miércoles, 1 de julio de 2009

CRÓNICAS DE LAS MERCEDES DEL LLANO RÉQUIEM POR JOSÉ BARRETO, UN GRAN MERCEDENSE

Edgardo Malaspina

Cronista de Las Mercedes del Lano



La partida de José Barreto me ha conmovido .He libado. He escuchado a Mozart. He leído a Letamendi. Y no lo voy a ocultar: he llorado mucho. Con el vino celebré al eximio poeta que fue Barreto, quien con sus versos cantó a las alegrías y tristezas cotidianas de la existencia. Mozart me consoló con su misa inconclusa para los difuntos; y el sabio médico español me recordó que la muerte es para filosofar. José Barreto llegó a Las Mercedes del Llano en la década de los setenta del siglo XX proveniente del Oriente del país y se quedó para siempre con nosotros. Personaje inquieto y andariego, tal vez dijo como Don Simón Rodríguez “que él no nació para estar en solo sitio cual los árboles, sino para moverse de un lado a otro como las nubes”. En ese sentido pudo haber pertenecido en la Antigüedad a los peripatéticos de Aristóteles, esos pensadores que estudiaban la naturaleza de las cosas al mismo tiempo que caminaban.


Barreto fue un poeta y escritor de alto vuelo; un filósofo de esquina y aceras como Sócrates; un crítico literario de rápidos análisis; un lector empedernido; un aventurero como El Quijote; un serenatero al estilo de los juglares de los viejos tiempos que componía sus propias canciones, les ponía música y con su guitarra las echaba en los ventanales de los pueblos para que no fuera el viento quien las abrigara, sino el cálido pecho de cualquier Dulcinea...


En las noches mercedenses solíamos reunirnos en los bancos de la plaza, en la avenida o en cualquier sitio sentados en el suelo. Hacíamos certámenes poéticos que consistían en recitar de memoria versos de bardos conocidos. Andrés Eloy Blanco era uno de nuestros preferidos. Barreto empezaba:


Ya pasaste por mi casa,

a flor de ti la sonrisa

fuiste un ensueño en la gasa,

fuiste una gasa en la brisa

Y yo continuaba:

Te vi flotar en la bruma

que tu blancura aureola

como un boceto de espuma

sobre un pedestal de ola.


Y así seguíamos con Las Coplas del amor viajero...


Otro ejercicio lírico consistía en escribir estrofas rimadas a dos manos. Una vez decidimos referirnos poéticamente al problema del hambre en algunos países subdesarrollados. Yo lancé el primer verso, seguido por el de Barreto, y así hasta completar el cuarteto:


Ya la tierra no produce el fruto y el pan divino

El hombre sólo comulga con una copa de vino

Echamos la culpa a Dios de nuestras imperfecciones

Y esperamos que del cielo nos manden las soluciones.


Con Barreto muchas veces visité en automóviles campos y pueblos en sus labores comerciales, pero también en caminatas por los montes y sabanas. En una ocasión emprendimos una de esos paseos con varios amigos. Nos deteníamos en algún caño para beber agua, descansar y contemplar los paisajes maravillosos del llano. Tal vez en medio del silencio armonizado por el canto de un ave, dijo: “los humanos no encajamos en este cuadro de la naturaleza, estamos demás”. Ese razonar filosófico lo llevó hasta la poesía, y cuyo ejemplo más palmario es su poema Camposanto, impregnado de una atmósfera existencialista:


Con vacilante paso me detuve

ante la misteriosa verja que separa

el humano sentir de la materia

de la cruel realidad que nos depara.

Yace allí la opulencia y la pobreza:

es morada del mal y la virtud;

es el punto final con que tropieza

el humano saber, toda inquietud.

Es la inviolable ley que determina

la búsqueda infructuosa del intruso,

el dogma natural donde declina

la soberbia impotente del iluso.


Barreto siempre se dedicó a la escritura, pero casi todos sus trabajos se perdieron como consecuencia de sus andanzas. Hoy me siento orgulloso de haber publicado parte de su prosa y de su poesía. El relato Candelaria Acosta y el indio Merecure, hilvanado con magistral agilidad y suspenso, puede ser entendido como una excelente crónica nativista que refleja la interrelación dialéctica de las razas. Con respecto a los poemas diremos que su musicalidad los convierte en verdaderas canciones hermosas. Hace algunos días se comunicó conmigo para reiterarme su amistad y aprecio. Ahora, apesadumbrado pos su adiós eterno, le manifiesto iguales sentimientos ante su tumba.

El gran filósofo de Estagira decía que la poesía tiene más verdad que la historia. Por eso termino con un verso que en 1977 le dediqué a José Barreto:


El mismo que en Las Mercedes cantos compone a la luna

y en ese pueblo aventura por el llano y su confín

Quijote sin Rocinante que partió desde su cuna

en el canal del ensueño, la ciudad de Maturín.

APORTES HISTÓRICOS SOBRE DISTRIBUCIÓN DE POBLACIÓN LIBRE Y ESCLAVA EN LOS HATOS DE LA FELIGRESÍA DE SAN JERÓNIMO DE GUAYABAL (AÑOS 1758, 1767, Y 1796)

Ponencia presentada en el

I ENCUENRO DE CRONISTAS, INVESTIGADORES E HISTORIADORES DEL MUNICIPIO SAN JERÓNIMO DE GUAYABAL


SAN JERÓNIMO DE GUAYABAL. ESTADO GUÁRICO. CONMEMORACIÓN DE LOS 213 AÑOS DE FUNDACIÓN (1796-2009) SÁBADO 30 DE MAYO DE 2009 ANFITEATRO E. P. B. CARLOS DEL POZO


DR. FELIPE HERNÁNDEZ G.

Profesor Titular. UNESR

felipehernandez56@yahoo.es


Fotografías: Arturo Álvarez D'Armas




Durante el período colonial, la corona española ejercía, apoyándose en el pretextado derecho de conquista, el dominio absoluto de las tierras y demás condiciones naturales de la producción en sus colonias de hispanoamérica. En ese sentido, durante el proceso de conquista y colonización, serán las Capitulaciones y Mercedes de Tierras las bases legales que otorgan derecho sobre la propiedad territorial agraria. Posteriormente estas dos figuras jurídicas impuestas por el Estado metropolitano, jugarán un papel de primer orden en el proceso de ocupación y usurpación de tierras, las cuales darán paso a las composiciones y remates, instrumentos que sirvieron para legalizar la propiedad territorial usurpada. A modo de complemento a los aportes teóricos expuestos, vale la pena recordar la contribución que a través de afirmaciones irrebatibles hace el doctor Federico Brito Figueroa en su obra titulada: El Cuadro Histórico de la Propiedad Territorial Agraria en las Colonias Hispanoamericanas, cuando afirma que:

“Las composiciones de tierras fueron instrumentos jurídicos, desarrollados desde las dos últimas décadas del siglo XVI, destinadas a legalizar la ocupación de los baldíos y realengos por los particulares, y en algunas ocasiones hasta por los propios Cabildos y también a legalizar la posesión –de hecho- realizada al amparo de injusto título, de tierras no concedidas a sus ocupantes; la valorización de la tierra como consecuencia del trabajo humano y de un nuevo sistema de relaciones de producción, la situación financiera del Estado metropolitano, endeudado con la burguesía comercial y usuraria de las principales ciudades de Europa, y la política expansionista de Felipe II favorecieron el arraigo de las composiciones de tierras, hasta el punto de convertirse en uno de los arbitrios rentísticos más importantes de la Real Hacienda p.15.

A partir del año 1591 y tomando en cuenta dos reales cédulas del mismo año, se fortaleció la aplicación de las composiciones, pero entre los años 1615 y 1616 se impusieron las confirmaciones, que debían cumplirse a partir de los tres años de haber sido otorgada la respectiva composición de tierras.


Iglesia de San Jerónimo. Guayabal, 17-02-2009.


En el caso de San Jerónimo de Guayabal, para analizar la población libre y esclava localizada en los hatos existentes en su jurisdicción en la segunda mitad del siglo XVIII, se toman como referencia tres censos de población y de hatos, correspondientes a los años 1758, 1767 y 1796.

De la información expuesta en los referidos censos, se puede extraer importante información, determinante para reconstruir el devenir histórico de este pujante municipio de estado Guárico. En ese sentido, se puede decir, que en el espacio geográfico donde fue fundada por fray Tomás Bernardo de Castro en el año 1795, la población de San Jerónimo de Guayabal, mucho antes de que el acto fundacional ocurriese, ya estaban establecidos como tales en su jurisdicción, numerosas fundaciones de hatos donde se desarrollaban los modos de vida pastoril propios del llanero.

En tal sentido, muchos blancos caraqueños tenían sus hatos a orillas del río Guárico, Apurito, San Bartolo, San José, Agua Verde, entre otros. En 1780, cuando el obispo Mariano Martí en su visita pastoral por la Provincia de Venezuela, a su paso por los llanos del sur del Guárico, en su tránsito desde Camaguán hasta Cazorla y luego a Cabruta, refiere la presencia en el espacio geográfico de Guayabal, de un hato del caraqueño don Nicolás Blanco, y después de cruzar el río Guárico, otro hato en el sitio llamado San Juan, en este caso, propiedad del párroco Alejandro Blanco Uribe, localizado a seis leguas de Camaguán, y al norte de donde sería fundado posteriormente San Jerónimo de Guayabal. Vale señalar, que dicho sacerdote era primo de don Alejandro Pío Blanco, dueño del hato El Alcornocal, emparentados ambos con el citado don Nicolás Blanco. Parientes además, de la madre del Libertador Simón Bolívar, doña María de la Concepción Palacios y Blanco.

En atención a lo expuesto, en un censo de sitios de hatos de ganado vacuno y caballar realizado en jurisdicción de Calabozo, Camaguán y Guayabal en el año de 1758, se contabilizaron veintinueve hatos, atendidos mayoritariamente por un mayordomo, porque sus dueños generalmente vivían en Calabozo, San Sebastián de los Reyes o Caracas, destacándose la presencia de apellidos que han pasado a la posteridad por su vinculación con el mantuanaje calaboceño, sansebastianero y caraqueño, emparentados o descendientes de los primeros colonizadores. Es el caso de los apellidos: Tovar, Blanco, Báez, Gamarra, Mier y Terán, Aponte, Domínguez, Beróes, Sosa, Aquino, Loreto, Arana, y otros. Todos dueños de hatos en la jurisdicción, cuyos nombres se han mantenido a través del tiempo en la toponimia local.

Entre esos topónimos se pueden señalar: Las Ánimas, que para 1758 fue un hato de don José Antonio Verois, apareciendo en los documentos revisados como “las Ánimas de Beroes”. Alcornocal, cuyo propietario fue don Vicente Blanco Uribe, Agua Verde que para la fecha era de la viuda de Mateo López; o el hato San Jerónimo, de donde proviene el nombre de la población, que para 1758 era propiedad de don José Miranda; y para el año 1796 aparecen como sus propietarios don Francisco Sánchez y José A. Travieso. No es casual que don Francisco Sánchez se decía dueño de las tierras donde se fundó el pueblo como consecuencia del constante “correr de la empalizada” como se decía entonces.

Cuadro No. 1

POBLACIÓN Y HATOS EN LA JURISDICCIÓN CALABOZO, CAMAGUÁN Y

SAN JERÓNIMO DE GUAYABAL. AÑO 1758



Fuente: Archivo Arquidiocesano de Caracas. Cuadro elaborado por Felipe Hernández G.

EV: Esclavos Varones. / EH: Esclavas Hembras. / LV: Libertos. / LH: Libertas.


En la matrícula se aprecia una significativa presencia de mano de obra esclava y liberta, incorporada a las actividades agropecuarias. Según el referido censo el inventario de esclavos lo conforman cuatrocientos cuarenta y cuatro individuos (444) de ambos sexos, distribuidos de la manera siguiente: 195 esclavos y 63 esclavas, así como 114 libertos y 72 libertas. Constituyendo la misma, una muestra significativa relacionada con el trabajo de los negros, mulatos y zambos, sometidos al régimen de la esclavitud, junto a los libertos quienes seguramente trabajaban como peones en los hatos de la zona. Llama la atención la marcada diferencia entre el número de hombres: 195 esclavos y 114 libres, con respecto a las mujeres: 63 esclavas y 72 mujeres libres, lo que habla de la extensión geográfica de la propiedad, y de las duras faenas agrícolas que seguramente realizaban los hombres.

Es importante destacar el número de esclavos de algunos propietarios, porque ello permite inferir su importante poder económico. Es el caso de don Fernando de la Rosa, dueño del hato San Diego, propietario de 42 esclavos de ambos sexos; igualmente don Joseph de Nieves, dueño del hato Vera con 26 esclavos; o don Vicente Blanco del hato el Alcornocal, con 27 esclavos. También don Pedro Blanco, propietario del hato Castillas, con 21 esclavos, y don Mateo Blanco del hato El Píritu, 19. Como ya se indicó, no existe duda del parentesco de estos Blancos con la madre del Libertador y por ende vinculados con el mantuanaje caraqueño. Al cual también pertenecía don Martín de Tovar, dueño del hato Tablantes, en el que tenía 18 esclavos y 19 libertos.

En cuanto al hato San Jerónimo de don José Miranda, tenía para 1758, 14 esclavos y cuatro hombres libres.

De los 29 hatos reseñados en la matrícula, es curioso el caso del hato Altagracia, de doña Gerónima Aponte, porque la matrícula no refleja la presencia de esclavos ni de peones libres. Los restantes 28 hatos todos tenían esclavos y libertos, o personas de una u otra condición social.

Nueve años después, al analizar una matrícula de sitios de hatos de ganado vacuno y caballar realizado en jurisdicción de Calabozo, Camaguán y Guayabal en el año de 1767, se contabilizaron dieciocho hatos, es decir 11 menos que en 1758.

Sin embargo, en el censo se aprecia que muchos de los hatos que existían en 1758 se mantienen, y se reseñan otros, aunque el número de esclavos varía en algunos casos de manera significativa; apreciándose un crecimiento bastante importante de la población esclava y una disminución de la población liberta. Siendo las cifras totales: Cuatrocientos noventa y tres individuos (493) de ambos sexos, distribuidos de la manera siguiente: 293 esclavos y 107 esclavas, así como 75 libertos y apenas 18 mujeres libertas. Pudiéndose apreciar el crecimiento de la población esclava de ambos sexos en más de un 75 por ciento, con relación a la población libre.


Cuadro No. 2

POBLACIÓN Y HATOS EN LA JURISDICCIÓN CALABOZO, CAMAGUÁN Y

SAN JERÓNIMO DE GUAYABAL. AÑO 1767


Fuente: Archivo Arquidiocesano de Caracas. Cuadro elaborado por Felipe Hernández G.

EV: Esclavos Varones. / EH: Esclavas Hembras. / BV: Blancos. / LV: Libertos. / LH: Libertas.


En cuanto a las fundaciones ganaderas con mayor concentración de población esclava, destacan, en primer lugar el hato Santa Cruz de Guariquito, de don Sebastián Mier y Terán, con 70 esclavos de ambos sexos: 46 hombres y 24 mujeres, duplicando en más del 100% los esclavos de sexo masculino. Luego le siguen: el hato San Diego de don Fernando de la Rosa con 52 esclavos; el hato Tablantes de don Martín de Tovar, con 22 esclavos y 20 esclavas, para un total de 42 esclavos. El hato Cedeño de José Hernández Manojo con 25 esclavos y 15 esclavas, para un total de 40. El hato Alcornocal de don Vicente Blanco, con 24 esclavos y 12 esclavas, para un total de 36 esclavos, a los que se les suma 21 personas libertas: 13 hombres y 8 mujeres. Para un total general de 57 individuos. Igualmente, el hato Las Ánimas de don José Antonio Veroiz, con 18 esclavos. A decir de J. A. De Armas Chitty, emparentado con “don Francisco Verois, de los actuales Beroes de Caracas, San Cristóbal y Calabozo”. Y también de La Victoria, estado Aragua, donde sentó raíces nuestro amigo, el distinguido historiador camaguanense Germán Fleitas Núñez, hijo del eximio poeta, orgullo de la guariqueñidad, que fue don Germán Fleitas Beroes.

Llama poderosamente la atención, el caso del hato Santa Cruz de Guariquito, de don Sebastián Mier y Terán, que en apenas nueve años pasa de un esclavo y cuatro libertos en 1758, a 70 esclavos y ocho libertos en 1767. Es decir, un crecimiento económico vertiginoso en muy corto tiempo.


Cuadro No. 3

POBLACIÓN Y HATOS EN JURISDICCIÓN DE LA FELIGRESÍA DE

SAN JERÓNIMO DE GUAYABAL. AÑO 1796

Fuente: Archivo Arquidiocesano de Caracas. Cuadro elaborado por Felipe Hernández G.

EV: Esclavos Varones. / EH: Esclavas Hembras. / BV: Blancos. / BH: Blancas. / LV: Libertos. / LH: Libertas.


Veintinueve años después, al analizarse un Padrón de Población de la Feligresía de San Jerónimo de Guayabal del año 1796, que reposa en el Archivo Arquidiocesano de Caracas, sección Matrículas Parroquiales; aparecen reflejados un total de 22 hatos con el nombre de sus respectivos propietarios, quienes no viven en sus predios, estando los mismos bajo la responsabilidad y conducción de un esclavo que cumple funciones de mayordomo.

Entre los propietarios, destacan los Blanco, especialmente José Domingo Blanco, que aparece reseñado como dueño de cuatro hatos, cuyos nombres eran: Altagracia, Pabones, Camoruco y La Puente. Llama la atención, que sólo aparezcan reseñados apenas 17 esclavos en su hato Altagracia, junto a 13 libertos y un hombre blanco. En las otras tres posesiones, no posee esclavos, sino peones libertos, distribuidos así: 8 en el hato Pabones, 2 en Camoruco, y 16 en La Puente: 12 hombres y 4 mujeres libertas. Para un total general de 39 personas libres en las cuatro posesiones.

A José Domingo Blanco, le siguen en la matrícula: don Gerónimo Blanco, propietario del hato Pirital, con 39 esclavos, 32 hombres y siete mujeres, además de seis libertos y 3 hombres blancos libres. Para un total general de 51 personas de diferentes condiciones sociales establecidas en sus predios. Luego sigue: don Juan Blanco, dueño del hato Castillas o Canillas (de las dos formas aparece escrito en los documentos), con 32 esclavos, un blanco libre y un liberto, para un total de 34 individuos. Continúa Manuel Blanco, dueño del hato San Clemente, con cinco esclavos y diez libertos, y finalmente los herederos de don Alejandro Pío Blanco, dueños del hato La Concepción, con 12 esclavos y ocho libertos. Fue Alejandro Pío Blanco Uribe también dueño del hato El Alcornocal. En palabras del historiador J. A. De Armas Chitty, los Blanco son “los representantes más conspicuos de la oligarquía central que poseían hatos en el Guárico: el Conde de San Javier, Catalina del Toro, Agustín y Juan Manuel de Herrera, los Blanco Villegas, Alejandro Pío Blanco, Ortuño de Tovar, Manuel Felipe y el Conde de Tovar, Diego Monasterios, Mateo Blanco Ponte, Marco José Ribas, Florencio de la Plaza, Juan Vicente Bolívar, y Juan Antonio Solórzano”. Llamados tradicionalmente hasta la actualidad, “Los amos del valle” en Caracas, tal como quedó registrado en la obra de ese nombre, escrita por el eximio escritor venezolano Francisco Herrera Luque.

Para 1796, continúa siendo don Sebastián Mier y Terán dueño hato La Cruz de Guariquito, la Cruz Rubiera, o simplemente La Rubiera como ya se le llamaba, el mayor propietario de esclavos en la zona, con un número de 30 individuos: 18 varones y 12 mujeres; junto a 23 libertos y dos blancos libres.

La población reflejada en el censo de 1796 la constituyen 216 esclavos: 176 varones y 40 mujeres; 179 libertos: 159 varones y 20 mujeres, y 58 blancas libres: 45 hombres y 13 mujeres blancas libres.

Merece señalarse, que para 1796, en el censo referido, aparecen junto a los apellidos tradicionales, nuevos propietarios, entre los que destacan: Atanasio Acevedo dueño del hato Arauca y de otro más; Basilio Armada dueño del hato Agua Verde; don Pedro González dueño del hato Arguaca, y Patricio González, dueño del hato Rabanalote; el hato Mazamorra de los herederos de Adrián Camacho, y el hato Las Ánimas de Bernardo Camacho; don Antonio Hurtado dueño del hato Cazorla; don Francisco Sánchez y José A. Travieso dueños del hato San Jerónimo; don Sebastián Vélez dueño del hato Corral Viejo; y don José Antonio Del Villar dueño del hato San Felipe; entre otros.

El muestrario expuesto, permite inferir que se trata de un caso típico de transferencia de la propiedad territorial, a través de composiciones, remates y compra-venta, como era común en el Guárico colonial.

Sin embargo vale la pena acotar para la reflexión, nadie duda de que cada criador fuese propietario de su hato. Pero, ¿era la tierra también propiedad suya? Nadie duda, tampoco, dada su condición de latifundistas, que fuesen dueños de muchos hatos, Sebastián Mier y Terán, los Blanco Uribe, y otros. Pudiéndose decir, que en verdad, los propietarios de la tierra debieron ser muy pocos.

Finalmente, la clasificación social integrada por los libertos se refiere a personas que fueron esclavas y obtuvieron su libertad, luego permanecieron viviendo a la sombra de sus antiguos amos como servidumbre, en condición de trabajadores enfeudados, en este caso, realizando las faenas llaneras propias de los hatos y fundaciones ganaderas en ese período histórico. Sobre el particular, debe recordarse la categoría de campesinos enfeudados acuñada por el doctor Federico Brito Figueroa, para referirse a los peones, jornaleros, aparceros, medianeros, colonos, pisatarios, etc., en la Venezuela agropecuaria del siglo XIX. Los referidos en el censo de 1796 como blancos libres también formarían parte de la categoría llamada campesinos enfeudados.



Búfalos y garzas. Agropecuaria Las Lajeras. Vía Guayabal, 01-03-2009.



REFERENCIAS


ARCHIVO ARQUIDIOCESANO DE CARACAS. Secciones Matrículas y Parroquias. Año 1796.

ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN (AGN): Diversos IX (bis).

BOTELLO, Oldman. (2005): Guayabal y Cazorla. Apuntes para su Historia. San Juan de los Morros: Publicaciones de la Universidad Rómulo Gallegos. Centro de Estudios Sociales y Agrarios (CENSA).

BRITO FIGUEROA, Federico. (1987): El Cuadro Histórico de la Propiedad Territorial en las Colonotas Hispanoamericanas. Caracas: Fondo Editorial Lola de Fuenmayor. Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Santa María.

BRITO FIGUEROA, Federico. (1978): La Estructura Económica de Venezuela Colonial. Tercera edición. Caracas: Universidad Central de Venezuela. Colección Ciencias Económicas y Sociales XXII.

CARROCERA, Fray Buenaventura, de. (1972): Misiones de los Capuchinas en los Llanos de Caracas. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. Serie: Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela.

DE ARMAS CHITTY, José Antonio. (1959): Aventura y Circunstancia del Llanero. Ganadería y límites del Guárico. (Siglo XVIII). Caracas: Academia Nacional de la Historia. (Discurso de incorporación a la ANH).

HERNÁNDEZ G. Felipe. (2006), Historia de Valle de la Pascua. En los Llanos del Guárico (1725-2000). Caracas: Tipografía de Miguel Ángel García e hijo.

MARTÍ, Mariano. (1998): Relación de su Visita Pastoral de la Diócesis de Caracas. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. Serie: Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela. Tomo II.

PINTO CUBEROS, Manuel. (1980): Un Censo Ganadero de 1791. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República.


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