo expuesto por el obispo Mariano Martí, en su obra: Documentos Relativos a su Visita Pastoral de la Diócesis de Caracas. Tomo II,  en el año 1873 cuando estuvo en este sitio, en sus inmediaciones tenía su casa de habitación el canario Juan González Padrón, lugar donde residían su esposa e hijas (vivienda situada posiblemente en el lugar donde estuvo el abasto “Sol de oro” y actualmente están ubicados los comercios “La Cuevita” y otros más.
            Sin confirmación se especula, que en el otro extremo de la esquina (donde está la tienda “La Llanera”, tuvo asiento la casa de habitación de algún teniente de justicia mayor de finales del período colonial.  

 Esquina de La Torre. (Fotografía cortesía de la Dra. Teresa  Peña de Silveira).

            La fotografía que acompaña esta crónica, se corresponde con una vivienda construida en las últimas décadas de la segunda mitad del siglo XIX, que estuvo ubicada en dicha esquina, hasta los años sesenta del siglo XX, cuando fue derribada, para construir el edificio de la tienda “La Llanera” de los hermanos griegos Basilio y Ángelo Yanopoulos.
            Dicha vivienda, como bien se aprecia en la fotografía, era una construcción de bahareque de dos plantas con sus balconcitos, techo de tejas de dos aguas y muy altas puertas. Ahí vivió el presbítero Pedro José Miserol, y posteriormente, don Ricardo Sutil. Luego la casa pasó a ser propiedad del médico, Dr. Mario Soto, bien que a su muerte heredó su hija, doña Juana Soto de Salazar, casada con el tucupidense Chicho Salazar.
            Hasta que fue derribada en los años sesenta del siglo XX, en dicha vivienda tuvieron su sede los establecimientos y comercios siguientes: en la esquina, Sastrería “La Mejor” de don Carlos Zambrano; al lado, “Casa Henry”, un bazar de quincalla y otros géneros, propiedad de un ciudadano norteamericano llamado Mister Henry; y finalmente “Trajes Araujo” del trujillano don Rubén Araujo, casado con la vallepascuense, doña Hilda González. En la casa vecina, propiedad del farmaceuta, Dr. Antonio Aranguren, estaba el local de la farmacia “Llanera”.  
            Hoy día, la otrora muy conocida esquina de La Torre, es mejor conocida por el nombre de esquina de “La Llanera”, diagonal a la Catedral, cargada de historia y referencia obligada del centro de la ciudad, por ser lugar donde confluyen la espiritualidad, el encuentro y el esparcimiento propio de la plaza Bolívar y otros lugares, algunas de las principales oficinas y entes públicos, así como expendios de todo tipo y condición de la Atarraya y calles vecinas, donde se desenvuelve el comercio citadino. Espacio siempre bullicioso, con sus buhoneros, tiendas y ventorrillos para todos los gustos, que atienden las demandas de los habitantes y visitantes de nuestra creciente y populosa Princesa Guariqueña.

            Valle de la Pascua, 20 de junio de 2012.

El Motor de aire desafía la segunda Ley de la Termodinámica. Invento de un guariqueño.