miércoles, 19 de febrero de 2020

En la esquina del tiempo: LA PASCUA 69-70


Degnis Romero


Fiesta de promoción de bachilleres del liceo José Gil Fortoul, en 1969

     Juan Puya, nació el 51, en Tucupido, Estado Guárico. Era un llanero extraño (no raro). Aunque amaba el llano y la llaneridad, nunca le gustó ordeñar vacas ni mucho menos beber leche postrera, bañarse en lagunas, comer pescados de río, beber en totuma, ponerse alpargatas, jinetear caballos o burros, arrear cachilapos, botalonear toros matreros, recoger cagajón para abono, empatucarse de bosta, o andar escotero -Sin cobija, sin remonta, sin bastimento y sin ná-.
        Lo de él era la música, la comida y las mujeres. A estas últimas les llegaba a través de las dos primeras, ya que para ellas representaban el alimento del espíritu y del estómago; por esa razón cargaba siempre su chácara llena de churupos. También le fascinaba escuchar el bordoneo del arpa, el canto del ruiseñor, el tintineo de la lluvia y los susurros del viento; así como contemplar extasiado bancos de sabana florecidos de mastranto y matorrales tupidos con cerezas de monte.
        A diferencia de muchos llaneros, lo primero que veía en una mujer eran sus piernas (las puertas del edén, a su decir) y de inmediato observaba sus tobillos. Afirmaba que la forma de estos era indicativo de la calidad de la mujer en el amor.
        Vivió en Valle de la Pascua a finales de los años sesenta. Allí consolidó su esencia de melómano empedernido, dejando honda huella de galán serenatero, de enamorado pertinaz y de anfitrión consumado, ganándose una gran popularidad. Un tremendo ‘pitcher’, según la nomenclatura botiquinera.
        Dicha residencia, aunque corta (de apenas dos años), lo marcó para el resto de sus días. Se sentía tucupidense por nacimiento y vallepascuense por derecho adquirido; tanto que su espíritu se quedó anclado en esa esquina del tiempo formada por los años 69 y 70.
Ahora, medio siglo después, padece recurrentes delirios nostálgicos-musicales, episodios psicopatológicos tenebrosos que sobrelleva libando ingentes porciones de licor.
El paroxismo resultante lo utiliza como vehículo para moverse a través de la dimensión tiempo-música y revivir los días disfrutados en la Valle de la Pascua de esa época.
El primer aterrizaje forzoso (a causa de la embriaguez) lo hace en la Feria de la Candelaria del 69, a su juicio la mejor en toda la historia de las “Ferias de Palma y Sol”.
La gente del pueblo abarrota la plaza Bolívar y las dos cuadras de la calle Real hasta la Camaleones, donde bailan frenéticamente al ritmo de las orquestas Billo´s y Melódicos, máximos exponentes de la pachanga fiestera de la época, y que se ubican en sendas tarimas a menos de 100 metros una de la otra. Una tercera está instalada en la cuadra de la calle Retumbo entre la calle Real y la Guásco, donde se presentan grandes cultores de la música llanera como Ángel Custodio Loyola, con pañuelito y todo, entre otros foráneos y locales como Claret Rodríguez, quien se luce interpretando un par de temas del amplio repertorio serenatero: Despierta, Amor Mío y Te Necesito, acompañado por el conjunto de Eudes Álvarez, natural de Guayabal y conocido como “El rey del bordón”.
Antes de bajarse, un enamorado, ‘prendío’ por el ron, le pide que cante Diminuta, de Mario Suárez, vociferando: ¡Es para dedicársela a mi novia que es chiquita, pero con todas las comodidades!, ¡como una casita del INAVI!
Por si todo ese espectáculo fuera poco, en la tarima de la Billo’s, ubicada entre la calle Retumbo y la Camaleones, se presentan otros grupos que animan la rumba nocturna para deleite de las parejas danzantes: la orquesta maracucha Los Satélites y el conjunto Poder Latino, de Ramón Loreto.
Los primeros hacen menear el esqueleto con el tema Pensando En Ti, y Don Ramón se luce al arpa entonando los temas La Perra y La Tachuela: Esa mujer es tachuela
Juan Puya, rememora con morriña el ambiente cálido y acogedor del jolgorio pascuense. En la esquina de “Tostadas Tamanaco”, se cruza con Vidal Díaz Moronta “Vidalito”, quien anda ‘to alborotao’ y dice que se ha gozado hasta la médula el ritmo de La Billo’s y de Los Melódicos, agregándole: ¡Esto está buenísimo, negro!, ¡no hallo en qué palo ahorcarme!
Vidalito, es hermano del ilustre vallepascuense Manuel Díaz Moronta, Doctor en Ciencias Médicas de la Universidad de Los Andes y Gobernador del Estado Barinas en 1978-79.
Las calles parecen un gran hormiguero con gente yendo y viniendo. Todos andan exultantes. No caben en sí de gozo. Muchos cargan con arrebiates de todos los calibres, pero él anda ‘cazando güire’, tratando de ver si pesca en río revuelto algún ejemplar de alto vuelo. Al rato se da cuenta que para eso tiene que irse hasta el hotel San Marco, donde hay otros espectáculos artísticos y se cuenta con la presencia de las reinas: Perla Veitía, Isabel Bolívar y Piedad Campagna.
        ¡Tres bellezas! Nunca estuvo cerca de “Chabela” ni de Piedad, pero a Perla la recuerda porque se coleó en su fiesta de 15 años, animada por Los Darts, cuando estaban en pleno apogeo. También evoca las ganas de llevarle una serenata para cantarle: Yo no sé lo que me pasa/Cuando tú no estás, pero nunca se atrevió por temor a que le contestara: Yo quiero que comprendas/Que no te puedo amar/Mejor será que intentes/No pensar más en mí/Así es que vete pronto/No quiero verte aquí♫ Cavilante, absorto en esa idea, camina por la calle sin cesar, de arriba a abajo, de quiosco en quiosco, de fría en fría, con el corazón acezante, de latido en latido.
A la mañana siguiente, se va a pasar el ratón frente al grupo González Udis, en la casa de Herminia Medina, que se engalana con la visita de "Su Majestad de la Declamación", Ramón Sanabria, el de Rio Chico, y se disfruta de Reláfica Del Negro Y La Policía, El Caballo De Mis Coplas, y La Negra Del Maraquero, en vivo y en directo. ¡Qué lavativa tan buena!
Herminia, es una muchacha hermosa que dejó huella como aventajada deportista en la época dorada del liceo José Gil Fortoul. Lo que a él no le gusta mucho es que no le para ni medio milímetro por andar apersogada con otro negrito de la misma gracia: Cruz María Medina “Picante”, egresado en el 67, otra destacada figura atlética del liceo.
La imagen se le difumina a causa de la gran ingesta de “Pecho cuadrao”. Se levanta como puede y va a buscar otro litro con pasos trastabillantes. ¡Súbito!, un frío angustioso le recorre el espinazo al pensar que se quedó sin ron, pero se le pasa cuando ve que todavía tiene caja y media.
Mientras abre la botella y se empina un gargarazo, entra nuevamente en el túnel del tiempo; esta vez las coordenadas rítmicas que lo guían son las de Las Cuatro Monedas, un grupo de música Pop integrado por los hermanos O’Brien, que se encuentra en el cenit de la popularidad. Es el mes de julio y animan la fiesta de promoción del liceo que tiene como escenario las instalaciones del aeropuerto del pueblo.
Juan Puya, los conocía de su paso por la facultad de Ingeniería de la UCV, donde estudió uno de ellos, Gary (Voz y Guitarra), en la escuela de Mecánica. De vez en cuando, se presentaban en ese galpón para delicia de los ucevistas.
        En el jaleo de la ‘promo’ se escuchan los temas: Mi Bote De Remo, un ‘cover’ de The Boat That I Row, pegado por Lulu en el 67, y el más sonado de la banda: Ritmo Del Alma, una versión de la canción Soul Time, popularizada por Byron Lee y The Dragonaires, un grupo jamaiquino de Ska y Reggae que animaba las noches (y mañanas) musicales en el Sombrero, un nightclub de fama en Kingston, y que a su vez era copia del tema Treating Me Bad, de Cecil Bustamente Campbell, mejor conocido como Prince Buster, cantante, compositor y una de las máximas figuras del Ska, género que surgió en su país, Jamaica, a finales de la década de los 50s.
El cuarteto lo completan Kenny (guitarra, voz y director. A posteriori ganador del Grammy en cinco oportunidades), Marlene (voz y bajo), y Brenda en la batería. Juan Puya, se ve en amena charla con un grupo de compañeros donde están, entre otros: Juan Olivo, Antonio González e Iván Flores. Este último había sido el baterista del grupo The Killer’s Surf, y se le escucha decir: ¡Brenda toca diez veces más que yo!
No es casualidad su presencia en ese bonche, ya que su novia es integrante de la promoción y conforma, con otras, uno de los más hermosos ramilletes de egresadas en toda la historia del liceo. También forma parte de esa ‘promo’ Arturo Soto, el guitarrista líder de los Killer’s. Tal hecho pudiera explicar la contratación de Las Cuatro Monedas, quienes dos meses más tarde ganan en España el Festival Internacional de la Canción de Barcelona, con el tema Yo Creo En Dios, del maestro Hugo Blanco, quien fue arreglista y compositor de la mayoría de sus temas.
        Entre trago y trago, con el cerebro nadando en alcohol, se transporta hacia las mesas que están casi en plena pista del aeropuerto. Se detiene en una de ellas donde comparten risas, conversa y bebida el Sr. Aguirre, un visitador médico que heredó la casa que habitaron los profesores del liceo en la calle Camaleones y su esposa, Simón Romero Sr., Caridad Camero, León Párraga, Douglas Rodríguez, y Antonia Leal. León es, a la sazón, Presidente de la OSCUV (Organización Socio Cultural de Universitarios Vallepascuenses).
Ese detalle le hace cambiar el tercio ambiental y se ve montado en un autobús de la UCV o de la UC, saliendo desde Caracas o Valencia hacia Valle de la Pascua a la celebración de cualquier acontecimiento que estuviera relacionado con la ‘cultura beoda’ de los integrantes de la OSCUV, incluyendo ferias, bailes, graduaciones o fiestas en general con bebedera, comedera, y competencias para ver quién es el sortario que se levanta a la reina de turno. También hay enfrascamientos intensos para dilucidar quién es el campeón jugando dominó, truco o bolas criollas, que es coronado siempre en los predios de Dionisio (el dios Baco).
Para saber quién alza el trofeo de “El más borracho”, no hay disputas. Esas se consiguen en los predios de Mery.
A tales escenas se agrega la de un regreso a Valencia, en la que observa el bus accidentado entre Chaguaramas y El Sombrero, y al popular “Boca ‘e Camión” metido debajo del motor fungiendo de mecánico. Es pleno mediodía y, como dijo después Vargas Llosa, en su novela “La fiesta del Chivo”: El sol enciende las palmeras canas de enhiestas copas.
A estas alturas, sus neuronas dopaminérgicas están en pleno proceso degenerativo, como enfermo de Parkinson, con pérdida de control de los movimientos voluntarios a causa de la profusa irrigación de ron en la barrera hematoencefálica.
Con manos temblorosas, apura copa tras copa, botella tras botella, cual Pedro Infante, rogando que se le cumpla la letra: Conforme tomo me voy reconfortando♫, pero qué va.
El siguiente trance, con convulsiones, lo catapulta a la discoteca La Paraulata, del hotel Lido, donde la gente baila Yester Me, Yester You, Yesterday, de Stevie Wonder, con luz estroboscópica y bola de espejos, que están de moda como la Experiencia Psicotomimética, con Capi Donzella. Es agosto y la mayoría de las parejas son universitarios de vacaciones, que danzan a la usanza de esos días: con la mano estirada hacia atrás, como templando a las chicas.
En eso se sobresalta, se da cuenta que vive en un país radicalmente distinto al de esa época y vomita, entre dientes: God damit!... What happened to/the world we knew
En esos días todo era alegría y camaradería. La gente no pasaba la ‘roncha’ de hoy para conseguir comida, medicinas o servicios públicos. La moda de ahora es abrir el grifo y que no salga agua, pasar el swiche y que no haya luz y levantar el teléfono y que no haya línea; pero peor que buscar comida y no conseguir es morir de mengua por falta de medicamentos.
La población escuchaba temas como: Ding Dong Estas Cosas Del Amor, de Leonardo Favio o Rosa Rosa, de Sandro. Ahora oyen canciones originales de la peste que los corroe como: La Robolución Bonita y El Sucialismo Del Siglo XXI.
Después de expulsar ese tarugo de la garganta, lanza un escupitajo, se encoje de hombros y erra de nuevo por las calles vallepascuenses de antaño, las de ambiente apacible y candoroso donde se oye la expresión de moda: “Me saca la piedra”, pero en sentido inverso de molestia o enojo. Sacar la piedra, es entendido como algo que gusta o agrada, como el aroma a tierra mojada que flota en el aire, o como Sandro y sus canciones. Algunos la usan con acepción exagerada y dan a entender que algo les gusta en demasía, diciendo: “Me saca la guaratara”. Otros, como uno que la vocifera mientras ve la película Quiero llenarme de ti, en el cine Manapire, la usa en forma abreviada causando gran hilaridad en el resto del público que atiborra la sala: ¡Sandro, me sacas la guara!
Sandro visita a Venezuela ese año; sus apariciones en los escenarios hoteleros y de radio y televisión son un éxito arrollador que causa histeria colectiva. Gana premios como el artista extranjero del año: El Guaicaipuro y el Mara de oro, el Espectáculo Internacional, el Rafael Guinand y el Venus de la prensa. La industria del disco le otorga uno como el artista extranjero de mayor venta en el país, y CBS de Venezuela otro como el artista más vendedor de discos.
Uno de sus fanáticos más entusiastas es el lugareño Luís Eduardo Perdomo, pero no se sabe si fue el del grito en el cine.
Ya son las doce y no llega No. Es medianoche y Juan Puya, continúa en su laberinto etílico-musical-intertemporal. Hilillos de baba le cuelgan por las comisuras de los labios. No puede con su alma, pero las reminiscencias lo reaniman.
Se cuela por un vórtice del tejido espacio-tiempo de la tela tetra dimensional einsteniana y aparece en el Country Club, donde hay una fiesta con el Supercombo Imperial, que es la segunda fase del Combo El Roble, nacido en las aulas del liceo y llevado a esa instancia de la mano del profesor Aníbal Ezequiel Matute Brizuela, un músico de categoría superior formado por su mentor: el presbítero Rafael Ángel Chacín Soto, tutor musical de variados personajes entre los que también destaca Manuel Maluenga.
La refriega dura casi hasta el amanecer y a más de uno se le nota ‘emparamao’ de sudor, como pollo ‘remojao’, por el esfuerzo guarachero. Pero él se regocija encantado oyendo el tema Río Crecido, interpretado, a dúo, en las voces de Juan “Culeco” Ortega Piñero y Próspero González Méndez. No le cabe la menor duda que Cheo y Memo hubieran palidecido de la envidia al escuchar cantar a ese par de pájaros.
De repente, siente un estremecimiento vibratorio que le recorre el hipotálamo causándole un sudor frío. No le hace mucho caso hasta darse cuenta que se hace aguas sin poder controlarse. Se levanta, a duras penas, para intentar llegar al baño, pero es demasiado tarde. ¿Ya ‘pa qué?
Su urólogo le había advertido que no se descuidara con la hiperplasia prostática y el síndrome de urgencia miccional que padecía, que podían derivar en incontinencia urinaria, el mismo mal de Trujillo, que se hacía frecuentemente en los calzones. Por eso, lo ponía iracundo el mote de El Chivo... que más mea. (Lo más grave de ese y otros dictadores no es lo bruto, que es inocuo, sino lo asesino, que es insalubre).
Trata de despabilarse, pero siente que algo le duele; entonces apura la prueba del dolor cobarde, como un mero macho -o como Wladimir Lozano, con la Dimensión Latina-, para seguir soñando con la tarde vallepascuense.
Entiende que le duele el almanaque, pero eso no tiene remedio. Adormilado y con náuseas, atraviesa un agujero de gusano y cae por los lados de la calle Leonardo Infante, en un ensayo del conjunto Miguel y su Combo. Se siente como en familia, ya que su compañero de prácticas con la guitarra, todas las tardes, es hermano de Miguel Martínez, Freddy, que toca la uña, un instrumento de percusión que consiste en una caja de madera con trozos de metal que se mueven con los dedos y suena: Ponponponpon, como el tema El Pompo de Los Melódicos. Nota al margen: La guitarra es ‘acústica’ y no ‘de palo’ como le dice Freddy Villarroel, guitarrista de los Killer’s, para diferenciarla de la ‘eléctrica’.
Las canciones que se escuchan son: Tema Del Papelón, popularizada por Nelson y sus Estrellas: Hay que gozar el son el son/el son el son del papelón/y hay que tomar el rico ron/el ron que ron con papelón¡Qué letra tan buena!; y Lo Atare La Arache, tema del LP Jala Jala y Boogaloo, de Ricardo Ray. Se escucha en lengua caló: El niche que facha rufa♫
Juan no se da por aludido, haciendo caso omiso de su negritud. Tampoco se enoja cuando su amigo Joseff Aguilera “Pata ‘e Tuqueque”, le grita: ¡Pareces una peonía!, cuando lo ve al volante del carro de su papá, un Ford Galaxie 500, rojo.
Ambos personajes, un día paran a toda chica que pasa y le preguntan cuál de los dos es más buenmozo. ¡Qué vagos!
Son las cuatro de la mañana y parece un estropajo. Ya no es ni la sombra del habilidoso bailarín de aquellos días en que todas las niñas querían bailar con el morenito simpático. Llevaba el ritmo en el alma y era diestro con las canillas. Los demás ‘no le veían luz’. Ahora, su osamenta cuasi setentona cruje al moverse en el sillón. Eso sin contar la comezón y el ardor que le produce una culebrilla que tiene desde tiempos inmemoriales. Se tantea: ¿Quién carrizo me pegó esta bicha?
Aprovecha que un fotón le ofrece la cola. Se monta para cruzar raudo y veloz -a la velocidad de la luz- la esquina del tiempo. Se sumerge en el éter de los años y emerge en el 70.
El pueblo está de feria nuevamente, pero ahora no es espectador. Esta vez, gracias a su popularidad, es requerido como Director de Campaña, por una candidata a reina. Se mete en la candela de la competencia. Instala altoparlantes en el camión de su papá y perifonea, a toda hora, por todos los rincones del pueblo -como José Ramón Ruíz, quien invita hasta para los velorios- las ventajas de votar por su pupila.
La reina se escoge a través de la venta de ‘Bonos’ que valen un bolívar cada uno. No hay ventajismo alguno; tanto es así que una de las competidoras, de padre millonario, no figura en la foto finish porque su papá le prohíbe, a todos sus relacionados, votar por su hija a riesgo de cortar relaciones de negocios si se atreven. Después se escucha el estribillo de Billo: No te vistas, que no vas/que no vas, que no vas
La audacia la demuestra armando un escándalo por el peligroso barrio Las Garcitas, donde lanzan las navajas con liguita, un día domingo a las seis de la mañana. ¡’Na guará!
En otra oportunidad, a las siete de la noche, estaciona el camión frente al Manapire; se forma una tremenda cola de carros que estallan en estruendoso corneteo y aprovecha el alboroto voceando: ¡Pueblo de Valle de la Pascua, esta es la Gran Caravana de sonidos multicolores de la Gran Favorita!
Dicho esto, emprende ágil retirada antes que comiencen a llover las piedras en la calle Atarraya.
Los artistas invitados son Manuel Alfredo Sánchez Luna “Sadel”, "El tenor de Venezuela", quien se manda con dos de sus consentidas: Di y Canta Arpa; “El Señor de la Canción”, Héctor Murga, quien sale al ruedo con Júrame y Granada; y Salvador González “El Magistral”, acompañado por Guillermo Hernández, con sus favoritas: Trigueña y Paraíso Del Amor. Además, se luce componiéndole una canción a la soberana Marisol Alayón Camero. Al cuadro de honor se agregan Perla Rodríguez Méndez y Josefina López Camero.
También se sube a la tarima uno que no aparece en el programa, sin despertar suspicacia alguna de ‘coleao’: Héctor Ortega, entonando Conticinio, con voz de tenor de otoño.
El hotel San Marco luce emperifollado, esta vez con las presentaciones de dos portentos del Rock & Roll venezolano: Pablo Augusto Díaz Barroso “Ivo” y Trino Mora, quien ganó el Primer Festival de La Voz Juvenil de Venezuela, en el 69, en Maracay, Estado Aragua. Canta: Mi Tristeza y Soy Tremendo, ‘cover’ de Sono Tremendo, de Rocky Roberts, también del 69. Ivo, quien había emigrado de Los Supersónicos, se luce con: No Camina, Imagíname (su balada bandera), y No, ‘cover’ del tema Hush, popularizado por la banda Deep Purple.
Juan Puya, avanzada la noche, se dirige hacia su casa, pasa por la plaza Bolívar y, por chiripa, ve a Ivo y a Trino que están sentados en la acera frente a la heladería Eureka. Para el carro y los invita. Trino no acepta, pero Ivo dice que sí y se monta. La sorpresa de la familia es grande cuando llegan. Atienden fino a la visita y Juan busca la guitarra eléctrica. Ivo campanea un escocés y se arranca con La Casa Del Sol Naciente, para éxtasis de todo el clan. Infortunadamente, se rompe una cuerda de la guitarra y no puede tocar más. Al rato le pide a Juan que lo lleve donde la familia Polo, en el extremo oeste de la avenida Táchira, diciendo que tiene una invitación y que quiere quedar bien. Se llevan la botella y la guitarra acústica y en un dos por tres están disfrutando de esa otra velada. Para animarla, Juan Puya, coplero que canta y toca, interpreta su versión de La Casa Del Sol Naciente. Al finalizar, Ivo se le acerca y le recomienda que no siga en eso porque no quiere más competencia, lo que Juan toma como el mejor cumplido jamás recibido.
        En la madrugada, no sabe cómo, se ve con otros panas en el carro de Rafael Santaella, quien los invita al fundo de su papá. En la casetera suena Sorry Suzanne, de The Hollies.
Ese ambiente se le volatiliza y se ve de nuevo en su silla voladora, con el litro de ron en la mano. Algo le duele y no es precisamente el almanaque. Se toca el entrepierna y recuerda lo que le dijo el urólogo: ¡Tienes que cuidarte porque padeces de orquitis crónica! Aquello le parece gracioso y piensa: ¡Qué riñones tienen los médicos! ¿Para qué tanta parafernalia? ¡Lo que tengo es una inflamación en las taparas! ¡Hablen claro c.!
Juan Puya, no le teme a morir setentón, igual que un beodo del pueblo. Su mamá le dio la noticia advirtiéndole: ¡A fulano los médicos no pudieron sacarle la caña que se bebió!
Pero él no se para en trámites. No le importa un cipote. Está listo para guindar el colgadero cuando le toque. Afirma que la vida sin aguardiente no vale la pena y, parafraseando a un amigo, dice: ¡A fin de cuentas…, para lo que hay que ver!
Lo único ‘fú’ es que más de una le cantaría El Adiós: No te vayas todavía/no te vayas por favor/no te vayas todavía/ que hasta la guitarra mía/llora cuando dice adiós♫
        Viene clareando, igual que en la Aconquija de Atahualpa Yupanqui. Seminconsciente, le da rienda suelta a su alma golondrina para que haga el último planeo rasante por las calles vallepascuenses del 70: Oye al Conjunto Ingeniería, derrapando en lo que parece una fiesta gourmet, en el San Marco, con Mambo Sancocho y Chachachá Mondongo; en otra hay un grupo que no identifica tocando, repetidas veces y a ritmo de salsa, un reconocido tema. El cantante se queja: ¡De nuevo y fastidiando… Los Ejes De Mi Carreta!; en la Casa de la Cultura, hay una gala del magisterio con José Miranda (violín) y su hermana (piano), con presencia de Doña Paula Aguilera; en una casa cercana a la esquina Liverpool, tres parejas bailan, en una sala a media luz, la balada rock Down By The River, de Neil Young; y ya no ve más nada.
En alas de la gratificante añoranza pascuense, el llanero chuchumeco, becerrero, pero de palabras, se aleja cantando: Zamba sí, pena no/Eso quiere mi corazón/Pero hasta la zamba/Se vuelve triste, vidita/Cuando se dice adiós

2 comentarios:

Guimejomone dijo...

Hola amigo Degni,excelente. Muy grato. Te apreciamos y admiramos. Pendiente otro Reencuentro.Recibe un fuerte abrazo.

Unknown dijo...

Que bueno Simon, me transportaste y a veces pensé que era Juan Puya. Tiempo que se va no vuelve. Un fuerte abrazo

El Motor de aire desafía la segunda Ley de la Termodinámica. Invento de un guariqueño.