lunes, 19 de julio de 2010

Recuerdos de Valle de la Pascua

MIS QUERIDOS MAESTROS DEL G.E. “RAFAEL GONZÁLEZ UDIS”


Alberto Hernández


Corría, casi a gatas, la década de los años 60. Mientras en La Pascua se oían lo tiros de lejos, aquellos que protagonizaba uno de los grandes equívocos de nuestra historia cercana, en nuestra comarca se agitaba una generación que aún sigue activa, que recupera a diario la memoria y revuelve en los cajones las voces de personajes idos, casi olvidados por una mayoría dedicada a otros menesteres.
Y afirmo casi a gatas porque la edad no nos daba para entender la lentitud de nuestro tiempo. Una noticia dolorosa fue la muerte de aquel paisano militar, hijo del editor del periódico Candela, evento que escandalizó y afectó al pueblo. Pero La Pascua era una suerte de remanso, de abrevadero de sueños y detalles que el futuro se encargaría de colocar en su sitio.
Los que estudiamos primaria en el Grupo Escolar “Rafael González Udis” no podemos olvidar al director González Contreras, hijo del mencionado como epónimo de aquella extraordinaria aventura entre la Plaza Bolívar y la Laguna del Rosario. No podríamos echar a un lado la longitud de esa casa donde todos éramos familia, donde nos conocíamos, jugábamos y peleábamos, pero vivíamos para remarcar aquello de que “pueblo chiquito, infierno grande”. Digamos que la felicidad siempre estuvo allí, pese a que veces la ignorábamos.

Maestros, maestras
Comenzaba la democracia. Era el año 1959. Todavía olía a pólvora, la de enero del 58. La Pascua también tuvo sus ajetreos para salir del dictador. Entonces apareció el nombre de Wolfgang Larrazábal, un marino de porte peliculero y tocador de cuatro. No sabíamos, tripones nosotros, como solía decir el poeta Palomares, qué acontecía en el país, porque para nosotros había un solo país, un país de lagunas, topochales, trompos, metras, papagayos, fusilados, ladrones y policías y los cines Tropical, Manapire, Morichal, Paraíso, entre otras alegrías que venían en las películas mexicanas, en Tarzán, Memín Pengüín, entre tantas imagénes en pantalla y en los suplementos que intercambiábamos. Ese era el país que teníamos a la mano. Lo demás no existía. La televisión era un lujo muy distante, hasta que llegó en un canal que se veía clarito, Teletrece de Valencia. RCTV y Venevisión se veían, pero con muchas rayas.
En esa atmósfera respiraban con nosotros los maestros y maestras de escuela, los del Grupo Escolar “Rafael González Udis”. Un poco antes de ingresar a esa escuelota, porque era inmensa a nuestros ojos de chamos, los hijos de muchos que vivíamos en la González Padrón con La Mascota, fuimos admitidos en las escuelitas de patio de las doñas Ana. Una de ellas tenía unas maticas que daban sombra frente al negocio de Benigno Aray. Allí nos dieron las primeras letras a punta de coscorrones y regaños. Después ingresamos a la escuelita de doña Ana de Calderón, a pocos metros del Cine Tropical por la vieja y recordada avenida Táchira, más arriba, hacia el cerro del Hospital, de la bodega de don Pío Oropeza. Las primeras letras nos entraron con sangre, mocos y lágrimas, porque la señora Calderón fue la primera –duramos pocos días con ella- castradora de aptitudes. Nos pegaba con una regla que no era regla sino una tabla, nos halaba el lugar donde iban a nacer las patillas. Pero nada, aprendimos algo bueno, tenía los ojos bonitos pese a su comportamiento con nosotros. Por allí comenzó nuestra futura universidad.
Meses después, uniformados y con los zapatos pulidos, entramos al “González Udis”. No cabíamos en la felicidad. Muchos de mis vecinos eran nuestros condiscípulos: los Martínez, los Sotillo, los Lazaballet, los Higuera, los Moncada, los Loreto, los Machado. Son tantos que se han perdido en un cuaderno de rayas.
Mi maestra de primer grado fue Ana González, una mujer dulce y amiga de mi papá porque había sido maestra de él, quizás bajo una mata. Con ella aprendimos a leer. En segundo grado nos recibió la dulce y bonita prima Josefina Hernández. En tercero, Constanza Zaa. En cuarto Josefina Mercedes de Moreno (quien casi me mete a cura). En quinto y sexto grados estudiamos con los maestros Salvador González, Ricardo Hurtado, Rafael Vidal Guía y Juvenal Bolívar, con quienes aprendimos tantas cosas, como hacer un periscopio, por ejemplo.
Un breve paréntesis nos llevó al Colegio “Juan Germán Roscio”, donde nos dio clases –en cuarto grado- el maestro Aníbal Matute. En ese pequeño salón de la Casa Parroquial (que me apunte mi amigo Nicolás Soto, quien era mi vecino de pupitre) trabajaban otros docentes, entre ellos Manuel Maluenga. Lamentablemente, la memoria no me da para mencionar a esos hombres que el padre Chacín convirtió en héroes civiles de nuestro pueblo.
Esos hombres y mujeres, los recordados y los olvidados, construyeron nuestra emocionalidad. Vertebraron nuestros deseos de continuar estudiando, de ingresar al Liceo “José Gil Fortoul” y a otros planteles que, como a mí, me tocó tener como asiento de formación, entre ellos el Liceo “Alejandro de Humboldt”, de Calabozo, y el “Enrique Bernardo Núñez”, de Valencia, de donde egresé como bachiller en ciencias en su primera promoción, en 1970.
El resto forma parte de ese hermoso recuerdo que nos legó el “González Udis”. Mientras estudiaba fuera del país, en el Pedagógico, en Maracay. Allí estaba mi querido grupo escolar.
En todas partes están mis viejos y queridos maestros ¡Salud por ellos¡

sábado, 10 de julio de 2010

LOS DIABLOS EN EL ESTADO GUÁRICO

Arturo Álvarez D´Armas


La festividad del Corpus es celebrada en Europa desde tiempos inmemoriales, específicamente data del año 1246, cuando el Obispo Roberto de Lieja (Países Bajos), escogió el día Jueves, después de la octava del Pentecostés como la fiesta del corpus. Más tarde, bajo el papado de Urbano IV (Santiago Pantaleón) se le otorgó la aprobación universal mediante la bula “Transiturus”, el 8 de Septiembre de 1264. En esa época la diversión se efectuaba con tarasca, cabezudos y enanos.
Con el mal llamado “descubrimiento” del nuevo continente, son trasladadas a América muchas fiestas religiosas y populares de origen europeo y muy particularmente de España, entre ellas encontramos: San Juan, San Pedro y San Pablo, San Antonio, San Benito y Corpus Christi.
La Cofradía hispánica, esencialmente religiosa, se amalgamó con las costumbres y tradiciones que trajeron en sus mentes los esclavizados africanos. Fue un proceso sincrético donde se mezclan la fe cristiana y algunos elementos rituales, musicales y danzarios de la lejana África.
La incorporación de africanos a las relaciones esclavistas de producción, introduce una nueva etnia de características particulares, la cual trae sus propias creencias y cultos ancestrales al gran patrimonio cultural de Venezuela. Así como la fiesta de San Juan se transforma en un baile de fuerte contenido africano, los diablos danzantes, en esencia, son un rito de fuerte influencia del continente negro, conteniendo aportes europeos e indígenas.
La primera referencia histórica de la cual tengamos noticias sobre la celebración de Corpus en Venezuela, nos la ofrece el Obispo Diego Baños y Sotomayor en 1687, cuando prohíbe las danzas de mulatos, negros e indios, que las realizaban en las procesiones del corpus, su Octava y las fiestas de los santos Patronos.
La festividad de los diablos, se baila en muchas regiones de Venezuela como Naiguatá (estado Vargas), San Francisco de Yare (estado Miranda), San Rafael de Orituco (estado Guarico), Ocumare de la Costa, Cata, Choroni, Chuao y Maracay (estado Aragua), Tinaquillo (estado Cojedes) y muy recientemente ha sido reactivada en Canoabo, San Millán barrio de Puerto Cabello (estado Carabobo). También hay constancia de que se efectuaba esta festividad, en Curiepe, Petare, Guatire y Ocumare del Tuy (estado Miranda), Guacara (estado Carabobo), El Sombrero y Tucupido (estado Guarico).


SAN RAFAEL DE ORITUCO


El pueblo del Arcángel San Rafael, se encuentra ubicado en el Municipio José Tadeo Monagas del estado Guarico. La primera noticia de la diablada en San Rafael, nos la ofrece el ilustre Obispo Mariano Martí (1969) en visita pastoral el 23 de Marzo de 1783 y anota en su libro de Documentos”… se celebra el corpus…”. Otra cita histórica acerca de la presencia de los Diablos en San Rafael la tomamos de Don Adolfo Machado, cuando señala que el día del Corpus de 1820, el Comandante Bartolomé Martínez, en unión de algunos oficiales tropezó (Machado: 1961) con más de una comparsa de diablitos. Parece ser que las tropas patriotas aprovecharon esta circunstancia para disfrazarse de diablos y de esa manera tomar la población por asalto.
En la presente la danza de los diablos se efectúa bajo los auspicios y dirección del señor Gota heredero de Antonio Teófilo Aular.
Aular era nativo de El Guapo (estado Miranda), y pasa algunos años en Batatal (estado Miranda), donde aprende este baile con Julián Benaventa. Cuando don Antonio llega a San Rafael, encuentra el baile del Corpus; siendo sus más fieles exponentes: Juan Bautista Ramírez, Juan Ledesma y Juan Domingo Ledesma. La misa se realizaba en la plaza y en sus alrededores se ponían siete altares.
Aular se viste de diablo desde el año 1945, lo cual hace para “pagar promesa”. Antonio Aular falleció a mediados de los años 80 del siglo pasado.
La indumentaria utilizada por los prometeros es la siguiente: pantalón y camisa de diario adornado con cintas; alpargatas, algunas veces adornadas según el gusto de cada uno y en la camisa un pequeña cruz bien sea de palma o cinta. El capataz usa un mandador o látigo: un palo cubierto con un tejido elaborado con cabuya y en la punta una tira de cuero, para espantar a los intrusos y provocadores, en su mayoría muchachos.
Los instrumentos musicales utilizados son: un cuatro, el cual fue incorporado por el señor Aular y un tambor pequeño (antiguamente se usaba un tambor grande del tamaño de un redoblante). Este bimembranófono mide 17 cms. de altura se le pone cuero de venado y es amarrado con bejuco, los parches son entrelazados con mecatillo y se toca con un palo de 20 cms. de largo. Cada diablo lleva una maraca. Las personas que tocan el cuatro y el tambor no se visten de diablo.
Las mascaras son elaboradas de camasa (Lagenaria siceraria) mejor conocida como totumo, las fabricaba el propio Aular. Algunas son de forma zoomórfica y por ojos espejos: antiguamente eran de papel y madera. Como la máscara solamente cubre el rostro, se complementa con tela. Generalmente roja, con ella se cubría el resto de la cabeza, al igual que en algunas etnias de África Occidental.
El día de Corpus comienza a las 8 de la mañana con la llegada de los prometeros. Se efectúa el primer toque, luego van a la iglesia, bailando al frente de esta. Hacen una visita a la jefatura donde han pedido el permiso correspondiente. Igual que en la época colonial ese permiso era solicitado a los amos o caporales de las haciendas por los esclavizados. Durante el día siguen las visitas a las casas hasta altas horas de la noche, o se trasladan a pueblos vecinos.
Mientras se baila frente a una casa el diablo mayor o capataz saca un pañuelo y lo entrega a uno de los miembros de la familia visitada y este lo devuelve con algún donativo.
Los diablos de San Rafael de Orituco no tienen una cofradía en el sentido exacto de la palabra. Antiguamente en la vivienda de Antonio Aular se guardaban el tambor, las mascaras, el cuatro, las máscaras y la ropa. El dinero recabado durante el jueves de Corpus se reparte entre los prometeros para comprar las velas del Santísimo.
Aunque puede haber variado el objeto y el sentido ancestral de la fiesta de Corpus en San Rafael, esta conserva su forma.


EL SOMBRERO


Esta población es la capital del Municipio Mellado. Hacia el año 1927, aparecían los diablos de El Sombrero, guiados por su jefe Pilar Olivero. Todos los danzantes eran afrodesendientes, se vestían con tela de zaraza roja, se colocaba un rabo y en la cintura era amarrado un cencerro. El capataz de esos diablos llevaba un mandador para espantar a los intrusos. Los instrumentos musicales eran: un redoblante, un cuatro y una maraca para cada diablo.
La máscara tenía aspecto zoomórfico, la trompa era de madera y el hocico de alambre; forrados con papel y un par de cachos. La careta se ataba a una tela roja colgando hacia atrás.
Cuando sentían (Aretz: 1947), los toques de alza de media misa, los diablos corrían a tenderse boca abajo, frente a la iglesia; después de la salida bailaban, y a continuación recorrían el pueblo brincando. Esta costumbre desapareció en El Sombrero cuando murieron estos negros.

TUCUPIDO

Esta ciudad es la capital del Municipio José Félix Ribas, según testimonio de la profesora Isabel Aretz (1947), “…encontramos que antiguamente los diablos usaban careta cosida al manto. Utilizaban un cuatro, se visten de colores y se pintan la cara con carbón”. Esta diablada estaba integrada por tres personas. Se visten de colores y en número de tres recorren las casas del pueblo.

Fuentes consultadas:


ARETZ, Isabel. “La fiesta de los diablos”. En: Revista Venezolana de Folklore. Caracas: Tomo I, N° 2, julio-diciembre de 1947. Pp. 91-110.
BALOGUN, Ola. “Forma y expresión en las artes africanas”. En: Introducción a la Cultura Africana: aspectos generales. Barcelona: Serbal/UNESCO, 1982.
MACHADO, Adolfo A. Apuntaciones para la historia (obra escrita entre 1875 y 1899). Introducción de Don J.A. De Armas Chitty. Notas del Dr. Pedro Rafael Arévalo. Madrid: Publicaciones Amexco, 1961.
MARTÍ, Mariano. Documentos relativos a su visita pastoral de la Diócesis de Caracas 1771-1784. II Libro Personal. Estudio preliminar y coordinación por Lino Gómez Canedo, OF.M., Academy of American Franciscan History. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1969. (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 9).
Fotografías: Arturo Álvarez D´ Armas.

El Motor de aire desafía la segunda Ley de la Termodinámica. Invento de un guariqueño.