lunes, 28 de junio de 2010

VIVENCIAS DE UN TUCUPIDENSE- ZULIANO: Dr. HECTOR SERVIDEO SOTO

Ponencia presentada en el II ENCUENTRO DE CRONISTAS E HISTORIADORES DEL ESTADO GUÁRICO EN TUCUPIDO. MAYO DE 2010. CASA DE LA CULTURA RAFAEL RENGIFO. CONMEMORACIÓN DE LOS 250 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE TUCUPIDO, CAPITAL DEL MUNICIPIO RIBAS EN EL ESTADO GUÁRICO.


Manuel Soto Arbeláez


I. Presentación. Me ha sido de grato placer transcribir las notas vivenciales de estimados paisanos guariqueños. Considero que a los hombres y mujeres que hayan hecho carrera positiva a favor del país, se les deben reconocer sus méritos cosa que estoy tratando de hacer con algunos de ellos, en vida o ya desaparecidos. Las siguientes notas vienen de puño y letra de mi querido y estimado médico tucupidense Héctor Servideo Soto, residenciado en el Zulia desde 1951, hasta la fecha de su muerte el 27 de Noviembre 2007, donde hizo carrera en unión a su esposa, también médico, la Dra. Haydee Parra. Murió en Maracaibo rodeado del cariño de sus hijos y esposa. Los siguientes párrafos van dedicados en este Encuentro de Cronistas de Tucupido, a este valioso hijo suyo.

II. Orígenes y Educación Primaria. Dice el Dr. Héctor Soto: “Nací en Tucupido, Edo. Guárico el 06-05- 1923, en el seno de una familia humilde. Hijo de Josefa Antonia Soto, tuve cinco hermanos: Rosa, Zoila, Josefa, Garibaldi y Sara. Asistí a la primera Escuela Graduada de Tucupido, la “Narciso López Camacho” hasta el 5to grado, donde tuve valiosos y preocupados maestros por nuestro aprendizaje, a quienes admirábamos por su honestidad y sencillez, signos elocuentes de la pureza de sus almas. He aquí algunos de ellos: Luís Guglieta Ramos, Vicente Arellano, Eleazar Lozano, quien llevó a la Escuela métodos modernos, eliminando la palmeta como medio para el castigo por cualquier falta o travesura propias de la edad y en su lugar estimulaba nuestra estima y formación con sabios consejos. Compartieron conmigo, de 1933 hasta 1938, los bancos de la Escuela apreciados compañeros, cultivando la camaradería y la amistad entre todos. Algunos de ellos: Rafael Celestino Rengifo, Isidoro Mendoza; Emilio y Rubén Carpio Castillo, Rafael Panzarelli, Emma Ponce, Rosa Emilia Armas y otros.

La narración continua así: “Con Celestino Rengifo y el Profesor Lozano conseguimos una imprenta para la Escuela y elaboramos con nuestro esfuerzo y trabajo el primer periódico infantil en Tucupido, titulado El Chiquilín. Como en la Escuela no había sexto grado tuve que trasladarme a Valle de La Pascua para terminar mi educación primaria en la Escuela Graduada Leonardo Infante durante el año 1939, donde tuve la fortuna de encontrarme con un maestro y Director profundamente humano y solidario que me enseñó la mejor disciplina en el estudio y la conducta para ser un buen ciudadano ¡Cuanto le agradezco su empeño! se trata de Alberto I. Padra. Recuerdo algunos compañeros de escuela: Manuel Castro Oropeza, Luis Lasaballet, Isidoro Hernández, uno de los hermanos Flores Díaz y otros.

III. Educación Secundaria. “Terminado el 6to. Grado con un rendimiento óptimo, y como en Valle de la Pascua no había Liceo, me trasladé con mi madre a San Juan de Los Morros en busca de una ayuda-beca para estudiar bachillerato y nos entrevistamos con el Gobernador y su Secretario Aníbal Paradisi. Con una respuesta muy positiva, habida cuenta de la claridad de mi visión futura, la beca fue de Bs. 91 mensual, lo cual me permitió ingresar a una residencia estudiantil y al Liceo Juan Germán Roscio en San Juan de Los Morros, donde permanecí desde el año 1940 al 43, compartiendo con mis compañeros los encantos de la juventud. Recuerdo con mucha deferencia a mis profesores, quienes vertieron en nosotros sus conocimientos: al Dr. Miguel Chacín, Pedro Natalio Arévalo, al Dr. Leal, al Dr. Martínez Villasmil, al Sacerdote Timoteo García de Corpa, a Guillermo Meneses, y al profesor Pineda, entre otros”(..).

Compartían las aulas de clases y/o la Residencia estudiantil, entrañables amigos, difíciles de olvidar: Fernando Alvarado hijo, Fabián Zerpa, Eduardo Toro, Ramón de J. Heredia, Guillermo y Ángel Loreto. Guillermo Dumith, José Inés Pérez, Napoleón Ledezma, David Díaz, Pedro Díaz Seijas y Rubén Rodríguez. Entre ellos hubo uno con quien coseché una sincera y fraternal amistad: Fernando Alvarado Guzmán, hijo, la cual mantuvimos siempre fresca al lado de toda su familia y por toda la vida en especial con sus padres: Don Fernando Alvarado y Misia Aida Guzmán de Alvarado, quienes me brindaron un amor puro, acogiéndome en su hogar como un miembro más de su familia, noble gesto digno de mi eterna gratitud y de la gracia de Dios para esta familia sanjuanera”

IV. Caracas. Estando ya en la Capital dice Héctor Servideo: “Terminado el bachillerato en el Liceo Roscio de San Juan de los Morros, me fui a Caracas a estudiar Pre-universitario en el Liceo de Aplicación anexo al Pedagógico de la capital en el año 1944, allí tuve como profesores a excelentes y exigentes maestros de la docencia: Pérez Rodríguez, Sansón, Arroyo, entre otros. Es bueno recordar que ese año era el filtro exigente no sólo para los estudiantes que venían del Interior, sino para los de Caracas también, por lo cual los que tenían posibilidades económicas emigraban a Valencia. Yo me crecí ante el compromiso y salí adelante. Luego ingresé a la Universidad Central de Venezuela en el año 1945, ese fue uno de los momentos más felices de mi vida, al pensar que un niño veguero de un pueblo llanero, con toda una carga de necesidades, estaba de pié y ante la estatua del Sabio José María Vargas y me prometí a mí mismo, y a los míos, que aprovecharía al máximo la oportunidad que Dios y la Patria me ofrecían. Allí tuve profesores brillantes, verdaderos gigantes de la medicina quienes volcaron sus extensos y profundos conocimientos sobre nosotros, dignos ejemplos a seguir. En los primeros años los profesores José “Pepe” Izquierdo, Montbrun, Pablo Izaguirre, los hermanos Plaza Izquierdo, Rojas Contreras, O´ Dali, Félix Pifano. En la segunda etapa, o de las Clínicas, recuerdo a los profesores Ruiz Rodríguez; al zaraceño Hernández Rodríguez (Bambarito), Pérez Carreño, Blanco Gásperi, al zaraceño Manuel Vicente Méndez Gimón, Pastor Oropeza (Padre de la Pediatría Venezolana), Ernesto Figueroa, Gabriel Trompiz, Méndez Castellanos, Gabriel Barrera Moncada, Espíritu Santos Mendoza y Ernesto Vizcarrondo. Y entre los compañeros de curso mencionaré algunos; Vicente Armas, Josefina Tejeda, Emilio Carpio, Josefina Brington, Alexia Sandoval, Martínez Suárez, Víctor López García, Gustavo Silva, Romero Páez, Ligia Padilla, Luís Cuenca Pérez, Eladio Díaz y Ríos De Vicente.”(..)

V. Penurias de un estudiante. Recordando sus pasantías por 7 pensiones en Caracas, que una de las que le dejó más recuerdos “Fue una pensión situada en las desaparecidas esquinas de Pájaro a Tejar, que considero como la más emblemática de mi vida estudiantil, (pues) era manejada por un hombre rudo, poco afable y de modales carentes de los Consejos de Carreño en su libro de urbanidad y buenas costumbres; la administraba como un feudo que soportábamos con estoicismo los estudiantes de diferentes facultades y empleados y/o oficinistas del comercio y entes públicos. Su interés principal era el provecho económico a expensas del estómago de los comensales. Con esta escasa ración iniciábamos las actividades del día, hasta regresar al almuerzo a ingerir lo que a él se le antojara”. Recuerdo a un paisano guariqueño que compartía esta penuria con el resto de los pensionados, el hoy abogado Dr. Máximo Salazar Carchidio, estudiante siempre vestido elegantemente(..). Continua el Dr. Soto: “Como no podíamos estudiar por las noches, porque argumentaba que “se gastaba mucha luz”, teníamos que emigrar a las plazas públicas cercanas: la del Nuevo Circo, la Henry Clay, la Plaza España y otras. Algunas veces expoliados por el hambre de la media noche un compañero y yo, consumíamos de la nevera todo cuanto podíamos: hasta zanahoria, remolacha, lechuga, etc., todo lo cual despertó la ira del patrón, que así lo llamábamos, y esto lo solucionó encadenando la nevera durante las noches. En otras ocasiones más afortunadas, como estudiábamos en las plazas hasta altas horas de la noche, ocasionalmente se presentaban situaciones muy gratas: se nos acercaban algunas personas alegres bajo los efectos del alcohol y comenzábamos un diálogo más o menos en estos términos: -Hola Br., ¿qué están estudiando? Le respondíamos (que) Medicina. Bonita y noble profesión, -¿De dónde vienen?- Del Llano, -Bonita Región, ¿Y no tienen frío y hambre a estas horas de la noche? De todo un poco, pero estamos acostumbrados...-Ya se lo vamos a quitar vamos al cafetín del Chino de la esquina y allí comerán una tostada, una torta burrera con almíbar, una gelatina o un café, según prefieran. Consumido el contenido de tan generoso gesto, le expresábamos nuestra gratitud más sentida, entonces él se iba con su marcha vacilante y palabreando un monólogo –El llanero será un buen médico para curar a nuestro pueblo. ¡Si señor!- y así se alejaba esa alma generosa y caritativa ante la necesidad del prójimo(..). “Como la pensión también alojaba por 3 a 4 días a comerciantes del interior que venían a realizar transacciones comerciales, se contaba entre ellos un señor de mi pueblo Tucupido: Vicente Morales, quien me distinguió con su afecto y sincera amistad, mutuamente compartida. Cada vez que llegaba a la pensión preguntaba por mí y me decía: Br Soto mientras yo esté aquí Ud. está invitado a almorzar conmigo en el Restaurant “Mesa”, conocido éste por su exquisita comida de distintas regiones del país y en especial de la llanera. Cuando llegábamos al restaurant me decía: escoja lo que quiera comer y cuanto quiera. Invitación ésta que equilibraba la dieta deficitaria cotidiana. Cansado de la rutina de esa pensión y en busca de un mejor ambiente y alimentación, me mudé a casa de un compañero de estudios en la esquina de Torrero, en La Pastora. Al principio sentí el cambio que esperaba, pero a los meses siguió pasando a la rutina anterior, por lo cual me fui a la casa de doña Rosa de Olivares, de Socarrás a Puente Yánez, una familia con fuerte principios religiosos, de acuerdo a mi formación cristiana, pasando allí los 2 últimos años de mi etapa estudiantil. Durante ese lapso conocí compañeros de estudios y empleados públicos en un ambiente cordial y respetuoso. Guardo gratos recuerdos de esa muchachada. Durante ese tiempo realicé pasantías como Bachiller Interno y Residente en el Hospital Policlínico de Los Teques, donde logré experiencias muy valiosas con los Jefes de Servicios: Dres. Yánez, Morillo, Silva Santaella y otros maestros en sus especialidades y generosos en su práctica profesional. Como éstas, fueron muchas las experiencias y anécdotas vividas en esa inolvidable y recordada etapa de mi vida universitaria y con frecuencia en el atardecer de mi vida las evoco (aquí en Maracaibo) para refrescar mi memoria de tan bellos momentos”(..).

VI. El Diploma de Médico. “Por fin llegó el día de la anhelada graduación de Médico el 2 de agosto de 1951 en la promoción Dr. Pastor Oropeza en homenaje a tan honorable Maestro, día en que el Paraninfo de la Universidad Central de Venezuela (hoy Palacio de las Academias), se engalanó para recibir en Acto Solemne a los miembros de la Promoción con las Autoridades Universitarias presidida por guariqueño Rector Julio De Armas y nuestro Padrino Epónimo el Profesor Pastor Oropeza. Se nos invitó a hacer el Juramento Hipocrático y luego a recibir el Título de Médico Cirujano. Trascendental y memorable momento, donde una vez más sentí la bendición de Dios entre coros y cánticos, exaltando la alegría, la felicidad y el amor que palpitaba al unísono en el corazón de mi madre junto al mío, de mis familiares y amigos, lo cual dejó una huella imperecedera en nuestras almas. Al mismo tiempo en mi imaginación sentí la presencia del Dr. José María Vargas que extendía sus brazos hacia mí, con una sonrisa de triunfo y me susurraba al oído: ya eres uno de los nuestros, cumplirás siempre con tu deber, y le he sido fiel a lo largo de mi vida”(..).

VII. Logros médicos, científicos y académicos del Dr. Héctor Servideo Soto. Uno de los mayores logros del Dr. Héctor Servideo Soto y de ejemplo para los Tucupidenses, fue vencer siempre las grandes dificultades ligadas a la pobreza y subdesarrollo presentes en las poblaciones del interior venezolano durante la primera mitad del siglo veinte, que impedía el desarrollo intelectual y humanístico de sus habitantes. Huérfano de padre a los 4 años de edad y de origen humilde, Héctor S. Soto logró con su gran tenacidad e inteligencia manifestada desde su niñez y con el apoyo de su madre, Josefa Antonia Soto y su hermana Rosa Soto, obtener una beca para continuar sus estudios al terminar el 5º grado en Tucupido. Su buen rendimiento académico le permitió conseguir una Beca de la Compañía Creole para realizar sus estudios universitarios en la Escuela de Medicina de la Universidad Central de Venezuela y obtener el Título de Médico Cirujano con excelentes calificaciones, convirtiéndose el 1º de Agosto 1951 en el primer médico nacido en Tucupido.

En Diciembre 1961, se gradúa de Especialista en Puericultura y Pediatría en la Universidad Central de Venezuela, con la máxima calificación de 20 puntos, convirtiéndose en el primer pediatra Tucupidense y, el Título de Doctor en Ciencias Médicas en la Ilustre Universidad del Zulia con la presentación de su Tesis Doctoral el 04 de Marzo de 2001, cincuenta años después de su graduación en la UCV, lo que indica que nunca cejó en su afán de superación.

Durante su vida profesional el Dr. Héctor S. Soto fue considerado por sus colegas y discípulos como un pediatra insigne, porque ejerció la profesión con mucho amor, mística, dedicación y asumiendo con gran responsabilidad a cada uno de sus pacientes aplicándoles los mejores tratamientos en el momento oportuno para lograr su curación. Fue, además, un incansable luchador por la igualdad de sus pacientes más necesitados.

Gracias a sus cualidades científicas y humanas, en Julio del 1977 se convirtió en Profesor Universitario en el Departamento Docente de Pediatría de la Facultad de Medicina de la Universidad del Zulia, ganándolo por concurso de oposición y ejerció los cargos de Coordinador de la Cátedra de Propedéutica Pediátrica en la Unidad Docente Hospital Chiquinquirá de la Universidad del Zulia, Profesor de Clínica Pediátrica. En el año 1982 fundó la Unidad Docente Hospital Materno Infantil Cuatricentenario de Maracaibo, coordinándola hasta su jubilación en el 1998.

En Julio de 1978 ganó el concurso de oposición como Jefe de Servicio de Pediatría fundando el Servicio de Pediatría dependiente del Hospital Materno Infantil Cuatricentenario de Maracaibo, cargo que ejerció hasta su retiro por enfermedad en el 2002.

El doctor Héctor Servideo Soto fue nombrado Padrino Epónimo de 4 y Padrino Honorario en 10 promociones de Médicos egresados de la Universidad del Zulia. Asistió durante su carrera médica a más de 120 cursos de Actualización en Pediatría, Jornadas y Congresos presentando trabajos científicos originales sobre el tema en 17 oportunidades. Fue miembro de 7 Sociedades Científicas: fundador y Presidente de la Sociedad Médica de Cabimas, Miembro Honorario y Presidente de la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría, Filial Zulia, Miembro Fundador y Honorario de la Sociedad Zuliana de Perinatología (AZUPERINAT), Miembro de la Sociedad Venezolana de Infectología y Miembro de la Academia Americana de Pediatría y fue Miembro Fundador del Colegio de Médicos del Estado Zulia

En su matrimonio con la Dra. Haydee Parra de Soto, Héctor Servideo Soto constituyó un hogar con elevados valores éticos, morales y cristianos ejemplo de honestidad, rectitud y responsabilidad, valores que inculcó a sus hijos, a sus discípulos y a toda su familia. Tuvo la oportunidad de recoger sus frutos en sus hijos, familiares y en sus alumnos. Sus 8 hijos obtuvieron títulos académicos con excelentes calificaciones, tres de los cuales Summa Cum Laude: un médico veterinario, una enfermera, una administradora, dos médicos cirujanos, un ingeniero agrónomo, un arquitecto, y un abogado sacerdote jesuita filósofo y teólogo.

El Dr. Héctor Servideo Soto fue un hombre cristiano enemigo de la ostentación y el derroche, buen hijo honrando a su madre y benefactor de toda su familia, hermanos, sobrinos, hijos, y nietos. Fue un hombre amante de la naturaleza y de todo cuanto lo rodeaba: amó el arte, la música clásica, la lectura y las culturas que conoció en sus viajes alrededor del mundo, y nunca olvidó a su Tucupido, pueblo que lo vio nacer el 6 de mayo de 1923 y al cual visitaba frecuentemente junto a su esposa e hijos. Dio ejemplo de honestidad, rectitud, responsabilidad a toda su familia y a quienes le conocieron en el desempeño de su vida hogareña, como pediatra, como profesor universitario y como ciudadano de este país.

Sufrió con humildad y paciencia su larga y penosa enfermedad y falleció rodeado del amor de todos sus seres queridos el 27 de Noviembre 2007, a los 84 años de edad. Su vida fue, es y será motivo de inspiración para familiares, amigos y generaciones futuras de su querido Tucupido, población que estuvo siempre sembrada en sus recuerdos.

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Notas: Estos logros fueron escritos por su esposa y todos sus hijos quienes fueron aportando referencias alusivas a tal fin.

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