miércoles, 18 de octubre de 2017

ALGUNAS NOTICIAS DEL CURATO DE TIZNADOS EN DOCUMENTOS DEL OBISPO MARTI DE 1780

Carlos A. López Garcés
Cronista del Municipio José Tadeo Monagas
Estado Guárico




Nota previa

            El obispo Mariano Martí procedía de Guardatinajas cuando llegó al pueblo de Tiznados el 28 de abril de 1780; permaneció allí hasta el 4 de mayo  con la finalidad de realizar la visita pastoral al curato respectivo (MARTI: Caracas, 1969, t. II, pp. 175, 179), así como venía haciéndolo en territorio del Obispado de la Provincia de Venezuela a su cargo, durante la cual recopiló diversas informaciones de índole eclesiástica, económica, social, demográfica, etcétera, indicadoras de la situación parroquial de entonces, entre las que es interesante resaltar las enumeradas a continuación de esta nota para los efectos de este trabajo, que fue redactado especialmente con el fin de leerlo en el XIII Encuentro de Cronistas, Historiadores e Investigadores celebrado en Ortiz, estado Guárico, con La Casa de las Espuelas como sede, el sábado 26 de agosto de 2017, cuando se cumplió el objetivo.


1.-  Territorio y superficie

            El curato de Tiznados limitaba por el Oriente con el pueblo de Parapara y su lindero  era el río Mapire a 4 leguas de distancia; por el Poniente con la Villa del Pao, de la cual estaba deslindada a 14 leguas por el río Chirgua; por el Norte con la Villa de Cura cuyo límite lo señalaba el río Mapire, aproximadamente a 5 lenguas y por el Sur con la misión de Guardatinajas, delimitada por el río Tiznados a 19 leguas y media (IBÍDEM: t. II, p. 175; t. VII, p. 25).

            Las cifras mencionadas sirven para estimar que la extensión, en medidas actuales, era de 137 Km. de norte a sur y de 101 Km. de este a oeste, tomando como base que una legua es igual a 5.572,7 m.

2.-  Capital y advocación
           
            El pueblo de Tiznados era la cabecera del curato, al cual se agregaban otros sitios como lo eran: Guaitoco, El Limón, El Totumo, Chirgua, Las Lajas, La Platilla y Las Ánimas.  El caserío principal ocupaba el espacio de un cuarto de legua alrededor de la iglesia; constaba de más de un centenar de casas distribuidas en calles mal formadas por lo desigual del sitio de cerritos altos y bajos donde estaba ubicado; apenas había plaza enfrente del templo, que estaba en un alto y no había terreno llano sino el de un espacio corto.

             La iglesia era en realidad una capilla de una nave que estaba bajo la advocación de San Francisco de Asís y era atendida por el padre fray Juan Manuel Mérida, quien, permanecía una temporada en Tiznados, una en Guaitoco y otra en Las Lajas, aunque se titulaba cura de Tiznados y sus anexos, en cada uno de los cuales había una capilla, siendo la principal la del sitio de Tiznados (IBÍDEM: t. II, pp. 174, 175, 176). Esta cantidad de capillas revelaba por sí misma la importancia de la ideologización católica para el dominio colonial español en esta región.

3.- Demografía

            La población del curato estaba integrada por “…toda clase de gente: de blancos, negros, mulatos, zambos, mestizos y también algunos indios desperdigados, que se mantienen acá o casados o solteros en calidad de peones” (MARTI: 1969, t. II, p. 176). Esta diversidad étnica estaba compuesta cuantitativamente por 2.240 habitantes, de los cuales 283 eran blancos, 1.132 negros, 344 mulatos, 345 esclavos negros y mulatos y 136 indios, con la inclusión de los mestizos en la clase de los blancos y los zambos en la de los negros.  Estos pobladores conformaban 153 familias que vivían dentro del pueblo, donde ocupaban 124 casas, y 225 familias que residían fuera del poblado, distribuidas en 176 viviendas (IBÍDEM: t. II, p. 177; t. VII, pp. 27, 28); pero con la particularidad de no haber personas blancas en el pueblo, donde había zambos, negros, mulatos y algunos indios, con la excepción de don Pedro Alcántara Nieves a quien se le tenía por blanco, pues los demás de esta clase vivían en los hatos (IBÍDEM: t. II, p. 174).

4.- Producción

            La gente de Tiznados se caracterizaba por ser tranquila, pacífica y humilde, que, a pesar de su pobreza, se mantenía con la crianza de pocas reses vacunas y la venta de alguna mula; además, cosechaban maíz, yuca, arroz, batatas, algodón y otros cultivos, porque todo se producía con abundancia. Estas labores eran compartidas con grandes pescas en el río Tiznados, sobre todo en días de cuaresma cuando abundaban los peces que subían por el Portuguesa procedentes del Orinoco. El pescado lo vendían salado a 8 reales la arroba para luego mercadearlo en los Valles de Aragua y en Caracas. Tanto el pescado como la carne de res tenían fama de ser de mejor calidad con respecto a otros lugares (IBÍDEM: t. II, pp. 176, 177).

5.-  Rentas eclesiásticas

            La feligresía sanfranciscana del curato de Tiznados tenía el deber de aportar recursos económicos para el mantenimiento del párroco y el de la iglesia, tal como sucedía en otras parroquias.

            La congrua asignada antiguamente al sacerdote había sido de 250 pesos, divididos  entre todos los vecinos, indiferentemente de su posición económica. De esa cantidad se tomaban 200 pesos para el cura y 50 para el pan, vino y cera, de acuerdo con la tradición del Obispado. Además, los dueños de hatos le pagaban 2 pesos por cada una de estas propiedades; empero no pagaban obvenciones ni sepulturas ni al tramo de la iglesia. La renta estaba tan disminuida que el presbítero solo percibía 100 pesos anuales distribuidos entre algunos feligreses; el resto de la renta se había perdido por descuido de los curas que no procuraron sustituir a quienes incumplían con otros que sí pudiesen pagar; tal era la situación que los hateros solo pagaban cuando querían (IBÍDEM: t. II, p. 175).

            El obispo Martí observó que todos, indistintamente, satisfacían las primicias y que si el cura era más previsivo podía percibir 100 fanegas de maíz por ese concepto, porque era el principal cultivo y se cosechaba con abundancia, en comparación con los otros productos. Agregó que los que no se acogían al prorrateo de la renta pagaban obvenciones y sepulturas (IBÍDEM: t. II, pp. 176).

            La renta anual del curato estimada en un quinquenio fue de: 101 pesos de estipendio pagado por los vecinos; 110 pesos de primicias; 259 pesos con 2,5 reales de obvenciones por misas cantadas, bautizos, proclamas, velaciones, entierros, etcétera; 6 pesos de certificaciones de partidas por los conceptos predichos. Estos ingresos sumaron 476 pesos con 2,5 reales, de donde se tomaba para asalariar a un sacristán.  Entre tanto, la renta por año de la iglesia a cargo del padre Mérida era de: 4 pesos de limosnas; 96 pesos de sepulturas, señas, incensarios, etcétera, para un total de 100 pesos anuales (IBÍDEM: t. VII, p. 26).

            Por otra parte, el prelado dejó el testimonio de las cuentas que fueron entregadas por el párroco, las cuales totalizaron 88 pesos y 3 reales a favor de la iglesia, que fueron aprobadas por medio de un auto fechado el 2 de mayo de 1780. Asimismo, ordenó la cobranza de 41 pesos y 4 reales que se debían por concepto de derechos de sepultura e igualmente el aseguramiento a censo de 25 pesos que dejó un vecino difunto no identificado para el culto de la imagen de Nuestra Señora de la Luz. Añadió que no había cofradía ni alguna obra pía (IBÍDEM: t. VII, p. 26).

            El obispo apunto también que el padre Mérida percibía la mitad de todas las rentas y obvenciones del curato sanfranciscano de Tiznados; sin embargo, había oído que ese cura quería renunciar a la parroquia, pues aspiraba a una capellanía de 3 mil pesos para la congrua (IBÍDEM: t. II, p. 174).

            Es oportuno anotar que la vocación sacerdotal habría sido la razón primaria para mantener al cura a cargo de una feligresía que aportaba pocos recursos para el sostenimiento eclesiástico, lo cual indica las condiciones de pobreza en las cuales habría sobrevivido aquel sacerdote.


6.- Problemas sociales

            Martí resaltó tres problemas sociales básicos, que llamaron su atención. El primero fue el de la incontinencia del deseo sexual, que fue considerado como el “vicio predominante”.  El segundo lo revelaba el mal vestir y de modo casi indecoroso de los pobladores, especialmente las mujeres, lo que quizás se debía a la pobreza o a la falta de lienzos en la comunidad o al calor. El tercero estaba dado por los grandes desórdenes que se formaban en los tiempos de la cuaresma durante las pescas en el río Tiznados, debido a la participación incontrolada de hombres y mujeres, quienes iban a las orillas del río donde cometían excesos catalogados de pecados públicos, por lo que el obispo ordenó que a esas actividades pesqueras asistieran solamente mujeres casadas con sus respectivos maridos y que no acudieran a tales pesquerías las viudas ni las solteras ni aun cuando fuesen acompañadas de su respectivo papá. Por lo tanto, el cura debía exhortar a los padres de familia al cumplimiento de tal decisión, cuya desobediencia sería motivo de cárcel, inclusive para muchachas mayores de 8 años. El teniente o cabo del pueblo debía evitar la comisión de aquellos excesos, en contraste de los cuales la comunidad tenía entre sus aspectos positivos que no ocurrían borracheras ni predominaban los hurtos (IBÍDEM: t. II, pp. 176, 177).

7.- Otra parroquia

            La necesidad de mejorar la atención a la feligresía de la extensa parroquia de Tiznados motivó al obispo visitante a crear un nuevo curato con la división de aquella parroquia, separándole los sitios de San José para cabecera, Las Lajas, Cacheo, Agua Negra y El Totumo. Su territorio sería de 10 leguas de Este a Oeste y, aproximadamente, 5 leguas de Norte a Sur, lo que es decir en medidas modernas el equivalente a 56 Km. en el primer caso y 28 Km. en el segundo. Contaría con más de 300 personas, las que debían pagar 183 pesos para la congrua del cura y 25 pesos para la oblata e igualmente tendrían la obligación de aportar las primicias y obvenciones.

            No es extraño deducir que este nuevo curato estaría bajo la advocación de San José, aun cuando el obispo Martí no lo dijo expresamente. No obstante, sí afirmó que aquel desmembramiento incluía la agregación provisional de los sitios La Punta de la Mesa, San Felipe y Las Ánimas al pueblo de Guardatinajas a cuyo cura fueron encargados los pobladores de esos lugares, dada la cercanía con ellos; por consiguiente, debía administrarles los santos sacramentos, incluido el matrimonio, hasta que hubiese otra opinión (IBÍDEM: t. II, pp. 176, 177;  t.VII, p. 28).
           
            El auto mediante el cual se concretaba lo atinente a esta fundación parroquial eclesiástica fue fechado el 2 de mayo de 1780; luego fue remitido al Provisor para la realización de las diligencias pertinentes a la legalidad de aquel acto y el respectivo nombramiento del cura propio (IBÍDEM: t.VII, p. 28). El prelado encargó al doctor Lindo de aquellas actuaciones ante el Gobernador con el propósito de definir el prorrateo entre los vecinos de 150.000 maravedís y  25 pesos para pan, vino y cera, amén de las obvenciones y del costo de las dos terceras partes de la fábrica de la iglesia, porque la otra parte debían pagarla los oficiales de la Real Hacienda (IBÍDEM: t. II, p. 178).

             Es interesante decir que, según el académico Telasco Mac Pherson (Los Teques, 1973 y 1988, p. 291), la decisión del obispo Martí fue aprobada por el capitán general don Luis Unzaga y Amenzaga el 26 de mayo de 1780, cuando fue reconocida como parroquia civil; habían transcurrido24 días de haber sido erigida la parroquia eclesiástica.

8.- Nuevos linderos de Tiznados

            El fraccionamiento del curato de Tiznados le ocasionó la disminución de su territorio, quizás a 81 Km de Norte a Sur y a 73 Km de Este a Oeste; esto significaba una  nueva delimitación, la cual fue señalada de la siguiente manera: “…al Oriente, el sitio de Cacheo inclusive; al Poniente, el río de Chirgua; al Norte, el río Manapire [sic; léase: Mapire] y al Sur, el término del curato de la Villa del Pao, en que se comprenden los sitios nombrados de Estévez, Guaitoco, Gayón, La Platilla, Casanga, La Ceiba, Cañuto, La Danta, Lagunita, Palmarito, La Guamita, El Carrizal, Chirgua, El Jagüey, La Montuosa, El Suceso y otros fundados a esta banda del río Mapire, con los demás establecidos y que se establecieren dentro de los expresados límites”  (MARTÍ: t. VII, pp. 28, 29). 

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Bibliografía

MAC PHERSON, Telasco. Diccionario histórico, geográfico, estadístico y biográfico del estado Miranda. Presentación: Dr. Arnoldo Arocha Vargas. Los Teques. Edición facsimilar de la Gobernación del Estado Miranda, 1973. 

MAC PHERSON, Telasco. Diccionario histórico, geográfico, estadístico y biográfico del estado Miranda. Prólogo: Ildefonso Leal. Los Teques. Edición Biblioteca de Autores y Temas Mirandinos. Colección Francisco de Miranda, vol. 40; 1988. 

MARTI, Mariano. Documentos relativos a su visita pastoral de la Diócesis de Caracas. 1771-1784. Caracas. Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela; vol. 96,  101; t. II, VII; 1969.


VILA, Pablo. El Obispo Martí.           Caracas. Universidad Central de Venezuela, Facultad de Humanidades y Educación; vol. II, 1981.   

   Fotografía: Ilio Colmenarez   

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