jueves, 25 de agosto de 2011

CUENTOS DE AMOR Y DESAMOR

PONENCIA PRESENTADA EN EL VII ENCUENTRO DE HISTORIADORES,

CRONISTAS E INVESTIGADORES

ORTIZ. 20 de Agosto del 2011

Gladys Vázquez Pinto



PUNDONOR

Gracias a la superación personal de la mujer de los actuales días, logro obtenido a través del estudio, del trabajo y de la constante capacitación para un eficaz desenvolvimiento en la vida social, el machismo, ese fenómeno predominante en nuestros pueblos hasta tiempos recientemente pasados, ha ido paulatinamente desapareciendo. En aquellos tiempos, por causas triviales el hombre podía maltratar a la mujer. Bastaba que una mujer casada no mencionara el apellido del marido precedido de la preposición “de”, señal de pertenencia, como si fuera un simple objeto, como era tratada la mujer en los tiempos más antiguos; o también que dejara de usar el anillo de matrimonio en el dedo anular de la mano derecha, señal de que tenía dueño o como se suele aún decir, de que era una mujer ajena, o que no le planchara bien los pantalones o no tuviera la comida a tiempo, para que el marido le armara una sampablera.

Algo más grave aún y causa de repudio, era la ausencia del signo anatómico de la virginidad. Si el marido la primera noche después de la boda, al consumar el matrimonio en el tálamo nupcial no rompía la telita sagrada o membrana himeneal, si la recién casada no exhalaba un gemido de dolor y no había sangre en la sábana, el esposo podía armar un escándalo que podía derivar hasta en tragedia.

La siguiente historia nos habla de una heroína pionera de las luchas feministas ya en aquellos tiempos.

A los pocos días de casada, intempestivamente la esposa abandonó su nuevo hogar y se marchó a la casa paterna, de donde había salido de velo y corona y donde ahora se encerró en su antigua habitación, de donde no quería salir ni a comer a pesar de los ruegos de los padres, familiares y personas amigas, quienes desconocían la causa de tan extraño comportamiento.

La recién casada se mantenía recluida y aislada del mundo, por lo que muchas personas comenzaron a elucubrar fatídicas razones. Algunos pensaban si acaso fue repudiada por el marido por haberse presentado a la luna de miel sin el adminículo virginal de la honradez. Otras personas sospechaban si sería que ella había encontrado poco armamento donde debía haber un cañón de gran calibre o si en vez de gallo fino le había salido un palmípedo. Tantas cosas se rumoreaban en aquel misterio.

Al día siguiente se presentó el marido en busca de su mujer. Largo rato tocó a la puerta, lamentándose, llorando a moco tendido y pidiendo mil perdones. Las personas que lo escuchaban se preguntaban qué le habría hecho este hombre a su mujer. El esposo lloroso le prometió no volverlo hacer nunca más. ¡Ya está, seguro que se trata de otra! Pensaron los curiosos.

Después de mucho llanto, tantos ruegos y promesas, al fin la puerta se abrió y apareció seria, erguida, inconmovible, blanca y hermosa, la recién casada. El marido se apresuró a abrazarla, la besó y poniéndose de rodillas ante ella, le expresó: -¡Mi amor, mi vida, te juro que no lo volveré hacer nunca más! ¡Nunca más me volveré a tirar un peo así delante de ti!

Luego de este incidente vivieron felices gracias a que desde un principio esta heroica mujer sentó el precedente de que para poder vivir en armonía era necesario el amor y el respeto mutuo.

EL SOPLO

Se cuenta en Valle de la Pascua el caso de un amor hasta la muerte. Un señor llamado Régulo se casó con una bella joven vallepascuense llamada Esther, de reconocida familia pero quien padecía de un soplo cardíaco por lo cual, dado el nuevo estado de la dama y pensando en el peligro de un posible embarazo consultaron a un conocido médico de la localidad, quien les advirtió del peligro y la gravedad que representaba una preñez para el corazón de la recién casada. Los esposos se fueron a vivir a una casa en la Calle Real y bajo la vigilancia de la madre del marido, quien por las noches al sentir el más leve murmullo o suspiro proveniente de la habitación de los desposados, rápidamente tocaba a la puerta y le decía al hijo: -¡Régulo, acuérdate. Ten cuidado. Esther es una mujer enferma! Para evitar la preocupación y el desvelo de la tenaz guardiana, decidieron dormir en alcobas separadas. Pero cuando la señora oía pasos o roces de seda en el pasillo, se asomaba y exclamaba: -¡Cuidado Régulo, acuérdate!

Pero una noche en que la madre se quedó dormida por el cansancio de la continua vigilancia, Régulo, que ya no aguantaba se fue para el cuarto de su esposa. Mientras la esposa que ya tampoco aguantaba la abstinencia salió para la alcoba del marido. En el camino se encontraron y este le dijo: -¡Mi amor, no aguanto más por lo que he decidido matarte! –y la esposa a su vez le dijo: -¡Mi vida, yo tampoco resisto más y he decidido suicidarme!

De aquel intento de oxuricidio y de aquel conato de suicidio nació sin novedad el primer hijo y luego vinieron tres más. El amor pudo más que el diagnóstico, el pronóstico y la muerte.

GUAYABO

Escuchando la canción titulada “Guayabo de mes y pico” que interpreta Jorge Guerrero, famoso cantante de música criolla natural de Elorza, Estado Apure y a quien llaman “El Guerrero del Folclore”, nos viene a la memoria el caso de un enamorado que enguayabado por el amor de su adorada la amenazó con suicidarse.

Jorge Guerrero, quien antes de ser cantante famoso fuera becerrero y peón de hato, oficios en los cuales comenzó cantando coplas de ordeño y de arreo del ganado, en su bien pegada canción dice:

“Esta mañana angustiado

fui y me planté en la avenida,

se puso un carro a pitarme,

yo creo que una sifrina,

yo como andaba ostinao

voltié y le grité enseguida:

afínquele la chancleta

y páseme por encima

que ahorita en estos momentos

me está estorbando la vida.

En el llano un guayabo es un despecho por un amor ingrato y no correspondido. Se cuenta que en Valle de la Pascua, un conocido caballero estaba enamorado de una dama del lugar, amor que no era correspondido, por lo que la amenazó con suicidarse si esta no le daba su amor y para consumar su amenaza se acostó en medio de la calle frente a la casa de la causante de su despecho y desde allí le gritaba que por su desamor se iba a dejar matar con el primer carro que pasara por allí, pero era una vía muy poco transitada y casi nunca pasaba automóvil alguno por ella, ni siquiera una carreta, por lo que el infeliz enamorado estuvo largo rato tendido en el suelo y llamando a su adorado tormento, al cabo del cual, sin novedad alguna, se paró y gritó para que la joven amada lo escuchara: -¡Te salvaste de perder a tu amado porque no pasó carro, pero la próxima vez me ahorco!

Se cuenta que la muchacha le respondió: -Si, te ahorcas de una mata de auyama.

POR AMOR CRUZÓ EL OCÉANO

Mario Casamassima es un conocido empresario, contador, locutor e incansable luchador social, italiano que echó raíces en Valle de la Pascua. Allá en Italia su patria natal cuando joven se enamoró de una bella ragazza de nombre Justina, de una buena familia cuyo padre, Michele Panunzio, había emigrado a Venezuela en 1945, habiéndose instalado en Valle de la Pascua donde montó una de las primeras carpinterías del pueblo, mientras su esposa y su hija, la bella Tina continuaron en La Bota hasta 1956 cuando decidieron venirse a juntar con el cabeza de familia.

Antes de partir, Justina le propuso a Mario que continuarían sus relaciones amorosas por correspondencia, pero el galán enamorado no quiso aceptar por ningún motivo esos amores a distancia y le juró que por ella cruzaría el mundo, por lo que también él hizo las maletas y en el mismo barco se vino acompañando a las dos damas. Llegaron a Venezuela el 22 de junio de 1956. En Valle de la Pascua se casaron Mario y Tina, fundaron su hogar y desde entonces han vivido felices. Mario como un tenaz Quijote de la radio vive peleando con políticos, gobernadores, concejales y alcaldes por los miles de problemas que acogotan a la ciudad.

LA RAGAZZA IMPOSIBILE

Por el 1955 llegaron a Tucupido un grupo de italianos contratados por don Alejandro Rodríguez Guzmán, para la construcción de un lote de casas para la urbanización Talom, empresa norteamericana que realizaba trabajos de explotación petrolera en la región. Entre ellos vino un joven que al poco tiempo se prendó de una hermosa joven de una reconocida familia vallepascuense. Como esos europeos no se andaban con rodeos, el joven ni corto ni perezoso se fue a la casa de la muchacha y habló directamente con el padre para solicitarle la mano de la hija.

-Il mio respetabile signore, io veno a parlare con te per demandare la mano della sua figlia per me.

El padre de la joven le respondió que su hija era muy joven, que era una muchacha de buena familia, muy bien educada y de gustos exigentes. Que le gustaba tener una buena casa con sala, cocina, comedor, buenas habitaciones, baños, jardines y gente de servicio. Además le gustaba comer bien, vestir bien y a la moda. Y al final le preguntó cuánto ganaba.

-Il mio caro respetabilísimo signore, io guddagnare sexchento bolivare mensuale. Seiscientos bolívares para la época era una buena suma.

-¡Pero mi amigo, -le refutó el padre de la muchacha- eso no le alcanzará a mi hija ni para el papel tualé.

El galán italiano salió de la casa decepcionado y apesadumbrado y al pasar vio a la muchacha que estaba asomada en la ventana y por toda despedida le dijo: ¡Addio, cagonna!

¡Y LE AHORCÓ LA COCHINA

Se cuenta en Valle de la Pascua que un mozo se enamoró de una bella joven, a quien, aunque poco romántico y como cosa de locura de enamorado le regaló una cochina. Mientras duraba el idilio el animal apacible engordaba en el chiquero.

Pero a pesar de los flechazos de Cupido, un día se interpuso entre ambos Eris, la diosa de la Discordia, el amor se enfrió y hasta allí llegó el romance. Una noche, el joven se introdujo en el patio de la casa de la exnovia y para completar la ruptura, así como si dijera: devuélveme mis cartas o la sortija, le ahorcó la cochina.

LA MIL AMORES

“El mil amores” es el título de una película mejicana con Pedro Infante. Pero esta historia es la de una muchacha de Tucupido, según me contó un amigo, que una tarde estaba platicando con un viejo conocido, maestro de escuela jubilado, poeta y declamador y la conversación derivó a los tiempos de sus mocedades. El maestro le contó que cuando trabajaba en Tucupido tuvo una linda noviecita, morenita de abundoso pelo negro que le ondeaba en cascada por la espalda, ojos vivos cual negros azabaches, labios carnosos de una sonrisa encantadora… y se emocionaba en el recuerdo y se le salía lo poeta en la narración. ¿Y cómo se llamaba? ¿Y dónde vivía? Le preguntó el amigo. Cuando le dijo el nombre y la dirección, el amigo le dijo al maestro que esa muchacha también había sido su noviecita.

Le siguió contando el maestro que en una oportunidad lo invitaron a una fiestecita bailable de esas que llamaban picoteo, no por los pasapalos sino porque la música era de picó o sea un tocadiscos de plato y aguja o pick-up. Cuando llegó a la fiesta lo primero que vio fue a su noviecita bailando un mosaico de Billo, casi derretida en los brazos de otro que pulía la hebilla.

El poeta seguía narrando ya no con tristeza sino como cosa chistosa, la vez que se encontraba en la universidad y le presentaron a un compañero de estudio, que al enterarse de su pueblo de procedencia -¿Tú eres de Tucupido?- le preguntó por varias personas de ese lugar, le contó que justamente allí él había tenido un romance juvenil y le preguntó por una joven que al decirle el nombre –lo que es el mundo- era su misma noviecita.

En un diciembre se arregló para ir a la casa de su noviecita y cuando llegó, bella, bonita, sonriente estaba en la sala sentada en un sofá platicando con otro y que un amigo, pero que la veía con cara de enamorado.

Y concluyó el maestro sus recuerdos diciéndole al amigo: -Es que mi noviecita era una mil amores.

INUNDACIÓN

Durante el año 2009 el país vivió una época de gran sequía que asoló rebaños y siembras, la cual fue atribuida al fenómeno del niño. Durante el año 2010, por el contrario fue una época de grandes lluvias e inundaciones desastrosas en todo el país. El invierno se prolongó desde mayo hasta febrero del 2011. Una noche en Valle de la Pascua cayó un pertinaz aguacero que causó inundaciones en muchas barriadas y en Los Bálsamos, en el Cementerio Municipal la inundación socavó las tumbas y muchas urnas flotaron y se esparcieron por las calles.

Cuenta Lino, pero a él no hay que creerle mucho, que esa noche él estaba acostado en su cama al lado de su esposa, la casa se había anegado y no se había dado cuenta. En la madrugada comenzó a tentar a su consorte buscando calor humano y la tocó muy fría; la sacudió para que despertara pero ella no se movió. Entonces la llamó: -¡Kalide! Pero ella no respondió. Seguía dormida, tiesa y fría. Nada, no respondía. Entonces chapaleando en el cuarto fue y prendió la luz. Kalide estaba profundamente dormida al otro lado de la cama y en el lado suyo, a quien él estaba abrazando para buscar amor, era… un cadáver.

LA SORPRESA

En Valle de la Pascua se cuenta el fiasco que le pasó a un conocido personaje, hombre serio, culto y respetable. El supradicho personaje se encontraba en una fiesta donde conoció a una fémina, una verdadera diva, o como se dice en el argot popular: un hembrón. Ceñido el breve traje, amplio escote que exhibía los pechos grandes y turgentes, redondas pomas voluptuosas. Blancos los muslos firmes y tersos. Dorado el pelo que le caía en suave cascada sobre los hombros de suave rosa. Las cejas finas, bien dibujadas; lindas pestañas estilizadas; párpados de suave oscuro sombreado. Los ojos vivos como azabaches. Finas ajorcas. Grandes pendientes. Carmíneos labios concupiscentes. Audaz escote que por detrás exhibía tenue, rosada espalda y descendiendo un poco más mostraba displicente la uve del pliegue glúteo.

Nuestro galán miró a la diva y sentóse al lado de aquel encanto, sintiendo el roce del cuerpo ardiente y se pusieron a platicar. Al poco rato su mano ansiosa acariciábale un muslo terso, se deslizaba por la cadera buscando artera senda sensual. Como embriagado por el perfume de aquella piel, quiso besarle la roja boca y de aquel panal libar la miel. Le exacerbaba la risa extraña y le hechizaba la voz melosa. Fuerte abrazando aquel cuerpo cálido sensual bolero lento bailaba gozando el roce de aquellos pechos y de aquel vientre lidivinoso, acariciando aquellos glúteos tan portentosos, sentía un fuego que lo inflamaba y algo en él que se alborotaba.

Él le pedía a su Afrodita con insistencia que le brindara mayor placer entre las sábanas de ardiente lecho: -¡Vente conmigo! –audaz le dijo y cuando asida por la cintura se la llevaba, pasó un amigo y le susurró: -¿Adónde lo llevas tan apurado? No te emociones, no tengas prisa, que esa es la Susy. Esa es un hombre.

EL NOVIO QUE NO HACÍA CASO

Cuando Fernando Aular Durant, estudiante del segundo año de Medicina de la Universidad de Carabobo, fue a hablar con los padres de Gladys Vázquez para pedir formalmente su mano, se vistió de paletó y corbata y se presentó ante don Santiago Vázquez y sin mucho pataleo le dijo que venía a pedirle la mano de su hija. El viejo llamó a la hija y ésta dijo que si. Entonces don Santiago lo precisó: visitas dos veces a la semana, de siete a ocho de la noche. Al principio Aular cumplió pero al poco tiempo iba todos los días desde las siete hasta las nueve y más luego iba a cada rato. Don Santiago lo llamó al botón y le puso los puntos sobre las íes, haciéndose el duro le dijo que él no hablaba ni chino ni inglés y que había dicho bien claro, dos veces a la semana y de siete a ocho. Entonces Aular le dio la razón, le manifestó que haría un esfuerzo, que trataría de venir sólo dos veces a la semana, pero era que no podía estar sin verla un solo instante. Entonces don Santiago conciliador le dijo: -Bueno, está bien, entonces que sean tres días de siete a nueve. Al principio de esta nueva pauta respetó el tratado, pero luego visitaba a la novia todos los días en la mañana, al mediodía, en la tarde y en la noche y don Santiago que ya era su íntimo amigo ya no le puso más reparos y Aular era como uno más de la familia.

LA BODA DE ARMANDITO

Como seis años tendrían María Elena Vázquez y Armandito Núñez cuando el 22 de octubre de 1970 fueron portadores de las arras y anillos en la boda de Fernando Aular Durant y Gladys Vázquez Pinto, en la iglesia de la parroquia Michelena de Valencia. Delante iban los dos pajecitos: Armandito parecía un caballerito con su traje de smokin y corbata de lacito. María Elena parecía una noviecita con su vestidito de raso y de tul y una diadema en la frente. Inmediatamente detrás iba la novia con el padrino Antonio Gonálvez da Silva el padrino Antonio Gonálvez da Silva. Más atrás iban los padres del novio, la madre de la novia, la tía Sofía y demás familiares y amigos. El novio y la madrina Josefina Coss de Goncálvez esperaban en la puerta de la iglesia

Poco después de la boda, Armandito se quedó pensativo y le dijo a su mamá Belén:

-Mamá, yo no sé, pero yo creo que a mí me casaron con María Elena. Tienes que informarte bien.

-¿Y por qué crees eso, Armandito?

-Por que yo estaba al lado de ella, vestido de novio, y el padre dijo, yo los uno en matrimonio.

EL HECHIZO

Por aquí se cuenta de uno que vivía con su pareja desde hacía muchos años, con la cual tenía hogar e hijos, pero que un día se prendó de una jovencita, por la cual se olvido de que su antigua compañera le había dedicado gran parte de su vida, su juventud, su esfuerzo y sus hijos. Nada, él quería probar carne nueva y por ello dejó a su vieja por la núbil, pero he aquí que según se dijo, la repudiada le reclamó al enamorado su mal comportamiento, su mal agradecimiento y su traición y por último, como un negro anatema le lanzó aquella maldición: -Lo único que te deseo es que cuando estés con ella no te funcione la naturaleza. Tendrás que venir de rodillas a pedirme perdón para que lo que esté muerto vuelva a la vida.

El hombre se casó con la noviecita y se fueron de luna de miel. Ya en la habitación del hotel con deleite contempló como aquella hembra se desnudaba mostrándole sus ternos encantos. La acarició. La besó. Pero advirtió que algo fallaba. Algo que no entraba en calor, algo que permanecía como un muerto en el frío sudario. Allá abajo no había movimiento. El miembro viril que debería estar enhiesto como un alfanje, firme como una torre, estaba flojo, colgante como un badajo, triste como un pájaro enfermo. -¿Pero qué me pasa? –exclamó angustiado. –Estás nervioso, cariño. –Le dijo la recién casada mimosa.

Pero nada, ni el perfume que exhalaba aquel cuerpo virginal, ni la visión de aquellos pechos firmes y de aquel sexo túrgido y promisorio de placeres. Nada. Entonces se acordó de la maldición.

EL BARDO FRUSTRADO

En la población de Tucupido había un mocetón muy travieso, poco dado al humanismo de Lope, de Góngora o Quevedo y mucho menos al modernismo rubendariano, pero que intempestivamente se la dio por ser poeta y escribir poemas impregnados de una gran carga romántica y sentimental, donde hablaba de un amor puro, de una noviecita ideal; escritos en un estilo harto desusado, cuasi eclesiástico, que semejaban unos salmos davídicos, tal el que decía:

“En verdad en verdad os digo que jamás de los jamases mis ojos han mirado otra criatura tan angélica y celestial y mi alma se conmueve con el soplo divino de tu aliento ambarino, con el brillo celeste de tus ojos, con la ternura de tu rostro y con tu risa de avecilla canora

Cierto día el zagal enamorado invitó a un amigo para que fueran a conocer a su Dulcinea, a su noviecita que vivía en un caserío cercano llamado El Caro de la Negra. En el trayecto del viaje iba narrándole los encantos de su adorada y le leía algunos de sus poemas dedicados a su gran amor:

“¡Oh, mi virgencita amada! Mi tierno angelito.

Mi muchachita adorada. Mi capullito de rosa.

Tus pechitos de piquitos de alondras.

Tu boquita de rojo cundeamor.

Tus manitas de cristal.

Y es su ternura tanta y tanta

que la comparo con una santa.

Todos los pasajeros que allí iban se admiraban del vuelo romántico del novel bardo apasionado y sentían curiosidad por conocer a la Dulcinea de aquel joven Quijote, destinataria de aquel torrente de poemas. Al llegar al lugar, el poeta enamorado vio a una joven mujer que venía por la calle, morena, de negra cabellera, algo regordeta y de facciones algo toscas y exclamó con frenesí: -¡Esa es mi noviecita! ¡Es ella! Ella es la dueña de mi amor.

Entonces uno de los pasajeros que era del lugar le dijo: -¡No jose! ¿Esa es la noviecita angelical? ¡Qué va! ¡Esa vive con un guardia nacional y tiene dos hijos!

Ese mismo día el mozo dejó de ser poeta.

CAMBIO BIEN PENSADO

Un rico hacendado de Valle de la Pascua, dueño de grandes cantidades de tierras y ganados, quien tenía unas hijas muy hermosas: blancas, rubias, de ojos azules, cierto día le propuso a uno de sus peones que tenía una hija campesinita, morenita de buena presencia, que él se la cambiaba por un lote de tierra de una de sus fincas.

-Hija no se cambia por tierra, don. –le contestó el peón campesino.

Entonces el patrón le aumentó la propuesta a unas leguas de tierra y varias cabezas de ganado.

-Hija no se cambia por tierra y ganao, don.

-Bueno piénsalo bien y luego me respondes. –concluyó el terrateniente.

-Yo lo viá pensá. Le respondió el peón.

Al poco tiempo el ricachón le preguntó al siervo que si ya lo había pensado y éste le respondió:

-Si, ya lo pensé don. Yo le doy mi muchacha y usted me da una de las catiritas suyas.

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