miércoles, 23 de diciembre de 2009

LAS PALMAS DE AYER


Ponencia presentada en el 1er Encuentro de Geohistoria Local y 1er Reencuentro de Habitantes de la Comunidad de Las Palmas de la ciudad de San Juan de los Morros. Sábado 12 de diciembre del 2009.


Miguel Eduardo Benítez Quintero


Es necesario aclarar algo, mi intervención del día de hoy en cuanto al aspecto investigativo, esta basada más en el plano de lo empírico que de lo científico. Para hablarles de esta populosa comunidad de las Palmas, me baso en mis vivencias y experiencias recogidas a lo largo de mis 57 años de existencia, las cuales en su mayor parte han estado ligadas a este terruño.

Hagamos un poco de historia y vamos a remontarnos al año de 1875, cuando lo que hoy se conoce como la comunidad de Las Palmas, era un predio rural, enclavado en la posesión Baecera, con los siguientes linderos: por el Naciente: la fila alta del cerro Pariapan; por el Poniente: La quebrada de Boquerón; por el Norte: Río San Juan, desde la quebrada de Boquerón hasta los linderos de la posesión de Garrapata; y por el Sur: la misma posesión Baecera y cerro de Pariapan.

Desde que tenía uso de razón acompañaba a mi padre, Don Miguel Ramón Benítez (qepd) desde la casa montonera de la Av. Bolívar, por aquellos polvorientos caminos de los años 60; hasta lo que todavía hoy se conoce aquí en las Palmas como la vega Benitera. Testigo mudo de aquellos caminos, es este pasaje Los Baños; último vestigio de la vieja carretera San Juan – San Sebastián, con la famosa vuelta de la Ceiba; por aquí era el tránsito hacia la primogénita de Aragua, San Sebastián de los Reyes, se hacía el camino en bestia mular, en burro o a caballo; que tiempos aquellos, me hubiera gustado vivirlos. Arreos de ganado rumbo al Tuy pasaban por lo que hoy conocemos como “Las Palmas”. Luego a finales de los 50 comenzó el transito automotor, con la primera línea de autobuses, y fue esta misma callecita que tenemos al lado la que los vio pasar.

Fue por esa época de los años 50 cuando se empezó a formar esta comunidad que hoy conocemos como Las palmas, sus primeros habitantes fueron gentes provenientes de pueblos y campos circunvecinos que se instalaron a la entrada de San Juan, gente de San Sebastián, del Chino, Cataurito, El valle, Cumbres , Los Cedros y otros. Así como trabajadores de las haciendas cercanas como es el caso del Totumo , Garrapata y Chaparral que eran fuente de empleo en el área agropecuaria. Nombres como los de Manuel Pérez, Vicente Rojas, Gregorio Torres, Efraín González, Manuel Pulido, Pedro Sánchez, Miguel Benítez; forman parte de la historia campechana de esta comunidad, hombres de brega, de a caballo y honestos a carta cabal.

De igual manera no puedo dejar de lado a unos personajes muy particulares y populares en todo nuestro Municipio, se trata de la flotilla de los camioncitos areneros de las palmas, quienes desde finales de los años 50 han venido contribuyendo al progreso de todo el pueblo de San Juan de los Morros, estos vetustos volteos han sobrevivido al avance tecnológico, y hoy con más de 50 años a cuestas siguen cumpliendo con su labor solidaria de llevar la arena más económica al hogar humilde, para construir la piecita o el cuartito cuando la familia crece.

Como pioneros de este singular trabajo tengo que mencionar al Sr. Manuel Pérez con su compadre José Félix Benítez mi tío (burro e plomo), junto a su eterno palero David, quien lo acompaño hasta sus últimos días; junto a ellos también tengo que mencionar a Juan Blanco, popularmente conocido como “saco e sal”, quien legó la tradición en la persona de sus hijos que continuaron sus pasos.

Como algo curioso tengo que resaltar la particular costumbre del eminente Sabio venezolano Dr. José Francisco Torrealba, de dar paseos matutinos y vespertinos en automóvil desde San Juan hasta San Sebastián; era una manera de meditar y encontrarse consigo mismo para dejarle su legado a la humanidad. Que habitante de las Palmas en los años 60-70 no llego a ver a tan ilustre ciudadano en sus paseos cotidianos.

De esta manera cierro mi intervención sobre “Las Palmas de ayer”, no sin antes destacar que nuestra comunidad de las Palmas hoy por hoy es considerada una de las más populosas y pujantes de San Juan, habitada por gente honorable y trabajadora, amantes de las buenas costumbres. En los actuales momentos en los que vivimos en una sociedad convulsionada por tanta intolerancia y tantos males; se hace necesario apelar al legado que nos dejaron aquellos fundadores honestos a carta cabal, está en manos de la generación actual y de las generaciones futuras, el rescate de los valores que se han perdido, para que todos vivamos en un clima de armonía y reconciliación que es lo que necesita con urgencia nuestro país; es con ustedes jóvenes de las Palmas, Ceballos, Tovar, Vargas, Pérez, Ulloa, Ziegler, Carpio, Montezuma, Borrego y todos los que escapan a mi memoria. Gracias.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Guardatinajas, Cien años de su acontecer

SOMOS LOS MISMOS EN CUERPOS AJENOS




Alberto Hernández

Fotos: Wilson Prada y Freddy Cortez



** Asombra verse doscientos años atrás en una lista de censo conquistador. Saber que somos los mismos apellidos con los mismos pecados y aciertos. Gracias a Lucas Guillermo Castillo Lara todos estamos en un libro, rivales y amigos, primos y parientes.


** Sólo faltan otros cien años de Guardatinajas para desmitificar la memoria y hacerla verdadera pasión, verdadero canto a este pedazo de tierra que es parte de nuestros sueños.



¿Qué hora aciaga pero predestinada pudo ser testigo del arrebiate de indios guaiquires, mapoyes y tamanacos hacia las tierras desprendidas del Llano en los primeros tiempos de la conquista? ¿Qué de hombres de Dios y sus santos para habitar zanjones y arrecifes del mítico cacique Guaitincay o Guacatincay? Sólo el rato que el día frecuenta desde el amanecer hasta la hora más alta pudo mirar ese grupo atascado entre vocablos extraños, cruces y arcabuces y signar la memoria de ese tránsito fundacional.


Agustín Linares


Y entonces dieron en llamarlo Guardatinajas antes de la creación de calles y casas. Mucho antes andaba la huella de la palabra confundiendo capuchinos y hombres de armas, como para dejar sentado que el misterio es el dueño permanente de esta tierra radical, de profunda oscuridad, de luz cuyo horizonte hace ver espejismos y concitar espantos. Y se quedó Guardatinajas a pesar de la a confusión. O por ella.


Sotanas y polvo de tiempo


Todo estaba tan revuelto, como en los tiempos de la creación del mundo, para los habitantes de este lugar donde hay un manto de sabana que es horizonte y pastizales perdidos. Porque tuvo que escribirse Guardatinajas, Cien años de su acontecer para que la historia develase los secretos de un cielo y un polvo desértico que esperaban por otras miradas para hacerlos sangre castiza, negra, india, en un perfecto mestizaje de pieles y vocablos.


Encarnación Mireles


Bastó la aceitunada pronunciación andaluza para que llegara la arábiga desfachatez del condumio colectivo. Bastó el surco cristiano para que este pedazo de Guárico fijase amistad con amaneceres y tardes silenciosas. Para que entre chamizales y bajíos a la aguada quedara fundada Santa Bárbara de Guardatinajas, un día aún desconocido en un año, aquel de 1768. y sobre este hecho muchas confusiones porque el tiempo del Llano también enreda y hace posible el espejismo y el mareante extravío entre chaparros y picas aún no inventadas.


Fabián Torreles


Sotanas y palabras en latín para ajustar las cuentas a una llegada intempestiva, inesperada. El cura Fray Andrés de Granada rn viva misión de arrimar nombres y bautismos cerca del río Tiznados.

Y la tierra fue y sigue siendo pródiga. Desde ese tiempo al que nos toca vivir existe el bajío milagroso: “El agua para beber estaba asegurada por una fuente de agua viva, de buena calidad, situada a una cuadra de la plaza, al bajar una barranca no muy profunda”.

¿Cuántas veces de niño nos repetimos en el pasado/ presente de los primeros habitantes que se bañaban en esas cristalinas y sanas aguas a una cuadra de española de la hoy plaza Bolívar?

Y también estuvo, entre tantos nombres olvidados, el Obispo viajero Mariano Martí, quien antecedió a Lucas Guillermo Castillo Lara en el apostolado de refundar voces y accidentes humanos y geográficos. Tamaño oficio este de revisar con la palma de la mano los caminos dejados por el “otro nuestro” que se quedó atrás en el almanaque.


Gregoria Orozco


Y Mariano Martí marcó límites y trazó de la boca aborigen nombres y misterios, y también toponímicos y rasgaduras de puertas donde la voz del monarca traducía sus deseos de poblar y conquistar.

Estuvo cerca el corazón capuchino de la inocencia de estos hombres desnudos que fabricaban sus propias ofensas y felicidades. Estuvo cerca el padre Fray Félix de Cortés, Andrés de Grazalema, el cura Joseph Francisco de Caracas, quien venía de la Misión de Iguana a destejer creencias y a ordenar bautismos y síntomas parroquiales.


Nombres de ayer y hoy


¿Cómo dejar de repetir apellidos y hasta nombres de hoy en el ayer borrado por el hollín de esta intemperie abandonada? ¿Cómo no atender que somos la misma gente de esta confabulación de sangres y caracteres? ¿Cómo no dejar de avisar desde la lectura que hoy también existen alcaldes Araña en la tierra cuarteada y roja de Guardatinajas, si hasta el mismo cura Manuel María de Granada tuvo que acudir a las autoridades superiores para evitar el despellejamiento que este regidor pretendía con los indígenas?

Pedro Araña, traducción de innoble prefecto, había hecho injusticia prevalido de la fuerza, hasta que el padre Granada puso orden en salvación de los pobres e indefensos habitantes de la Guardatinajas recién fundada.

Pero fueron los nombres asentados ayer los que hoy hacen vigencia de grandeza en este conglomerado de sol y lluvia.


La vieja casa que perteneciera a Nicolás Llovera


El inventario humana habla de indios, blancos, pardos, negros y zambos con los apellidos revueltos. Sonidos castellanos amancebados con los aborígenes: Rojas, Matute, Utacuto, Teneta, Villasana, Orozco, Tavares, Tenepe, Hurtado, Viruaca, Martínez, delgado, Ximénez, Ramos, Carrillo, Polanco, Farfán, Brizuela, Acosta, Palma, fueron de los primeros. Hoy siguen sonando en la carne y esqueletos de quienes habitan sus casas y calles solitarias.

¿Quién le quita grado de fundación a los Hurtado, Delgado, Jiménez, Acosta, Colmenares, Mireles, Linares, Santana? ¿Quién puede desdecir de Andrés Delgado Jiménez, Nicolás Hurtado, Paco García, Jorge Colmenares, Carlos Acosta, Gregoria Orozco, Cleotilde Piñango, Antonio Noguera, Roso Meregoto, Eloy estanca, Isaac ramos, Benito Moreno, Hilario Martínez, Rubén López Rojas, entre tantos otros perdidos en mi frágil memoria.


Una matrona del pueblo


Sosmos los mismos en los cuerpos de otros. Con nuestras bondades y pecados, Guardatinajas dejó cien años en este libro de Lucas Guillermo Castillo Lara para retratar nuestras andanzas pasadas, aciertos y errores, lucideces y embriagueces, crímenes y santidades, abandonos y poblacionales intentos.

Faltan los cien años restantes para poder ser fijados en páginas de hoy. Que no falten entonces a la cita quienes saber que la tierra natal se lleva en la piel, pero también en el alma.

lunes, 7 de diciembre de 2009

VALERIA MONTILLA GANA POR VENEZUELA PREMIO INTERNACIONAL "TERMINEMOS EL CUENTO" DE LA UNIÓN LATINA

A continuación presentamos un Dossier de esta maravillosa noticia, el cual contiene: la nota de la Unión Latina sobre la misma, los datos biográficos de la ganadora, los nombres de los ganadores de los restantes países, la biografía del narrador chileno Jorge Edwards y su cuento "El botero de don Claudio" junto con el final ganador escrito por Valeria Montilla.

Premiación de “Terminemos el Cuento 2009” – Caracas (Venezuela)

18/08/2009

Caracas (Venezuela)

El martes 18 de agosto, en la Casa Nacional de la Letras “Andrés Bello”, se realizó el acto de premiación de la ganadora del concurso Terminemos el Cuento, edición 2009. Este año, como ya es tradición, la Unión Latina contó como aliados de difusión con liceos, casas de cultura y alcaldías, así como con el apoyo, a nivel de todo el país, de la Casa Nacional de las Letras “Andrés Bello”. El veredicto del jurado, integrado por Victoria Ardito (Casa Nacional de las Letras “Andrés Bello”, Programa de Literatura en Espacios no Convencionales), Raquel Molina (Casa Nacional de las Letras “Andrés Bello”, Coordinación de Formación Literaria), y el Representante de Unión Latina en Venezuela, declaró ganadora a la joven Valeria Tibisay Montilla Vargas, de San Juan de los Morros, estado Guárico.

La ganadora de esta edición muestra desde temprana edad gran atracción por la literatura. A los 8 años gana un concurso de narrativa. Participa además en los talleres de narrativa y poesía auspiciados por la Casa Nacional de las Letras “Andrés Bello” entre 2007 y 2009. Poemas suyos son publicados en plaquettes por la editorial Viento del Sur Editores junto a los de otros jóvenes escritores y en el blog y radio argentina “Al Borde de la Palabra” ( http://albordedelapalabra-poesia.blogspot.com/ ). El presente año ganó el Premio Municipal de Ortografía “Andrés Bello”, auspiciado por el Municipio Escolar Nº1 de la ciudad donde reside. Entre sus gustos particulares, además de la lectura y escritura, está el diseño gráfico, los cómics y el idioma japonés, diversas ciencias de la vida como la biología y la química (disciplinas que piensa estudiar a futuro) y la música, principalmente el rock en todas sus variantes.

Luego de unas palabras del Representante, la ganadora recibió un certificado que la acredita como ganadora del concurso en la edición 2009 y el boleto aéreo correspondiente al viaje cultural a España que patrocinan la Unión Latina, el Ministerio de Educación, Política Social y Deporte de ese país y la Secretaría General Iberoamericana. El acto concluyó con un intercambio informal entre el Representante, la ganadora y los asistentes.

Tomado de http://www.unilat.org/SG/Organisation/Actualites/detail.es.asp?id=774&archive=False&annee=2009
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NOTA BIOGRÁFICA DE VALERIA MONTILLA

Valeria Tibisay Montilla Vargas, nace en San Juan de los Morros, Edo. Guárico, Venezuela, el 9 de marzo de 1993. Tiene 16 años y estudia actualmente bachillerato en la U.E.C. “San Juan Bautista” de San Juan de los Morros; este año fue promovida para 2º Año de Ciencias (5º año).

Desde temprana edad ha mostrado gran atracción por la literatura, siendo hija de escritores cultiva el hábito de la lectura y la escritura. A los 8 años ganó un Concurso de Narrativa realizado en el colegio donde cursaba 2º grado de primaria; participó además en los talleres de narrativa y poesía auspiciados por la Casa Nacional de las Letras “Andrés Bello” entre 2007-2009. Fue seleccionada para publicación de sus poemas en plaquettes de la Editorial Viento del Sur Editores junto a otros jóvenes escritores. Fue publicada también en el Blog y radio argentina “Al Borde de la Palabra” (http://albordedelapalabra-poesia.blogspot.com/). El presente año fue galardonada con el Premio Municipal de Ortografía “Andrés Bello”, auspiciado por el Municipio Escolar Nº1 de la ciudad donde reside. Entre otros talleres y cursos realizados: cursos de pintura al óleo, talleres de formación cinematográfica y curso intensivo de dibujo de cómics.

Entre sus gustos particulares, además de la lectura y escritura, está el Diseño Gráfico, los cómics y el idioma japonés, diversas ciencias de la vida como la Biología y la Química (carreras que piensa estudiar a futuro) y la música, principalmente rock en todas sus variantes. Entre escritores y sus obras preferidas se encuentran Sherrilyn Kenyon (Fantasy Lover); Anne Rice (Interview With The Vampire); J. K. Rowling (la saga de Harry Potter); Julio Verne (Voyage au centre de la Terre); Agatha Christie (Ten Little Niggers); Stephen King (Rose Red); Hajime Kanzaka (Slayers); Nagaru Tanigawa (Suzumiya Haruhi no Yūutsu); Bram Stoker (Drácula); Dan Brown (Deception Point); entre otros.

Su participación en el concurso Terminemos el Cuento 2009, fue motivada por la curiosidad de poder concluir el trabajo iniciado por un escritor, en este caso el cuento inédito “El Botero de Don Claudio” de Jorge Edwards, sintiendo que ello era todo un reto, pues sostener el tono y estilo de otro escritor no es sencillo. También motivó en gran medida la premiación con el viaje a Madrid, pues la experiencia promete todo un disfrute vivencial e intelectual, que los jóvenes agradecen a la Unión Latina en esta promoción de la creación literaria y la participación internacional.

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GANADORES DEL CONCURSO INTERNACIONAL
TERMINEMOS EL CUENTO 2009

La Unión latina acaba de editar un hermoso libro donde reúne todos los finales de cuento ganadores de este año 2009, el cual giró el torno al cuento inédito "El botero de don Claudio" del escritor chileno Jorge Edwards. Se congregan en este libro los mejores finales escritos por jóvenes de 15 paises de habla hispana, incluido el sur de los Estados Unidos, promesas de una floreciente literatura hispanoamericana que ya despunta con vigor, imaginación y maestría.
Los nombre de estos escritores por orden de aparición en el texto son: Juan Ignacio Riveros Silvestro (Bolivia), Casandra Danae Dittus Inostroza (Chile), Juan Pablo Mojica Forero (Colombia), María Fernanda Rodríguez Oreamuno (Costa Rica), Jammerys Arrebola Sánchez (Cuba), Julio Santiago Guerrero Kesselman (Ecuador), Raquel Silva León (España), Bryan Fernando Ramírez Turcios (Honduras), Cristina Raquel Murillo Tibbet (Panamá), Sandra Aline Giesbrecht Bogado (Paraguay), Jelitza Abadía Bailarín (Perú), Melissa Altagracia Sánchez Ramírez (República Dominicana), Mathías Porras Ferré (Uruguay), Valeria Tibisay Montilla Vargas (Venezuela) y Salvador Pelayo (Estados Unidos).
Estos jóvenes disfrutaron de una semana cultural desde el domingo 8 hasta el domingo 15 del mes noviembre del año 2009 en la capital de España, Madrid. El itinerario cultural estuvo conformado por el siguiente programa:

Domingo 8 de noviembre
Llegada y acogida de los ganadores
Traslado al Complejo Educativo “Ciudad Escolar-San Fernando”

Lunes 9 de noviembre
Desayuno y presentación del Programa nota
Visita panorámica de Madrid
Visita guiada al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

Martes 10 de noviembre
Visita guiada del Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
Visita del Museo Nacional del Prado
Paseo por el Madrid de los Austrias y tapas

Miércoles 11 de noviembre
Visita a la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB)
Taller literario formativo sobre “La vida y la obra de Jorge Edwards y la cultura de paz”
Encuentro con el Secretario General Iberoamericano, D. Enrique Iglesias
Vino de honor ofrecido por el Secretario General Iberoamericano
Visita guiada del Palacio Real

Jueves 12 de noviembre
Visita guiada del Real Monasterio del Escorial
Tarde de compras

Viernes 13 de noviembre
Paseo por el barrio literario de Madrid
Visita de la Biblioteca Nacional y del Museo del Libro

Sábado 14 de noviembre
Visita a Segovia y al Real Sitio de La Granja de San Ildefonso
O Visita a Alcalá de Henares

Domingo 15 de noviembre
Regreso de los ganadores

Bibliografía:
Unión Latina (2009) Terminemos el cuento 2009. Por una cultura de paz y solidaridad. París: Unión Latina. 118 pags., ilustración de la portada: Editorial Santillana (Pablo Lara y Tito Martínez ,Ecuador)
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JORGE EDWARDS

Jorge Edwards Valdés (Santiago, Chile, 29 de junio de 1931) es un escritor, crítico literario, periodista y diplomático chileno. Hijo de Sergio Edwards Irarrázaval y Carmen Valdés Lira. Jorge Edwards, está casado con Pilar de Castro Vergara, con quien tiene dos hijos.

Jorge Edwards en la Feria del Libro de Madrid, 6 de junio de 2008

Biografía

Nacido en el seno de la familia Edwards y educado por los jesuitas, Jorge Edwards es, junto con José Donoso, uno de los más destacados representantes de la narrativa chilena. Graduado en Derecho por la Universidad de Chile en 1958, comenzó la carrera diplomática y fue enviado por el gobierno chileno en 1959 a la Universidad de Princeton (Estados Unidos) para estudiar ciencias políticas. En 1962 fue nombrado secretario de la Embajada de Chile en París, regresando al país en 1967 donde ostentó el cargo de Jefe del Departamento de Europa Oriental en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Durante este período publicó sus libro de cuentos "El Patio", "Gente de la Ciudad" y "Las Máscaras" y la novela "El Peso de la Noche". Durante su primera misión diplomática en París trabó amistad con Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Julio Cortázar, entre otros. su nombre está asociado, por lo tanto, con el llamado boom latinoamericano.

Su consagración vendría sin embargo más tarde.

En 1971, el gobierno de Salvador Allende le envió como embajador a la Cuba de Fidel Castro, puesto en el que estuvo apenas tres meses, debido a sus discrepancias con el gobierno revolucionario cubano y sus críticas a las facetas dictatoriales de ese gobierno. Fruto de sus experiencias en Cuba (Edwards fue declarado persona non grata y exigida su salida de la isla) sería su obra Persona non grata (1973), por la que ganó notoriedad, y en la que realiza una crítica sobria y a la vez corrosiva contra el estalinismo y el régimen socialista cubano. La obra, que conseguiría el raro mérito de estar prohibida simultáneamente por el gobierno chileno y el gobierno cubano, le granjeó la enemistad de las fuerzas políticas de izquierda y creó una gran polémica entre los escritores latinoamericanos.

A su regreso de Cuba, Edwards fue enviado de nuevo como secretario de la embajada a París, donde estaría a las órdenes de Pablo Neruda. Tras el golpe de estado con Augusto Pinochet a la cabeza, Edwards se vio forzado a abandonar la carrera diplomática, exiliándose en Barcelona (España), donde trabajaría en la editorial Seix Barral y dedicándose a la literatura y el periodismo. Edwards no regresaría a Chile hasta 1978, donde fue uno de los fundadores y posteriormente presidente del Comité de Defensa de la Libertad de Expresión. Restablecida la democracia en Chile, el presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle lo nombró embajador de Chile ante la Unesco (1994 - 1996). En 1994 recibió en Chile el premio Nacional de Literatura. En 1999 obtuvo el principal galardón literario en lengua española, el premio Cervantes.

Obra

La obra de Jorge Edwards consiste fundamentalmente en novelas y relatos cortos. La temática de Edwards supuso un distanciamiento de la habitual en la literatura chilena, ya que en lugar de abordar la vida rural, se centró en los ambientes urbanos y la clase media-alta de su país.

Novelas

  • El peso de la noche (1965), sobre la decadencia de una familia de clase media

  • Persona non grata (1973), sobre sus experiencias como embajador chileno en Cuba.

  • Los convidados de piedra (1978), ambientada en el golpe de estado de 1973.

  • El museo de cera (1981), una alegoría política.

  • La mujer imaginaria (1985), sobre la liberación de una artista de clase alta en la mediana edad.

  • El anfitrión (1988), una recreación moderna del mito de Fausto.

  • El origen del mundo (1996), una reflexión sobre los celos, ambientada en París.

  • El sueño de la historia (2000).

  • El inútil de la familia (2004).

  • La casa de Dostoievsky (2008).

Cuentos

  • El patio (1952).

  • Gente de la ciudad (1961).

  • Las máscaras (1967).

  • Temas y variaciones (1969).

  • Fantasmas de carne y hueso (1993).

Obra periodística

Jorge Edwards es colaborador asiduo de diversos diarios, ya sea en su Chile natal, en el resto de Latinoamérica (La Nación de Buenos Aires) o en Europa (Le Monde, El País o Il Corriere de la Sera). Actualmente escribe una columna de opinión los días viernes en el diario La Segunda. Gran parte de su obra periodística se ha publicado en diversos libros:

  • El whisky de los poetas (1997)

  • Diálogos en un tejado (2003).

Otros

También ha escrito ensayos y biografías:

  • Desde la cola del dragón (1973), por la que obtuvo el Premio de Ensayo Mundo en 1977.

  • Adiós poeta (1990), una biografía muy personal de Pablo Neruda.

  • Machado de Assis (2002), sobre el escritor brasileño Joaquim Maria Machado de Assis.

Premios

Edwards ingresó en 1979 en la Academia Chilena de la Lengua. Entre los múltiples premios y distinciones que ha recibido destacan la condecoración como Caballero de la Orden de las Artes y Letras de Francia, el Premio Nacional de Literatura (1994), el Premio Cervantes, la distinción más importante de la lengua castellana, y la Orden al mérito de Gabriela Mistral, ambas en el año 2000.

Tomado de http://es.wikipedia.org/wiki/Jorge_Edwards

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El botero de don Claudio


Jorge Edwards


El relato salió de una nota en una historia de nuestra guerra civil de 1891. Los políticos derrotados escaparon desde Valparaíso en un barco de guerra alemán que hizo escala en El Callao, Perú y siguió a Europa. El botero que llevó al barco al jefe balmacedista Claudio Vicuña no pudo regresar porque la multitud amenazaba con lincharlo. También se embarcó.


Toda la tarde había escuchado explosiones y ruidos confusos, y al anochecer había tenido la impresión de que el cielo, detrás de los cerros del puerto, era un solo incendio enorme, un infierno en la tierra, encima de los acantilados.

¡Mira!, le había dicho al Tuerto, otro de los boteros de la poza número uno, un zambo medio enrevesado, de pelo crespo, y el otro le había contestado que andaban diciendo por ahí, por ai, que el mundo se iba a acabar. Después llegaron dos personas, dos empleados de la Intendencia, pálidos como papeles, y les dijeron, ¡eh, les dijeron, vos ahí, y vos también!, que estuvieran preparados. Los dos. El Tuerto tendría que partir con la carga, las maletas, los bultos, las cajitas de té, adelante. Y él, tú, el Huiro, con los caballeros y toda la familia, al final.

Embarcar la carga costó mucho, más de dos horas. El bote del Tuerto quedó hundido hasta cerca del reborde, pintado de un color más oscuro, pero el Tuerto dijo que no tuvieran cuidado. El, dijo, yo, respondo, patrón. Y empezó a remar con la ayuda de Dioguito, el hijo de su hermana. En la mitad de la poza, entre gaviotas y pelícanos, el Tuerto seguía remando de pie, sin hundirse, con cara de iluminado. Después lo vieron cuando empezaba a descargar junto a la escalerilla del acorazado, con ayuda de los marineros alemanes, que tenían caras coloradas, boinas negras, y usaban camisas con los cuellos bien abiertos, con los pelos del pecho al aire.

Las explosiones siguieron y como que se acercaron, y de repente se escuchaba una balacera, y había gritos y aullidos, y gente de todas las edades que corría por la plaza y que empezaba a apiñarse en el muelle, cerca de la orilla. La gente se reía de los boteros, les tiraba cáscaras de sandías, y algunos vociferaban toda clase de insultos al gobierno. Por las ventanas de la Intendencia, al fondo de la plaza, se notaba que adentro había mucho movimiento. Se apagaban luces y se volvían a prender, y las sombras asustadas corrían de un lado para otro. A veces se asomaba un soldado con un fusil y miraba a la gente en la calle, pero de inmediato se escondía.

En eso, los dos empleados de la Intendencia le hicieron toda clase de señas, más pálidos y más asustados que antes, y uno de ellos hasta mostró una pistola e hizo ademán de disparar al aire. La gente, alrededor suyo, le abrió camino y dejó de gritar por un rato.

¡Abran paso!, chillaba el hombre, con cara de furia, y agitaba su pistola.

El grupo, encabezado por don Claudio, de levita gris y bigotes enroscados hacia arriba, en forma de tirabuzón, avanzó por el centro, con caras muy serias, desencajadas. Don Claudio no abría la boca. Se ayudaba con un bastón grueso y habían contado que adentro del bastón llevaba un estoque filudo. Para matar al primer roto que se le atravesara. Las señoras, en cambio, de mantilla, rezaban, y las chinas lloriqueaban, y los niños andaban a tropezones, mirando para todas partes, pálidos de susto. Todo iba a arder dentro de poco rato, seguro, y la única salvación era el acorazado chato, de color de acero tirando a amarillo, con sus marineros de cuellos grandes y caras de jaiva, con sus águilas imperiales negras, con las bocas gruesas de sus cañones.

Ya vuelvo, le dijo el Huiro al Turnio, agarrando los remos. Espérame.

Te espero, y salimos a celebrar, contestó el Turnio.

¿A celebrar qué?, preguntó el Huiro, sorprendido.

Triunfó la Revolución. Mataron a miles de gobiernistas. ¿Te parece poco?

Él se quedó boquiabierto.

Reme con cuidado, le ordenó don Claudio, con los dientes apretados. Mire que mi señora se marea.

Entonces vio, don Claudio, que algunos jinetes de la caballería de los congresistas habían aparecido frente a la Intendencia, recién llegados de la Placilla, que sólo quedaba en la parte de atrás de uno de los cerros, y le rogó que remara más rápido. No es fácil entender a este caballero, se dijo él, pero, de todos modos, remó con más fuerza. Dos de los jinetes se acercaron a la orilla. Sus lanzas estaban ensangrentadas. Los caballos sudaban, echaban por entre la armazón del freno espuma sucia, y daba la impresión de que los jinetes, después de la batalla, se habían emborrachado con aguardiente.

¡Más rápido!, masculló don Claudio, y ahora sí que tenía miedo por primera vez, verdadero miedo. Se escuchaban gritos más cercanos, y galopes, y una que otra clarinada, y de repente un golpe seco. En el segundo piso de la Intendencia, dos o tres personas agarraban un armatoste pesado, un ropero, o una mesa de mármol negro, y lo tiraban por una ventana. El observó que el Tuerto había amarrado su bote y había desaparecido entre la gente, sin esperarlo. ¿Cómo voy a volver?, pensó. Su mujer, la Quintilia, con sus dos hijos, se había ido a vivir con un zapatero remendón hacía más de tres años, pero él tenía una negra gorda que le hacía de comer y que de vez en cuando, sobre todo si se había tomado unos vinos, se metía adentro de su cama.

¡Avísale a mi negra!, pensó pedirle al Tuerto, pero ya no había manera de comunicarse con él. Había partido a celebrar, el Tuerto sinvergüenza. Quizás a dónde. Mientras otros entraban en las casas de los que se habían escapado y robaban todo lo que podían.

La parte roja del cielo aumentaba, como si le hubieran echado más leña al infierno. Había erupciones, estallidos, alaridos, piedras que salían disparadas por los aires. Los cerros parecían dominados por una alegría salvaje, incendiaria, como si los pobladores quisieran acabar con todo y empezar de nuevo, desde la ceniza. ¿Cuánto falta?, preguntó don Claudio, que se había arrancado a tirones, de puro nervioso, uno de los botones del chaleco, y que se había puesto, en cambio, una escarapela en la solapa, como para que lo reconocieran y supieran. El notó que dos soldados bajaban por el muelle, con bayonetas caladas, y que se iban a subir a un bote, pero después les daban contraorden.

Cuando el bote llegó hasta la escalerilla de metal del buque, don Claudio se puso de pie, gordito, con las piernas tembleques, y quiso subir a toda carrera. Después se contuvo, y el pecho se le infló, como si fuera una gran ave de corral, y se le volvió a desinflar, y se hizo a un lado para que subieran primero las señoras y los niños. El capitán del barco, desde la cubierta, miraba para abajo y daba órdenes en alemán. Don Claudio respondía con palabras alemanas sueltas, que no significaban nada, mientras los marineros, que ayudaban a los niños y a las señoras, se hacían señas entre ellos y miraban al caballero gordito, el de la levita y la escarapela, el de los bigotes en punta, el del bastón, de reojo.

Él, el Huiro, recibió su paga, una moneda más o menos gruesa, y remó de vuelta durante un buen rato, pensando en las cosas que le había tocado ver y escuchar ese día. Al acercarse al muelle divisó las lanchas de los revolucionarios, que lo miraban con mala cara. Uno de los infantes de marina levantó su fusil y le apuntó, y él hizo ademán de agacharse.

¡Mueran los balmacedistas conchas-de-su-maire!, gritaron los tripulantes de las lanchas. ¡Muera el Champudo! Y lo miraban a él como si ya lo hubieran sentenciado.

El siguió remando a todo lo que daba, sin mirar para los lados, y vio que había soldados y caballos de la caballería congresista que ahora bloqueaban la subida al muelle, y creyó divisar una cabeza humana ensartada en una de las lanzas, pero no estuvo seguro. Desde abajo del muelle, un botero viejo, el Taita, amigo suyo y del Turnio, le hacía gestos disimulados, pero enérgicos, para que se alejara. ¡No te acerques, Huirito, porque te van a matar!, pareció que le decía con los labios.



“con la amable autorización del autor aquí comienza el ejercicio de Terminemos el cuento”



Final del cuento escrito por Valeria Montilla:



…El Huiro, al ver que apuntaban de nuevo hacia él con sus fusiles y lanzas, cambió la dirección y remó más rápido, aprovechando la falta de peso extra sobre el bote. Dos disparos impactaron en el agua, muy cerca de la barca como para su gusto; al agacharse escuchó como las municiones pasaban volando sobre su cabeza, para después oírse varios gritos de enfado desde el muelle cuando volvió a incorporarse ileso.

El infierno seguía extendiéndose por el cerro, tiñendo el cielo nocturno de tonos rojizos. En la Intendencia quedaban pocas ventanas intactas, el resto eran solo agujeros incandescentes, llenos de vidrios rotos y manchas de sangre. Ya no se veían personas en la plaza, solo algunos cuerpos humanos y de caballo en el suelo, atravesados por lanzas o agonizantes, esperando a ser alcanzados por el fuego hambriento que iba devorando una a una las casas en pie.

Vio que en el muelle varios de los infantes habían tomado los botes. Al no ver rastro del Taita el Huiro tuvo miedo; por su negra, por el Tuerto, por su propia vida. Los infantes apuntaban de nuevo a su bote mientras se gritaban órdenes. Aunque sentía los párpados pesados por la falta de sueño y los brazos cansados, siguió remando. Poco a poco dejó atrás los disparos, los gritos aterrorizados de las mujeres, los relinchos furiosos de los caballos y las risas etílicas de sus jinetes mientras alzaban sus lanzas entonando cánticos de victoria, algunas, como llegó a ver al fin, coronadas con cabezas humanas.

Después de unos minutos de disparos infructuosos los infantes parecieron desistir de la persecución; tal vez solo se les habían acabado las municiones, el Huiro no lo sabía, solo siguió remando aún cuando vio como estos regresaban con sus compañeros y se alejaban para unirse al caos que se desataba detrás. El muelle quedó en calma, olvidado por el fuego, los boteros, los pobladores y los grupos revolucionarios. Después de unos minutos en los que solo vio las barcas flotando, sin rastros de sus dueños, ocupadas únicamente por algunos pelícanos que las vieron como buenas posaderas para descansar de sus vuelos de caza nocturnos, dejó de remar.

Al contrario del pueblo el mar estaba en calma, ajeno al desastre de su contraparte flamígero, únicamente alterado por el peso del bote y algunas aves marinas que entraban para luego salir con un pez gordo entre sus picos. A lo lejos, el barco de Don Claudio desaparecía en el horizonte, huyendo hacia tierras seguras, alejándose de todo lo que habían provocado las ansias de poder.

El Huiro se sintió entre dos mundos, entre el pueblo agonizante y el barco que se alejaba silencioso, casi fantasmagórico, hacia el norte. Dos mundos en los cuales ya no era aceptado. Con un suspiro se sentó en su bote a ver el desarrollo de todo, sabiendo que el mar era el único sitio donde estaba a salvo… Pasaron las horas, la luna estaba ahora en su cenit, anunciando la medianoche. El pueblo había quedado en calma. El fuego, hasta hace poco enorme y ávido de vida y madera, se hallaba ahora reducido a pocas fogatas en los techos que quedaban aún en pie y los troncos carbonizados de los árboles de la plaza, dejando su mancha negra sobre todas las cosas que alcanzaba en su agonía. De vez en cuando pasaba un jinete sobre su caballo, gritando cantos de victoria mientras espoleaba al animal para que fuese más rápido. Los demás boteros no habían regresado, el muelle se veía ahora en posesión de las aves y unos pocos animales que, con sus pelajes ennegrecidos y heridas abiertas, iban a buscar algo de reposo y alivio en las frías aguas.

Sentía sueño, cabeceaba de vez en cuando, alejando su mente de la guerra, de los problemas políticos, de los revolucionarios y de Don Claudio; entrando en un estado de paz y tranquilidad que sólo podía sentir cuando dormía. El pueblo y posiblemente todos sus conocidos habían muerto esa noche; ya solo le quedaba su bote y la moneda que le había dado Don Claudio por sus servicios. Al acordarse de ella la sacó de su bolsillo y la examinó, era dorada y posiblemente valiese más el metal del que estaba hecha que la moneda misma. Por ella ahora se hallaba en ese mundo de peces y aves, flotando a la deriva mientras veía los restos de su vida pasada convertirse en cenizas y ser arrastrados por el viento.

El Huiro, dándole un último vistazo a la moneda, la lanzó lo más lejos que pudo en dirección al pueblo, viendo cómo se hundía en el mar con la escasa luz que le llegaba desde los restos del incendio. Luego, después de un suspiro, se echó en el bote y cerró los ojos para al fin dormir.

Valeria Montilla

VIDEO INFORMATIVO CON LOS GANADORES DE "TERMINEMOS EL CUENTO 2009" PRESENTADO POR NCI (NOTICIAS CULTURALES IBEROAMERICANAS)

Tomado de http://video.atei.es/development/index.php?option=com_videos&task=detail&id=3661


sábado, 28 de noviembre de 2009

Palenque guariqueño

UN EXPLORADOR GRINGO EN CAMAGUÁN Y SAN FERNANDO


Oldman Botello*


El presente trabajo debió ser presentado como ponencia en Camaguán, en el Encuentro de historiadores y cronistas el sábado 27, pero no fui invitado, como consecuencia de retaliaciones por mis críticas publicadas sobre los eventos anteriores registrados en esa ciudad, las cuales, por supuesto, no estaban dirigidas al Cronista local ni mucho menos al eficiente Alcalde don José Vásquez, sino a los organizadores, para que mejoraran la eficiencia.
En octubre de 1867, el científico norteamericano Henry Morris Myers y otros acompañantes llegaron en una gira, comenzada en Caracas en los primeros días del mismo mes, a Camaguán. Salieron desde Valencia y siguieron a Tinaco, El Pao, El Baúl y desde allí por el río La Portuguesa hasta la ciudad del Estero. La intención era llegar a San Fernando y proseguir a Río Negro y al Amazonas brasileño en observación y recolección de plantas, estudiar la fauna, pero también la geología y aspectos sociales.
El 16 de octubre estaban en Camaguán. El Dr. Myers escribió un libro en inglés publicado en 1871, sobre sus experiencias en el largo y fatigoso viaje donde no faltaron sustos, contratiempos y enfermedades. Desde San Jaime emnprendieron la ruta hasta Camaguán por La Portuguesa. Desde El Baúl, cuenta Myers, fueron cuatro días hasta San Fernando "no muy emocionantes o memorables" y añade que el paisaje era de lo más monótono: "ni siquiera una colina o la más ligera elevación surgía del panorama como consuelo, rodeados por la vegetación de las riberas, sin otra elección para la vista que mirar hacia arriba, hacia un sol deslumbrante y ardiente". El refugio contra los zancudos y las lluvias era la frágil "carroza" del bongo donde se desplazaban, muy caluroso en el día, por lo que decidieron viajar de noche, en cuanto la luna estuviera clara.
En el libro, que en castellano fue publicado con el título de "Vida y naturaleza en los trópicos" en 1996 por la Fundación Cultural Orinoco, el doctor Myers relata que Camaguán era "un pueblo ubicado en la ribera izquierda del Portuguesa, de unos tres a cuatro mil habitantes, el lugar más importante del río entre El Baúl y San Fernando". Al día siguiente, 17 de octubre, partieron de Camaguán rumbo a San Fernando por La Portuguesa, al que califica de "río formidable, lo suficientemente profundo para que barcos grandes puedan navegar hasta El Baúl" y desde allí caer al Apure. Cuando publicó su libro en 1871, insertó la noticia de que su vaticinio se cumplió pues le habían informado de la instalación de un servicio de barcos de cierto calado por el Orinoco hasta San Fernando, pero sólo por corto tiempo.
Al llegar a San Fernando se decepcionó de lo que creía era la capital de Apure, pues sólo encontró un "estrecho pueblo de larga hilera de bajas y blancas construcciones, situadas a lo largo de la escasamente elevada margen del río y con una vegetación monótona detrás. Dice que San Fernando no había sufrido los terremotos, por su conformación geológica, pero sí padeció otras tragedias como la epidemia de cólera en 1855-1856, lo que provocó el cese de la actividad comercial y el abandono de las construcciones que se realizaban. No había ropa para comprar a pesar de que ya se habían introducido las máquinas de coser, explica. "A pesar de que había transcurrido más de una década, el equilibrio entre el trabajo y los elementos capitales todavía no se había restaurado. Aun así, la población está aumentando lentamente, estimándose en el presente en unas cuatro mil almas". Recuerda que en 1859, San Fernando había sido quemada y saqueada durante la Revolución Federal; el incendio destruyó la mitad de la población. Para su reconstrucción se estaba utilizando el ladrillo, lo que consideraba "un paso adelante en la reforma venezolana".
Myers llevaba tarjeta de recomendación para el médico L. Díaz establecido en la ciudad y el mismo día conoció a uno de los factótumes locales sanfernandinos, a quien identifica como general E. Esté, con quien pudo, al fin, hablar en inglés fluidamente en medio de finas atenciones y oportunidad que sólo se presentó nuevamente en el Amazonas. Tres días después continuaron viaje buscando el Arauca que no tenía caja y se desparramaba por la sabana; pasaron por Río Claro y Río Clarito y por allí ingresaron al Orinoco para seguir al Amazonas, por la vía La Urbana para reabastecimiento y proseguir en la tarea propuesta. Myers muriò en Ceilán, en viaje de investigación en 1872 a los 30 años de edad.

*Cronista de Maracay, periodista.
Fotografía: Ganado pastando en los esteros de Camaguán (Arturo Álvarez D'Armas)

jueves, 26 de noviembre de 2009

Crónica de un último adiós

José Obswaldo Pérez


Puesto que polvo eres y a ser polvo tornarás

Génesis 3.


Las aguas del río El Castrero, en San Juan de los Morros, Guárico, recibieron cálidamente y acompañadas de pétalos de rosas las cenizas de la profesora Irma Mendoza, en un gesto humano y sensible de sus familiares de dejar acá in memorian los polvos de quien en vida dedicó toda su querencia al Guárico; con ello se simbolizaba el último adiós y se cumplía un deseo que algún día ella había pronunciado.

Las exequias de la profesora Irma Mendoza, traídas por sus familiares de Caracas (especialmente por su hermana, la profesora Fanny Mendoza), fueron recibidas en la Biblioteca Pública Rómulo Gallegos; allí, un grupo de amigos, familiares, ex-alumnos, compañeros de trabajo y profesores, se trazó el destino de trasladarnos al Balneario El Castrero, para finalmente presenciar el acto de esparcimiento de sus cenizas en el río, y así compartir su último adiós.

-Irma, no se ha ido. Irma se hizo luz,- resumió en palabras tras palabras, uno de sus mejores amigos, el profesor Alexis Tosta. Sentencia que rompía aquellas imágenes, como ocurre siempre en nuestros íntimos momentos, cuando se presenta la pregunta acerca de la vida y la muerte. Tosta habló en nombre de los familiares y los amigos de Caracas.

Por su parte, el doctor Argenis Ranuarez- cronista municipal de San Juan de los Morros-, los hizo en nombres de sus amigos guariqueños, en nombre de la academia y de sus alumnos. “Del espíritu guerrero de Irma Marina Mendoza, queda y quedará, mientras cada uno de nosotros tenga un acto de fe; mientras uno de sus alumnos, de sus amigos, de sus compañeros de trabajo o de sus admiradores -entre de los cuales me encuentro- tengan vida, habrá Irma Marina Mendoza viva, viva en la presencia gratificante de la memoria”.

Su sobrino Miguel Pepe Mendoza fue el encargado de esparcir las cenizas de su tía Irma, en una cascada de agua cristalinas y sonoras a la una de la tarde, donde el viento suave abrazaba, cordial, los cuerpos de todos los que presenciamos el acto de desprendimiento, porque así nacemos y así morimos; socializamos, creamos lazos, amistades, tenemos familia, seres a quienes amamos más allá de la muerte, pero de quienes tarde o temprano hemos de desprendernos físicamente. Y volvía la reflexión íntima sobre la vida y la muerte entre quienes presenciamos ese acto de amor de la familia.

Ese mediodía, entre el agua de un río, el cielo y el sol, el suave viento llevaba las cenizas y el espíritu de nuestra querida amiga Irma; volaba y quizás algunos nos la imaginamos libre, ahí de pies junto a los otros, con el ruido de la cascada, y enfrente de una poza de aguas tranquilas. Las emociones iban, venían; mientras veíamos aquel pequeño salto recordábamos a Irma, sentíamos la mutua compañía al reconocer que en las cenizas regadas en el agua iba su espíritu y nos figurábamos su recuerdo, lo que de ella se nos queda en la memoria, cada quien con una parte de la Irma que conocimos.

El viento suave y el cielo, los rayos del sol apacible, fueron también compañía propicia para traer a nuestra imaginación los recuerdos que de ella teníamos, porque en el eterno tiempo que existe, los seres humanos tenemos el propio tiempo, el que nos toca vivir, para después quedar en el recuerdo, en la memoria de cada persona que nos conoció: los amigos, los familiares, los seres que nos amaron o que nos odiaron, cada uno de ellos se queda con un trozo de nuestra historia.

Quizás desde este día, la profesora Irma Mendoza amanece con el sol que se refleja en las aguas de El Castrero, o más allá en la vuelta de un riachuelo o las mismas aguas del río Guárico; o, en cualquiera partes de estas tierras anchas e inmensas, saludando a los hombres y mujeres que visitan este lugar y respiran su naturaleza, ese llano que, en los días de verano, es un horizonte infinito, pero en las tardes, cuando el horizonte y el sol se unen, se convierte en espejo de uno mismo; y ahí Irma tendrá un interlocutor incansable para seguir contando historias, que ya no estarán en las páginas de algún artículo o libro sino frente a nuestros ojos, cuando veamos el inmenso horizonte, porque las historias que leemos no son sólo las de la historiadora sino las que, al leer, nos leemos a nosotros mismos.

Fotografías: José Obswaldo Pérez

lunes, 23 de noviembre de 2009

EN CARACAS EN EL MARCO DE LA V FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO

PRESENTADO LIBRO DE EDGARDO MALASPINA


En el marco de la V Feria Internacional del Libro de Venezuela fue presentado el libro “Motivos ancestrales y otros cuentos” escrito por Edgardo Malaspina y uno de los ganadores del concurso convocado por el Ministerio de la Cultura Historias de Barrio Adentro.

La obra de Malaspina reúne varios relatos ambientados en el llano: Rumbo al Orinoco, Conversos, Naturaleza Muerta, En la barbería, y El Danubio Azul.

En el prólogo el doctor Argenis Ranuárez escribe: “Son cinco historias contadas con expresión clara, con descripción de lugares y personajes cargadas de imágenes. Son cuentos autobiográficos independientemente de que algunos estén escritos en primera persona y otros en tercera persona. Los ambientes son el pueblo donde nació el autor y los montes, sabanas, ríos y médanos, caminos al sur”.

El libro fue publicado por la editorial El Perro y la Rana y su presentación estuvo a cargo del escritor Héctor López en uno de los salones del Museo de Bellas Artes en Caracas. El bautizo se hizo con pétalos de rosas.

El Motor de aire desafía la segunda Ley de la Termodinámica. Invento de un guariqueño.