Daniel R Scott*
"Modesto en su expresión, era noble latinista, discreto en su proceder, dejó una estela de consideración y afecto entre sus compañeros y alumnos" (Antonio Barragán)
Y con la inesperada noticia de su fallecimiento, recibida en una insólita y surrealista noche lluviosa del mes de febrero, me atraparon en su repentina inundación los recuerdos, enseñoreándose de mi presente sin ningún tipo de consideración. Ese presente se echó atrás y se impuso la nostálgica luz del pasado. Reaparecieron los días mágicos y sin usar de nuestra "adolescencia del pupitre", cuando nuestra "inmadurez edénica" no se tomaba la vida del todo en serio. El minuto que atrapaba nuestra lozanía era eterno y los seres queridos omnipotentes. En el aula de clases, inspirados por la enseñanza, giraban libros, verbos, frases, números, formulas y los nombres más destacados de los escritores, estadistas y científicos de todos los tiempos. Entre los muchos y buenos profesores que nos formaron durante esa grata etapa que jamás volverá se hallaba José Carrero Mejías, hombre de habla culta y persuasiva, quien con su humilde porte de pedagogo chapado a la antigua nos dijo una vez: "Desconocidos como aquel que acaba de nacer, en la aurora del viaje que nos llega,/venimos entre un río crecido de palabras buenas,/aprisionado entre estrellas y esperanzas,/venimos ante ese algo inalcanzable que se alcanza,/a recibir nuestro título de bien."
¿Quién no le recuerda? Su singular y selecta erudición le llevaba a lanzar latinazos ante un nutrido grupo de aturdidos estudiantes o a compartir con todo aquel que deseara escucharle su hermética poesía a lo Neruda que hoy es y será el inimitable símbolo de su sensible, complejo e intrincado mundo interior. Hombre sencillo que daba lustre a su intelecto, deseaba de todo corazón, eso me consta, que pudiésemos ver más allá de nosotros mismos y de la huidiza fracción de segundo que nos atrapaba en ese instante. Al igual que José Martí, nos dijo: "Cada ser humano lleva en sí un hombre ideal".
Los dioses del minuto efímero ya hemos recorrido una parte de ese territorio que no admite retorno llamado "vida", y sabemos que no somos eternos: esa vida se desgasta con el tiempo y se rompe con los golpes del infortunio. Pero una cosa no ha cambiado y es esa voz culta y persuasiva que nos sigue diciendo que todavía somos "PASOS QUE SUEÑAN CON CAMINOS" (José Carrero Mejías)
10 de Febrero de 1998.
*Bibliotecario sanjuanero.
¿Quién no le recuerda? Su singular y selecta erudición le llevaba a lanzar latinazos ante un nutrido grupo de aturdidos estudiantes o a compartir con todo aquel que deseara escucharle su hermética poesía a lo Neruda que hoy es y será el inimitable símbolo de su sensible, complejo e intrincado mundo interior. Hombre sencillo que daba lustre a su intelecto, deseaba de todo corazón, eso me consta, que pudiésemos ver más allá de nosotros mismos y de la huidiza fracción de segundo que nos atrapaba en ese instante. Al igual que José Martí, nos dijo: "Cada ser humano lleva en sí un hombre ideal".
Los dioses del minuto efímero ya hemos recorrido una parte de ese territorio que no admite retorno llamado "vida", y sabemos que no somos eternos: esa vida se desgasta con el tiempo y se rompe con los golpes del infortunio. Pero una cosa no ha cambiado y es esa voz culta y persuasiva que nos sigue diciendo que todavía somos "PASOS QUE SUEÑAN CON CAMINOS" (José Carrero Mejías)
10 de Febrero de 1998.
*Bibliotecario sanjuanero.
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