miércoles, 14 de septiembre de 2016

236 AÑOS DE LA PARROQUIA SAN JUAN BAUTISTA DE LOS MORROS

ARGENIS RANUÁREZ ANGARITA




Contrariamente a nuestro placentero hacer a viva voz y sin auxilio de papeles, apuntes o esquemas, haremos una semblanza histórica de la comarca de los morros, la cual lleva implícita la opinión personal y  propia de este cultivo en tierras de la historia, con los medios propios de producción propios del periodismo.
Desde hace casi medio siglo, venimos utilizando el término comarca para referirnos a San Juan de los Morros y a su área de influencia, independientemente de divisiones territoriales de naturaleza civil, militar o religiosa.
Hoy, veintiséis de mayo del año 2016, celebramos con racional júbilo los 236 años de la creación de la parroquia Eclesiástica San Juan Bautista de los Morros. No anduvimos al garete buscando una fecha, ni la dejamos al azar, capricho o conveniencia. Esa fecha la celebramos desde 1980, desde hace 36 años, cuando el Concejo Municipal del entonces Distrito Roscio del Estado Guárico, la adoptó como punto de partida de nuestro asentamiento urbano, habida cuenta de la particular manera de nacer y crecer todo centro poblado en caminos de paso obligado o encrucijada de caminos.
Para llegar a la decisión de tomar la fecha del decreto del Obispo Monseñor Doctor Mariano Martí, esto es, el 26 de mayo de 1780, hubo de transcurrir respetable largo tiempo de casi 200 años, durante los cuales la historia local fue asunto que a nadie importara o la historia local se mantuvo reducida a la historia de vida de sus moradores y a lo más, a la historia familiar, y sus respectivas relaciones con el medio geográfico.
Comenzamos a tener inquietud por nuestro pasado a raíz de la caída de Marcos Pérez Jiménez. Nuestros primeros cronistas son periodistas. Alí Almeida y Juan Ubaldino Zerpa rompen esquemas centenarios. Comienza la preocupación por el pasado remoto de San Juan de los Morros, sin dejar de lado el pasado reciente para ese nuevo tiempo. El Morro, periódico impreso dirigido por Almeida el cual circuló hasta 1960, con veinte ediciones junto a un programa de radio que ese periodista mantuvo en Radio Guárico AM, comienzan tímidamente a hurgar en el pasado. Dos hijos de este pueblo comparten idéntica inquietud, el Doctor Ramón de Jesús Heredia y el Coronel Cedeño Zerpa.
No hay fundador. No hay acta de fundacional. No hay demarcación territorial. Encrucijada y camino de paso obligado, este paraje de rica vegetación, abundante agua e impresionante belleza,  vió  pasar a muchos, a muchos  viajeros que iban a fundar hatos, a buscar oro o venían a comercializar ganado, luego  de la expansión hacia el sur iniciada con la fundación de San Sebastián de los Reyes, el 6 de enero de 1585 por Sebastián Díaz Alfaro. Éramos  a un tiempo el patio de San Sebastián  y la puerta de los llanos de Caracas.
El primero en publicar un trabajo sobre la fundación de San Juan de los Morros fue Do Tito Sierra Santamaría, andino del Táchira, Don Tito, co-fundador de la extinta Asociación Venezolana de Periodistas Seccional del Estado Guárico,  ejerció el cargo de Coordinador de la Gaceta Oficial del Estado   desde 1959 y logró recopilar importante información que publicó en sus libros “Fundación de San Juan de los Morros “-1962- y” Sitios Históricos del Estado Guárico “-1975-. Fue Santamaría pionero en la búsqueda de nuestros orígenes independientemente de que la verdad histórica haya aflorado pocos años después de publicado su primer libro.
Paralelamente un hombre llamado Felipe Santiago García funda un periódico de intereses generales, con énfasis en el deporte, llamado “Campo Deportivo”, donde tuvimos el honor de incorporarnos a finales de los años sesenta. Allí Almeida, Oscar Hernández, Ubaldino Zerpa, Fulgencio Alayón, Ricardo Alcalá y otros, insistíamos sobre  un más allá convencidos como estábamos que ni Luis Ximénez de Rojas había sido fundador  en 1675 como señaló erróneamente Sierra Santamaría,  ni era cierta la fecha del año 1675 como afirma Landaeta Rosales en su” Gran recopilación Geográfica, Estadística e Histórica”, en la cual no señala fundador.
Otros inquietos sobre esos orígenes, fueron siempre los doctores Fernando Alvarado  Guzmán y Enrique Olivo, ambos nacidos en este valle, ambos brillantes alumnos del Colegio Roscio y de la Universidad Central de Venezuela, jueces de reconocida solvencia personal y profesional, primero y segundo cronistas oficiales de la ciudad de los morros, autor el primero de tratados de investigación  histórica publicados en la revista  de la Asamblea legislativa del estado Guárico desde 1966 hasta 1969, órgano dirigido por el periodista Miguel Quintana Delgado.
Con ellos en amenas tertulias caseras compartíamos opiniones. Coincidíamos con el Doctor Víctor Manuel Ovalles, quien en 1933 advertía: No hubo fundación. San Juan de los Morros nació imperceptiblemente, a orillas del camino, casas distantes, cercanas a ríos y quebradas. Éramos jurisdicción de San Sebastián unas veces, de Villa de Cura otras. En la “Descripción exacta de la Provincia de Venezuela” de Don Joseph Luis de Cisneros de 1674- 59 años después de la fecha señalada por el Padre Acosta ,un año antes de la señalada por Landaeta Rosales, en esa obra no aparece pueblo, ni villa, ni ciudad llamada San Juan de los Morros. Es concluyente que al no existir prueba documental de fundación alguna, con las formalidades de toda fundación, fue esta comarca  una formación espontanea.
Durante muchos años cronistas nacidos o venidos a este valle, hicimos crónica sobre nuestro proceso evolutivo, sin más punto de partida que la afirmación de Landaeta Rosales repetida por Sierra Santamaría, y llego el año 1967, cuando un servidor público en el Archivo General de la Nación, llamado Manuel Pinto, archivólogo y paleógrafo, hizo un hallazgo de marca mayor relacionado con nuestra comarca, en el archivo del Palacio Arzobispal de Caracas, Pinto busco y encontró.  Transcribió cuarenta documentos y con recopilación y notas de su autoría, los publicó en una edición bajo el titulo "Principio y Formación de San Juan de los Morros", obra que por la contundencia de las  pruebas documentales, echó por tierra, toda especulación anterior sobre fundaciones que ninguna veracidad tenían.
Lamentablemente, ninguna autoridad del Estado Guárico tomó interés en promover y distribuir la obra. Su difusión ese año se vio opacada por el terremoto que causo muertes y daños materiales en Caracas y en el Litoral. Pese a la publicación del libro de Pinto, a nivel local se  seguían repitiendo los nombres desde Garci-Gonzales de Silva y de Luis Ximénez de Rojas como fundadores. Carlos Rodríguez Ovalles Manifestaba  públicamente su desacuerdo con tal afirmación. Un hijo de San Sebastián de los Reyes, descendiente de los alemanes de la Selva Negra que fundaron la Colonia Tovar, Ramón Antonio Ziegler Álvarez, vino a vivir al Valle del Paurario, echó raíces como músico y radiotécnico, preocupado por lo que llamó "publicaciones llenas de suposiciones como verdades históricas desconcertantes para todo público, y perjudiciales sobre todo para estudiantes”, ofreció como obsequio al San Juan que celebraría 200 Años al año siguiente, -1980-,un trabajo por demás esclarecedor, que el Consejo Municipal presidido por Alejandro Tovar Bosch, publico en un folleto.
El año Bicentenario se publican cuatro obras alusivas a los orígenes de San Juan: la de Ziegler, la del Dr Enrique Olivo titulada "Calendario de Fechas y Sucesos de San Juan de los Morros"; la del Dr. Adolfo Rodríguez  titulada "San Juan de los Morros: Relámpago y Égloga", y un folleto editado por el Consejo Municipal del extinto Distrito Roscio, contentivo de tres piezas oratorias de gran valor documental. La primera, el discurso pronunciado por el Doctor Luis José Acosta Rodríguez, hijo ilustre de Ortiz, nuestro inolvidable amigo, en la sesión solemne del 26 de mayo de ese 1980; el segundo, del Doctor Arístides Baujón, en el cuadragésimo cuarto aniversario de la Guardia Nacional, y el tercero pronunciado por el muy ilustre Doctor Saúl Ron Troconis, con motivo del segundo aniversario de la muerte del Doctor Fernando Alvarado Guzmán, nacido en San Juan de los Morros el 15 de agosto de 1926, primer Gobernador del Guárico nacido en este valle de Los Morros ,primer Cronista Oficial de su ciudad natal.
Y  ese año 1980, el año Bicentenario, nuestro hermano del alma  Doctor Adolfo Rodríguez  publicó un artículo que movió voluntades para hacer posible la celebración en grande, 2 meses después: "Dos Siglos de San Juan" fue el titulo del trabajo publicado en el Diario El Nacional.  Rodríguez  advertía entonces, que faltaban 2 meses para el Bicentenario, y que no había nada previsto para celebrarlo. Cita a Ovalles, al Liceo Roscio de los 40 y 50, al Sabio Torrealba, y finaliza con el alborozo por el inicio de las actividades académicas de la Universidad que tantos desvelos nos costaron, con la clase magistral del Rector  J.J González Matheus, el 21 de enero de ese 1980. Rodríguez en su obra citada, hace un poético ejercicio de imaginería, y concibe, en aplicación LATU SENSU del término "fundación", nueve fundaciones para San Juan, ese San Juan donde el Doctor Rodríguez  no vio la luz al nacer, pero igual que nos y que muchos, vio la otra luz, al renacer en este lar por demás estelar. Esas fundaciones son: paisaje, mucha agua, mucho verdor; la de las minas, búsqueda  ansiosa, la gran decepción pirita aurífera y no oro; la del buen pastor, decreto del Monseñor Martí; la de la muerte, con la matanza de sanjuaneros por Antoñanzas, trescientos prisioneros decapitados unos, empalados otros, y destripados otros. Unos trescientos en total, aquel Año doce del decimonó0nico fatal para este valle, la otra fundación, la de las Aguas Termales, que llevan a construir carretera y balneario, la de Los Huertos, con colonia china plantando vegetales, y antes, siembra de morera para gusano de seda; otra fundación es la de Gómez: hotel, faro, balneario, luz eléctrica, hasta 1934, cuando de noche a mañana se convirtió en capital del Guárico.
La fundación carcelaria, para A. Rodríguez, decretada el 44, inaugurada el 49, es la octava, y la novena, la Universidad.
Mucho, mucho aguanto papel sobre nuestros orígenes, pero, la verdad llega, aflora y se impone. Entre tanto que agradecer, además de duda eterna, con Monseñor Martí y con el historiador Manuel Pinto, gratitud sanjuanera también para el aragüeño universal Lucas Guillermo Castillo Lara, quien en su discurso de incorporación como individuo de número de la Academia de la Historia, publicado en 1977 bajo el titulo: "Materiales para la Historia Provincial de Aragua", con discurso de contestación del Académico Dr. Carlos Felice Cardot, nos informa sobre un nombre que hicimos nuestro: Paurario, nombre dado al Morro por los pobladores indígenas de este valle, y sobre un crimen aborrecible: tortura y abandono de la India Magdalena por el zutano mal llamado "Don", Luis Ximénez de Rojas, alcalde de la Santa Hermandad de San Sebastián, dueño del Hato Chaparral, cerca del Rio Guárico, camino de San Juan hacia San Sebastián, personaje asociado erróneamente con nuestra fundación, adorador de la imagen de Nuestra Señora de la Misericordia y Caridad, venerada por ambos pueblos desde el incendio que consumió toda su casa, menos a la pequeña imagen de la Virgen.
Gracias al Doctor Castillo Lara por esa transcripción del doloroso relato. Nunca nos entró el nombre del tal Don Luis como fundador de San Juan de los Morros, y celebramos que la verdad haya brillado y tengamos la honrosa condición de pueblo de formación espontánea, y que nada tuviera que ver con nosotros ese inquisidor.
Y  así terminada esta semblanza, una opinión seguida de un pedimento. Estamos mal en el control del crecimiento urbano. Muy mal. Nuestro pulmón vegetal, el Pariapán que contemplamos desde la ventanita de nuestro rancho, será pronto ranchería por un lado y urbanización no planificada por el otro. Peligra la cota de crecimiento, peligra la vegetación, y lo más grave, peligran nuestros manantiales. Algo hay que hacer, y pronto. Y lo otro, una vikingocracia que tomo parques y plazas, viciosos que renunciaron a toda responsabilidad personal, familiar y social, una clase de renunciantes que viven y beben con el trabajo de otros, que requieren al igual que orates de todo género y sexo que deambulan por calles y carreteras, esperando respuesta, atención pronta, eficaz y eficiente, situación de la cual somos responsables todos: unos por acción, otros -los más- por omisión.
Y así, la fecha de hoy dada a escoger por R.A Ziegler en 1979 junto a otras dos del siguiente año a la erección de la parroquia: fijación del sitio para la iglesia, e inauguración de ese templo, 5 de marzo la una, 5 de diciembre la otra, de 1781; celebramos con racional alborozo porque aunque muy mal anden muchas cosas en la patria de Bolívar, muchas otras mantienen su buen ritmo y a norte franco con la voluntad intacta de sus protagonistas. Aquí civiles y militares, maestros y escolares, comerciantes y profesionales, que este Valle del Paurario se cumpla bien y por siempre, lejos de las sombras de las dudas, la mentira y la falacia, y cerca, muy cerca, del afecto matrio de la solidaridad humana y social, y del tiempo libre para avanzar y avanzar, viendo de vez en cuando para atrás para ver, aprender, corregir, y seguir y seguir y seguir, juntos en la pertenencia a la Comarca del Paurario, cantado en 1964 en verso por Teobaldo Mieres, telegrafista, pintor, inventor, músico, comerciante y escultor, todo pasión creadora por este valle de misterio, de magia y de encanto.
Amén.
26-06-2016. S I. PARROQUIAL SAN JUAN BAUTISTA

lunes, 5 de septiembre de 2016

HACIENDA LA RUBILEÑA

Carlos A. López Garcés
Cronista de Orituco



1.- Valor histórico
            Las riberas del río Orituco, específicamente en el municipio José Tadeo Monagas del estado Guárico y desde tiempos coloniales hasta el presente, han sido utilizadas como base territorial para la operatividad de unidades de producción agropecuaria, entre las cuales estaba la hacienda La Rubileña cuyo nombre, según una suposición tradicional, deriva del apellido Rubín, que habría sido el de uno de sus antiguos propietarios; sin embargo, hasta ahora no ha sido posible encontrar datos confiables que sirvan para verificar tal conjetura ni otros relacionados con su evolución.

            Esa finca estaba ubicada a nueve kilómetros (9 Km), aproximadamente, al noroeste de Altagracia y a dos kilómetros (2 Km), en la misma dirección, del vecindario Guanape. Esta localidad y la hacienda fueron cubiertas por las aguas del embalse Guanapito en 1962. Restos de este centro agrícola quedaron expuestos, como nunca antes, debido a la intensa sequía causada por el fenómeno natural El Niño, sobre todo en los cuatro primeros meses del actual año 2016, lo cual estimuló la idea de reseñarle algunas noticias provechosas, porque La Rubileña integraba la dinámica socio-económica orituquense, lo que la hace interesante para la historia local del siglo XX con respecto a tres factores básicos: el modo de producción predominante, el aprovechamiento de la energía eléctrica y la introducción del tabaco Virginia.
2.- Tenencia, superficie y uso
            El modo de producción capitalista imperaba en territorio orituqueño a mediados del siglo XX; era el mismo que regía en el área rural venezolana; estaba caracterizado por la tenencia y uso particular de los medios de producción, lo que es decir: la tierra, edificaciones o inmuebles, maquinarias y otros mobiliarios e instrumentos de labor eran de propiedad privada o usufructuadas por un arrendatario o más; el capital era propio o a préstamo; el trabajo era asalariado.



            El último propietario de La Rubileña fue el doctor Aza Sánchez (abogado), a quien se la arrendó don Miguel Ávila hacia el año 1949, cuando ya había desistido de continuar con el arrendamiento de la hacienda La Margarita, propiedad del licenciado Pedro Salazar Vásquez y donde, con aporte crediticio del Banco Agrícola y Pecuario, cultivaba café cuya producción era de poca rentabilidad.
            La superficie de La Rubileña se extendía por el oeste hasta el sitio de Curucutí y por el sur colindaba con la hacienda Guanapito; habría sido alrededor de cuarenta hectáreas (40 has), que incluían el lugar de las edificaciones y el de los sembradíos; entre las primeras estaban: la casa principal, grande, de paredes de tapia, techo de tejas sobre caña amarga y piso de ladrillos; la casa de los isleños; el trapiche y sus  anexos; el cuarto del alambique; los hornos de tabaco; el baño de ganado; la sala de la planta hidroeléctrica; la vivienda para el celador o responsable de la planta; el tanque de agua.
3.-  Siembra primordial       
            La caña dulce era el cultivo principal de la hacienda cuando don Miguel Ávila se encargó de ella; además, había plantaciones de cacao, tomate y lechosa en menor extensión, que trasladaban a Caracas con fines comerciales, y de cebolla, cebollín, cilantro, lechuga, etcétera, para autoabastecimiento, en primer lugar, y mercadeo; la lechosa también la vendían a la empresa de Ron Pampero, en Aponte, cerca de Ocumare del Tuy. Por otra parte, hicieron pruebas con tomate tipo manzano en 1950, con semillas importadas de Estados Unidos; pero las siembras, al igual que en otras haciendas, fueron destruidas por la extraordinaria creciente del río Orituco ocurrida el 22 de octubre, como lo reseñó el periódico altagraciano Alborada Nº 17, del día 29 de ese mismo mes y año, que dirigía el profesor Blas Loreto Loreto (2009, p. 202).
            La molienda de caña dulce la hacían en un trapiche activado con fuerza hidráulica. El jugo o guarapo pasaba, a través de un canal y previamente filtrado para eliminarle las impurezas, a una serie de cuatro o cinco pailas donde era hervido, con el fuego de la leña, hasta un punto óptimo de densidad para fabricar papelón, con los moldes de madera respectivos, y alfondoque y alfeñique, dos tipos de golosinas muy apreciados por la colectividad orituqueña. Asimismo, lo utilizaban para la elaboración de aguardiente, lo que requería de un cuarto oscuro, una batería de cubas para fermentar el jugo o guarapo y un alambique para destilar el derivado alcohólico, cuya graduación debía ser de 40 oGL, aunque algunas veces sobrepasaba tal medida; esta actividad era supervisada por un funcionario de las rentas de licores municipales, la que tenía dos inspectores encargados de esa labor, uno de los cuales era el señor John Méndez en los años cincuenta de la centuria XX.
            El papelón lo vendían, hacia 1950, con peso de un kilogramo por unidad y a razón de setenta bolívares la carga, equivalente a ochenta papelones cada una, que envolvían con el bagazo de caña; su mercado elemental era Altagracia y otros pueblos de Orituco, mientras que el aguardiente lo comercializaban en Caracas, principalmente, y en bodegas y botiquines de Altagracia, envasado en bidones o “carboyas”, con la fama de ser el mejor de la región, donde había otras haciendas que elaboraban ambos productos, entre las cuales estaban Santa Rosa, Garabán y Tocoragua. El precio de esos artículos disminuyó significativamente, al extremo que bajó el rendimiento de las haciendas de caña orituquenses e hizo pensar a los productores en soluciones urgentes para esa situación perjudicial.
4.- Prueba victoriosa
            Coincidiendo con aquellas circunstancias desfavorables, don Miguel Ávila tuvo la oportunidad de conocer en Caracas al presidente de la Compañía Anónima Venezolana de Tabaco (CAVET), empresa productora de cigarrillos Capitolio, quien lo motivó para hacer una prueba con tabaco Virginia en La Rubileña, la cual fue ejecutada favorablemente con crédito aportado por la misma fabrica cigarrera. Los primeros trabajos fueron hechos hacia 1951; incluyeron la aradura con dos bueyes llamados Tumbaga y Ojo Negro, que los manejaba un portugués de nombre Blas Balagao, quien ya trabajaba en esa hacienda, donde los utilizaba preparando la tierra para sembrar y aporcando los frutos menores; estos animales fueron de gran utilidad para el isleño Juan Gómez, un español-canario de Gomera conocedor de las exigencias del tabaco, quien fue empleado por don Miguel Ávila para coordinar actividades atinentes a ese cultivo. La casa principal sirvió de horno para la primera cosecha obtenida, que fue de excelente calidad, según lo indicó el altísimo porcentaje de hojas amarillas.   




            El resultado de aquella prueba fue tan exitoso que ocasionó la sustitución de la caña dulce por el tabaco, dada su mayor rentabilidad, lo que significaba la aplicación de nuevos criterios económicos y tecnológicos mediante: un aumento de la superficie a cultivar; la incorporación de varios isleños expertos en ese vegetal; la edificación de hornos tabacaleros a cargo del canario Manolo Hernández como constructor, los cuales se activaban con querosén; la adquisición de un tractor Massey-Harris con su respectiva rastra para reemplazar a los dos bueyes, etcétera. Con este tractor sumaban dos en Orituco; el otro estaba en la hacienda Campo Alegre, de acuerdo con  información publicada en el quincenario altagraciano Correo del Orituco, de la segunda quincena de abril de 1968, dirigido por Víctor Pérez Pérez; después hubo un tractor más, de marca Oliver, en la hacienda Tocoragua.
             El tabaco de La Rubileña lo llevaban a la factoría de CAVET, ubicada en San Martín, Caracas. El éxito tabacalero de esa hacienda sirvió para estimular la proliferación de ese cultivo en otras fincas orituquenses, lo que se acrecentó con tanta determinación que fue el sustituto de la caña dulce; esto denotaba un mejoramiento económico sustancioso y sustentable para los hacendados. Valga un paréntesis para recordar que La Carmenatera era la única unidad de producción valleorituqueña donde no sembraban caña; allí predominaban las naranjas.   
5.- Personal
            Las labores relacionadas con la producción tabacalera, cuando esta realidad se había consolidado en La Rubileña, incluían, entre otros, los elementos siguientes: de ocho a diez isleños canarios encargados del cultivo de la planta; veinte peones cosechadores; un tractorista y dos obreros cargadores para trasladar las hojas hasta los hornos; quince a veinte mujeres para el encuje; la cura en los hornos a cargo de los isleños expertos; un grupo de mujeres clasificadoras. Esto revela que había una división social del trabajo con respecto al sexo.  La clasificación la hacían según el color y la integridad de la hoja: amarillo indicaba mejor calidad; marrón oscuro era inferior al amarillo y superior al bajero. Este último era de baja categoría por estar muy maltratado y no tener el color conveniente; tenía tres niveles: bajero uno, bajero dos y bajero tres.
            Es oportuno resaltar que una práctica hecha común fue el uso de guano (importado de Chile) para abonar y de orina por su contenido de urea, ante la dificultad de adquirirla en el mercado, como sucedía igualmente con los plaguicidas; por esto combatían a los gusanos quitándoselos uno a uno a cada mata y echándolos en un sombrero; los peones ganaban un bolívar por cada sombrero lleno de esa plaga. Conviene decir que don Miguel Ávila se residenció con su esposa e hijos en La Rubileña, donde también laboraban algunos familiares suyos muy cercanos: Jesús y Juan Ramón Ávila, caporales; Rafael y Alberto Ávila, tractoristas; Arturo y Napoleón Ávila, choferes (sobrino el sexto y hermanos los demás).
6.- Dos recursos  importantes
            En la hacienda había un sistema hidráulico que se surtía con agua del río Orituco, la cual, desde la finca El Onoto sita al norte, descendía por gravedad y a través de un canal construido en los cerros aledaños hasta La Rubileña, donde era utilizada para activar el trapiche y la planta eléctrica. Es justo recordar que el señor Nicasio Benavente era el encargado de la distribución del agua que se hacía desde este sistema, durante varios años hasta que terminaron las actividades.
            El trapiche constaba de una rueda metálica giratoria, quizás de cinco a seis metros de diámetro, que se activaba con la fuerza del agua que le caía sobre las paletas de madera desde un canal elevado; esa rueda estaba conectada mediante un engranaje a unos gruesos rodillos de metal, que, al girar, servían para la molienda de la caña dulce y así extraerle el jugo o guarapo que, por medio de un canal, iba a las pailas para la elaboración del papelón antes comentada. El agua regresaba al río Orituco por una acequia hecha con esa finalidad. Toda esta instalación, excepto la rueda, estaba techada con zinc al igual que otras.



            La planta era encendida al activarse el movimiento del generador de electricidad (dínamo), mediante una correa conectada a una turbina que giraba impulsada por la fuerza del agua, la cual le llegaba, por gravedad y con abundancia, descendiendo a alta velocidad por un tubo de quince a dieciséis pulgadas de diámetro aproximado y una inclinación quizás de 40º, desde un tanque ubicado acaso a veinte metros de altura. El agua también regresaba al río Orituco por medio de una acequia como en el caso del trapiche.
            El señor Carlos Maurel era el encargado de encender la planta a las seis de la tarde y apagarla a las nueve de la noche. Esta planta estaba en La Rubileña cuando don Miguel Ávila asumió el arrendamiento de esa hacienda. Una versión, narrada por el médico-escritor Rodrigo Infante Marrero en su libro La prole de Evaristo (1989, pp. 7 a 10), revela que habría sido instalada hacia 1926 por el dueño de esa finca en esos días, el italiano don Arturo De Gregorio, con la ayuda de sus hijos y del señor Ángel Constant, quien era muy inventivo para estos quehaceres. Don Arturo la importó de Estados Unidos, vía La Guaira, y logró que fuese trasladada a La Rubileña después de superar muchas dificultades por caminos fragosos recorridos en el transcurso de varios meses. Don Arturo vendió la hacienda, con la planta incluida, en 1929; luego compró la finca Tocoragua donde falleció como consecuencia de la hematuria en 1930.
7.- Novedad tecnológica
            Al principio, aquella planta proporcionaba únicamente electricidad para la finca; después sirvió además para el alumbrado público de Altagracia de Orituco, donde significó un módico e importante cambio cualitativo, a pesar de la baja intensidad de la luz, porque fue la introducción de un adelanto tecnológico en el pueblo para sustituir un servicio muy limitado, que había sido hecho con faroles de querosén, encendidos por un farolero, desde el 5 de julio de 1874, al decir de Adolfo Antonio Machado en sus Apuntaciones para la historia de Altagracia de Orituco (1961, p. 90; 2008, p. 204).
            Aquel reducido avance, dado por la primera planta eléctrica de Orituco, fue posible gracias a un contrato del dueño de la hacienda con el Concejo del otrora distrito Monagas del estado Guárico, de acuerdo con el cual este cuerpo edilicio debía pagar una determinada cantidad de dinero, que, inicialmente, habría sido de trescientos bolívares por quinientos bombillos y durante el mismo horario que regía para la finca. Este convenio permitió tender las líneas de cables desde La Rubileña, por el camino de Guanapito a La Carmenatera con rumbo hacia Altagracia de Orituco, donde era aprovechada su utilidad aún en el año 1943, aproximadamente, cuando fue instalada en la población una planta eléctrica que funcionaba con gasoil, aportada por el ejecutivo regional guariqueño, según lo aseveró el gracitano Agustín Fernández, quien fue uno de sus operadores; pero la de La Rubileña siguió al servicio de la hacienda hasta que en esta cesaron las labores hacia 1958, como consecuencia de la decisión ejecutiva nacional de construir el embalse Guanapito por medio del otrora Ministerio de Obras Públicas (MOP); esta obra fue iniciada en 1959 e inaugurada en abril de 1963 por el Presidente Rómulo Betancourt.       
Altagracia de Orituco, mayo de 2016.



FUENTES
1.- Bibliográficas
            INFANTE, Rodrigo. La prole de Evaristo. Altagracia de Orituco. Edición de la     Casa de la Cultura Jesús Bandres. 1989.
            LORETO LORETO, Blas.  Alborada, pie de luz para medio siglo.  Altagracia de Orituco. Edición de la Alcaldía del Municipio José Tadeo Monagas del estado     Guárico. 2009.
            MACHADO, Adolfo A.  Apuntaciones para la historia (obra escrita entre 1875 y         1899). Madrid. Publicaciones Amexco. 1961.
            MACHADO, Adolfo A. Recopilación de apuntaciones para la historia de           Altagracia      de Orituco hasta el siglo XIX. Altagracia de Orituco. Edición de la Alcaldía de        municipio José Tadeo Monagas del estado Guárico. 2008.
2.- Hemerográfica
            “El tabaco Rubio: Base económica de Orituco”. Correo del Orituco. Director:   Víctor Pérez Pérez. Año I - Nº 1. Altagracia de Orituco, segunda quincena de abril de 1968, pp. 4, 5. 
3.- Informaciones orales
            ÁVILA ARROYO, Carlos. Altagracia de Orituco, lunes 18 de abril de 2016.
            ÁVILA ARROYO, Miguel. Altagracia de Orituco, jueves 28 de abril de 2016.
            ÁVILA TIRADO, Napoleón. Taguay, martes 3 de mayo de 2016.

            FERNÁNDEZ, Agustín. Altagracia de Orituco, viernes 2 de marzo de 2012.

El Motor de aire desafía la segunda Ley de la Termodinámica. Invento de un guariqueño.