GUILLERMO LORETO MATA
Alberto Hernández*
1.-
Por los lados de Guamachal habitaban Andrés Bello, Federico García Lorca y, por supuesto, Miguel Hernández, emparentado con los Hernández de La Pascua por afinidad nominal y por afecto a su poesía. No era extraño ver salir de aquella quinta de Valle de la Pascua a Don Quijote, un poco achispado de tanta buena palabra y páginas revisadas a horas casi perfectas.
No puedo decir menos del profesor Guillermo Loreto Mata, nuestro querido primo, quien tenía en mi padre especie de isla donde anclar sus viajes literarios. Era Baltazar Hernández Loreto un lector primerizo de libros venezolanos y de algunos rusos que por accidente cayeron en sus manos. Con Guillermo poco hablaban de esas cosas. Más valían los recuerdos, la vida absoluta en la llanura, en los olvidos que eran abundantes cuando la muchachera interrumpía la conversación.
2.-
Guillermo Loreto Mata fue un escritor nacido en Valle de la Pascua en 1925. Publicó algunos libros de texto y una suerte de breviario donde no quedaban Preguntas sueltas. Exigente con las palabras, intelectual, sintáctico y bondadoso, el primo Guillo tuvo, repito, en mi padre, en Baltazar, el hermano que conjugaba con Chucho López. Claro, es bueno decir que mi padre tenía en Juan Manuel Loreto, su hermano de madre, al rebelde de la casa, el designado por los dioses a morir joven, como un poco antes le tocó a mi padre irse a otras esferas.
Los años que vivimos en La Pascua fueron de encuentros casi diarios. Morábamos en la calle La Mascota Nº 52, y hasta allá iba el primo a tomar el café y a conversar con su primo. Guillermo, de cuya proverbial amabilidad aún conservamos algunas anécdotas, había sido educado en un medio católico casi monacal, de respeto a Dios y a la gente. Amante de las letras, se hizo profesor de Castellano y Literatura. Visitó España para sentir los pasos de Don Quijote y el aún tembloroso espíritu de García Lorca.
3.-
Pasados los años de la infancia, nos topamos con el primo en Valencia. Fueron poquísimos los días que mi padre y él disfrutaron juntos. Un día, aciago para todos, Baltazar, a los 54 años, se alejó de nosotros con la mirada opaca. El primo se enteró dos días después. Llegó a nuestro lado y lloramos. El trípode había perdido una pata. Los primos perdían un miembro. Y qué cosa, coincidir en Valencia. Morir en Valencia.
Guillermo Loreto Mata fue mi guía/ representante en el Liceo “Enrique Bernardo Núñez” de esa ciudad que era extraña para nosotros.
4.-
Hace poco, con la muerte de Chucho nos enteramos de la de Guillermo. Nadie nos avisó. El silencio se aposentó en nuestras almas, porque así es la vida. Somos olvido, breves matices.
Un flash back me permite la imagen del padre Chacín y Guillermo en el patio de nuestro viejo liceo de La Pascua. Dos humanistas que le dieron tanto a varias generaciones.
Ojalá a alguien se le ocurra nombrarlo en los pasillos de la casa donde impartió enseñanza. Ojalá las calles de su pueblo lo recuerden. Ojalá podamos decirlo con todas sus letras.
Mi corazón reposa junto a la fuente fría
(Llénala con tus hilos,
araña del olvido.)
El agua de la fuente se canción le decía
(Llénala con tus hilos,
araña del olvido)
(…)
Mi corazón se vuelca sobre la fuente fría.
(Manos blancas, lejanas,
detened a las aguas.)
Palabras del gitano, del romancero fusilado. Palabras que muchas veces se pronunciaron en mi casa de La Pascua, bajo la fronda del viejo tamarindo, hoy también alejado de nuestra memoria.
*Poeta, periodista y escritor.
Foto tomada de http://www.tiempo.uc.edu.ve/tu577/paginas/18.htm
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