miércoles, 15 de abril de 2009

El mundo campesino y musical de un hombre nacido entre Chaguaramas y La Pascua

JUAN SOUBLETTE, ENTRE EL SILENCIO Y UNA PARTITURA


Alberto Hernández*


El camino a Monte Azul sólo se advierte en el polvo que el tiempo dejó adherido al silencio. Los viejos arrieros dejaron marcas espirituales en el viento. Una aparición abreva en lo que fue paso obligado de recuas y sombras.

El viejo Juan Antonio Rodríguez hincaba su posesión de Monte Azul, situado entre Chaguaramas y Valle de la Pascua, cerca de lo que es hoy el Ánima del Picapica.

-Pero allí lo que queda es un negocio de portugueses, porque a Monte Azul se lo tragó el monte y el olvido. Parece que el tiempo se adueñó hasta del nombre.

Juan Soublette nació en esos matorrales un día de agosto de 1937. entre surcos y cantos de gallos tuvo de memoria dos años bregando una respiración campesina.

Una victrola RCA Víctor lo hizo entrar en la música, gracias a un antiguo merengue de Lorenzo Herrera: “Sí, era algo así como El coletón. Eso me impresionó mucho, tanto que me quedó grabada esa cancioncita. Pero mi abuelo Juan Antonio Rodríguez tocaba el cuatro, muy poco, pero lo tocaba. Eso también me llamó mucho la atención, al igual que las canciones que mi mamá entonaba. Eran canciones cubanas, argentinas, mejicanas, colombianas…de la época”.

La vida campesina termina cuando en 1940 decide la familia trasladarse a Valle de la Pascua.

Disparos en la noche

Nadie sabe a ciencia cierta cómo mataron al hijo de Juan Antonio Rodríguez, también llamado Juan Antonio Rodríguez, padre de Juan Soublette. “Como soy hijo natural llevo el apellido de mi madre”.

Los disparos reventaron en la oscuridad. El herido fue un hombre, quien fue víctima de un accidente de cacería…

-A mi padre lo matan en la sombra. La verdad es que él muere en Valle de la Pascua, porque ya estaba gangrenado y él no aceptó que le amputaran una pierna. “No quiero ser un medio hombre”, le dijo a la familia y a los médicos. Entonces se murió. Esos campesinos eran muy fregados. Yo no lo conocí.

Sin la tutela del padre, la abuela lo saca de la casa y “me deja huérfano de madre”. Allí hacía todos los mandados, todos los oficios de la casa. “Eso fue hasta el año 43”.

Músicos de oído

-Mi familia por parte de mi abuelo, pero también por parte de los Soublette, toda fue músico de oído.

El muchacho revelaba una curiosidad tímida hacia las manifestaciones donde la música era presencia. Golpes, bailes, serenatas, eventos estos que promocionaban una manera de vivir en pleno llano, en aquella aún campesina población de Guárico.

-Con la muerte de mi abuelo comenzó una nueva vida para mí, porque se rompieron las ataduras. Eso me permitió viajar por todo el oriente y centro del país. Hasta que me establecí en Caracas. Fueron días difíciles porque así conocí el hambre.

Los primeros días de democracia, caído el régimen de Pérez Jiménez, l permitieron a Juan Soublette ser músico de radio y televisión. “En esas tenidas de guitarristas, un músico que todavía vive me vio que yo estaba en un rincón oyéndolos tocar”. Eso solía ocurrir en el bar “Los Artistas”, al lado de Radiodifusora Venezuela”.

-Me preguntó si tocaba y me mandó a la Escuela Superior de Música. Eso fue en el 57. Pero pasó un tiempo y yo me dediqué a otras actividades, por lo que lo de la escuela quedó pendiente. Pero me animé después y me inscribí. Tenía 22 años. Me aceptaron.

Oficios de todo tipo ejerció en esa Caracas agitada por la turbulencia política: lavandero, ayudante de albañilería, limpiabotas, lavador de carros, vendedor de periódicos…pero también cantaba mientras hacía todos estos trabajos.

La Escuela Superior de Música

Vicente Emilio Sojo, Raimundo Pereira y el padre Lazo fueron los integrantes del jurado de ingreso a la Escuela Superior de Música de Caracas. “Me sondearon auditiva y vocalmente, e ingreso. Eso me crea muchas dificultades porque cantaba en un trío y el tiempo se me perdía. En una ocasión fui a Maracaibo a la inauguración de una planta televisora, en el 59, y allí decidí abandonar el mundo nocturno, porque eso es una agresión. Entonces, me dediqué a estudiar música”.

Raimundo Pereira, un maestro de música de Calabozo, lo enseñó a solfear. “Pereira era duro, muy amargado, pero me enseñó todas las técnicas del solfeo”.

Vicente Emilio Sojo lo metió en el mundote la armonía, el contrapunteo y la fuga. “El maestro Sojo me daba cinco bolívares para que comiera. Tanto Pereira como Sojo me regalaron dos trajes de casimir para que pudiera seguir asistiendo a la escuela”.

-Un día, José Antonio Abreu también me regaló uno para que pudiera tocar en la Universidad Católica Andrés Bello. Recuerdo que fue en 1962.

La guitarra era la compañera de Juan Soublette. Graduado en guitarra clásica, decidió que no era lo que realmente anhelaba. “Durante 14 años estuve en la Escuela Superior. Aparte de Pereira y Sojo, Manuel E. Pérez Díaz, autor de “Serenata” y de “Anhelo”, quien me daba Historia y estética; el doctor Plaza, hermano de Juan Bautista, también me enseñó. Quien me dio Dirección Coral fue el maestro Antonio Estévez Aponte, y Evencio Castellano formas musicales: sonata, sonatina, concierto…la parte académica”.

Largo trecho

Durante tres años Juan Soublette fue guitarrista oficial del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (Inciba), durante la administración de Simón Alberto Consalvi. “Tocaba en todo el país, pero cómo costaba cobrar. Muchas cosas vi que no me gustaron y dejé la actividad como concertista. Ahora toco para mí”.

Guanare lo ve llegar como director de la Banda y de la Escuela de Música en 1968. Durante un año ejerció estas dos funciones hasta que se dio cuenta de que le faltaba mucho que aprender de la práctica musical. “Renuncié y volví a Caracas. Estaba estropeado, realmente deprimido. Pero en esos tiempos regresó de Estados Unidos José Antonio Abreu y me mandó a buscar con Juan Carlos Núñez para integrarme a la fundación del movimiento de orquestas juveniles del país”.

Le tocó a Soublette dirigir el primer concierto de la orquesta en Parque Central. Rómulo Lazarte fue el solista. Eso fue en el 70, “pero Abreu sabía que yo estaba mal económicamente y me mandó a Aragua. Me presentó al gobernador Rodríguez Viso y me nombraron Director de la Banda Sinfónica del Estado, profesor de Teoría y Solfeo y guitarra en el Conservatorio”.

-A partir de 1975 comenzaron a aparecer conspiraciones por todos lados. Yo no apoyé nada de eso, entonces trajeron a Lucila Palacios, lo que trascendió y le llegó a Moreán Soto, gobernador de la época. El gobernador me apoyó pero decidí renunciar. Y me fui a Mérida, gracias a Andrés Ortega.

En Mérida, Juan Soublette trabaja como director de la Escuela de Música de la ULA y del Orfeón Universitario. “Me gustó esa labor. Hicimos una orquesta. Pero fue la docencia musical la que realmente me atrapó. Durante cinco años desarrollé ese trabajo”.

Regresa a Maracay en la década de los años 80. Retorna a los mismos cargos. Aquí pudo poner en práctica todo lo que hizo en Mérida, “pero los profesores no estaban ajustados a lo académico. El Conservatorio no producía. Mira, el Conservatorio tiene unas cuantas décadas y no ha producido nada extraordinario. Por esa actitud de renovar salgo junto con el director José Ramírez, quien se propuso cambiar las estructuras hasta que lo botaron. No lo entendieron”.

Como investigador musical, Juan Soublette cuenta con una visión de la enseñanza que no tiene precedentes por la eficacia y la rapidez para resolver problemas. “La idea es investigar directamente en la obra musical, porque allí está el núcleo del conocimiento. Pero para eso hay que tener intenciones de trabajo. No se debe trabajar sobre la interpretación de las metodologías, porque éstas son muy periféricas. Por eso puedo demostrar que puedo enseñar en un año lo que hace cualquier universidad en materia de música”.

La poesía y los poetas

Mérida fue espacio para acercarse a la poesía y a los poetas. “Con Ángel Eduardo Acevedo he tenido una relación extraordinaria. Tanto Acevedo como Briceño Guerrero trabajaron mucho conmigo. Ellos tocaban violín en la orquesta. Fíjate que el maestro Briceño Guerrero se aproximó a la música para adentrarse más en la filosofía”.

Juan Soublette pronuncia los nombres de Ramón Palomares y Enrique Hernández D´Jesús con mucho afecto y respeto.

-Es que los poetas hacen de la vida un misterio que nos sirve para vivir, así mismo la música. La música se estudia para vivir bien, para saber vivir. La poesía es un tránsito que alguna vez tenemos que tocar, de otra manera no habríamos pasado por la vida.


*Periodista y poeta.

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