martes, 24 de agosto de 2010

ALGUNOS ASPECTOS MÉDICOS EN LA NOVELA “ACENTO DE CABALGADURA” DE ENRIQUE MUJICA”

Ponencia presentada en el VI ENCUENTRO DE CRONISTAS, HISTORIADORES E INVESTIGADORES

ORTIZ, 20 DE AGOSTO DE 2010


Edgardo Malaspina

Enrique Mujica, poeta y escritor galardonado con muchos premios nacionales e internacionales, nacido en San Juan de los Morros , en su obra cumbre “Acento de cabalgadura” nos habla del llano Guariqueño, sus caminos y los hombres que lo transitan. Con un lenguaje exquisitamente coloquial cada relato es una experiencia muy personal en un marco local, pero cuya carga de sabiduría vital resumida es una experiencia que trasciende hacia lo universal por su perspicacia y profundidad filosófica.

Me detendré en algunos párrafos que reflejan la manera peculiar del hombre de la sabana de enfrentar y entender las enfermedades, en el contexto de una medicina primitiva, pero sencilla y empìrica que Victor Manuel Ovalles no dudó en denominar Llaneroterapia.

En el relato La Ruleta el personaje debe encargarse de una bodega con la sugerencia de comer donde los hermanos Ladera. Analiza su situación:

“ Pero ya mi hermano Manuel me había dicho que esos Ladera toítos tenían lázaro. Yo no había sacao esa cuenta. Solamente fui un día. Tenían un comiero. Bateas de yuca y cochino y queso fresco. Yo namás pellizqué el cochino . Me dio asco. A uno de ellos le vi unas cuartaduras en la jorqueta e los deos, el cuero encerao, brillante, y las orejas llagosas. Al viejo no lo vi, lo tenían en un cuarto, ique casi se lo había comío el lázaro”.

Observación: Los cuadros clínicos descritos se corresponden con las manifestaciones de la lepra. La aprehensión del personaje es comprensible por cuanto desde tiempos inmemoriales la lepra ha sido rechazada por la sociedad, notándose un cambio en está conducta al demostrarse la poca posibilitad de adquirir el mal de manera directa. Recordemos las vestimenta y las carracas implementados en la Edad Media para ser usados por los leprosos; Cabo Blanco en Venezuela para aislarlos; y la película de Papillón, quien acepta un puro de la los labios de un leproso porque sabe que no enfermará de esa manera, pero si que se ganará la confianza del enfermo para escapar.

En El Regreso se habla de fiebres, calenturas y paludismo. En El Alambre se describe una herida así: “Estaba tasajiao. To el cuero e las manos y el de los brazos los tenía eflecao, se le veían entre el sangrero las venas y unos hilos blancos…Mi mamá le lavó los brazos y las manos con querosén y se los embojotó con telaraña”

Observación: Antes del uso masivo del algodón la telaraña fue muy empleada para curar heridas. Algunos investigadores hablan incluso de su efecto terapéutico.

En La Quemadura una herida provocada por melao caliente es tratada así: “Mi papá vino pacia la troja donde yo estaba y me escuchó llorando. Se quedó viéndome la llaga que ya la tenía como una matadura e burro y el dijo a mi tía Angela: Angela, búscame la botella e lejía y un pan de jabón de la tierra…Me estrujó la llaga con lejía y me juntó jabón”.

En La Miel las picaduras de avispas son curadas con cataplasmas de salivas e tabacos.

Observación: Las cataplasma con diferentes sustancias fue un método curativo muy difundido desde la Antigüedad. Por otro lado, el tabaco fue ampliamente utilizado como medicamento: ya como antiséptico, ya como enema para los parásitos . Su uso en forma de rapé colocado al inicio del pulgar y el índice le dio el nombre a esa región anatómica de la tabaquera.

En La Mesa se habla del “lion que ventea la mujé preñá y la persigue ande vaya”

Observación: Algunos médicos antiguos creían que todo estado fisiopatológico poseía su propio olor peculiar y creián en la posibilidad de diagnosticar una enfermedad con sólo oler al paciente.

En El Burro, al animal se le desprende un carnigón de su boca con dos hierros uno frío y otro caliente .

Observación: el propio Hipócrates recomendaba el método cuando afirmaba: Lo que no cura la hierba, lo curo el cuchillo, y no lo que no cura el cuchillo lo cura el fuego”. Aunque esa época no se tenía claro el concepto de las infecciones, es evidente el efecto antiséptico de la aplicación del calor. Por otro lado, las propias heridas de fuego eran curadas con más calor por aquello de los tratamiento de los semejantes y porque se pensaba que anulaba el veneno de la pólvora.

En El Camino se habla sobre un circo que tenía unos pavos bailarines: “A los pavos los montan arriba una plancha e cin caliente. Cogen la plancha e cin y la ponen arriba unas brasas. Por eso es que los pavos bailan.

Observación: Aunque en el relato no se habla de que al mismo tiempo hay que colocar una música, es ese el método, explicado por el médico ruso Iván Pavlov a través de sus investigaciones de los reflejos condicionados.

En Los Cueros se habla de las comadronas: “A Rosa Castillo toítos le decíamos mama porque esa la que había partiao a to el mundo allá en Los Bancos. Me acuerdo que cuando mi mamá entraba en el mes, mandaban a buscá a Rosa Castillo a Calabozo. Una semana antes del día del parto ya ella estaba en la casa. Le colgaban una hamaca así pa un lao del corredor y to los días le mataban una gallina. Cuando ella legaba era como si llegaba un obispo, la gente en la casa andaba callaíta y to el muchacho que la veía, y también hombres jechos, le besaban la mano”.

Observación: Nótese el respeto que existía hacia las comadronas, precursoras de las modernos profesionales de la obstetricia.

En mismo relato anterior se trata la herida de una yegua “con jabón de la tierra y cerda picá de ella misma y creolina…”

Obsevación: “La cerda picá de ella misma” es una manifestación de autoinmunoterapia, utilizada desde siempre (beber la propia orina, inyectarse la propia sangre) y es el eje de los tratamientos del Dr. Jacinto Convit, quien utiliza material proveniente de un tumor maligno para autoinoculárselo al paciente.

En el relato El Gallo una contusión en la frente es curada con aplicaciones de manteca de cochino con sal; mientras que en La Cerca se da la siguiente descripción: “A Encarnacioncito ,un día,levantando un burro que se había enjarretao con dos estantes de taguapire lo jincó una espina en un deo y se le enconó. Del grueso e la muñeca se le puso el deo. Con tabaco y hoja e topocho se lo embojotamos”.

Observación: La descripción se corresponde con la inflamación de un dedo denominada panadizo.

En El Colerin , denominación que se le daba a la obstrucción intestinal, se describe más bien un cuadro de intoxicación alimentaria: “Yo me jarté de cochino frito y por jambroso me empurre una taza de chocolate…Ai me empezaron aq soná las tripas como cuando escucha una araguatera. Párate le dije a Julio. El paró la carreta y me bajé. Ai mismo en la orilla el monte me agaché. Cuando me volví a montá en la carrete atenía la barriga más mala, me empezaron unos retortijones y unos vómitos”.

Observación: el colerín u obstrucción intestinal por lo general era fatal. Un recurso curativo extremo consistía en darle de tragar al enfermo unas bolitas de plomo para que con su peso abrieran el paso de los intestinos, suponían los curanderos.

TIPS # 25: PLAZA BOLÍVAR DE VDLP. FEMBRAS PLAZENTERAS

19/05/2010

Manuel Soto Arbeláez


*Plaza Bolívar de Valle de la Pascua. En documentos registrados en 1901 y 1905 la señorita niña vieja Ana Guásco señala que la casa que le compró en 1897 al presbítero doctor Pedro José Miserol, limitaba por el naciente con “La Plaza Principal”. Dos años después; en el periódico El Candil, del 11.11.1907, dirigido por el médico Miguel Lorenzo Ron Pedrique; se le llama Plaza Bolívar. Cabe entonces preguntarse, ¿Cuándo se produjo el cambio de nombre? Se sabe, por ejemplo, que la Plaza Mayor de Caracas tuvo varios nombres previos tales como Plaza Pública, de Armas, Central, Plaza Vieja, de la Constitución, de la Reunión, de la Catedral y Plaza Principal hasta que en 1874 el general Antonio Guzmán Blanco la reinauguró con el nombre de Plaza Bolívar, con la famosa estatua ecuestre del Libertador en su centro geométrico. En el estado Aragua casi ninguna plaza principal lleva el nombre de Bolívar. Allí se les ha llamado Girardot, Urdaneta, Ribas, Sucre y en general con el apellido del héroe epónimo del municipio. Conocemos documentalmente que la plaza central de la aldehuela vallepascuense existió por lo menos desde 1823, como le relató don Ricardo Escobar Gutiérrez al doctor Víctor Manuel Ovalles Carlomán, al decirle, y después confirmarle en carta suya de 1902 al farmaceuta racionalista que “la única diversión que había en el pueblo a partir de 1823 era la celebración cada sábado de bailes en la plaza principal. A esos eventos los hombres debían aportar un haz de leña para el alumbrado, mientras que las damas, vestidas con telas burdas de zaraza o crehuela, traían una taparita con agua fresca”. Son palabras más o menos, la descripción que hace Escobar. Posteriormente, en 1831, con motivo de la reunión en esa localidad entre los generales José (Judas) Tadeo Monagas Burgos y José Antonio Páez Herrera -a la sazón presidente de la naciente república-, se decidió llamarla “Plaza de la Paz” y en 1834 se colocó en su centro una horrible escultura que el pueblo de seguidas comenzó a llamar burlonamente María la Paz. Es más, como sorna despreciativa a las mujeres poco agraciadas se les arrequintaba con indolencia este cognomento, las pobres se conformarían -digo yo- exclamando “Bella es el alma”. Esta fea pieza de escultura fue desmontada en la década de los años 1870s para colocar un busto del general José María Zamora Rengifo, nativo del lugar y héroe de la independencia. El busto todavía existe en una placita a la salida hacia Tucupido llamada Plaza Zamora, en homenaje a este héroe y no al demagogo esclavista Ezequiel Zamora, como alguna gente ingenua cree. Seguramente al rebautizar a la plaza principal como Plaza Bolívar entre 1905 y 1907 -como hemos anotado- se colocó en su centro un busto del Libertador y suponemos que el cambio de nombre debió ser hecho con la aprobación del Concejo Municipal del Distrito Infante mediante Acta Solemne, que debe estar en los archivos municipales. Después este sitio de reunión de los pascuenses ha sufrido varios cambios. En fotos de los años 1930s, se ve claramente que el cercado era con estantes de guatacaro, palosano, o cualquier otra madera dura.

** Sexo y Chisme. Dentro de la casa, en el solaz hogareño o en la paz cómplice de una habitación hotelera, el chisme es el entretenimiento más popular después de tener sexo. El hombre, a diferencia del conejo o el león, tiene que esperar cierto tiempo para reencender la libido apagada. Y es en esos intervalos cuando, a falta de conversación constructiva, se inventan o comentan las vicisitudes de terceros a quienes no se les quiere bien. En esto debemos aclarar, sin asumir poses machistas, que las infidelidades traumatizan más al hombre que a la mujer, siendo el chisme de alcoba el que hiere sin contemplaciones al cornudo. Escenas como ésta son gratamente descritas por Gabriel García Márquez en su novela Cien años de soledad al comentar los amores incestuosos de tío y sobrina, haciendo énfasis en que la infidelidad de la mujer normalmente implica amor a su amante, y en el caso del hombre, muy raramente. Ya lo decía Goethe: "todo comienzo tiene su encanto". Lo repetitivo fastidia coreaba Casanova; por ello este enfermizo padrote italiano no repetía "sex partners", aún cuando fuera inducido por el marido cornudo a formar un "menage a trois", al estilo de los franceses. El don Juan vivía encantado por cada comienzo amoroso. El marqués de Saade fue varias veces condenado por sus excesos eróticos, pero sus conquistas no se salvaron de ser descritas por él mismo con lujo de detalles, incluyendo lo que hablaban mientras el guerrero descansaba, para reinventar nuevas diabluras sexuales. Vinicius de Moraís escribió: "el amor mientras dura, es eterno", sin definir a qué tipo de amor se refería, porque lo pasajero en cuestiones amatorias, es el deseo. Una vez satisfecho, muere. Ya lo escribía el Arcipreste de Hita: "el hombre por dos cosas lucha: la primera per aver fortuna, et la segunda per aver ajuntamiento con fembras plazenteras", recalcando yo el plural de "fembras plazenteras", por aquello de que la mujer perdona, pero no olvida. A seis siglos de las frases pecaminosas del Arcipreste, cuando la "fembra" moderna se resiste a ser objeto del deseo, es bueno recordar que la venganza de una mujer ofendida es peor que un despellejamiento curado con sal. En el mejor de los casos si ella decide ponerle cachos a su hombre en el solaz hogareño o en la paz cómplice de una habitación hotelera, el chisme lo devorará y el estigma lo llevará como una corona de espinas que todos verán como un halo de vergüenza. Tal parece que en cuestiones de Estado sexo y chisme siempre han ido apersogados, aunque en este caso se le llame espionaje. Grandes secretos militares y de defensa nacional han sido develados bajo las sábanas, con el agravante que los países perjudicados no han portado la corona estigmatizante. Es pues, una relación parásita que sólo perjudica moralmente a las personas, no a los países ¡Por ahora!

MSA Fax (0212) 285 8957 E-Mail: manuelsotoarbelaez@yahoo.com Los libros El Guárico Oriental 1, 2 y 3 en la Librería La Llanera, calle Guásco frente a la plaza Bolívar, Valle de la Pascua.

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