jueves, 29 de octubre de 2009

LAS OBRAS HUMANISTICAS DEL SABIO TORREALBA

Alberto Hernández


1.-


Las viejas heridas del país se hacen visibles en las páginas que el doctor José Francisco Torrealba dejara envueltas entre voces de fantasmas y los distintos soles que caen sobre el llano. Ese “loco genio” que tanto diera de qué hablar y a quien le han atribuido anécdotas y revelaciones, se nos hace presente en Obras Humanísticas, un compendio de las cosas que pensara y escribiera con tanto ahínco.

El sabio Torrealba, como todo el mundo en este país lo llamaba, hito del conocimiento, de esa curiosidad propia de los que nacen para dejar huellas, queda entero en este libro que publicó la Comisión Conmemorativa del Centenario del Dr. José Francisco Torrealba en San Juan de los Morros/ 1997.

Gracias al paisano y amigo Adolfo Rodríguez cae en mis manos este hermoso y extraño tomo. Raro y escaso por lo que entrañan y contienen sus páginas, cargadas de imágenes, de variados tonos temáticos, en los que el doctor Torrealba demuestra su brillo como escritor.


2.-


A finales de siglo, cuando el polvo del mundo verificaba la existencia del nuestro portentoso silencio rural, nace en santa María de Ipire José Francisco Torrealba, el 16 de junio de 1896. A ciento trece años de su llegada al mundo y ya montados en la nave de este siglo XXI, el país, desde Guárico, recogió parte de las memorias de este hombre a quien aún no se le ha hecho justicia.

“El 5 y 6 actúa como un enorme garito de extremo a extremo del país. Sabatinamente como una maga fatal expolia inclementemente a la ya exigua economía de los hogares interioranos y capitalinos.

Semanalmente son como saqueados los hogares, atraídos por una esperanza ilusa, se va no sólo lo que podría economizarse sino hasta lo indispensable para la próxima semana”. Así lo dejó escrito -como si hubiese sido esta mañana- el 4 de febrero de 1958 en san Juan de los Morros, y luego reimpreso en el diario La Esfera el 13 de febrero del mismo año. Y digo como si hubiese sido esta mañana porque la reflexión tiene una vigencia asaz comprobable. Ahora el 5 y 6 no sólo se juega los domingos. Se practica todos los días. Y también la lotería y sus demás tentáculos de la ruina popular.


3.-


Nuestro sabio y paisano de las sabanas de Guárico hace un recorrido emocional e histórico por figuras como Vargas, Cajigal, Marcano, Rafael Rangel, Felipe Guevara Rojas, destacando la Amargura y tristeza en la vida de algunos sabios venezolanos.

Digamos que José Francisco Torrealba pasó por lo mismo. Vidas paralelas, como desentrañar el tiempo que él también reveló a través de su entrega y pasión por la ciencia y las humanidades.

En este su libro Obras Humanísticas, Torrealba trata con mano abierta los puntos más neurálgicos de esa Venezuela que le tocó vivir.

Trabaja sin ningún pasmo un tema bastante debatido, pero que el sabio revisa con donosa descarnadura: Meditando sobre la inmigración. “A nadie escapa que nuestro país necesita una nueva transfusión de sangre europea. Varias endemias como el paludismo, la necatoriasis, otras parasitosis intestinales, la sífilis, la tuberculosis, el mal de Chagas, la lepra, llevaron a nuestro pueblo a un grado de menor resistencia, de incapacidad física y de degeneración bastante aparentes. Y si a esto agregamos la desnutrición y el alcoholismo, se comprenderá sin gran esfuerzo, que necesitamos algo más que asistencia social y educación y mejoramiento de la nutrición para mejorar los genes tan gravemente cargado de taras”.

Texto para discutir y disentir. Texto para pensar y volver a negarnos.

El libro continúa su camino. La voz de José Francisco Torrealba sigue bajo el mango donde su mirada descubría a cada instante los milagros y las revelaciones del universo y su patio.


Fotografía tomada de http://medicinaarteytiempo.blogspot.com/

miércoles, 21 de octubre de 2009

Fundo Tacatinemo

Daniel R. Scott

"Antes el mundo era el Cielo" ( Cosmogonía de la etnia yekuana, del Alto Orinoco )

Cuando se me propuso, la noche de mi cumpleaños, emprender un viaje o absurda peregrinación nostálgica al viejo fundo de papá, nuestro huerto del Edén familiar, el mismo que fue el deleite de nuestra niñez, mi reacción inicial fue responder con un enfático y rotundo "¡No!". Tras una prolongada ausencia de dos décadas, temía de veras lo que pudiese o no pudiese encontrar en esas tan queridas hectáreas. Le temo a ese "cuerpo etéreo con que están hecho los recuerdos", ( Ramón Sampedro ) porque los tales no son reales cuando salen de nosotros y se confrontan con la realidad. Los recuerdos, a decir verdad, no son reales en ningún lado. El último capítulo de la obra "Las Memorias de Mama Blanca" de nuestra querida escritora Teresa de la Parra me había dado una gran e inapelable lección al respecto. La familia vende la hacienda paterna y parte a Caracas para "civilizarse". Pasan dos años. Las niñas del relato, presas de la nostalgia, les dio por evocar sus días en la hacienda "Piedra Azul". Para ellas, ese período era "la edad de oro en el paraíso perdido". Querían visitar el lugar. Escribe la autora: "Seguras de que habíamos dejado allá un tesoro de felicidad, queríamos poseerlo de nuevo, aún cuando fuese por algunas horas". Pero la madre, más sabia, no quería saber nada del asunto. "Mamá no quería volver a su antigua hacienda. No tanto porque el viaje fuese largo, pesado y polvoriento, sino porque sabía por advertencia del corazón que es peligroso el enfrentarse a las cosas sobre las cuales, desde lejos, ponemos a reposar nuestros recuerdos". Pero tanto insistieron las niñas que finalmente la madre accedió. ¡Que alegría! Pero finalmente, ¡que horror! El viaje al pasado fue un verdadero fiasco. "En lugar de las sombras familiares, hallamos en todas partes una cosa dolorosísima: el nuevo dueño de Piedra Azul era un rico, gran amante del progreso, animado de una actividad insaciable para idear y realizar reformas. Vale decir que nuestro querido Piedra Azul, disfrazado de otra cosa, también lloraba, con los gritos desoladores de sus reformas, el habernos perdido a nosotras". Y por eso no quería ir. También estaba el temor que me inspiraba aquel sueño recurrente y perturbador que se me presentaba en las noches, cada seis meses, con la precisión mecánica de un reloj onírico: yo regresando viejo y cansado al fundo para encontrarlo todo revuelto, cambiado o desaparecido. ¿Advertencia del subconsciente, producto de leer a Teresa de la Parra? No lo sé; pero finalmente eché a un lado mis temores, me armé de perverso valor y me incorporé al viaje ritual rumbo a la meca de nuestros más caros y preciados recuerdos. Así somos los seres humanos de imprudentes y arriesgados.

Salimos al amanecer del sábado 30 de agosto. Lucía en en los cielos un sol radiante y hermosísimo, adecuado para viajar y contemplar paisajes. De san Juan de los Morros llegamos a Ortiz, de Ortiz pasamos a El Sombrero, y saliendo de el Sombrero seguimos por las Lajitas y los Laureles para, finalmente, doblar a la izquierda y rodar una hora por caminos rojizos, en parte polvorientos y en parte empantanados. ¡Cuantas veces, ida y vuelta, recorrimos estos parajes de arbusto y maleza en el Opel y el Jeep de mamá y papá! Nuestro recorrido estuvo señalado de paradas simbólicas en puntos emblemáticos del camino para recordar, suspirar y tomar fotografías: el montículo aquel donde se dibuja el suave azul del horizonte llanero, el puente de metal oxidado que se alza sobre el caño, el gran roble siempre cargado de extraños nidos, el potrero donde solíamos cazar conejos y venados al caer la tarde. Todo tramo tenía historias o su personalidad particular.

A medida que nos acercábamos a la casa del fundo se me aceleraban los latidos del corazón y relampagueaban en mi mente las terribles advertencias de los oráculos de Teresa de la Parra: "Debemos alojar los recuerdos en nosotros mismos sin volver nunca a posarlos imprudentemente sobre las cosas y los seres que van variando con el rodar de la vida. Los recuerdos no cambian y cambiar es la ley de todo lo existente". Yo me inquietaba. "Oh Teresa déjame en paz!" pensaba. "¡Quédate dentro de tus libros y del Panteón Nacional" Cuando al fin llegamos, me bajé del rustico, caminé unos cuantos pasos y me situé frente a la casa. Abrí bien los ojos y por Dios que no les miento si les digo que... ¡Estaba intacta! Solo los muros exteriores que resguardaban los corredores sufrieron daño, pero alguna mano experta supo restaurarlas. El resto no había variado ni sufrido cambios o alteraciones. Por esta vez o por ahora, Teresa de la Parra se había equivocado: ni la mano del hombre ni las garras del tiempo la habían tocado o desgarrado. Permanecía tal cual papá la diseño y construyó en ¿1971? Parecía una joya de cal que me sonreía bajo el sol, como dándome la bienvenida. Eso sí: la casa anterior a esta, la de barro y techo de hojas de palmas, la que se construyó unos metros más adelante, a la que llamábamos cariñosamente "la Casa Vieja", la misma que nos alojó la primera vez que llegamos aquí, desapareció sin dejar rastro, tragada y vuelta a tragar por la maleza, los arbustos y el olvido. Por mucho que me orienté y busqué, no la pude hallar. La naturaleza había reclamado sus espacios con violencia y triunfado, elevando al cielo un victorioso grito de ramas y hojas verdes. Después de enredarme el pie en unos bejucos y caer de bruces sobre la hierba, me puse disimuladamente en pie, me limpié la ropa y, luego de verificar que nadie me había visto, desistí de mi búsqueda.

Las acacias y cotopriz que mamá sembró uno detrás del otro como disciplinados soldados en formación nos ofrecieron las sombras que protege de las inclemencias del sol llanero. Aquí se siente la mano y obra de mi madre, siempre amante de los arboles y los jardines. Cuando entré a la casa y elevé la mirada, noté que los troncos y la madera que sostenían la techumbre de cinc se hallaban como nuevos. "Veo que han restaurado parte del techo" se me ocurrió comentar, a lo que mi anfitrión respondió: "No señor, de allí no han quitado nada. Este es el mismito techo que le puso su papá". Tal fue la cara de sorpresa que puse que volvió a decir: "Es que los viejos de antes sabían en qué época del año cortar la madera para que dure, que es cuando la luna está en menguante. En cambio ahora ya no la cortan así y se pudre rápido"

Me dejaron a solas. Los demás toman cerveza afuera. La casa y yo dialogamos dulcemente, comunicándonos mutuamente imágenes de un pasado grato y afín. El grueso y compacto sedimento de los recuerdos que dormían se agitó en mil partículas de oro dentro de mi corazón, señalándome mil caras y episodios que giran vertiginosamente y que no me siento capaz de describir. Son cosas indecibles que la pluma se muestra incapaz de abordar con el debido talento. Se trata de mi abuela Carlota Power caminando todas las tardes en dirección al caño para ver sus corrientes y solazarse en los recuerdos de a finales del siglo XIX, la vaca "palmasola" que cada amanecer daba la leche que tomábamos en esta misma casa, el canto madrugador mojado de rocíos del que ordeña a las vacas en el corral de troncos de palma, el finado "Fucho" fraguando el queso en la quesera de bambú, el bagre y la guabina que mordían nuestros anzuelos, la tarde que me perdí por horas con mi hermano menor, las zambullidas que nos dábamos en la laguna cercana y mil cosas más que es demasiado largo e interminable para consignar aquí.

Se podría escribir un libro, hablando de cosas tales como las visitas más absurdas y estrafalarias que ricibimos en esas soledades, como la de aquellos tipos con cara de gansters que cazaban con ametralladoras, o la de aquella familia de Argentina descendientes de alemanes que abandonaron su país concluida la Segunda guerra Mundial. Eso fue la semana santa de 1976 y según palabras de ellos mismos, el padre había sido oficial de la SS. Era gente rara que guardaban armamento muy sofisticado dentro de finos estuches de madera y terciopelo e intentaban atrapar las guabinas con cañas de pescar. Uno de ellos, rojo como un tomate, cabello blanco como la nieve y ojos de un azul intenso, siempre llevaba consigo un equipo estéreo donde lo único que sonaba eran cassettes con la música militar que hacía marchar al ejército nazi en sus ansias de conquista. El otro, sería apenas un niño cuando Alemania firmó la rendición incondicional, y la nieta, una presumida arrogante de modos racistas y quizá antisemitas.

¿Y qué decir de los lugareños, los amables campesinos, gente buena y simple, los verdaderos protagonista de toda historia que tenga estos escenarios? Medardo trabajando con las fuerzas y la nobleza de un buey, la vieja y chiflada María Socorro que casi nos mató con aquellos frijoles que lavó con kerosene antes de prepararlos en el fogón, aquel sordomudo al que no le entendíamos las señas y que caminaba más que un perdido, el "tuerto Quintana" que era uno de los que ordeñaba, el bueno de "pescuezo torcido" que intentó enseñarme a nadar en las lagunas que reflejaban el infinito cielo azul y otros tantos que ya murieron pero, como dijo alguien, los tengo vivos y sonrientes en mi corazón

El 24 de diciembre de 1975 celebramos la navidad aquí, en esta misma sala. Fue la época utópica en la cual creíamos ciegamente que llegaríamos a ser grandes hacendados o terratenientes. ¡Vaya pretensión! Al final regresamos a San Juan de los Morros con las tablas en la cabeza, unas cincuenta gallinas ponedoras que no ponían huevos y una lora que silbaba alegre estrofas mutiladas del Himno Nacional. Pero esa víspera de navidad hubo abundancia de música, hallacas, ponche crema y vinos, y al día siguiente un amanecer colmado con los regalos del niño Jesús. Pese a que yo conocía todos los secretos acerca de la persona y obra del Niño Dios, no por eso ( ¡Oh alma incrédula no te lo merecías! ) dejé de recibir mi regalo. El corazón materno supo encarnar a un dadivoso Hijo de Dios cada 25 de diciembre y a los "tres reyes magos" durante toda la vida.

En plena zona central de estos llanos, a pesar de estar a muchos kilómetros y horas de cualquier centro urbano, estábamos muy cerca de la civilización. Un escandaloso motor de camión nos suministraba energía eléctrica y una enhiesta antena atrapaba en sus bigotes de metal las señales que nuestro primitivo televisor en blanco y negro traducía en imágenes. Esto nos mantuvo al tanto de lo que sucedía en el mundo en los día que viajábamos al fundo, que eran por lo general los meses de julio/septiembre de la década de los setenta. Papá apagaba la planta diez minutos después de acostarnos pero nunca antes del noticiero. "Murió el cantante norteamericano Elvis Presley" anunció RCTV en agosto de 1977, y un año más tarde, en agosto de 1978, la misma RCTV volvió a anunciar: "Murió el Papa Pablo VI." Además teníamos un tocadisco mas parecido a un sarcófago de caoba donde colocábamos a girar "Hey Jude" o "Abbey Road" de los Beatles...

A partir de 1979 el fundo comenzó a decaer por falta de ingresos y de obreros. No se ordeñó más, ni se siguió haciendo el queso, y los cuatreros acabaron con las pocas vacas que quedaban. Ya a partir de 1983 papá lo mantuvo mas por distracción que por cualquier otra cosa hasta que decidió venderlo, en 1992. A sus ochenta años ya no podía seguir atendiéndolo ni seguir viajando ida y vuelta por una vía tan peligrosa para cualquier anciano de su condición.

Este viaje valió la pena: hubo una dulce concordancia entre el recuerdo y las cosas materiales que pueblan el presente. Complace saber que algunas cosas logran escapar de los estragos del tiempo. Sí, algún día se perderá la batalla final y todo esto tomará el mismo camino de la "Casa Vieja", pero ahora no deseo perder el tiempo con tales pensamientos.

Antes de marcharnos nos detuvimos en "Las Araguatas", un fundo vecino, para darnos un baño en las aguas de una laguna. Mis sobrinos, que vienen por primera vez, están felices nadando y gritando. Yo me pavoneo hablándoles de estos sitios, exhibiendo con orgullo mi pasado, como un general retirado que narra una batalla bien librada y ganada con honor. Sobre nosotros el cielo es un cuadro inmenso penetrado de luz donde flota en perspectiva de lienzos un manto de nubes que va disminuyendo de tamaño en la medida que se extiende hacia el horizonte. Tal cuadro o inmensidad de llano y cielo te llena el ojo de asombro y te hace el alma un poco más grande. Claro: confinado uno entre paredes, tráfico y edificios, el corazón, hecho por Dios para todo lo grande, se sobresalta cuando lo echan dentro de la majestuosidad.

Nos fuimos por donde mismo venimos, pero la nostalgia y la felicidad se acurrucaron dentro de una choza de bahareque.

16 de Septiembre de 2008

Imagen tomada de http://www.sxc.hu/photo/694550

martes, 20 de octubre de 2009

PEDRO MARÍA CHACÍN ARVELÁIZ

Manuel Soto Arbeláez

El hombre de letras de Zaraza Francisco Gustavo Chacín se propuso a finales de los 1940s -es decir en los últimos años de su fructifica vida-, escribir un libro con reseñas biográficas de personajes de su pueblo. Para ese propósito no pudo conseguir financiamiento y los papeles, y algunas fotografías de sus biografiados, se quedaron en un arcón. A su muerte unas viejecitas hermanas suyas le pasaron los papeles al doctor Alberto Eduardo Rodríguez Morales, quien tuvo la idea de completar el trabajo de Chacín, mas el tiempo tampoco quiso que la buena intención se cumpliera. Esos papeles permanecieron arrumados en un baúl hasta el año 2008, cuando las herederas del Dr. Rodríguez Morales, mis distinguidas parientas zaraceñas Thalía Rodríguez Rodríguez y su hija la ingeniera Vanessa Webel Rodríguez, los pusieron en mis manos con el compromiso de darlos a conocer a través de mis artículos semanales en la prensa del Guárico. Así lo he venido haciendo. En todos los casos le he agregado cortos datos biográficos o genealógicos que no aparecen en los trabajos del connotado zaraceño que fue F. G. Chacín. El personaje de hoy es el número siete que reseño, tratándose de don Pedro María Chacín Arveláiz.

Don Pedro María alternó sus ocupaciones de criador y agricultor, por 50 años consecutivos en su fundo “Cañaveral”, con el de la docencia que ejerció algunas veces gratuitamente. Nació en Zaraza el 3 de enero de 1846, hijo del matrimonio entre Pedro (Aguasanta) Chazzín Escala-Gimón, natural de Aragua de Barcelona y su sobrina Carmen Arveláiz (Berroeta) Chacín Escala-Gimón, hija ésta de Miguel Francisco Arveláiz Berroeta del Peral y Josefa Chazzín Escala-Ximón, el primero de Chaguaramal de Perales (Zaraza) y la esposa de Aragua de Barcelona. Miguel Francisco fue hijo del guipuzcoano Juan Bautista Arbeláiz Altuna-Legarra y de Rita Ignacia Berroeta del Peral Guedes y Ábila Feria del Barrio, descendiente de Carlos del Peral Velasco Cabello de la Parra, natural de Baltasar de los Arias (Cumanacoa); y María de la O Guedes Ávila Feria del Barrio, proveniente ésta de familias de Cagua, en el actual estado Aragua.

Como puede verse don Pedro María comenzó usando la grafía de su apellido como Chazzín, que después cambió a Chacín. Casó en Zaraza con Eloísa Arveláiz Arveláiz -hija de José Antonio Arveláiz Toro y Calixta Arveláiz Chacín- teniendo como hijos a Cipriano y Carmen Chacín Arveláiz. Dice el cronista zaraceño que don Pedro María Fue un llanero de pura cepa. Hombre noble, caballero ejemplar en el hogar y en la calle. En su edad joven fue maestro de escuela varios años. Pertenecía a la Sociedad Mutuo Auxilio de Zaraza y esta lo designó, entre otros, para dictar clases nocturnas en una escuelita para niños obreros que habían fundado. Al ver su retrato pensamos cómo serían las enseñanzas de tal maestro, y qué clase de hombres formaría para aquel noble pueblo que ha producido tantos hombres ilustres. Se recuerda que odiaba la política y a los políticos. A su muerte se encontraron en su escritorio viejas correspondencias oficiales que nadie conocía, donde le ofrecían altos y delicados cargos y destinos públicos que jamás quiso aceptar. Murió el 8 de octubre de 1934, en la misma tierra donde había nacido(..)

En el libro Zaraza, Biografía de un Pueblo, edición originaria, UCV 1949 el profesor J. A. de Armas Chitty muestra una foto de don Pedro María exhibiendo una luenga barba blanca y terno posiblemente negro. Esta foto fue reproducida allí gracias a la bondad de F. G. Chacín y de don Salvador Itriago Chacín-Arveláiz, sobrino-nieto de don Pedro María, quien formó parte del grupo de alumnos que egresó en la primera promoción de bachilleres del Colegio de Segunda Enseñanza de la ciudad del Unare y quien fue una fuente de información de tradiciones y personajes de Zaraza.

MSA. Fax (0212) 285 8957. E-Mail: manuelsotoarbelaez@yahoo.com Los libros El Guárico Oriental 1, 2 y 3 en Librería La Llanera, calle Guásco, frente a la plaza Bolívar, Valle de la Pascua.

miércoles, 14 de octubre de 2009

FOTOGRAFÍAS DE LA HISTORIA


Según información conseguida oralmente: es un soleado día de marzo de 1968 en Altagracia de Orituco. Dos meses después Europa estallaría con la primavera estudiantil del mayo francés. Los personajes más destacados de la foto: trajeado de blanco el presidente de Venezuela para el momento, Raúl Leoni, su esposa con un ramo de flores, Carmen América Fernández o "Doña Menca" como se le conocía. El ministro de la defensa (?) y una señora de blanco y de lentes negros. En medio de ellos la figura vacilante de un ya anciano doctor José Francisco Torrealba, se apoya en el brazo del militar. Entre el presidente y el médico asoma el rostro adusto del sacerdote para la ocasión. La presencia en Altagracia del sabio Torrealba es motivada por la inauguración una urbanizacion que lleva su nombre. Según me informan Torrealba no asistió muy a gusto puesto que desdeñaba los protocolos, no aceptó ir en el carro del gobernador del estado, fue en su carro particular por lo cual llegó con retraso. Detrás de los personaje flamea, en medio de un sol caldeante, la bandera insignia del poder de aquellos tiempos. El informante para esta fotografía es don Emilio Vargas, formaba parte de los organizadores del evento, tenía para ese momento 35 años. (Fotografo desconocido)
Jeroh Montilla. Si desea ampliar imagen para ver con detalle haga click sobre ella.

jueves, 8 de octubre de 2009

HOY FIESTAS Y MAÑANA GALLOS (Parte 1)

Manuel Soto Arbeláez


Empiezo este artículo con el grito que daba el general guariqueño Joaquín Crespo Torres -Héroe del Deber Cumplido- cada vez que ganaba una batalla para animar a sus tropas; sin embargo me voy a apoyar en referencias para definir algunas de razas de gallos de pelea. Se sabe que las riñas de gallos finos fue por mucho tiempo un pasatiempo de caballeros en la acepción más amplia del término. En el Extremo Oriente, específicamente en la India, llegó a definirse el pasatiempo y una raza plumífera como “Old English Game”, aunque en el Reino Unido tales eventos están prohibidos. Allí el deporte de la sangre queda circunscrito a la caza de la zorra (¿Por qué tiene que ser zorra y no zorro? Sin embargo, hasta 1750 las riñas de gallos fueron permitidas en las islas británicas.

Mi estimado pariente zaraceño (nació en la ciudad del Unare en 1932, pero tiene más de 70 años viviendo en otros lares sin que disminuya su afición por las peleas de gallos doquier se encuentre), Miguel Alfonso Miranda Estrada es hijo y nieto de galleros, afición que es muy dilatada en el Oriente del Guárico. Él afirma documentalmente que “El gallo de combate es oriundo de Asia y Malasia y de allí fue difundido por todo el mundo, lográndose la formación de innumerables razas mestizas entre las que se destacan la Aseel (Asil), Calcuta, Española, Inglesa (Old English Game), Japonesa (Shamo), Bankiva, Sonnerati y otras derivadas como la cubana, mejicana, puertorriqueña, argentina, uruguaya, venezolana y otras donde se practique el pasatiempo”(..).

Dice Miguel Alfonso Miranda que “La raza Calcuta es originaria de la India tomando del malayo sus principales características: un animal alto, esbelto con un peso adulto entre 6 y siete libras, ie, 2.700 a 3.160 gramos. En la Argentina se le armó con espuelas (púa o puón) de acero haciendo huir a espolonazo limpio a todas las razas que enfrentó. Luego se tuvo que establecer que sólo se pelearan gallos de la misma raza. El Calcuta prefiere la lucha cuerpo a cuerpo con el cogote que le va creciendo a medida que avanza el combate y el rival lo castiga a discreción. Se enceguece con la furia del ataque sin dar ni pedir cuartel. En los careos nunca deja de picar. Es así como el animal fue adoptado por los gauchos para su cría; mas también es cierto que la espuela artificial argentina es demoledora. En vez de esa arma aguda ha debido utilizarse un puón más romo; pero también con esta arma el Calcuta es invencible debido a su estructura músculo-ósea. La espuela roma permite que la pelea dure más tiempo y sea menos sangrienta. Le argentina de acero hace que el desenlace de la riña sea más rápida y por lo tanto los programas gallísticos tienen más peleas y se mueve más dinero, cosa que no es del agrado de los verdaderos aficionados cuyo interés es el “deporte” no la lana, al decir de los mejicanos”(.. ).

Continúa el primo Miranda Estrada con su teoría sobre los gallos “Las razas llamadas nobles cada día son más escasas debido a la fiereza de los machos, por lo que los aficionados han buscado y obtenido razas mestizas menos exigentes en su cuido y que puedan ejercitarse al aire libre, cuestión esta que es muy difícil para el Calcuta u otro noble, debido a que prefieren la vida en la jaula donde puede transcurrir su vida en recogimiento, como un monje anacoreta. Tal vez sea por su sangre asiática que lo hace insensible a la fatiga, al dolor y a la muerte; es inaccesible a las emociones, no cacarea, ni alborota, no se asusta y corretea como el viejo peleador ingle rota, siendo inadecuado para la vida en completa libertad pasando su tiempo extra jaula junto a la casa, lo más cerca de la cocina, esperando del hombre el alimento que rehúsa buscarse por sus propios medios, que a diferencia de otras especies lo hacen mediante el picoteo a campo traviesa; es manso y familiar con su amo a quien sigue y acompaña como un amigo. La preparación para el combate dura semanas y hasta meses, debido a su propensión a crear grasa que para bajarla se necesita gran conocimiento del entrenador como el trabajo a mano, el coleo, el correteo, el ocho y todos los recursos para obligarlo a ejercitarse. Sólo se muestra voluntarioso para el floreo y estos deben menudearse pues no se descomponen en las “tropas” fuertes como sucede con el “Old English Game”, o con el Calcuta rebajado. Las hembras son poco ponedoras y los huevos son asalmonados. Se debe tomar en cuenta que los Indios (hindúes) no son propensos a exportar gallinas o huevos, sólo machos ya formados o en formación”(..). Continuará…

MSA Email: manuelsotoarbelaez@yahoo.com Los libros El Guárico Oriental 1, 2 y 3 en Librería La Llanera, calle Guásco frente a la Plaza Bolívar, Valle de la pascua.

Imagen tomada de http://www.blogodisea.com/category/sociedad/

jueves, 1 de octubre de 2009

JOSÉ MARÍA BARBERI

Adolfo Rodriguez


Finalizando el siglo XIX nace en Zaraza el músico José María Barberi Anato, hijo del corso Santiago Barberi y de la chaparreña Antonia Anato. Aunque amenizaba las cintas mudas en el único cine de su ciudad natal, su principal actividad la desempeñaba como destilador de bebidas alcohólicas en el alambique de su propiedad El Marne, llamado así en honor al sitio donde los franceses baten a los alemanes en la Segunda Guerra Mundial impidiendo la invasión de Francia. Al amanecer marchaba al alambique y en las noches interpretaba su vals ·Ensueño¨ y otros como ¨Quejas del alma¨, ¨Claro de Luna¨ y ¨Sirenaica bella¨ para musicalizar filmes como ¨La Dama de las Camelias¨ protagonizado por Rodolfo Valentino. También amenizaba bailes y serenatas en aquel tiempo sin sombras de la Zaraza gentil. José Francisco Martínez, sobrino de María del Carmen Armas Santos, esposa de Barberi, recuerda aquellos amaneceres calentando calderos, bombeando guarapo y el aroma del licor destellando ante los primeros rayos del antiguo sol zaraceño. Y al atardecer mezclándolo con agua en una enorme batea y el alcoholímetro, severamente asistidos por un catador. Se vendía en galones y, entre los asiduos clientes, el educador Eduardo Méndez, con una garrafita para el ron más fuerte que luego aderezaba con frutas del ponsigué enviadas de Aragua de Barcelona. El elegante caballero que fue Barberi salía a ¨derrochar físico¨ como se dice ahora, en un hermoso corcel, llevando al futuro poeta o a Francisco Javier Rodríguez Barberi, uno de los sobrinos, diciendo, con disimulado gozo, que el Diablo depara sobrinos a quien Dios no le da hijos. Viajan por los contornos por melada, que transporta en batanas en un arreo de burros y alguna vez cruzan el río crecido auxiliado por don Pedro Rodríguez y un hijo de éste que sería gobernador. Refiere Martínez que Barberi, ¨ciudadano de reconocida honestidad, cordializador y servicial, gozaba de general aprecio y distinción¨, era experto en latonería. Le obsequió una máquina de escribir, que Martínez donó al Museo del Transporte caraqueño. Dormía en chinchorro, acompañado, casi siempre, de José Francisco y Javier, hasta el 25 de julio de 1926 en que falleció. Perdura su tumba en el viejo cementerio de Zaraza. Días empañados en que, en que casi al mes, se apaga, también, en un hospital norteño, la destellante estrella de Valentino.

El Motor de aire desafía la segunda Ley de la Termodinámica. Invento de un guariqueño.