jueves, 1 de octubre de 2009

JOSÉ MARÍA BARBERI

Adolfo Rodriguez


Finalizando el siglo XIX nace en Zaraza el músico José María Barberi Anato, hijo del corso Santiago Barberi y de la chaparreña Antonia Anato. Aunque amenizaba las cintas mudas en el único cine de su ciudad natal, su principal actividad la desempeñaba como destilador de bebidas alcohólicas en el alambique de su propiedad El Marne, llamado así en honor al sitio donde los franceses baten a los alemanes en la Segunda Guerra Mundial impidiendo la invasión de Francia. Al amanecer marchaba al alambique y en las noches interpretaba su vals ·Ensueño¨ y otros como ¨Quejas del alma¨, ¨Claro de Luna¨ y ¨Sirenaica bella¨ para musicalizar filmes como ¨La Dama de las Camelias¨ protagonizado por Rodolfo Valentino. También amenizaba bailes y serenatas en aquel tiempo sin sombras de la Zaraza gentil. José Francisco Martínez, sobrino de María del Carmen Armas Santos, esposa de Barberi, recuerda aquellos amaneceres calentando calderos, bombeando guarapo y el aroma del licor destellando ante los primeros rayos del antiguo sol zaraceño. Y al atardecer mezclándolo con agua en una enorme batea y el alcoholímetro, severamente asistidos por un catador. Se vendía en galones y, entre los asiduos clientes, el educador Eduardo Méndez, con una garrafita para el ron más fuerte que luego aderezaba con frutas del ponsigué enviadas de Aragua de Barcelona. El elegante caballero que fue Barberi salía a ¨derrochar físico¨ como se dice ahora, en un hermoso corcel, llevando al futuro poeta o a Francisco Javier Rodríguez Barberi, uno de los sobrinos, diciendo, con disimulado gozo, que el Diablo depara sobrinos a quien Dios no le da hijos. Viajan por los contornos por melada, que transporta en batanas en un arreo de burros y alguna vez cruzan el río crecido auxiliado por don Pedro Rodríguez y un hijo de éste que sería gobernador. Refiere Martínez que Barberi, ¨ciudadano de reconocida honestidad, cordializador y servicial, gozaba de general aprecio y distinción¨, era experto en latonería. Le obsequió una máquina de escribir, que Martínez donó al Museo del Transporte caraqueño. Dormía en chinchorro, acompañado, casi siempre, de José Francisco y Javier, hasta el 25 de julio de 1926 en que falleció. Perdura su tumba en el viejo cementerio de Zaraza. Días empañados en que, en que casi al mes, se apaga, también, en un hospital norteño, la destellante estrella de Valentino.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente la crónica

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