domingo, 15 de agosto de 2010

CASA DE LAS LETRAS ANDRÉS BELLO PROMUEVE AL TALLER DE LITERATURA RAYUELA EN LA COMUNIDAD DE CANTAGALLO

El Taller RAYUELA es promovido por la Fundación Casa de las Letras Andrés Bello y dictado por la Lic. Tibisay Urbina, tiene como base fundamental despertar en el participante “el escritor que lleva dentro”. Aplicándose estrategias motivadoras les permitirá reconocerse como ser creador, de esta manera salta al papel la tinta teñida de amor y esperanzas a través de vivencias, poesía, narraciones, entre otras creaciones que harán del participante un ser diferente del que fue al inicio de la actividad. Nunca es tarde y tampoco temprano cuando nos decidimos hacer lo que deseamos.

El Taller Rayuela abarca el ámbito de la Red Escolar de las Letras, La comunidad y su escritura y Espacios no Convencionales.
El día 20 y 21 de julio se realizó en la Comunidad de Cantagallo el Taller Rayuela en el ámbito La Comunidad y su Escritura, el cual contó con la participación de 21 miembros de la comunidad así como docentes de la institución Rogelia Mayo Torrealba que también viven en esta hermosa localidad. Se realizaron una serie de actividades especiales enmarcados en el Bicentenario de la Independencia, Se dio a conocer el papel fundamental que tuvo la mujer en esa época emancipadora, nombres como María Rosario Navas, Ana María Campos entre otras así como sus hazañas fueron elementos motivadores para que los participantes en su argort popular dieran a conocer la heroína de su comunidad siendo enaltecida la Docente, enfermera y catequista Rogelia Mayo Torrealba, con tan solo 37 años, un 10 de Octubre de 1946, llegó a San Juan de los Morros por ordenes del Gobernador de aquel entonces Don Ricardo Montilla, para que fundase la escuela de Cantagallo, porque según los que la recomendaron decían que a ella no se le asusta fácilmente.

Sus 5 hijos se quedaron al cuidado del Dr. Torrealba. Quien se comprometió en que las dos niñas estudiasen en escuelas internas y los 3 varones en escuelas de San Juan. Y así partió en el único autobús azul que lo manejaba el señor Tablante, llegó a la Escuela Los Flores, y allí contactó a la maestra Doña Antonia de Naranjo que le pidió el favor a un muchacho para que le enseñara el camino de Cantagallo, que para aquellos tiempo era por la subida del Cerro el Toruno. Y a pie siguió el camino por más de una hora, al rato le salió un toro que quiso cornearla y moneando un árbol se salvo de su embestida. Era toda una odisea llegar al caserío. Un señor que le surtía los víveres a las dos únicas bodeguitas del caserío le dio un aventó y la dejó al frente de una casita viejita pero antes de marcharse le preguntó quien era, cuando le contestó que era la maestra que venía a fundar la escuela del caserío el señor soltó una carcajada tan fuerte que ella también rió con él y luego le dijo regrésese por donde vino, para acá han mandado a dos y el mismo día se han regresado y así riéndose se fue en su destartalado carro. Dios no la abandonó y por su perseverancia le obsequió el arcoiris para que se sintiera segura que todo le saldría bien. Y así fue, la casa que había comprado el Gobernador para que se construyera la escuela estaba en ruinas. Al cabo de un rato y después de varios encuentros infructuosos con los campesinos del lugar apareció el señor Teléforo Medrano quien le ofreció cobijo en la casa de su hija María, ella le dio una taza de café para mitigar el frío que le daba su ropa húmeda, ya que había andado bajo la lluvia. Al día siguiente salió hacer el censo de las 27 casas que yacían en el caserío pero tales casas se encontraban distantes una de otras, menos las 10 que estaban en la calle principal, al terminar con el censo había anotado a 62 niños en las edades comprendidas 8 -15 de ambos sexos, algunos tenían fiebre otros piojos, niguas, barrigas grandes y muy pálidos.

Al día siguiente salió para San Juan y le pidió al Gobernador hacer la escuela lo más pronto posible, mientras tanto debajo de un frondoso jabillo ubicado frente a la casa de la familia Sojo se hacían las reuniones con los padres de los muchachos, ellos escuchaban lo que se decía allí. Le pidió ayuda a las madres para combatir los piojos y las niguas, cortándoles las uñas y el cabello a las niñas y una por una fue quitando las niguas que se encontraba en el cuerpo de esos niños. Todos los domingos era día de aseo personal, los piojos desaparecieron pero las niguas no. Entonces se amarraron todos los cochinos y se peluquearon quemándose los desechos. Luego reunió a todos los niños con sus representantes y un camión enviado por el Dr. Torrealba los recogió haciéndoles exámenes y recetando tratamiento para las lombrices y parásitos. Se les hizo el tratamiento a los muchachos, recogió todas las muestras de heces y las lombrices, las llevó al laboratorio de la señorita Italia Ramos.

Los muchachos comenzaron a cambiar el semblante y los campesinos su actitud hacia la maestra. La primera escuela que se construyó en aquellos días es la que se encuentra en el medio de la actual escuela de Cantagallo. Los domingos enseñaba a las niñas grandes a cocinar. También se construyó la medicatura en el año de 1948. Su hija Neveska con tan solo 18 años se encargó de la escuela después que el gobernador le diera el nombramiento, para que la maestra Rogelia pudiera fundar el dispensario, le mostró los papeles de la Unidad Sanitaria de Caracas y ese mismo día le dio el nombramiento. A la semana siguiente llegaron los medicamentos y con ellos los pacientes, dos comadronas que atendían el caserío se les enseñó a utilizar los implementos de aseo para evitar el tétano infantil. Ellas la invitaron a asistir a los partos y después de acompañar al primero decidieron que siempre estuviera allí para ayudar. Le regalaron un caballo que le sirvió para hacer el recorrido por el caserío. Un día llegó un médico joven a supervisarla se llamaba Dr. Israel Ranuarez Balza y la felicitó por todo el trabajo que estaba haciendo. Con el tiempo comenzó a dar catecismo en su tiempo libre y se puso de acuerdo con la comunidad para construir una pequeña capilla. Cuando estuvo lista invitaron al padre Francisco Peña para que diera la misa a la Virgen La Inmaculada Concepción, la cual trajo de regalo al Caserío, Don Luis Segundo Rodríguez antiguo habitante de la comunidad. Con el tiempo los días sábado y domingo llevaba a los niños más grandes a excursiones un día se perdieron, el susto fue tan grande que tardaron en hacer otras excursiones. Un día Pérez Jiménez la quitó del dispensario por razones políticas y la mandó a otro que quedaba muy lejos de San Juan, como no podía atender a sus otros hijos decidió renunciar y solo recibió un comunicado que decía gracias.
Compró una casita en la comunidad de Agua Hedionda donde comenzó a sembrar millo, material indispensable para hacer escoba, así hacía, fabricaba sus escobas y las vendía a orillas de la carretera. Lo mismo hacía con la leña de cují, para cubrir sus necesidades, nunca le faltó madres con sus hijos para que los recetara, ella lo hacía con todo el amor del mundo en su nueva casa, aún sin percibir paga, con el tiempo vendió esa casa y se compró una en el caserío Los Flores, la cual se le quemó, para 1963 le llegó un oficio de Sanidad y otro de la Gobernación donde le solicitaban sus servicios como enfermera en el caserío de Paso Pelao. Donde el antiguo dispensario estaba anexo a la escuela, era muy pequeño, al tiempo se construyó otro frente a la escuela. Para 1970 lo eliminaron para que las personas asistieran al de Cantagallo porque allí habían médicos, Pidió su jubilación, y ya cansada de tanto luchar y ciega ya a sus 84 años decidió mudarse a Calabozo, y así en su dulce compañía de familiares partió en un merecido descanso a los 91 años, el 22 de agosto del año 2000. Ella es nuestra heroína, y por eso la escuela lleva su nombre, todos los habitantes de Cantagallo han de conocer su vida y obra, siendo su mayor obra el habernos enseñado a vivir en comunidad, apoyarnos y ayudarnos sin mezquindad, ni egoismo.

Relato contado por los habitantes de la Comunidad de Cantagallo y corroborado con el libro Por aquel caminito de la Autora: Rogelia Mayo Torrealba.

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