jueves, 3 de septiembre de 2015

ALGUNAS NOTICIAS SOBRE EL COMBATE DE ORTIZ EN 1818

Ponencia presentada en
XI ENCUENTRO DE CRONISTAS, HISTORIADORES E INVESTIGADORES
MUNICIPIO ORTIZ

ESTADO GUÁRICO


Carlos A. López Garcés
Cronista del Municipio José Tadeo Monagas
Estado Guárico




Foto de Enrique Ubieta Gómez*
  
Nota previa
           
            No hubo pueblo venezolano que no sintiera los efectos directos e indirectos de la guerra por la liberación del dominio hispano-colonialista. El municipio Ortiz no fue precisamente la excepción, pues en su territorio ocurrieron varios acontecimientos durante esa lucha emancipadora, entre los cuales, a propósito de este XI Encuentro de Cronistas, Historiadores e Investigadores, es oportuno resaltar el Combate de Ortiz sucedido en el primer trimestre del año 1818, cuando Bolívar, a la cabeza del ejercito libertador, procuraba controlar las llanuras de Calabozo, San Fernando y San Carlos, al tiempo de insistir en su avanzada hacia Caracas por los valles de Aragua.  

I.- Combate de Ortiz

1.- Antecedentes. Aun cuando la pérdida de los realistas fue de 300 muertos y la de los patriotas “no pasó de 300 entre muertos y heridos” en la batalla de Semen, ésta, a pesar de la opinión contraria de los independentistas, fue considerada como una victoria para las fuerzas reales dirigidas por el general Pablo Morillo, quien fue herido en el bajo vientre hacia el final de la batalla.  Las fuerzas libertadoras, al mando de Bolívar, se retiraron hasta El Rastro, en las cercanías de Calabozo, con la finalidad de reorganizarse para proseguir combatiendo contra los realistas, ahora comandados por el brigadier Miguel de Latorre, quien había sustituido al convaleciente general Morillo, y había ubicado sus fuerzas en las inmediaciones de Ortiz a fin de contrarrestar la avanzada patriótica(1).

2.- Tres testimonios.  Algunas Informaciones testimoniales de interés para estudiar el Combate de Ortiz, ocurrido el 26 de marzo de 1818, están contenidas en dos documentos publicados en las Memorias del General O’leary. El primero es un Boletín del Ejército Libertador de Venezuela, emitido por el Estado Mayor General, fechado el 28 de marzo de 1818 en el Cuartel General en las cercanías de Ortiz y firmado por el general Carlos Soublette, Jefe del Estado Mayor General(2).  El segundo es un Diario de Operaciones del Ejército correspondiente al mes de marzo de 1818(3). Un tercer testimonio lo aporta el general José Antonio Páez en su Autobiografía, publicada por primera vez entre 1867 y 1869. Justo es recordar que aquel jefe militar fue protagonista de las acciones en Ortiz(4).

3.- Tres historiadores. Otras noticias relacionadas con las acciones en Ortiz, que motivan este trabajo, fueron expresadas por algunos intelectuales de renombre, entre quienes están los tres mencionados a continuación:

3-1.- José Manuel Restrepo.  Historiador y político colombiano, nacido en Envigado, Antioquia, en 1881, y fallecido en Bogotá en 1863; fue ministro en 1822-1827; entre sus obras está el libro Historia de la Revolución de Colombia, que data de 1827 y en el cual escribió un denso  texto con respecto al Combate de Ortiz(5).     

3-2.- Telasco Macpherson. Historiador, periodista y académico venezolano; nació en La Victoria, estado Aragua, en 1817 y murió en Caracas en 1896; autor de varios libros, entre los que es pertinente destacar el Diccionario histórico, geográfico, estadístico y biográfico del estado Miranda, editado por primera vez en 1891, donde transcribió un breve comentario del historiador Rafael María Baralt con respecto a lo de Ortiz(6).

3-3.- Robert B. Cunninghame Graham. Nació en Inglaterra en 1852 y falleció en Buenos Aires, Argentina, en 1936.  Viajero inquieto. Polifacético: ranchero y ganadero en Argentina; soldado del ejército en Uruguay; negociador de caballos, reses y algodón en Texas; esgrimista en México; miembro del Parlamento Británico. Es autor del libro José Antonio Páez, una biografía de este prócer venezolano editada inicialmente en inglés, en Londres, en 1929 y de la cual hubo una primera publicación en castellano en 1959, auspiciada por la Academia Nacional de la Historia, la que preparó una tercera edición en 1973. El autor escribió allí un corto comentario relacionado con las acciones de Ortiz(7).               
II.- Observaciones
           
            La revisión y el cotejo de las informaciones relacionadas con el Combate de Ortiz, contenidas en las fuentes mencionadas en párrafos anteriores, son aprovechables para enumerar expresamente las siguientes observaciones específicas:

1ª.- Lugar y fecha. No hay dudas de aquella acción de guerra, ocurrida el 26 de marzo de 1818; así es posible deducirlo en concordancia con los datos citados de seguidas:
           
            De acuerdo con las Memorias del General O’Leray, por medio del Boletín del Ejército Libertador de Venezuela, emitido el 28 de marzo de 1818, fue notificado que “El ejército siguió sus marchas, y en la mañana del 26 encontró al enemigo situado en las alturas de Ortiz...”(8)  Esta misma fuente bibliográfica reprodujo el Diario de Operaciones del Ejército Libertador, correspondiente a marzo de 1818, en el cual dice textualmente: “Dia 26.- El ejército marchó para Ortiz, donde, sobre las alturas á la entrada del pueblo, encontró al enemigo y trabó combate...”(9) Por su parte, el general Páez, refiriéndose al general realista Miguel de Latorre y sin indicar fecha, anotó en su Autobiografía que “…él nos esperó en el pueblo de Ortiz ocupando un punto bastante militar en las alturas que dominan el desfiladero de una cuesta antes de llegar a la población”(10).
           
            Además, dos historiadores del siglo XIX respaldaron estás noticias. Uno de ellos fue el colombiano José Manuel Restrepo, quien escribió, en su Historia de la Revolución de Colombia, que el combate fue el 26 de marzo de 1818, en Ortiz, en las “…alturas que yacen a la entrada del pueblo…”(11)  El otro, mencionado por Telasco Macpherson en su Diccionario histórico, geográfico, estadístico y biográfico del estado Miranda, fue el venezolano Rafael María Baralt, quien afirmó, con respecto a la marcha de los realistas desde El Rastro hasta Ortiz, que “…Los patriotas le siguieron, y el 26 á las once y media de la mañana, se hallaban frente á frente, delante el pueblo de Ortiz, unos y otros contendientes…”(12)

2ª.- Duración. Las fuentes no coinciden con respecto a la duración cierta del combate. El tiempo señalado por el Boletín del Ejército Libertador de Venezuela, ya citado, indica que fue “desde las once de la mañana hasta cerca de la noche”(13). En el Diario de Operaciones del Ejército  se notificó  que “…El fuego duró desde la una hasta las cuatro de la tarde…”(14)  Páez aseveró que “Allí empeñó Bolívar un combate de seis horas más que temerario…”(15) El historiador Restrepo escribió que estuvieron combatiendo “…desde las doce hasta las cuatro de la tarde…”(16) Baralt no precisó la duración de tal combate; se limitó a decir que, aquel 26 de marzo a las once y media de la mañana, las fuerzas patriotas y las realistas estaban frente a frente delante de Ortiz(17). El inglés Robert B. Cunninghame Graham, en su libro José Antonio Páez, lo calificó de “una breve escaramuza”(18). Valga la ocasión para recordar que el vocablo escaramuza, según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), es un sustantivo femenino que proviene del latín scaramuccia con el significado de combate breve y no decisivo y cuya primera acepción es “Refriega de poca importancia sostenida especialmente por las avanzadas de los ejércitos”(19). No obstante y a pesar de todas esas imprecisiones, es posible deducir que aquella acción militar fue sostenida durante un tiempo prolongado, desde que mediaba el día hasta la caída de la tarde, lo que demuestra que no fue una simple escaramuza.

3ª.- Cantidad de combatientes. La mayoría de las fuentes consultadas no precisa el número de combatientes que integraban ambas fuerzas. Solo uno de los testimonios presentados, contenido en el Boletín del Ejército Libertador de Venezuela reveló que la cifra de realistas fue de 1.000 hombres de infantería, pero no indicó la cantidad de patriotas(20). Contrariamente, los historiadores mencionados citaron datos cuantitativos de ambos ejércitos. Restrepo afirmó que Latorre contaba “…con novecientos cincuenta infantes y un escuadrón de caballería…” y agregó seguidamente que “…La infantería republicana era casi igual en número, pero muy inferior en disciplina…”  en tanto que la caballería era “numerosa y excelente”(21).  Baralt comentó que Latorre, para el día 20 de marzo después de la batalla de Semen, cuando ‘se movió hacia Calabozo’ ya operaba “…con 1.500 infantes y un escuadrón’; sin embargo, escribió el mismo autor, ‘Bolívar podía oponerle 2.000 jinetes, mandados por Páez, Monagas y Cedeño, y 800 soldados de infantería…’ pero no especifica las cifras con respecto a los hechos de Ortiz del día 26, aunque puede suponerse que habrían sido las mismas(22).  Cunninghame Graham no dio números(23).

4ª.-  Fogosidad del combate.  Algunas de las noticias obtenidas con respecto a la impetuosidad del enfrentamiento son coincidentes y otras son contradictorias.  En el Boletín del Ejército Libertador de Venezuela quedó escrito que las fuerzas libertadoras encontraron al enemigo situado en las alturas de Ortiz y “…sin embargo de que sus posiciones eran ventajosísimas, por lo escarpado y pedregoso de los cerros, fueron atacadas por nuestra infantería que con el mayor denuedo las ocupó todas, poniendo al enemigo en vergonzosa fuga, después de haber combatido desde las once de la mañana hasta cerca de la noche…”(24). En el Diario de Operaciones del Ejército fue anotado que aquel día 26 “…El ejército marchó para Ortiz, donde, sobre las alturas a la entrada del pueblo, encontró al enemigo y trabó combate por las posiciones que fueron tomadas y vueltas a tomar: nuestra caballería á las órdenes del General Páez dio una carga brillante sobre el enemigo…”(25) Páez recordó que el general realista Miguel de Latorre esperó al ejército patriota en Ortiz, donde ocupó un sitio estratégicamente militar “…en las alturas que dominan el desfiladero de una cuesta antes de llegar a la población” y añadió inmediatamente que “Allí empeñó Bolívar un combate de seis horas más que temerario, pues nuestra caballería no podía tomar parte en él por no permitirlo el terreno. Varias veces subía nuestra infantería y tenía que volver a bajar rechazada, y todo esto a pesar de repetírsele a Bolívar que por nuestra derecha había un punto por donde descabezar aquel cerro. Fue, pues, imposible forzar el paso…”(26).
           
             Un ejemplo concreto de esa fogosidad lo expuso el propio Páez con el caso del “…coronel Genaro Vásquez, que fue herido de muerte cuando con un cuerpo de doscientos carabineros que mandaba, echó pie a tierra y logró llegar hasta la cima de la cuesta. Cuando fue herido Vásquez, una columna de infantería enemiga bajó por otro lado y llegó hasta el lugar donde estaba formado el resto de nuestra infantería, rechazándola unas doscientas varas; pero con el pronto y eficaz auxilio que le di, mandando a Iribarren cargar vigorosamente con una columna de caballería, volvió el enemigo a su altura, y pudo Vásquez y su columna incorporársenos y no quedar cortada…”(27)
           
             Las informaciones aportadas por el historiador Restrepo ayudan a entender la vehemencia del combate con el siguiente relato: “…poco o nada podía hacer nuestra numerosa y excelente caballería ligera contra puntos militares bien defendidos. Sin embargo, Bolívar y Páez determinaron atacar a los realistas, empeñándose el 26 de marzo en forzar aquellas posiciones, combatiendo con un valor extraordinario desde las doce hasta las cuatro de la tarde. En vano tomaron la primera altura, pues el enemigo se retiró a la segunda;  en vano hicieron desmontar quinientos jinetes para que auxiliaran a la infantería; finalmente, en vano trepaba la caballería por los cerros hasta alcanzar a los batallones enemigos. Los esfuerzos del valor denodado y aun heroico de los patriotas se estrellaron contra los obstáculos que en aquella jornada les opusieron la naturaleza y la disciplina militar…”(28) Baralt y Cunninghame Graham no opinaron sobre tal impetuosidad(29).

5ª.- Consecuencias. El combate terminó hacia el fin de la tarde, cuando el ejército patriota suspendió la acometida, ante la imposibilidad de alcanzar la cumbre de la cuesta, que estaba en posesión de los realistas, según puede deducirse de las fuentes consultadas, las cuales también contienen  informaciones relacionadas con el final (incluido el porqué) y con las consecuencias de aquel enfrentamiento, que están mencionadas a continuación:
           
            En el Boletín del Ejército Libertador de Venezuela fue publicado que las alturas de Ortiz “quedaron cubiertas de cadáveres” y que el cuerpo realista logró fugarse hacia Villa de Cura, porque la caballería patriota no pudo movilizarse con la destreza requerida para destruirlo totalmente, debido a  lo “quebrado y fragoso del terreno” y a que la noche ya estaba cerca; además, que los enemigos dejaron en Ortiz “un almacén de galleta, y muchas armas y municiones”; allí se agregó que hubo treinta bajas patriotas entre muertos y heridos(30). En el Diario de Operaciones del Ejército fue escrito, sin mayores detalles, que el Libertador ordenó la retirada del ejército hacia el hato San Pablo el día 26, la cual se cumplió ordenadamente,  y que las fuerzas realistas abandonaron el pueblo de Ortiz y “varias de sus provisiones”; además, dejaron 33 muertos en el campo de batalla, más 50 heridos y 2 prisioneros, al tiempo que las fuerzas patriotas tuvieron 12 muertos y 30 heridos(31). Páez dio una explicación sobre el porqué del final del combate,  vinculándolo a la proximidad de la noche y a la sed insoportable que padecían, lo que no parece muy ajustado a la realidad de lo acontecido; él afirmó: “Ya el sol estaba al ponerse, y como teníamos una sed irresistible y no había allí agua para apagarla, dispuso Bolívar que nos retiráramos al punto donde la había, que estaba a nuestra espalda cosa de seis leguas de distancia. El enemigo se aprovechó del movimiento y se puso en retirada hasta los valles de Aragua, como a diez y ocho leguas de Ortiz”(32).
           
            El historiador Restrepo consideró que el agotamiento físico indujo a los patriotas a desistir del objetivo de forzar a los realistas para que abandonaran aquellas posiciones militares y lamentó que “…los patriotas no hubieran procurado apoderarse del pueblo a fin de envolver a Latorre, después de flanquear con sus tropas aquellas alturas; maniobra que probablemente les hubiera dado la victoria contra los realistas…”(33)  Dio por cierto que hubo pérdidas considerables de oficiales y soldados muertos y heridos tanto en las fuerzas patriotas como en las realistas.  Añadió que el ejército real optó por abandonar el sitio aquella misma noche, suponiendo la posibilidad de una segunda arremetida de las fuerzas libertadoras; los realistas se retiraron apresuradamente hacia Villa de Cura para reunirse con el resto de sus tropas; mientras que el ejército libertador volvió al hato San Pablo, donde se le sumaron nuevos refuerzos, tanto de hombres como de caballos, traídos del Apure por el general Torres(34).
           
            Para el escritor Baralt, lo de Ortiz fue un “combate indeciso”, después del cual Latorre marchó hacia Villa de Cura y Valencia, debilitado por la falta de caballos(35). Y el inglés Cunninghame Graham calificó aquella acción militar como “...una breve escaramuza en la que no hubo resultado decisivo para ninguno de los dos bandos…” (36)

6ª. Una muerte muy sentida. Al parecer, la muerte del coronel Genaro Vásquez fue la más sentida de todas las que sucedieron como consecuencia del Combate de Ortiz, de acuerdo con los comentarios impresos en varias de las fuentes,  citados seguidamente:
           
            El Boletín del Ejército Libertador de Venezuela tiene incluida la siguiente nota: “En la acción de las alturas de Ortiz recibió tres heridas el bravo Coronel Genaro Vázquez, que murió el 27. La pérdida de tan benemérito oficial ha causado en todo el Ejército el más vivo sentimiento. El Coronel Vázquez, desde que se levantó el grito de Independencia en Venezuela, desenvainó su espada, y fue formidable a los españoles en multitud de combates, en que siempre se señaló su valor, su subordinación, y su constancia. Murió también el Capitán de Cazadores del Batallón de Barlovento Francisco Medina…”(37)
           
            En el Diario de Operaciones del Ejército quedó anotado que el día 27 murió el coronel Vásquez, quien fue herido en la acción de Ortiz y fue sepultado con las consideraciones de su rango(38).
           
            Páez fue muy expresivo de sus sentimientos hacia aquel valeroso militar cuando relató varios detalles acerca de ese suceso en los términos siguientes, que ahora es oportuno reiterarlos: “…tuvimos que lamentar entre otras la irreparable pérdida del coronel Genaro Vásquez, que fue herido de muerte cuando con un cuerpo de doscientos carabineros que mandaba, echó pie a tierra y logró llegar hasta la cima de la cuesta. Cuando fue herido Vásquez, una columna de infantería enemiga bajó por otro lado y llegó hasta el lugar donde estaba formado el resto de nuestra infantería, rechazándola unas doscientas varas; pero con el pronto y eficaz auxilio que le di, mandando a Iribarren cargar vigorosamente con una columna de caballería, volvió el enemigo a su altura, y pudo Vásquez y su columna incorporársenos y no quedar cortada. Vásquez venía herido y en brazos de sus soldados. Aquella misma noche murió”(39). Páez agregó, en nota de pie de página, que: “La pérdida de Genaro Vásquez me fue muy dolorosa pues era uno de los campeones de Apure con quienes contaba yo siempre que había que acometer todo género de empresas, por arriesgada que fuese. La patria agradecida no debe olvidar el nombre de este valiente, ya que no hay monumento que recuerde el de los que murieron por ella en los campos de batalla. Catorce años después de su muerte, recogí los huesos de tan gallardo compañero de armas y los llevé a Valencia: en memoria suya di su nombre a una laguna que se halla en el patio de mi hato de San Pablo donde estuvo enterrado primero”(40).
           
            Dos de los tres historiadores consultados también reportaron esa lamentable pérdida.  Restrepo aseveró que entre los primeros heridos estuvo el valiente coronel Genaro Vásquez, cuya muerte acaeció al día siguiente del combate(41). Baralt dijo solamente que Genaro Vásquez murió en la acción militar(42). Y Cunninghame Graham no mencionó el caso(43).
           
            Telasco Macpherson escribió en nota de pie de página, a manera de aclaratoria, que “Genaro Vázquez […] era barquisimetano, y según Montenegro, fué el que dió el lanzazo al general Morillo en la acción de Sémen”(44). No obstante, Páez anotó, igualmente en pie de página, que el entonces capitán Juan Pablo Farfán fue quien hirió a Morillo en la batalla de Semen(45). Sin embargo,  Cunninghame Graham apuntó, también en nota de pie de página, que, según Páez,  el general Morillo fue herido por un capitán de nombre Juan Pablo Farfán; pero, agregó, que E. Loraine Petrie, en la página 205 de su libro Simón Bolívar, publicado en Londres en 1910, aseveró que el heridor de aquel jefe realista “…fue un patriota desconocido que se ocultaba en los matorrales” (46).

7ª.- Significación.  Aunque los resultados del Combate de Ortiz no fueron totalmente favorables para las fuerzas patriotas, como lo habían pretendido, sí sirvieron para fortalecerlas moralmente, tanto que, dos días después de aquel suceso, el 28 de marzo, el general Carlos Soublette, Jefe del Estado Mayor, participó por medio del Boletín del Ejército Libertador de Venezuela emitido desde el Cuartel General en las cercanías de Ortiz, que “…San Cárlos y todo el Occidente están descubiertos y atacados por la poderosa División que á las órdenes del Coronel [Antonio] Rangel ocupó la Capital y demás pueblos de la Provincia de Barinas. El Ejército continuará mañana sus operaciones, combinadas con las fuerzas del Coronel Rangel, y podemos asegurar que el enemigo, amenazado en todos sus puntos, va á ser forzado á cedernos el país y encerrarse en Puerto Cabello, ó á ser despedazado en todas partes si nos aguarda”(47).

III.- Resumen

            Las citas bibliográficas expuestas en este trabajo son fundamentales para entender los acontecimientos relacionados con el denominado Combate de Ortiz, ocurrido el 26 de marzo de 1818, en unos cerros cercanos al pueblo conocidos como la Cuesta de Ortiz, caracterizada por ser de terrenos escarpados, pedregosos y, en fin, muy accidentados, tanto que dificultan el ascenso a su cima(48).
           
            En ese mismo escenario sostuvieron un recio, impetuoso  y prolongado enfrentamiento las fuerzas patrióticas dirigidas por Bolívar con las realistas comandadas por el brigadier Miguel de Latorre, sustituto del general Pablo Morrillo, quien convalecía de una herida en el bajo vientre que había recibido al final de la batalla de Semen o de La Puerta, como la identificaron los realistas, y después de la cual ambos ejércitos habían marchado hacia las llanuras de Calabozo, en las cercanías de El Rastro, desde donde las fuerzas reales, ante el riesgo de ser acometidas por los patriotas, debieron retroceder apresuradamente hasta la Cuesta de Ortiz, donde tomaron posiciones militarmente estratégicas que le permitieron resistir la feroz embestida de los patriotas desde que mediaba el día hasta la caída de la tarde, cuando el Libertador optó por retirarse hasta San Pablo al serle imposible conquistar aquel lugar. La retirada de los patriotas permitió a los realistas abandonar el sitio y marchar hasta Villa de Cura, ante la posibilidad de una segunda acometida.
           
            Las pérdidas humanas como consecuencias de aquel combate fueron 33 muertos, 50 heridos y 2 prisioneros en las fuerzas realistas, mientras que en las patriotas hubo 12 muertos y 30 heridos, de acuerdo con el Diario de Operaciones del Ejército, correspondiente al mes de marzo de 1818. Muy lamentada fue la muerte del coronel Genaro Vásquez.

Ortiz, sábado 22 de agosto de 2015.

REFERENCIAS Y NOTAS

(1) O’LEARY: 1981, t. 16, pp.17, 18, 22 a 25. PÁEZ: 1987, v. 1, t. I, pp. 144 a 147.

Observación. El Boletín del Ejército de Venezuela, de fecha 28 de marzo de 1818, publicó el siguiente comentario: “El pequeño suceso de Sémen persuadió al enemigo que nuestra retirada era una derrota, y tuvo la temeridad de hacer dos marchas en el Llano, sólo para dar un nuevo testimonio de su impotencia: queda otra vez reducido á Valencia y á los Valles de Aragua…”(O’LEARY: ob. cit., p.18).

(2) O’LEARY: ob. cit., pp.17, 18.

(3) IBÍDEM: pp. 24, 25.

(4) PÁEZ: ob. cit., pp. 145, 146.

(5) RESTREPO: 1969, t. III, pp. 395, 396.

(6) MACPHERSON: 1973, pp. 374, 375.

Observaciones:
1.- Rafael María Baralt fue un reconocido escritor, historiador, poeta, periodista,filólogo y político venezolano, nacionalizado español. Nació en Maracaibo, estado Zulia, en 1810. Se residenció en España desde 1843 y se vinculó a la causa cristiana liberal hispánica. Estudió el problema de los límites venezolanos con la Guayana Inglesa (actual Guyana). Entre sus obras están: Resumen de la Historia de Venezuela, publicada en tres volúmenes, Paris, 1841; Adiós a la patria; Diccionario matriz de la lengua castellana, editado en 1850; Diccionario de galicismos, hecha pública 1855. Miembro de la Real Academia Española. Director de la Gaceta de Madrid y Administrador de la Imprenta Nacional en 1854. Falleció en Madrid en 1860, a los 49 años de edad. Sus restos fueron trasladados al Panteón Nacional, Caracas, el 23 de noviembre de 1982. (Diccionario de Historia de Venezuela, Caracas, Fundación Polar, segunda edición, t. 1, pp. 360, 361; El Pequeño Larousse Ilustrado, México, duodécima edición, 2006, p. 1145).
2.- Telasco Macpherson publicó un interesante resumen biográfico del coronel Genaro Vásquez en su Diccionario histórico, geográfico, estadístico y biográfico del estado Lara (Caracas, 1981, pp. 536 a 540).

(7) CUNNINGHAME: 1991, p. 126.

(8) O’LEARY: ob. cit., p. 18.

(9) IBÍDEM: p. 24.

(10) PÁEZ: ob. cit., p. 146.

(11) RESTREPO: ob. cit., p. 396.

(12) MACPHERSON: ob. cit., p. 374

(13) O’LEARY: ob. cit., p.18.

(14) IBÍMEN: p. 24.

(15) PÁEZ: ob. cit., p. 146.

(16) RESTREPO: ob. cit., p. 396.

(17) MACPHERSON: ob. cit., p. 374.

(18) CUNNINGHAME: ob. cit.

(19) DRAE: 2001, t. I, p. 954.

(20) O’LEARY: ob. cit., p.18.

(21) RESTREPO: ob. cit., p. 396.

(22) MACPHERSON: ob. cit., p. 374.

(23) CUNNINGHAME: ob. cit.

(24) O’LEARY: ob. cit., p.18.

(25) IBÍDEM, p. 24.

(26) PÁEZ: ob. cit., p. 146.

(27) IBÍDEM.

(28) RESTREPO: ob. cit., p. 396.

(29)  MACPHERSON: ob. cit., p. 374. CUNNINGHAME: ob. cit.

(30) O’LEARY: ob. cit., p.18.

(31) IBÍDEM: p. 24.

(32) PÁEZ: ob. cit., p.146.

(33) RESTREPO: ob. cit., p. 396.

(34) IBÍDEM.

(35) MACPHERSON: ob. cit., pp. 374, 375.

(36) CUNNINGHAME: ob. cit.

(37) O’LEARY: ob. cit., p.18.

(38) IBÍDEM: p. 25.

(39) PÁEZ: ob. cit., pp. 145, 146.

(40) IBÍDEM: p. 146.

(41) RESTREPO: ob. cit., p- 396.

(42) MACPHERSON: ob. cit., p. 374.

(43) CUNNINGHAME: ob. cit.

(44) MACPHERSON: ob. cit., p. 374.

(45) PÁEZ: ob. cit., p. 145.

(46) CUNNINGHAME: ob. cit.

(47) O’LEARY: ob. cit., p. 18.

(48) “…El sitio de La Cuesta de Ortiz, donde se realizó la batalla, está ubicado a unos tres kilómetros de la población; es una zona árida y pedregosa, rodeada al este y al sur por la galera y al norte y al este por el río Paya…” (RODRIGUEZ MIRABAL, Fernando. Semblanzas Orticeñas. San Juan de los Morros. Ediciones de la Gobernación del Estado Guárico, 2012, p. 69) 


BIBLIOGRAFÍA

Autobiografía del General José Antonio Páez. Caracas. Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. Fuentes para la Historia Republicana de Venezuela, segunda edición, volumen 1,  tomo I, 1987.

CUNNINGHAME GRAHAM, Robert B. José Antonio Páez. Los Teques. Edición del Estado Miranda. Biblioteca de Autores y Temas Mirandinos; Colección República, volumen 45, 1991.

Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas. Fundación Polar, tomo 3, 1997.

Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Madrid. Vigésima segunda edición, t. I, 2001.

MACPHERSON, Telasco. Diccionario histórico, geográfico, estadístico y biográfico del estado Lara. Caracas. Ediciones de la Presidencia de la República; Biblioteca de Autores Larenses, 1981.

MACPHERSON, Telasco. Diccionario histórico, geográfico, estadístico y biográfico del estado Miranda. Los Teques. Edición facsimilar de la Gobernación del Estado Miranda. 1973. 

Memorias del General O’leary. Barcelona, España. Ministerio de la Defensa de Venezuela, tomo 16, 1981.

RESTREPO, José Manuel. Historia de la Revolución de Colombia. Medellín, Colombia. Editorial Bedout, tomo III, 1969.

RODRÍGUEZ MIRABAL, Fernando. Semblanzas Orticeñas. San Juan de los Morros. Ediciones de la Gobernación del Estado Guárico, 2012. 



*Imagen tomada de http://la-isla-desconocida.blogspot.com/2012/12/casas-muertas-la-novela-de-otero-silva.html


CASA AMARILLA DE LEZAMA

Carlos A. López Garcés
Cronista del municipio José Tadeo Monagas
Estado Guárico



1.- El pueblo

            San Francisco Javier de Lezama es la capital de la parroquia de igual nombre del municipio José Tadeo Monagas del estado Guárico. Está ubicada en la porción noreste del territorio guariqueño, en las últimas estribaciones de la Serranía del Interior, en la margen izquierda del río Orituco, a diecisiete kilómetros al sur de Altagracia, que es la cabecera municipal. Su denominación legal incluye a su Santo Patrono, aunque la tradición la identifica como Lezama de Orituco y sus pobladores prefieren llamarla Lezama, sencillamente, con lo cual concentran toda la intimidad de su vínculo afectivo con el terruño.

            Este pueblo fue fundado por el franciscano Manuel de Alesón en 1688, con una cifra desconocida de indios guarinos, llamados palenques por los españoles; sin embargo, el número de habitantes era de quinientos guaiquires en 1783, cuando apenas había dos familias españolas dentro del poblado y fuera de la legua de los aborígenes vivían más de mil españoles, entre blancos, negros, mulatos, zambos, etcétera. Falta responder qué ocurrió con los guarinos; pero aún en el último tercio del siglo XVIII y en las primeras décadas del XIX mantenía su condición de comunidad indígena, donde la iglesia habría sido la edificación más consistente de la localidad, en comparación con las viviendas de la mayoría de los pobladores. Según informaciones aportadas en marzo de 1813 al Arzobispo de Venezuela por el bachiller José Calixto Morín, párroco de Lezama, este pueblo contaba entonces con media legua en contorno y ochentidós casas, de las cuales una era Casa Real y Cárcel donde se aprisionaban los delincuentes; otra era la de doctrina donde se instruían los niños y las niñas; además, había dieciséis viviendas de españoles; las sesenticuatro restantes eran las “derrumbadas e inútiles de los indios” debido a que no las habitaban, pues tenían sus casas retiradas en los montes donde vivían.


Casa Amarilla de Lezama. Foto: C.L.G., miércoles 27-05-2015.

            Los terrenos de Lezama aun correspondían a los indígenas de esa parroquia en 1850, de acuerdo con lo expuesto en un juicio por rectificación del lindero sur de la hacienda Tocoragüita cuyo propietario, Francisco D’Suze, demandaba a los indios por haberlo despojado de parte de las tierras en litigio, las cuales, finalmente, le fueron devueltas el 2 de octubre de aquel año. Llama la atención que los indígenas tuvieron apenas veinticuatro horas para lograr la suspensión de tal acto rectificador; debían hacerlo en ese corto lapso, mediante la presentación ante el juez de Lezama comisionado para esos efectos, comandante Hipólito Rondón, del “título justo y auténtico” que les acreditara la pertenencia de esas tierras.
2.- Una casa simbólica
            No es difícil sospechar que en Lezama sucedió una transformación arquitectónica-habitacional en el transcurso del siglo XIX, como consecuencia de la ocupación de los espacios de uso residencial dentro del pueblo por parte de descendientes de conquistadores y colonizadores, quienes, entonces convertidos en una especie de élite de terratenientes, habrían estado también usufructuando las tierras de vocación agrícola asignadas a los primitivos moradores. Los aborígenes habrían sido desplazados sistemática y progresivamente de todos sus terrenos. Era, supuestamente, el poder económico de grupos clasistas republicanos conservadores ejecutado contra un conjunto de indígenas debilitados y avasallados, quienes padecían los efectos de la aplicación reiterativa del modelo económico-social hispano-colonialista en la joven república venezolana, al extremo que terminaron desapareciendo víctimas de la transculturación, del mestizaje, de las guerras civiles, de las enfermedades epidémicas, de la discriminación, etcétera, hasta consolidarse ese exterminio con la deslegitimación de los resguardos territoriales indígenas en el último tercio del siglo XIX.

Aquel proceso habría comprendido la sustitución de la ranchería de los indios y determinado la construcción de holgadas casas familiares, con altas paredes de tapia y rafa, techo de tejas, grandes puertas y ventanas, de amplios zaguanes, corredores, salas, dormitorios, patios, cocina, comedor y hasta espacios para establecimientos mercantiles, incluso en otras de menor majestuosidad, que sirvieron para convertir a Lezama en un importante centro comercial del Llano en el primer tercio del siglo XX.


Casa de Alto de Lezama, en el cruce de las calle Bolívar  y Miranda.
 Foto: C.L.G., miércoles 27-05-2015.

La Casa Amarilla es una de esas viviendas.  Está ubicada al lado este de la iglesia San Francisco Javier, enfrente de la plaza Bolívar y da forma a la esquina noroeste del cruce de las calles Bolívar y Montenegro. Fue edificada sobre una superficie de 1.500 metros cuadrados, aproximadamente. Sus paredes son de tapia y rafa, con alturas que acaso oscilan entre cinco y ocho metros. El techo es de tejas sobre caña amarga, con un ancho alero. Su piso fue originalmente de ladrillos. Por el frontis, al sur, que es el lado de la calle Montenegro, tiene tres ventanas y tres puertas arqueadas; dos de estas últimas dan acceso al local para comercio, al que corresponde una de las ventanas; la puerta principal, a través de un zaguán, facilita el ingreso al interior, donde hay un amplio patio central circundado por ocho columnas cilíndricas que sostienen el techo y delimitan el patio de cuatro corredores, los cuales comunican, por medio de puertas distribuidas armónicamente, con el local para comercio por el lado del este, con una sala por el del sur, con tres dormitorios por el del oeste y con otras dos dependencias por el del norte; una de estas últimas, la del oeste, comunica directamente con el patio trasero y parece ser área de depósito porque existe una especie de troja en su interior, quizás a dos metros de altura. La sala tiene dos ventanas que dan a la calle del frente; además, se conecta con cada cuarto mediante la puerta interna respectiva; el cuarto del norte tiene una ventana hacia el corredor. Desde el extremo este del corredor norte hay paso hacia el patio trasero a través de una puerta. Por la fachada este, que es el lado de la calle Bolívar, tiene dos puertas y dos ventanas, que corresponden en su totalidad al local para comercio; éste tiene una salida hacia el patio trasero. Tanto las puertas como las ventanas son de madera y de dos hojas. Todas las ventanas exteriores tienen rejas de hierro; la del interior la tiene de madera. El uso como residencia familiar es suficiente para inferir que tuvo espacios destinados a la cocina, al lavadero, al baño y hasta para el establo típico y asimismo necesario en los pueblos orituqueños cuando predominaba la economía agropecuaria, característica de la Venezuela rural del siglo XIX y primera mitad del XX, antecesora de la dependencia petrolera. 

El nombre de esta edificación es por el color que ha tenido tradicionalmente y que ha sido respetado y defendido por los lezamenses, tanto que, en cierta oportunidad, el doctor Andrés Torres, médico al servicio de la localidad, decidió pintarla de otro color cuando residía en ella, lo cual generó la enérgica protesta de los pobladores, entre quienes destacaba Juan Hernández, un vehemente defensor de su terruño. Tal fue la magnitud del rechazo que el médico optó por abandonar la población.

No existen datos disponibles para aclarar cuándo y cómo fue construida, quién fue su primer dueño ni su alarife constructor; no obstante, hay noticias que indican su edificación sobre un cementerio que hubo al lado del templo, cuya fábrica había ordenado el obispo Mariano Martí en marzo de 1783 cuando estuvo de visita pastoral en Lezama y dejó escrito que “…Luego se hará cementerio en un solar contiguo a la Iglesia, a la banda de la Epístola…”

Al parecer, aquella orden martiana fue cumplida cabalmente, de acuerdo con dos informaciones confiables: una refiere que, en cierta ocasión, el señor Luis Nieves encontró un esqueleto humano dentro de una especie de pimpina grande (urna funeraria), cuando abría unos huecos en el piso de la Casa Amarilla, como parte de ciertos trabajos que allí realizaba(1); la otra corresponde a la extracción de varias osamentas humanas cuando abrían los hoyos para la construcción de la nueva casa parroquial, al lado este inmediato de la sacristía, en la primera década del siglo XXI; esos huesos, sin clasificar y junto con la tierra extraída, fueron botados en un lugar desconocido por decisión del párroco Francisco Boucard, quien, motivado por una pregunta sobre lo que ocurriría con este caso y la reencarnación, afirmó que no había razón para preocuparse porque esos huesos se reagruparían con sus correspondientes cuando ella sucediera(2).



Casa que fue de José Melchor Ruiz, donde vivió con su familia y mantuvo la tienda-bodega 3 de Mayo durante cincuentitrés años del siglo XX. Ubicada en la calle Junín, cruce con la Comercio. Foto: C.L.G., miércoles 27-05-2015.

No ha sido posible localizar informaciones documentales que revelen cuándo fue clausurado ese camposanto; sin embargo, una versión señala que lo habrían utilizado apenas durante veinte años, hasta 1804, según afirmación del licenciado Miguel Aníbal Fernández, quien supone que la Casa Amarilla fue construida entre 1805 y 1809.  De acuerdo con el respetable valor cultural de la veneración a los familiares muertos, muy acatado entonces, es factible pensar en que esa edificación habría sido muchos años después de la clausura de aquel cementerio, cuando ya había disminuido considerablemente la existencia de personas que tenían afianzados vínculos sentimentales con parientes enterrados en ese sacrosanto lugar.

La falta de documentos disponibles y confiables ha impedido establecer la tradición legal de la propiedad de la Casa Amarilla. Algunas informaciones orales, aportadas por vecinos lezamenses, ayudan a ordenar ciertos rasgos de esa tradición. Es conocido que el canario Antonio González Alonso había enviudado de Mercedes Pérez en la segunda década del siglo XX, cuando, por razones de trabajo, decidió trasladarse de Batatal, municipio El Guapo del estado Miranda, hasta la hacienda Tocoragua, cerca de Lezama, donde conoció a Adela Marrero, una negra de cabellos lisos y ojos claros, con quien contrajo matrimonio. Ella no tenía descendientes, pero ayudó solidariamente a terminar la crianza de los cuatro hijos menores de su nuevo cónyuge: Adolfina, Providencia, Alfonso y Jesús Galeno, quien era ilegítimo. Al parecer, ese era el tercer casamiento de aquella mujer, quien había enviudado en dos ocasiones de esposos españoles muy adinerados y por consiguiente había sido  heredera en ambos casos, lo que explicaba las riquezas que poseía, entre las cuales estaban tierras en La Esperanza y Acapral, ganado, casas y morocotas.

Antonio González Alonso y su esposa Adela Marrero, junto con su grupo familiar, habitaron la Casa Amarilla con carácter de propietarios. Ante la muerte de Antonio ocurrida en 1938, Adela pasó a ser la dueña exclusiva de la casa. Ella había criado a Francisco J. Padrón (Pancho), quien había quedado huérfano cuando estaba muy pequeño, y se hizo su madrina. Adela le donó la Casa Amarilla a Pancho Padrón, cuando ella se mudó para Acapral, cerca de Lezama, donde tenía terreno y vivienda. El señor Padrón tuvo esa casa como residencia familiar, con su esposa Matilde Cedeño de Padrón; además, estableció allí un negocio que llamó La Sultana de las Pampas, el cual mantuvo hasta que decidió mudarse para Altagracia de Orituco, donde abrió un nuevo establecimiento comercial identificado con el nombre La Incógnita, en la calle Bolívar cruce con la Ilustres Próceres.  La Casa Amarilla fue igualmente residencia de los esposos Efraín López Pérez y Adolfina González Alonso de López, en unión de sus hijos.

Un buen día, Padrón optó por vender la casa; al parecer, fue adquirida por el ejecutivo del estado Guárico en 1948, cuando la gobernación era ejercida por el abogado altagraciano Miguel Toro Alayón y la presidencia de la república por don Rómulo Gallegos. Desde entonces tuvo otros usos ocasionales. Fue sede de: la escuela, que primero era diurna y después  nocturna, con la presencia del maestro Jesús Bandres y la maestra Mercedes Vargas Medina; la medicatura y residencia de médicos (el doctor Wenceslao Servenca fue el primer médico residente de ese centro de salud); la biblioteca fundada por Miguel Aníbal Fernández y José Eduardo Estanga, cuando eran jóvenes estudiantes; la prefectura; la comandancia de policía; la junta comunal; el juzgado, mientras a los órganos del poder público le fabricaban sede propia. Igualmente, ha sido utilizada como escenario fundamental de la comunidad para otras actividades: los oficios religiosos se efectuaban en ella cuando reparaban la iglesia parroquial; la celebración de distintas fiestas de gala, como la correspondiente a las festividades patronales(30); los velorios de la víspera del día de San Juan, la noche del 23 al 24 de junio, con la participación de los Negros Kimbánganos y ciertas conmemoraciones, como la del centenario de la muerte del prócer independentista Hipólito Rondón, con la intervención de José Antonio de Armas Chitty en el rol de orador de orden, son algunos casos ilustrativos. 


Fachada principal de la Casa Amarilla de Lezama.

 Foto: C.L.G., miércoles 27-05-2015.


El uso regular de esta casa no ha sido una constante desde que es, supuestamente, propiedad del gobierno regional guariqueño; esto es decir que ha permanecido desocupada y deteriorándose por períodos relativamente largos; aunque se le ha hecho trabajos de mantenimiento general en pocas ocasiones, algunos de los cuales incluyeron la recuperación de partes estructurales, como los realizados cuando Jaime Lusinchi era Presidente de la República (1984-1989). Es oportuno recordar que esas labores de preservación quedaron inconclusas en ciertas oportunidades; un ejemplo fue publicado en la página 8 del periódico Equis Nª 68, con fecha en Altagracia de Orituco del 30 de septiembre de 1976, cuando, en una nota sobre Lezama, se comentó que los trabajos de la Casa Amarilla habían quedado a medias. El Ministerio del Poder Popular para la Cultura, por medio del Instituto de Patrimonio Cultural, tiene la pretensión de recuperarla del abandono en el cual se encuentra desde hace mucho tiempo, para lo cual existe un proyecto de data más reciente cuya ejecución comenzó a mediados del año 2013, cuando al Consejo Comunal del sector Centro-Plaza de Lezama le transfirieron un millón de bolívares para los trabajos de restauración, que debían incluir techo, paredes, friso y piso(3); pero éstos fueron suspendidos sin explicaciones públicas.

No hay noticias relacionadas con algún hecho histórico trascendente, relevante, sucedido en la Casa Amarilla; sin embargo, es posible deducir que  ella tiene la significación de ser representativa de una época centenaria de transformaciones socio-económicas en la localidad lezamense, que marcó la aplicación de una política segregacionista con el desplazamiento definitivo de los pobladores indígenas y la imposición de grupos dominantes formados por terratenientes y comerciantes, los cuales pasaron a controlar la dinámica cotidiana de la comunidad. Otra vivienda con una importancia histórica similar es la llamada Casa de Alto cuyos antecedentes son desconocidos y de la cual fue dueño Miguel González Alonso, hermano de Antonio, antes citado;  está ubicada diagonalmente a la plaza Bolívar, en el cruce de las calles Bolívar y  Miranda. Está en ruinas a la fecha de hoy.

 Justo es anotar que en la porción sureste del cruce de las calles Comercio y Junín fue fabricada una especie de réplica de la Casa Amarilla, con ciertos cambios y cuyas dimensiones son menores a las de ésta; su frente está orientado hacia el norte a diferencia de aquella que es hacia el sur. Fue el hogar de su propietario José Melchor Ruiz, quien mantuvo allí, desde el segundo tercio del siglo XX y durante cincuentitrés años, una tienda-bodega de nombre 3 de Mayo, que era realmente un expendio de diversas mercancías (víveres, licores, telas, calzados, medicamentos, artículos de ferretería, etcétera). Mucho tiempo después de la muerte del dueño fue adquirida por el padre Rudi Rajk, un sacerdote que llegó a Lezama en calidad de párroco, se enamoró del pueblo, compró esa vivienda cuando comenzaba a deteriorarse, la restauró y le restituyó el uso de residencia familiar sin alterarle su originalidad, para su propia satisfacción espiritual y la de los lezamenses que anhelan y defienden la conservación de su patrimonio arquitectónico(4). 
Altagracia de Orituco, lunes 27 de junio de 2015.

NOTAS

(1) Luis Nieves era un cultor de los Negros Kimbánganos de Lezama, de los cuales llegó a ser su capitán por varios años. Datos obtenidos en el Registro Civil de la parroquia Lezama, el miércoles 27 de mayo de 2015, indican que: Nació en Lezama el 9 de diciembre de 1928; murió en Caracas el 16 de enero de 2011, a los 82 años de edad, y fue enterrado en su pueblo natal.

(2) Al parecer, el padre Francisco Boucard no habría sido muy creyente de la reencarnación, según lo indica aquella respuesta.

(3) Los recursos para la restauración de la Casa Amarilla y de la iglesia de San Rafael de Orituco sumaban un millón de bolívares en cada caso; fueron asignados por el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela al Instituto de Patrimonio Cultural el 24 de mayo de 2013.


(4) Las fuentes consultadas para redactar este trabajo se mantienen en reserva.

El Motor de aire desafía la segunda Ley de la Termodinámica. Invento de un guariqueño.