Carlos A. López Garcés*
Cronista de Altagracia de Orituco
Municipio José Tadeo Monagas
Estado Guárico.
1.- Una fiesta de aniversario
La noche del miércoles 13 de septiembre de 1961, el partido Acción Democrática celebraba en Altagracia de Orituco, capital del otrora distrito Monagas del estado Guárico, el décimo-noveno (XIX) aniversario de su fundación, motivo por el cual se realizaba una fiesta bailable en la sede de esa organización política, ubicada en la esquina nor-este del cruce de la calle Bolívar con la Julián Infante de aquella localidad guariqueña, en una casa grande, de paredes altas de bahareque y techo de tejas, propiedad de don Próspero Guaimara.
Un grupo de jovencitos de dieciséis a veinte años de edad, en su mayoría estudiantes del Liceo Ramón Buenahora altagraciano, se sintió atraído por aquella festividad y decidió incorporarse a la misma para disfrutarla sanamente porque la entrada era libre, aún cuando ninguno de ellos era militante adeco y eran catalogados como comunistas. Entre los integrantes de ese grupo juvenil estaban: Ramón Sosa, Pedro Miguel González (Pemegó), Aníbal Camaute, Enrique García (Cara’ebucle), Hernán Manuitt (El Gato), Roger Bastardo, Gustavo Loreto, Ernesto Istúriz (Mobidí), Carlos Castillo, Aníbal Frontado, Ángel Mijares (Capotera), Víctor Ávila (Métele-los-frenos) y Nelson Landaeta Hurtado (El Chúngaro). Algunos de ellos lograron entrar a la fiesta; otros quedaron afuera, en la calle, molestando con sus burlas y gritos al señor Paraco, un anciano celador de la sede accióndemocratista, obsesivo defensor de Rómulo Betancourt, muy quisquilloso ante los adversarios de su pasión romulera, que usaba sombrero peludo de ala ancha, paltó de kaki, chácara y un revolver cañón largo.
2.- Presencia incómoda
La presencia de aquellos mozos incomodó a ciertos activistas y dirigentes del partido cumpleañero, quienes los calificaron de saboteadores y optaron por conminarlos ofensivamente a que abandonaran el sitio, lo cual causó la natural incomodidad de los jóvenes, quienes fueron sorprendidos por aquella actitud que se tornó muy agresiva y se convirtió en cayapa, al extremo que fueron reprimidos y dispersados por la Guardia Nacional; algunos huyeron corriendo y otros resultaron golpeados, como fue el caso de Pedro Miguel González (Pemegó) quien, descubierto entre una matas del jardín de la casa de Acción Democrática, fue herido en la cabeza tras recibir un fuerte golpe con la cacha de un arma de fuego, supuestamente dado por César Mata de Gregorio, uno de los dirigentes connotados del adequismo orituqueño de entonces. Un hecho singular fue el ocurrido con Roger Bastardo, quien, en estado de ebriedad, fue empujado por el profesor Aldana, un docente adeco de la Escuela Normal Rómulo Gallegos gracitana, a quien Ramón Sosa le reclamó tal actitud, con la consiguiente exacerbación de la riña colectiva.
Mención aparte debe hacerse de lo sucedido a César D’Suze García (Cochino), quien era militante activo de la juventud adeísta; no quiso entrar a la fiesta dada la presencia de su padre en ella y se mantuvo en la calle; salió corriendo cuando llegó la Guardia, lo alcanzaron, golpearon fuertemente e hirieron, por lo que fue llevado al Centro de Salud Dr. José Francisco Torrealba para las curas respectivas, pero no lo detuvieron. Varios jóvenes fueron detenidos esa misma noche y trasladados a la Policía de Altagracia de Orituco, incluso algunos, como Ramón Rivas y Enrique Sánchez (Doble A), que no habían estado en el sitio de los sucesos; otros fueron apresados posteriormente.
Un caso aparte fue el de Ernesto Istúriz (Mobidí), quien fue arrestado la noche de los sucesos, liberado al día siguiente por las diligencias de su tío Augusto Pérez (gracias a su compañerismo adeco) y detenido nuevamente poco tiempo después, acusado de incendiario; él y Carlos Castillo habían preparado varias bombas molotov por iniciativa propia, que lanzaron en ciertos sitios estratégicos del pueblo, lo cual alarmó a los pobladores.
3.- Noticias al amanecer
Las informaciones de los acontecimientos ocurridos la noche del aniversario accióndemocratista ya se había difundido en la población gracitana en las primeras horas del día jueves catorce de septiembre. El consumo de bebidas alcohólicas por protagonistas de ambos bandos era el principal factor mencionado en los corrillos del pueblo como causante de aquella tángana desproporcionada y descomunal. Los jóvenes aún estaban detenidos al amanecer del martes diecinueve de ese mes, cuando se mantenía la expectativa sobre su futuro inmediato; horas antes habían intentado huir por iniciativa de Ramón Sosa, quien propuso reventar el candado del portón del patio de la Policía que daba a la calle Rondón, pero fueron descubiertos.
Se comentaba que los muchachos serían trasladados a San Juan de los Morros, acusados de subversivos y por órdenes del Prefecto Adolfo Polachini, máxima autoridad ejecutiva civil del distrito en ese momento. Esta decisión generó rechazo colectivo, tanto que a las nueve de la mañana (09:00 a.m.) del martes diecinueve de septiembre se había concentrado una considerable cantidad de pobladores gracitanos en la calle Julián Mellado, en frente de la Policía, junto a la plaza Bolívar, para protestar pacíficamente contra aquella medida y pedir a viva voz que liberaran a los detenidos. Fue una concentración popular espontánea de cientos de personas de diferentes edades, sin organización previa, que aumentaba en la medida que pasaban los minutos.
El Prefecto no pudo resolver la situación; quizás no percibió que el problema fue debido al exceso del consumo de bebidas alcohólicas, a muchachadas y al fanatismo adeco del cual él era parte defensora; al parecer, no entendió que fue un asunto de orden público que podía ser resuelto localmente, sancionando con algunos días de arresto a los posibles mayores de edad, con firmas de caución de éstos y de los representantes de los menores, que debían quedar en libertad inmediatamente; optó por solicitar la presencia del Ejército para contrarrestar la postura de los manifestantes, que fue la solución más compleja, menos popular y más identificada con la política represiva gubernamental.
4.- Presencia de soldados
A eso de las tres de la tarde (03:00 p.m.) se presentó un grupo numeroso de soldados procedentes del Cuartel Zaraza de San Juan de los Morros, al mando de un teniente de apellidos Sarmiento Urquía, quien inmediatamente a su llegada le exigió a la multitud que se retirara del lugar, por lo que el abogado Plutarco Pérez Guglietta, dirigente del Partido Comunista de Venezuela en Orituco, le respondió que ellos estaban allí pacíficamente, solicitando la libertad de unos muchachos que habían sido agredidos y estaban detenidos injustamente. El abogado Pérez Guglietta y otro ciudadano que lo emuló fueron arrestados de inmediato por órdenes de aquel teniente, quien a su vez instruyó a la tropa para que desalojara a los manifestantes.
Los soldados comenzaron a empujar a la gente con sus fusiles de bayoneta calada; muchas personas se mostraron reacias a retirarse y hasta protestaron porque las empujaban. Uno de los protestantes fue el entonces joven liceísta Zenón Velásquez, quien le solicitó a un soldado que no lo empujara, pero el militar lo hizo más fuerte por lo que Velásquez, que tenía una pegada demoledora, le asestó un puñetazo en la cara, con lo que lo tumbó junto con dos soldados más y se dijo que le fracturó la mandíbula; esta situación originó que otros militares arremetieran a planazos y culatazos contra Velásquez, quien, muy ensangrentado y maltrecho, fue detenido junto con su hermano Rodolfo, cuando éste intentó defenderlo, pero también fue agredido salvajemente. Los dos quedaron presos en la Policía, a donde condujeron igualmente arrestados, en horas de esa noche, a Pascuale Stéfani Piacentini (Pascualino), Carlos Espejo, Juan Soto Armas (Juancito), Lucio Lafitte, José Salazar, Salvador Ochoa, César Pantoja (Chispita), un sindicalista del PCV de apellido Trincado y otros, acusados de ser instigadores de aquella revuelta.
Los soldados arreciaron los empujones y apelaron a los culatazos, a los planazos y a las bombas lacrimógenas, por lo que la manifestación se dispersó con el resultado de varios lesionados y más detenidos; un caso concreto fue el de Felicio Freites, un joven obrero apodado Supermán** por su extraordinaria fortaleza, la cual le sirvió para resistir la feroz arremetida a planazos y culatazos que le propinaron simultáneamente varios militares cuando intentaban detenerlo, por lo que fue necesario aumentar el grupo de soldados para lograr el objetivo; otro caso fue el de José Jaén, alias Chiquitín, fotógrafo que fue detenido y obligado a velar el rollo y entregar su cámara fotográfica.
5.- Pavor colectivo
La gente despavorida corrió por distintas calles cercanas a la plaza Bolívar, ante la intensidad de la represión militar que conmovió a los gracitanos. La angustia se generalizó e incrementó la perturbación por el sonido de disparos de fusiles y ametralladoras al aire y los efectos de las bombas lacrimógenas, que hasta esa tarde del martes diecinueve de septiembre eran desconocidos en la población altagraciana, donde aún es recordada la ráfaga de ametralladora que dañó considerablemente el alero del Bar Verácruz, ubicado enfrente de la plaza Bolívar, en el ángulo sureste del cruce de las calles Chapaiguana y Rondón.
Una víctima de estos acontecimientos represivos fue doña Paula Coronil de Coello, una anciana de setenta y cinco años de edad, viuda de Servideo Coello, nativa de San Francisco de Macaira y de oficios del hogar, quien integraba un grupo de personas que observaban los sucesos desde la calle Chapaiguana, en el cruce con la Julián Infante, a dos cuadras al sur de la plaza Bolívar, escenario de aquellos hechos. Doña Paula, atrapada por su nerviosismo, intentaba atravesar la calle para regresar a su casa cuando fue arrollada por un automóvil, que se desplazaba a exceso de velocidad por la calle Chapaiguana desde la plaza Bolívar; ella murió a las doce de la noche (12:00 p.m.) de ese mismo día, como consecuencia de las lesiones ocasionadas en la cabeza al golpeársela contra la acera, caracterizadas por traumatismo con hemorragia central.
6.- Traslado a San Juan
Los muchachos y los manifestantes presos fueron trasladados finalmente en la madrugada del día miércoles veinte de septiembre a la Policía de San Juan de los Morros, ubicada entonces en la calle Bolívar cruce con la Mariño, donde ahora construyen la sede de la Biblioteca Rómulo Gallegos. Conformaban un lote de veintiséis detenidos, que viajaron esposados en grupos de dos. Allí permanecieron hasta el miércoles once de octubre. Pascualino Stéfani asumió el liderazgo de los presos; fungía de orientador; motivaba la disciplina como ente rector de la buena administración del tiempo para las actividades productivas diarias y de la moral para la solidaridad entre los compañeros detenidos; promovió una huelga de hambre como medida de presión para lograr la libertad deseada. Eran tiempos del gobierno presidido por Rómulo Betancourt, caracterizado, entre otros casos, por la suspensión de las garantías constitucionales, con lo que se amparaba el irrespeto gubernamental a los derechos humanos y cuya consigna era disparar primero y averiguar después.
7.- Una muerte lamentable
Los recién liberados regresaron a Altagracia de Orituco aquel miércoles once de octubre, cuya noche se hizo trágica a la una y quince minutos de la madrugada (01:15 a.m.) del jueves doce, por la muerte de Pascualino, quien fue asesinado con un disparo por Rafael Ávila Bandres, un ex-comandante de la Policía de Altagracia de Orituco, militante de Acción Democrática, de quien se comentó que ciertos dirigentes adeistas lo habían preparado psicológicamente para ese homicidio, pues no tenía razones aparentes para cometerlo y alegó que lo había hecho porque la víctima “…se la mantenía hablando mal del gobierno”. El homicida fue condenado a diecinueve (19) años de prisión, que fueron cumplidos en San Juan de los Morros, donde murió tiempo después de cumplir su condena.
Rafael Ávila Bandres era dueño de un bar ubicado en el barrio La Playera, calle Pellón y Palacio Oeste, de Altagracia de Orituco, al cual llegaron Pascualino Stéfani y Miguel Ávila (primo del botiquinero), cuando comenzaba la madrugada del jueves doce de octubre, con la intención de tomarse una cerveza cada uno, lo cual lograron después de persuadir al propietario que les dejara entrar, porque ya había cerrado el expendio debido al cumplimiento de la hora tope permitida. Al momento de pagar las cervezas consumidas, Miguel le dijo a su primo Rafael, en son de chanza, que no tenía como pagarle, lo que fue ratificado por Pascualino, por lo que Rafael procedió a darles veinte bolívares (Bs. 20,00) para que pagaran la cuenta. Al parecer, la broma molestó al dueño del botiquín y hubo intercambio de palabras soeces, tantas que las partes se sintieron ofendidas. Rafael, enceguecido, accionó su revolver cinco veces contra Pascualino y Miguel, cuando ya éstos estaban en la calle Pellón y Palacio, a quince metros del bar y con destino a sus domicilios respectivos. Miguel salió ileso de aquel percance. Pascualino recibió un solo disparo; fue herido mortalmente en el corazón.
Rafael Ávila Bandres era natural de El Morro de Macaira, trigueño, de estatura mediana, contextura fuerte y violento; acostumbraba a portar un revolver de su propiedad; según algunas opiniones, alardeaba de ser guapo y de estar apoyado por su partido Acción Democrática. Supuestamente, fue preparado desde el punto de vista psicológico para esperar una oportunidad que le justificara asesinar a Pascualino Stéfani., la cual habría ocurrido aquella madrugada del 12 de octubre de 1961, como consecuencia de una provocación estratégicamente premeditada, pues entre Pascualino y Rafael Ávila nunca antes había sucedido alguna discusión. Sin embargo, de acuerdo con noticias que circularon en Altagracia de Orituco, un renombrado dirigente accióndemocratista orituqueño le adeudaba cierta cantidad de dinero a Stéfani, por la que habían discutido en varias ocasiones, dada la negativa de aquel político de cancelarle el préstamo pendiente. La gente en el pueblo relacionaba esta deuda con las complicidades de aquel asesinato.
Pascuale Stéfani Piacentini tenía entonces treinta y ocho años de edad, era oriundo de la ciudad de Tautón, sita en el suroeste de Inglaterra; estaba casado con María Cervetti de Stéfani, con quien procreó dos hijos: Maximiliano (Liano) y Alesandra (Sandra); era comerciante: fue propietario del prestigioso Bar Restaurant El Paradero, ubicado en la Zona Comercial Saladillo, en la salida hacia Caracas y junto con su hermano Icilio administraba el muy conocido Hotel Guárico de Altagracia de Orituco, a donde arribó con esa oleada de emigración posterior a la Segunda Guerra Mundial; había sido profesor de inglés en el Liceo Ramón Buenahora gracitano; amaba el fútbol; era un hombre de avanzada, que estaba vinculado con el pensamiento más radicalmente progresista del partido Unión Republicana Democrática (URD), fundado y dirigido por Jóvito Villalba; se ganó el respeto y aprecio mayoritario de la colectividad orituqueña, donde su muerte fue muy lamentada; falleció como consecuencia de hemorragia interna por perforación cardíaca, según certificación médica expedida por el doctor José Ramón Hernández Medina, el mismo que certificó la muerte de doña Paula Coronil de Coello; está enterrado en el viejo Cementerio General altagraciano.
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*Observación: un resumen de este trabajo fue leído en el I Congreso de Historiadores, Cronistas e Investigadores celebrado en Guayabal, estado Guárico, el sábado 30 de mayo de 2009.
** Supermán falleció por infarto del miocardio, el martes 04-08-2009, en Altagracia de Orituco, donde vivía en el barrio Peña de Mota.
FUENTES:
I.- Documentales
Archivo del Registro Civil del Municipio José Tadeo Monagas del Estado Guárico. Altagracia de Orituco.
Defunción de Pascuale Stéfani Piacentini. Libro de defunciones de la Prefectura del Distrito Monagas del Estado Guárico. Acta Nº 196. Año 1961.
Defunción de Paula Coronil de Coello. Libro de defunciones de la Prefectura del Distrito Monagas del Estado Guárico. Acta Nº 178. Año 1961.
2.- Hemerográficas
“Miembro de AD y Ex-jefe Policial: Lo maté porque hablaba mal del gobierno”. Ultimas Noticias. Año 21-Nº 8.330. Caracas, sábado 14 de octubre de 1961; p. 8.
3.- Informaciones orales
Conversaciones con:
Ramón Sosa, Ernesto Istúriz y Ramón Rivas. Altagracia de Orituco, 2, 3 y 6 de junio de 2009, respectivamente.
Zenón Velásquez. Altagracia de Orituco, viernes 8 de enero de 2010.
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