jueves, 24 de octubre de 2013

El OBISPO FELIPE NERI SENDREA (ALGUNAS NOTAS BIOGRÁFICAS)



Carlos A. López Garcés
Cronista de Altagracia de Orituco


En Altagracia de Orituco existe todavía un parque construido por la municipalidad, que honra la memoria de monseñor doctor Felipe Neri Sendrea, desde la tercera o cuarta década del siglo XX; además, hubo una escuela federal para niñas identificada con su nombre, la cual fue fundada por Carmen Joaquina Osío Sarmiento en 1936 y funcionó hasta 1956, cuando, junto con la Escuela Federal Ángel Moreno, que era para varones, fue integrada al Grupo Escolar José Ramón Camejo, inaugurado en diciembre de 1955.
Son desconocidos los motivos que determinaron la escogencia de Felipe Neri Sendrea como epónimo de esas obras gracitanas; sin embargo, puede suponerse que fue un gesto de reconocimiento de los ideólogos de ellas a los méritos eclesiásticos y ciudadanos de esa personalidad religiosa, a quien habrían venerado como orientador espiritual de la feligresía altagraciana. La selección de su nombre habría derivado de la notable influencia de la Iglesia Católica en las decisiones oficiales de aquellos días.



Dr. Felipe Neri Sendrea
(1844-1921)



Tanto el parque como la escuela inducen a procurar una recopilación de informaciones confiables, que sirvan para aproximarse  a  la vida y obra de este personaje trascendente y exponerlas en este VII Encuentro de Cronistas e Historiadores de Venezuela en Calabozo, a propósito del sesquicentenario de la diócesis calaboceña.

Felipe Neri Sendrea  nació en Los Puertos de Altagracia, otrora distrito Miranda del estado Zulia, el 27 de agosto de 1844, según lo afirmaron los presbíteros Ramón E. Silva y Luis Felipe Parra, ex alumnos suyos, en un esbozo biográfico sobre este notable sacerdote, publicado en 1922;  agregaron que era hijo de Justo Sendrea y Josefa Caballero Faría. No obstante, el 27 de septiembre de 1844 es la fecha de nacimiento escrita en la lápida que identifica la tumba de este obispo en la Catedral de Calabozo y en una placa ubicada en el pedestal que sostiene su busto en el parque Sendrea de Altagracia de Orituco.
            Los investigadores Pedro Luis Padrón, Cronista de Los Puertos de Altagracia, estado Zulia, y Julio César Franco, citados por Manuel Soto Arbeláez en un trabajo periodístico de su autoría (El Reportero, edición Nº 3, San Juan de los Morros, agosto de 2011, p. 16), han aportado la siguiente información aclaratoria: El Obispo Felipe Neri Sendrea nació el 27 de agosto de 1844, en el caserío El Teñidero, aledaño a la desaparecida población El Hornito, en jurisdicción de Los Puertos de Altagracia, actual municipio Miranda del estado Zulia; era hijo de don Antonio Justo Sandrea Nava y doña Juana Caraballo Farías, de acuerdo con los libros eclesiásticos de la parroquia Nuestra Señora de Altagracia en Los Puertos de Altagracia. Esto indica que el nombre correcto habría sido Felipe Neri Sandrea Caraballo; sin embargo, siempre fue conocido como Felipe Neri Sendrea, máxime cuando el propio monseñor firmaba Sendrea, aunque su familia utilizaba y utiliza el Sandrea.
Fue alumno del Colegio Nacional del Zulia, donde cursó filosofía y letras. Estudió en el Seminario de Mérida bajo la orientación de monseñor Juan Hilario Bosset, obispo de la diócesis merideña, quien lo ordenó de presbítero el 17 de noviembre de 1867, a los veintitrés años de edad. Obtuvo el titulo de doctor en ciencias eclesiásticas en la Universidad Central de Venezuela, el 30 de septiembre de 1877.  Ejerció el sacerdocio en Mérida, Falcón, Caracas y Guárico. Tenía dotes de excelente orador, con discursos muy elocuentes que atraían la atención de la multitud por sus palabras maestras, dichas con dulzura o con sabia energía según las circunstancias, como fue el caso de la disertación hecha en el templo de un pueblo falconiano en 1881, cuando criticó severamente la autocracia guzmanista, lo que ocasionó su traslado intempestivo a la capital de la república, donde dirigió la Escuela Episcopal. 

Monseñor Salustiano Crespo, primer Obispo de la Diócesis de Calabozo, lo designó para ocupar el sillón de la canongía de Merced en el coro de la catedral calaboceña, en septiembre de 1882. En esta misma diócesis ocupó varios cargos: Rector del Colegio Episcopal de San José;  redactor-fundador de la revista El Josefino, medio periodístico del obispado; Provisor y Vicario General; además, como reconocimiento  a sus méritos, fue promovido a la dignidad de Dean. Fue nombrado unánimemente Vicario Capitular por el Capítulo diocesano, a mediados de 1888, debido al fallecimiento de monseñor Crespo, de quien había sido un eficiente colaborador administrativo. El Congreso Nacional aprobó su postulación para ejercer el obispado calaboceño, por medio de elección celebrada el 16 de mayo de 1891. Fue designado Obispo de Calabozo mediante Bula expedida por el Papa León XIII, el 25 de septiembre de 1891, y su consagración como tal fue celebrada en la Santa Iglesia Metropolitana por el Señor Arzobispo doctor Críspulo Uzcátegui, el 6 de diciembre de ese mismo año.

El doctor Sendrea fue el segundo Obispo de la Diócesis de Calabozo, en cuyo cargo duró treintitrés años, desde 1888 hasta 1921. Recorrió durante su apostolado los pueblos de su jurisdicción eclesiástica, para llevarles personalmente sus orientaciones evangelizadoras, que estimularan el cultivo de la fe cristiana, al tiempo que procuraba la conservación de las iglesias, la construcción de nuevos templos, la fundación de hospitales, casas de beneficencia y otras obras para la atención social y espiritual. Ejemplos de esta actividad fueron los recorridos mencionados a continuación de este párrafo.

Visitó pastoralmente a Altagracia de Orituco en varias ocasiones, desde la primera vez en 1892; siempre fue recibido con el beneplácito de los feligreses; bendijo la nueva iglesia parroquial Nuestra Señora de Altagracia, aun inconclusa, el 1º de febrero de 1894, cuando realizaba su segunda visitación; autorizó a la señora Basilia Pérez de Sierra para edificar con su propio peculio una capilla dedicada al culto de la Virgen del Carmen, contigua al muro sur del nuevo templo altagraciano, en 1896; bendijo la cruz y la primera piedra para la construcción del templo La Sagrada Familia, en el barrio Pueblo Nuevo del sur-este gracitano, durante su séptima visita en 1914, aunque esa obra no pudo ser ejecutada.  Estuvo igualmente en San José de Guaribe con fines pastorales en 1895, cuando confirmó el nombre de esa población guariqueña y al patriarca San José como patrono parroquial; además, bendijo la primera capilla, el calvario y el cementerio del pueblo guaribense, promovidas por la Sociedad del Carmen, que presidía doña Francisca Josefa Armas de Rojas Correa, al decir del cronista Rafael Celestino Rojas Barrios.

El profesor Blas Loreto Loreto lo definió como “el báculo de amor y de gran estimación por Altagracia”, que aupaba el mantenimiento del Hospital San Antonio de esta misma localidad, fundado el 13 de septiembre de 1903 con la participación de los doctores Pedro María Arévalo Cedeño y Estanislao Landaeta, el presbítero doctor Sixto Sosa (párroco de los creyentes altagracianos, después Obispo de Cumaná), los señores Manuel María Machado  y  Tomás Pérez, las señoritas Susana Paz-Castillo y María de las Mercedes Malaver (convertidas luego en las madres Candelaria y Trina, respectivamente) y las hermanas Natividad y Marcelina Pérez Medina.

            Monseñor Sendrea fue afectado por quebrantos severos de salud, que, por recomendación médica y a petición de familiares, motivaron su traslado de Calabozo a Valencia, donde falleció la noche del 9 de mayo de 1921. Su muerte fue muy lamentada. Fue enterrado en la Catedral de Calabozo, en medio de una multitudinaria manifestación de dolor popular.

Es oportuno y justo transcribir una especie de retrato de monseñor Felipe Neri Sendrea, redactado por Ramón E. Silva y Luis Felipe Parra, dos sacerdotes ex alumnos suyos ya mencionados, en los términos siguientes:  “…Obispo Sendrea. Benévolo, discreto, tolerante, poseía todas las relevantes condiciones de los verdaderos representantes de Jesucristo en la tierra.  Jamás llevó el conflicto a su rebaño en días de turbulencia, ni excitó la mala voluntad de las autoridades, ni fomentó el odio contra el Estado.  A la intolerancia, a la inquina del incrédulo, oponía siempre la sonrisa llena de unción del levita, poseído de la alteza de su ministerio, que es de mansedumbre y no de ira; que es de amor y no de odio; que es de caridad y no de venganza.  La de Jesucristo era su ley: la sabiduría sintetizada en las hermosas cláusulas de la confraternidad, del amor y de la benevolencia. Mal para nadie, ni en nombre del derecho de defensa: para todos bien. Y así se hizo querer y se hizo acatar y se hizo reverenciar.”

            Monseñor doctor Felipe Neri Sendrea fue una personalidad eclesiástica de vida y obra ejemplar, que dignificó la labor sacerdotal cristiana, según puede deducirse de las fuentes consultadas. Merece ser estudiado con más detenimiento por la historiografía guariqueña(1).



(1)  Ponencia leída en el VII Encuentro de Cronistas e Historiadores de Venezuela en Calabozo, celebrado el 14 y 15 de septiembre de 2013.

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