miércoles, 20 de marzo de 2013

HENRIQUE AVRIL: EL FOTÓGRAFO DE LA MISIÓN DEL MAPA NACIONAL (Año 1901)

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FELIPE HERNÁNDEZ G.
UNESR/Cronista de Valle De la Pascua
Considerado el primer reportero gráfico y corresponsal viajero de Venezuela, el fotógrafo Henrique Avril nació en Libertad de Barinas, estado Barinas en 1866, fue hijo del francés Emilio Avril y de María Bauden, dama de origen suizo. Su abuelo, Luis Avril, vino de Francia a Venezuela cuando Napoleón III restableció el imperio francés en 1852.
Don Luis Avril perteneció al movimiento impreso de Barinas en el siglo XIX, y trabajó para el general Ezequiel Zamora en los inicios de la Guerra Federal en 1859, como su consejero político le dio la idea y le diseñó el sistema de trincheras que hicieron posible el triunfo de Zamora en la batalla de Santa Inés.
Al mismo tiempo, Henrique tenía dos tíos, Felipe (quien fundó la Sociedad Francesa de Fotografía en 1851) y Edward quien como fotógrafo participó en una exposición organizada por la asociación. Estos dos familiares son los que involucran al joven Henrique en la fotografía, cuando su padre lo envía a París para realizar estudios que se desconoce si llegó a culminar.
Henrique Avril publicó sus primeros trabajos en la revista Photo–Gazelle de la cual recibe sus primeros reconocimientos. También  trabajó para su hermano Emilio en la revista capitalina "El Cojo Ilustrado", donde publicó su extenso trabajo durante veintitrés años. Aquí publica aproximadamente trescientas veintitrés imágenes, entre las cuales se encuentran varias pictografías.
Interesado en conocer el territorio nacional, recorrió los veinte estados del país, registrando en su lente los inicios del desarrollo de las ciudades, costumbres, personajes y paisajes. En este vasto trabajo artístico, Avril capturó imágenes por el Centro, el Llano y el Oriente del país, ganando el título de “Primer Reportero Gráfico de Venezuela”.
A raíz de la desaparición de “El Cojo Ilustrado”, Avril siguió ejerciendo su labor reporteril en la revista de “Actualidades” de don Rómulo Gallegos y en “El Nuevo Diario”.
En 1901, el presidente Cipriano Castro creó La Misión del Mapa Nacional, para levantar los planos y mapas geofísicos de las pequeñas localidades de Venezuela. Como director de dicha Misión, el presidente Castro designó al ingeniero Santiago Aguerrevere y entre los funcionarios que la integraron estuvo el fotógrafo Henrique Avril, quien entre los años 1902 y 1906, en cumplimiento de las obligaciones propias de su trabajo, visitó algunas localidades de la Sección Guárico del Gran Estado Miranda.
La obra de Henrique Abril constituye un importante legado a la posteridad, de la cual se conservan en archivos de la capital de la República y en repositorios particulares, muchos testimonios fotográficos del paisaje y de los pueblos del Guárico, especialmente de: Altagracia de Orituco, Tucupido, Valle de la Pascua, Zaraza, Santa María de Ipire, vistas de los ríos Orituco y Unare, y el pueblo de El Chaparro en el estado Anzoátegui, entre otras poblaciones. Las fotografías del Guárico corresponden al período 1902-1906. De esa época datan las fotografías del Alto de la Laguna y la Laguna del Pueblo de Valle de la Pascua que han circulado en periódicos y revistas regionales y locales.
Henrique Avril murió en Puerto Cabello, el 27 de junio de 1950 a los 84 años.
En Valle de la Pascua, a los veintiocho días del mes de noviembre del año 2012.

La transferencia de la propiedad territorial en el Guárico colonial

FELIPE HERNÁNDEZ G.
UNESR/Cronista de Valle de la Pascua


Largo y complejo fue el proceso de ocupación y apropiación de la tierra en la historia colonial venezolana, una diversidad jurídica contenida en las Leyes de Indias así lo establecía. Desde sus inicios se diseñó una jurisprudencia de la propiedad de la tierra, que iba o pretendía controlar la corona española por temor a que se fundasen pequeños feudos, sin embargo, la realidad americana va imponiendo sus métodos y una clase privilegiada logra el dominio y apropiación de la tierra.

En un principio el dominio absoluto de las tierras descubiertas en las Indias Occidentales correspondía por derecho al Estado Metropolitano, y se legisla con especificidad, las otorgadas a las primeras poblaciones y las pertenecientes a la Corona, al respecto el historiador F. Brito Figueroa, en su obra sobre: La Estructura Colonial Venezolana (1978), dice: … ‘fuera de las tierras, prados, pastos, montes y agua que por particular gracia o merced se hallaren concedidas a las ciudades, villas o lugares de las Indias o a otras comunidades o persona, todo lo demás de este género, y especialmente lo que tuviesen por romper o cultivas es y debe ser de su Real Corona’ (p. 141).

Es importante señalar, que la formación de la propiedad territorial en las colonias hispanoamericanas, con carácter de propiedad privada se debe buscar en las primeras bases jurídicas como fueron las mercedes, para así legalizar las ocupaciones fraudulentas de las tierras cuyo proceso comienza a manifestarse en la última década del siglo XVI; acompañada con repartos de tierras ya que hubo repartimientos o mercedes de tierra y repartimiento de indios para los trabajos, pero una y otra institución se diferenciaban claramente, sobre este aspecto el historiador Eduardo Arcila Farías, en su obra sobre: El Régimen de la Encomienda en Venezuela (1966), expone:

Las mercedes de tierra solían estar a cargo de los cabildos, en tanto que la institución de la encomienda siempre dependió de los gobernadores o de los virreyes. Cuando estas últimas autoridades ejercían la facultad de distribuir tierras, no confundían los títulos territoriales con los de las encomiendas. La propiedad del suelo entrañaba derechos de disposición hereditarios que no regían en las encomiendas. Además, la merced de tierras, como su nombre lo indica tenía por objeto la propiedad de la tierra, en tanto que los títulos de encomienda no solían hablar del dominio del mismo. (p. 284).

En atención a lo expuesto, en Venezuela, en el contexto general característico de la formación económico-social precapitalista colonial, los indicadores del proceso de formación de la propiedad latifundista, se expresan mediante:

1º) El establecimiento de una sólida doctrina jurídica metropolitana e hispanoamericana, sobre la cual se instauraba el derecho de disfruta de la propiedad territorial por parte de una minoría, descendientes, en ciertos casos, de los primeros conquistadores y pobladores del territorio. 2º) El ejercicio del control por parte de esa minoría —–bloques endogámicos de familias, aliadas consanguínea y territorialmente— no sólo sobre la riqueza social tierra, sino también sobre los elementos jurídicos que garantizaban la transferencia de ese bien público al dominio privado y, a la par, el ejercicio del control sobre el elemento que garantizaba la tenencia de la tierra: la mano de obra.

Según estas premisas, el proceso de transferencia de tierras en los Llanos del Guárico en los siglos XVII y XVIII, lo ejemplifica el caso del presbítero Jerónimo de Rebolledo de Villavicencio, quien fundó en 1712 el pueblo de San Andrés de Aricapano de Barbacoas. El caso es como sigue: El padre Rebolledo de Villavicencio, del mantuanaje sansebastianero, propietario del hato “El Islote” y de las tierras de las inmediaciones; primero recogió los indios caribes, güires, píritus y de otras etnias, que deambulaban por las riberas de los ríos Guárico, Memo y Orituco, y luego fundó el pueblo.

Era padre Jerónimo de Rebolledo, hermano de los también sacerdotes, Agustín de Rebolledo de Villavicencio, fundador del hato Belén, en jurisdicción de Las Mercedes del Llano; de Luis de Rebolledo de Villavicencio, y emparentado consanguíneamente con el capitán Gonzalo de los Ríos Armendáriz de Rebolledo, fundadores del pueblo de Paya. Otro hermano suyo de nombre Andrés de Rebolledo fue encomendero, y se conjetura, que en su honor le dio la advocación: San Andrés de Aricapano al pueblo de Barbacoas. Como se puede ver, todo un clan y una trama familiar, con profundos vínculos con el poder administrativo y eclesiástico colonial, propietarios de buena parte de la geografía de los actuales municipios Ortiz, Mellado, Chaguaramas y Las Mercedes del Llano en el estado Guárico; y del municipio Urdaneta en el sur del estado Aragua.

GENERAL ADOLFO CHATAING (Notas biográficas)


Carlos A. López Garcés
Cronista de Altagracia de Orituco




   General Adolfo Chataing Alonzo

(¿1855?-1897)


Fue uno de los personajes relevantes de la dinámica socio-política orituqueña de la segunda mitad del siglo XIX, de quien solo es factible mencionar algunos elementos, debido a la escasez de informaciones.

1.- Grupo familiar

Nació en Caracas, quizás en 1855. Hijo legítimo de Federico Chataing y Antonia Alonzo, vecinos caraqueños. Llegó joven a Altagracia de Orituco donde se residenció; aquí contrajo matrimonio eclesiástico el miércoles 1° de mayo de 1878, previo casamiento civil, con la señorita Rosa Ana Pérez, una altagraciense nacida el 13 de septiembre de 1854, hija legítima del señor Juan José Pérez y de doña Catalina Hurtado. La boda fue celebrada en la iglesia de la parroquia Nuestra Señora de Altagracia de Orituco, por un sacerdote no identificado en la partida correspondiente. De este matrimonio nacieron por lo menos dos hijos: Adolfo Isidro, el 15 de mayo de 1879, y Alfredo, el 28 de diciembre de 1880. Además, de acuerdo con comentarios tradicionales que han circulado “sigilosamente” entre pobladores altagracianos, Adolfo Chataing procreó una hija y un hijo mediante una relación afectiva extramatrimonial que mantuvo con María Celestina Adames; esos descendientes naturales fueron:
1-1.- Carmen Ramona Adames, nacida el 18 de marzo de 1894, casada con Arturo Arias, dedicada a oficios del hogar y a la venta de prendas de oro, adquiridas por su esposo en Guayana; fallecida el 28 de junio de 1981, a los 87 años de edad, como consecuencia de una cardiopatía crónica que le ocasionó un paro cardíaco.

1-2.- José Ángel Adames, nacido el 31de marzo de 1897, dedicado al cultivo de la intelectualidad y a la educación primaria en una escuela particular que sostuvo durante años; estudió en el seminario con la idea de hacerse sacerdote, sin lograr el objetivo; se conservó célibe; fue vilmente asesinado el 4 de noviembre de 1974 a los 77 años de edad. 



Tumba del general Adolfo Chataing, quien falleció el 16 de abril de 1897. Está ubicada en el Cementerio General de Altagracia de Orituco, el cual comenzó oficialmente a funcionar, aún inconcluso, el 26 de septiembre de 1885, por decisión de este ciudadano cuando fungía como primera autoridad civil del otrora distrito Guzmán Blanco y Presidente de la Junta de Fomento de dicha obra. Foto: C.L.G., viernes 24-08-2012. 
 
No hay noticias documentadas que sustenten esas paternidades ilegítimas; no obstante, la tumba de Adolfo Chataing, en el Cementerio General de Altagracia de Orituco, está identificada con una inscripción lapidaria que dice textualmente: “Adolfo Chataing / 1950 / Recuerdo de sus hijos / J.A.A. / y Carmen de Arias”. Esta lápida habría sido colocada por José Ángel Adames y su hermana Carmen Adames de Arias, lo que refuerza una información pública según la cual ambos eran hijos de aquel ciudadano.
Es oportuno decir que María Celestina Adames era más conocida sencillamente como Celestina, quien era nativa de Altagracia de Orituco, hija natural de Asunción Adames (¿?/26-08-1888), de oficios domésticos; falleció a los 85 años de edad, a las dos de la mañana (02:00 a.m.) del 6 de septiembre de 1955 como consecuencia de insuficiencia cardíaca. Tuvo siete hijos naturales más: Petra (1886-1972), Francisca (Panchita) (1889-¿?), Rosa María (1890-1890), Juan Rafael (1895-¿?), Santiago (1899-¿?), Eudoro Antonio (1902-1960) y Felipe Adames. María Celestina tuvo por lo menos una hermana materna: María de Jesús Adames, nacida el 22 de febrero de 1872.

2.- Identidad política

Adolfo Chataing estuvo identificado políticamente con el caudillaje del general Antonio Guzmán Blanco; esto lo vinculaba con el guzmanismo orituquense, en cuyo seno habría gozado de buena recepción por su prestigio, lo que le habría facilitado su ingreso a la administración pública para ocupar los siguientes cargos:
2-1.- Ejerció la máxima representación del concejo orituqueño en varias ocasiones, que le sirvieron para asimilar directamente los cambios de nombre de la entidad territorial representada, cuyo epónimo actual es José Tadeo Monagas desde 1889. Presidía el Concejo Municipal del departamento Cedeño, sección Guárico del estado del Centro, a la fecha del 15 de diciembre de 1880, cuando tenía 25 años de edad, aproximadamente; aún ejercía aquella presidencia en febrero de 1881. Desempeñaba nuevamente ese cargo el 31 de diciembre de 1886 y el mismo día y mes de 1887, cuando, desde mediados de 1881, había cambiado la denominación de departamento Cedeño por la de distrito Guzmán Blanco, correspondiente a la sección Guárico del estado Guzmán Blanco.
2-2.- Era el Jefe Civil del distrito en 1885, cuando la epidemia de fiebre amarilla hacía estragos en pobladores de Altagracia de Orituco, por lo que decidió en septiembre de aquel año, como primera autoridad civil, clausurar el viejo cementerio local que había sido hecho en 1847 (sito en el lado sur-oeste del cruce de las calles Chapaiguana y Ayacucho, donde ahora funcionan las oficinas de la Corporación Eléctrica Nacional, identificada con el acrónimo CORPOELEC) debido a la saturación por los cadáveres recientes. Esta grave realidad fue determinante para que Chataing, desde el 26 de septiembre de 1885 y aunque la obra estaba inconclusa, abriera al público los servicios del nuevo cementerio, ubicado en el extremo sur de la calle Gil Pulido (empalme con la Vuelvan Caras), cuyo cuartel sur-este estaba completamente lleno de nuevas víctimas de la epidemia en los últimos días de noviembre de ese mismo año, apenas a dos meses de su apertura y cuando ya habían disminuido los devastadores efectos de aquella terrible enfermedad, la más dañina de las padecidas por la población altagraciana del siglo XIX. Debe agregarse que Chataing era, además de la primera autoridad civil del distrito, el presidente de la Junta de Fomento de aquel nuevo cementerio general recién abierto, la cual integraban también Adolfo Antonio Machado y Reinaldo Alva.
Fue un funcionario público caracterizado por la fortaleza de su voluntad para afrontar casos complejos y animar a sus semejantes con el fin de procurar soluciones colectivas, lo que sustentaba su espíritu de solidaridad y de colaboración con sus conciudadanos, sobre todo en los momentos más difíciles y con los más menesterosos, cuando no extrañaba ver que dirigía personalmente esas labores.



Calle Adolfo Chataing de Altagracia de Orituco.  A la izquierda  se observa la casa que fue habitación del epónimo de esta vía, donde él falleció el 16 de abril de 1897 en circunstancias dudosas. Esta vivienda hace esquina con la calle Bolívar. Ha sido modificada varias veces; desde los años ochenta del siglo XX es la sede de la Policlínica del Llano C.A. (Foto: C.L.G., sábado 17-11-2012).


3.- Actividad militar

La significación del prestigio político, social y económico de Adolfo Chataing en el Orituco habría sido lo determinante para que fuese incorporado, con el grado de general, a las fuerzas de la Revolución Legalista dirigidas por Joaquín Crespo, con la finalidad de combatir las aspiraciones continuistas y anticonstitucionales del Presidente Raimundo Andueza Palacio. Chataing integró un grupo numeroso de vecinos orituqueños que estuvieron comandados por el general Tomás de Aquino Carballo, quien era amigo personal del general Crespo y fue electo para ejercer esa responsabilidad militar por decisión colectiva de renombrados orituquenses, que estaban en consonancia con aquel movimiento revolucionario crespista, entre quienes destacaban: Ovidio Pérez Bustamante, Eduardo Heraclio Machado, general Venancio Antonio Morín, doctor Luis Pérez B., Tobías Pérez B., Carlos Girón, doctor Luis María Sierra P., José Santiago Sierra, Lorenzo Velásquez Guzmán, Salvador Agustín Sierra P., Francisco Briceño, Leonardo Vargas, Manuel Pescador, Juan Pescador, Luis Felipe Pérez Vargas, Nicanor Velásquez, Antonio María Ramírez, Eustaquio Hernández, Juan Hernández, Benito Hernández, Jesús María Requena R. y Dalio Hernández, con los cuales fue conformado un ejército de más de dos mil soldados voluntarios orituquenses. 



Calle Adolfo Chataing de Altagracia de Orituco, estado Guárico.
 Desde el otrora  cerro  de  Venancia,  a  pocos  metros  delante  del
 empalme con la calle Bella Vista. (Foto: C.L.G., sábado 17-11-2012)
 
Chataing participó en la Batalla de Chaguaramas el 16 de abril de 1892, cuando fueron derrotados por las fuerzas gubernamentales, que estaban jefaturadas en el oriente del Guárico por el general José Ángel Hernández Ron. Aquel fracaso no amilanó la combatividad de los crespistas orituqueños, quienes decidieron reorganizarse al mando de Adolfo Chataing, Leonardo Vargas y Francisco Briceño con la formación de dos batallones que fueron incorporados a los generales Wenceslao Casado y Leoncio Quintana, para marchar hacia Ocumare del Tuy con el objeto de tomar esta población, lo que lograron exitosamente, a pesar de la valiente defensa hecha por el general Antonio Orihuela; pero luego fracasaron en Boquerón frente a fuerzas enemigas. Sin embargo, combatieron en Valencia, Puerto Cabello y otros lugares para reforzar el triunfo de Joaquín Crespo hasta entrar victoriosos a Caracas. Regresaron al Orituco cuando finalizaba octubre de 1892 y se reincorporaron a sus actividades de rutina. No hay datos que indiquen otras participaciones de Adolfo Chataing en actividades guerreras.

4.- Disparo mortal

El general Adolfo Chataing estaba dedicado a la agricultura, aunque había sido comerciante en sus días de joven veinteañero. Falleció en Altagracia de Orituco, a las cuatro y media de la tarde (04:30 p.m.) del día 16 de abril de 1897 (Viernes Santo), a los cuarentidós años de edad, como “consecuencia de una herida”, según lo anotado en la partida de defunción respectiva, que habría sido ocasionada por un tiro certero a la cabeza, hecho con un arma de fuego desde la calle y a través de una ventana, cuando estaba rasurándose en su casa de habitación, de acuerdo con informaciones aportadas por la señora Margarita Becea de Ortega, respetable vecina gracitana octogenaria, quien les oyó esa aseveración en varias ocasiones a las hermanas Trina y Luisa Amparo Ortega, cuando conversaban sobre ese caso. Ese habría sido el comentario que circulaba entre familiares, pues las hermanas Trina y Luisa Amparo Ortega, quienes murieron muy ancianas en la séptima década del siglo XX, eran tías de José Ortega Rojas, esposo fallecido de la informante Margarita Becea de Ortega, y primas de Clemente Mauro Ortega, casado con Carmen Luisa Pérez de Ortega, quien era hermana de Rosa Ana Pérez y ésta viuda del general Adolfo Chataing”. No hay noticias conocidas acerca de los pormenores de ese fallecimiento ni sobre el homicida.
Sin embargo, ha circulado una segunda versión acerca de la muerte de Adolfo Chataing. Ángel Metodio Delgado Silva, un altagraciano septuagenario, recordó que su maestro de sexto grado en la Escuela Federal Ángel Moreno de Altagracia de Orituco, el macaireño Tulio Atahualpa Castillo, acostumbraba conversarle a sus alumnos de temas orituquenses; en cierta ocasión les habló del general Chataing y, entre otras cosas, les dijo que éste se había suicidado. Queda la duda, porque tampoco hay datos aclaratorios con respecto a este suicidio. 


Firma del general Adolfo Chataing, Presidente del Concejo Municipal del otrora distrito Guzmán Blanco, estampada el 31 de diciembre de 1886, en el último folio del libro de defunciones del antiguo municipio Altagracia de Orituco correspondiente al año 1887. El Presidente del Concejo tenía la facultad de abrir los libros de registro de partidas de nacimientos, defunciones y matrimonios de los diferentes municipios que integraban el distrito respectivo. (Foto: C.L.G., jueves 20-09-2012)

5.- Recuerdo perdurable

Adolfo Chataing es el epónimo de una calle principal de Altagracia de Orituco, la cual se extiende a mil quinientos metros de longitud aproximada, en dirección oeste-este, desde la calle Bella Vista hasta la avenida Ilustres Próceres, cerca de la alcabala de la Guardia Nacional; está ubicada paralelamente entre las calles José Martí, por el norte, y la Julián Infante, por el sur. Esa vía ya era conocida como calle Chataing en 1925, cuando se acostumbraba a usar el apellido del epónimo para tales denominaciones. Este nombre perdura como un tributo a este reputado personaje del Orituco del último tercio del siglo XIX.
No existen datos que aclaren porqué a esa calle le asignaron específicamente esa denominación y no se la dieron a otra; sin embargo, es factible sospechar que la idea de dársela particularmente a esa vía, amén de otras justas razones posibles, habría sido, conforme con la versión del homicidio de Adolfo Chataing, porque el disparo fue hecho hacía su casa desde la calle que luego fue bautizada con su nombre; aunque también puede pensarse en que tal decisión habría estado relacionada, sencillamente, con la ubicación de la vivienda del afamado personaje.

6- Desaparición del apellido

Hay noticias de la existencia solamente de cuatro personas de apellido Chataing que fueron residentes de Altagracia de Orituco, desde los inicios de esta comunidad hasta el momento de redactar este escrito en noviembre de 2012. Todas estuvieron domiciliadas en esa población durante la segunda mitad del siglo XIX. Una fue Adolfo Chataing, quien es el motivo fundamental para la redacción de estas notas biográficas. Otras dos fueron Adolfo Isidro y Alfredo Chataing, hijos de aquel general. La cuarta, de nombre Guillermo Chataing, era un joven de veinticuatro años de edad, casado, comerciante, quien está citado, con esos rasgos de identificación, como la persona que se presentó ante la primera autoridad civil del municipio Altagracia de Orituco, el 18 de julio de 1891, para realizar el registro del nacimiento de la niña Isabel María, hija legítima de Eduardo Orta e Isabel Oramas, lo que había sucedido el 4 de julio de 1891. No hay datos conocidos que indiquen algún vínculo familiar, amistoso o de cualquier otra naturaleza, de ese Guillermo Chataing con Adolfo Chataing, quien era un muchacho de apenas doce o trece años de edad cuando nació Guillermo.
El apellido Chataing perdura en el Orituco solo como el epónimo de la calle mencionada anteriormente. Ese apelativo desapareció de tierras orituqueñas por causas desconocidas. Se ignora el destino de los hijos legítimos de Adolfo Chataing. Los descendientes naturales no tuvieron hijos; siempre vivieron en Altagracia de Orituco, donde murieron y con ellos se extinguió la descendencia de Chataing en suelo orituqueño.

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